Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 5
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 49
Abril de 2003

 

AL TRADUCIR AFEITANDO
EL LATIDO DE LA DOCTRINAS

Por: iaIr menachem

Cambiar de piel es cambiar de mundo. Y la proximidad te cambia la piel.

Vivo en un mundo intensamente presente. No tengo aquí, en éste mi mundo pequeño, a quién entrañar un "te extraño", de esos "te extraño" que bien recuerdo se hacían agua en la boca y sabor a fruta en el paladar, y a veces memoria del futuro del bajo vientre.

Vivo en un mundo presente. Tan presente, que el futuro no tiene tiempo.

No es el mundo de afuera: es el de adentro, que cambia de piel como se cambia cualquier afuera.

Pregúntame, ven, cómo no me quiebro en ese tiempo como un cabello, sin delante ni atrás y tanto dentro.

Afuera, la maravilla simétrica de los espejos. La disparidad perpleja del par. Por fin la respuesta a la sed de la pregunta, casi todo el tiempo. Pero ese hermetismo de los espejos cerrados, esa sombra de luz que me sofoca: el mutismo de la proyección de un sí mismo asqueado de Narciso.

Cuando me hacen hervir la piel, me dan frío por dentro las estufas. Y afuera es un espejo: que sea bello a más no poder, aún no me obliga ni me da pasaporte a la belleza. ¿Esa es la novedad?

Pregúntame cómo no me quiebro, o cómo se me ocurre buscar semejantes respuestas cuando apenas si en mi traza,  de sus preguntas resta un rastro,  cuando dos días no me baño.

¿Cosmonauta, demiurgo, u aún voyeur? Estar quieto solía ser no moverse; estar quieto puede ser también, haber mandado a la deriva cualquier punto quieto que pueda referir un movimiento. Una inercia que es más bien una conciencia de la piadosa inconciencia de la inercia. Y a pesar de todo ello, la mera referencia a un otro, a un sí mismo cuya otredad se sustancia en la otredad de su tiempo, relega la hipótesis náutica, la del transcurso objetivo y la del parasitario voyeur, a mero discurso panfletario. Dan testimonio la felicidad y la tristeza.

Es que nada sino la prepotencia del demiurgo puede soñar con atacar a la impotencia. Es que no queda sino crear, o enajenarse, cosmonauta voyeur,  que meramente no se puede y entonces queda crear. Ya antes era así. Porque la hipótesis creadora exime del mundo que se me ofrece -"no, gracias, yo me hago otro" aún de pronto-, pero no tan así porque de lo que se trata es de un retiro pudoroso del protagonismo, de la escena, para ceder lugar -y voz y cuerpo y el motor erogénico- a las creaturas del mundo nuevo a estrenar entre las manos cada instante; creaturas de ese mundo sin ayer y sobre todo sin necesidad alguna de un mañana,  porque todo es hoy que no es otra cosa que yo, que así es como dialogo con el mundo. En una soledad de silencio que trona, que por piedad viene a decir un universo. Como se vive a un dios flamando adentro de uno.

CASA DE PIEDRA

De las opciones, una de las dos es la singularidad, con lo que no le queda a la otra ser sino lo mismo. Aunque podrían y aún iguales, ya no son dos -¡nunca lo son!-. Y si la compulsión es de un ya, la inteligencia radica en diseñarla de modo tal que sea apta para todo ya. De lo contrario, el vértigo de pasar tan rápido por un tiempo que no pasa, te destruye. Diseñamos los modelos demasiado complicados; nos sobran cantidad de líneas por todas partes. Sólo se trata de objetivar las evidencias -fijarlas en el cosmos- para hacer lugar a un escenario en que poner títeres siempre iguales todos y a cada instante distintos, a jugar un juego que se acaba al empezar y aún así, empieza cada ya, y no sabe de acabar.

La condescendencia de la puntuación.... todo lo antedicho cabría en un único instantáneo sonido gutural, ahíto de letras encimadas. La condescendencia de articular; la sonrisa cínica que reconoce, en la tal   condescendencia,  una cohartada para el verbo que pone a andar el mundo.

¿Mas por qué cínica? Si en los hechos la opción es sólo una pero la hipótesis exige dos, mi universo puede admitir -ésto es: fabricar- una memoria. Y lo que el universo puede -que es que quiere- admitir, aquéllo a lo que ha lugar, es todo lo obligatorio que algo pueda ser. Cambiar de piel es cambiar de mundo. Y la proximidad te cambia la piel. Y en el fondo, semejante libreto por la necesidad de amar, de amar a un otro. A lo que no se llega es al fondo. Salvo por esa trampa, ese maravilloso juego psíquico de trabajar de demiurgo del demiurgo, porque el demiurgo ya es un cosmos, y la metacreación se salva gracias al propósito final del universo. No es el mundo de afuera: es el de adentro, que cambia de piel como se cambia cualquier afuera. Vivo en un mundo presente. Tan presente, que el futuro no tiene tiempo. No tengo aquí, en este mi mundo pequeño, a quién entrañar un "te extraño", de esos "te extraño" que bien recuerdo se hacían agua en la boca y sabor a fruta en el paladar. Por eso me ha tocado ser, siempre, hombre, hombre que busca dios.

Ierushalaim, Shvat 5763  01/03



Esperamos Su Opinión.  
¿No está suscrito? Suscribase aquí. 

 

[Volver a la Portada] - [Visita la Comunidad Escáner Cultural]


Las opiniones vertidas en Escáner Cultural son responsabilidad de quien las emite, no representando necesariamente el pensar de la revista.