Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 5
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 49
Abril de 2003

 

LA NOVELA, UN POZO SIN COMIENZO NI FIN

Desde Panamá, Rolando Gabrielli

No soy novelista. Cuando llegué a este género, ya había demasiada prosa. De la buena y de la mala. Me inicié cuando tocaba el fin de la novela, como todo principio, que tiene una misma historia circular. Denme un solo lector y volverá a ver Borges o el Manco de Lepanto nos escribirá con las dos manos. La historia está para ser narrada y cualquier fragmento de vida es bueno para reciclarlo. El desierto cuenta con sus propios espejismos y la página en blanco escoge sus palabras mágicas. Narrar debiera ser arrancarle una espina a la prosa. No dejar que la aguja se sienta amenazada en el pajar. Escribir en una lápida: ahora no. Debemos ser rotundos con la palabra, como la muerte, irrevocables .El luto es una fiesta al revés y maldita sea, existe. Todo es posible en la novela, al menos para quien no es novelista. Lo considero un género irresponsable y deliciosamente híbrido, que permite subir al lector a un camión como a una bicicleta y de paso obligarlo a andar a pie para que olfatee las calles y sienta el frío rocío de las madrugadas. De la novela se ha dicho hasta de qué se va a morir, cuándo, cómo y por qué. Y ella, muerta de la risa, como si nada. Fresca lechuga, tiene pellejo para seguir estirándose, y yo diría, unas buenas nalgas, para seguir meneando la historia. Qué tarde uno llega y qué feliz se siente a veces. Tanta agua y teorías han pasado bajo el puente de la novela, que casi me ahogo. Por eso no he tomado en cuenta nadie, más que al lenguaje, a la verdad de mis días frente a la página en blanco. Seguramente mis escritores favoritos, lecturas, están revolviéndose en esta coctelera que lleva, lo que es lógico de suponer, pero no hay nadie en que yo haya pensado deliberadamente. Es un kiosko con muchas revistas para escoger y perderse en titulares, colores, impresiones, al gusto del consumidor. La novela es para el lector. Cada uno sabe como la lee. Cada quien sabe si pasa a la página siguiente o se va de viaje en el tobogán de la palabra. Aferrarse a su tapas o lanzarla por el sofá, bajo las escaleras, tirarla en un baño por si alguien le da una mejor utilidad. Compartir con los personajes es un buen comienzo. La elección es de cada cual. La novela te exige complicidad si tú te prestas para ello. No te comprometas con una buena portada o con un autor conocido. Busca en sus páginas, porque allí está la verdad. Nadie dirá nada a favor de nadie que no sea el texto, la historia.

Escribir es una manera de vivir, dijo Flaubert. Nada de rebuscada su forma de ver la literatura y una manera de sumarse al lector, porque eso es lo que busca en verdad quien lee una novela, un libro, algo nuevo para seguir viviendo. Hace cuatro siglos que vivimos las aventuras de Don Quijote. Es el poder de la historia, la imaginación, de la novela, la vida que hay detrás de la palabra. Escribí pensando en el desprecio que sentía Borges por la novela. No documentaré sobre esto, pero basta con saber que no escribió una sola novela. El inédito y mitómano poeta chileno, conocido como el chico Molina, decía que la novela es la poesía de los tontos.

La novela ha sido un buen refugio para expulsar la historia de su escondite, un pretexto para hacer historia, para atornillar fantasías a las patas de una cama, para ficcionar el pasado, verle la suerte al futuro, ignorar el presente, para robarle los huevos al águila, tomarle el pulso a la vida en una cámara más lenta que el cuento o cualquier otro género. Entré tarde a la novela, más que todos los yesterdays juntos, pero no me justifico, ni arrepiento., sólo registro un hecho, porque la única defensa de una novela es lo escrito. Es como en todo libro. No hay espacio para el pudo haber sido.

Son los personajes y las circunstancias quienes nos imponen sus voluntades, ni a ellos me atrevería reclamarles por algún fracaso. Veamos que ha estado sucediendo después del texto sobre la primera aproximación de mi novela, cuyo nombre se conocerá en su momento. Una novela debe tener algunos secretos y misterios. Cuando llevaba 20 o 25 páginas en agosto pasado, comprendí que estaba haciendo, escribiendo una novela, algo más que un cuento largo, sentía un sacudón, un estremecimiento, la vulnerabilidad de mi voluntad, porque la historia recién comenzaba y no tenía un remoto paradero. Cuando me di cuenta que la cabeza se había perdido en el cuerpo, ya era tarde. Estaba  inmerso en una novela. Ni ella, ni yo planeamos esto, pero vamos a seguir."No dejaremos de explorar Y al final de toda nuestra búsqueda/ Llegaremos al lugar donde partimos/
Y conoceremos el lugar por primera vez", como dijo T. S. Eliot.

Nada sé de técnicas de narración. Es muy probable que existan y sean recomendables y recomendadas. Esa es la ventaja de comenzar tarde, no hay tiempo para detenerse en nada. Ni para recetas, ni consejos. Nada. El muerto, que se lo echen al autor, y con justicia y razón. El ordenador es un pobre alcahuete auxiliar, sin voz ni voto. Si algo leí, lo olvidé, si a lo olvidé es porque aun tengo memoria. En el peor o mejor de los casos. no hago nada sin la guía de los personajes, ni intervengo en la voluntad que impone el lenguaje cuando se va articulando serpiente de la hierba y el tronco de la trama. Me cuelgo a las solapas de la grasienta historia que me ha tocado vivir y me resbalo, sólo me deslizo, a los costos del vértigo e incertidumbre de las palabras, a la pus de las vocales, y hago chirriar mis propios dientes. Que el lector enjuague el verbo en sus propias encías.

Estiro la soga no pocas veces, hasta que la palabra cruja y no me importa si llegara a cortarse, porque mi interés es que la palabra y el lector vuelvan a oxigenarse. La novela es una aventura, y recuerdo en este momento a mi padre incrustado en su cama, un sábado por la tarde, leyendo Rocambole, una colección que guardaba en un ropero de su habitación y que por las noches se seguían sumando capítulos. Veía por ese entonces, algunas señoras y jóvenes muchachas descolgar como las golondrinas de Gustavo Adolfo, de los balcones del romance, cuando leían Corín Tellado como inmersas en una pajilla rosada. Esa maldita pornógrafa, aparentemente inocente, con sus dosis de morfina amorosa, que sienta el amor en el banquillo de la vida rosa.

No he trazado ningún proyecto razonado previamente, ni me hice una idea aclara  del desarrollo, los personajes han ido ganando fuerza por mérito propio, a medida que los voy conociendo y he aprendido que mientras menos concesiones les hago, mejor se animan ellos a contarme sus vidas e historias. A medida que avanzo, previo dos largas estacionadas que sumaron 50 días de páginas en blanco, descubro los no (no tengo definido el final, no descarto nada, no sé cuantas páginas serán).

Lo importante de la novela, es que sea literatura, ni ficción, ni realidad, la historia como no ha sido contada, con todos sus ingredientes. Una novela debe contener  los fantasmas propios y ajenos, la simple arbitraria irrepetible mirada de las cosas y del pequeño detalle escondido tras un ventana  en pleno verano. Es el viaje más largo, profundo y devastador hacia si mismo.

Escribir es una manera de vivir, dijo Flaubert. Comparto también la opinión de Miguel Bajtin, que la novela es un espacio de encuentro no solo de personajes, sino de lenguajes, tiempos diferentes y de mundos distantes, pequeños universos, un sitio para relacionarse.

La novela es un camino para iniciarlo múltiple e inéditas veces, explorar, verbalizar, sin un tiempo definido, el pasado, el presente y el futuro, donde la memoria atraviesa con su sombrero alón, el bosque húmedo de clarososcuros matices, y recoge las palabras y sus sombras.

En la novela digo, pon todo lo que se te venga en gana y algo más, pero que lo sepa el lector. En especial lo que la memoria persiste en conservar a pesar del trajín de la vida., porque ella termina siendo uno de los principales conductores de la electricidad que el pasado debiera seguir conservando cuando lo sacamos a la luz. No hay memoria sin presente ni futuro, porque todo tiempo pasado adquiere un sentido cuando sale del closet y entra en la atmósfera gaseosa a compartir el día a día, a convertirse un poco en el porvenir para seguir existiendo. El pasado no es cosa pasada, y menos juzgada, porque está ahí para asaltarnos y es un hecho que no hay olvido en el ejercicio de la literatura porque el espacio y el tiempos e encargan de ello.

La novela debe transformarnos en peregrinos de un camino inédito, construido a semejanza de nuestra capacidad de aventura, búsqueda, al tamaño que impone un desafío a través de una historia o unas cuantas que se articulan en nuestra imaginación de cierta manera, que es única y entienden nuestros sentidos.

A veces la realidad se traga a la ficción y ni siquiera el narrador más listo puede desentenderse de este hecho y más bien debe sumarse con su propia mirada, porque el resto, lo hará el lector.

Esta novela es la errática brújula de mi escritura, de mis indagaciones, búsquedas, porque no tengo pruebas, ni siquiera sospechas, como ha sido todo este recorrido y menos el puerto de llegada. La novela es una piel que tiene su propio tacto. No soy novelista, pero hay aventuras superiores a la mano y voluntad de un escritor. Yo creo que este es un género que me permite comerme hasta las plumas de la gallina. La novela me seduce porque me permite llenar de hollín y margaritas las páginas, frecuentar los sueños y la realidad, dejar sin olvido las miserias y felicidades. La novela permite incluir los escombros que el hombre va dejando en el camino, las partituras personales que uno toca afónicamente a diario, el gran basurero que todo escritor debe necesariamente reciclar.

Una novela si ficciona con la realidad se deja contaminar sin excusas. Toda literatura se parece así misma, cría sus propios cuervos. Hace su nido el autor, pero el lector lo desbarata y construye el suyo. Ya suman ,desde el 15 de agosto, con todos los quiebres de mano normales de un proyecto de esta naturaleza, alrededor de 250 páginas. Una historia de amor, las ciudades de Santiago de Chile, Panamá, Praga, Buenos Aires en trazos, una de Estados Unidos en el Oeste, Londres, la presencia de Franz Kafka, el tumor de la dictadura, muchas chispas de humor, y viajes al interior de la palabra, como si un hondo pozo negro nos fuera a rebotar las últimas estrellas del planeta.

Los sueños como pizarras negras, al ciudad envenenada de terror, la miseria humana untada con manteca de puerco. Las esquinas dobladas en cruz y con suerte, la espalda invicta antes que llegue el crepúsculo. Mejor ni hablar.

"María Gracia abandonó el piso 13 un martes de igual fecha, con su jean hasta las caderas, en fantasmal silencio, sin saber si había ido al doctor o a un confesionario, donde sólo se depositan pecados por el hecho de haber nacido en el lugar equivocado, y de noche. Llevaba la mirada de Godoy rumbo al vestuario el día de esa memorable paliza, la más negra del boxeo mundial".

"No le temía al Minotauro, ella tejería la red, el hilo cuantas veces fuera necesario. Sería el hilo y el laberinto. Se miraba desde el interior de su caverna, repleta de voluntad, de ese ejercicio de hacer y no cesaba de repetirse sin faltar a la verdad y al deseo, se ha hecho carne en mi. Siento como se clavan sus clavos sobre mis manos y pies.. No dejaba de sentir el ruido de las palabras, su carga erótica, se sabía cada vez más vulnerable, era su vicio, acosada por las partes más inocentes, sus órganos genitales, en la garganta seca, lengua, lenguaje, lo quiero todo, hasta los puntos y coma, terminaba en un nudo ciego y cálido, sus pensamientos más próximos a las vísceras que a la cabeza. Pero eso no era todo, porque se trataba de un amor genuino que le nacía sin cálculo alguno, donde el corazón suele anidar las buenas sorpresas de la vida."

"Así se sentía, como la ciudad, carretera, para ser inaugurada. En una velocidad que se palpa tal cual cuando es sincronizada y respirada a un mismo ritmo. Algo de asfixia, con exceso de oxígeno compartido, la mezcla del placer y el dolor, la agonía y salvación, de quienes van juntos en una misma dirección, pero en este caso se trata de un sentido contrario, mutuamente consentido. Respirar con vos, repitió algunas veces, con ese tono inconfundible, porteño".

El Divino se sintió como en un túnel del tiempo, helado, la Historia había encontrado su propia morgue, una fosa común para ser visitada y se podían ordenar los huesos, las calaveras, de unos acontecimientos manchados de aburrimiento y abandono. La identidad esperaba detrás de una gran salón, mascando chicle, llena de un humo transparente, con su regia mirada de mármol, dientes de una fría porcelana para una sonrisa congeladora, enigmática como un viaje hacia la jungla en búsqueda de un tesoro que seguirá siendo misteriosamente perdido, extraviado para ir con los tiempos, y no encontrará el turbio andamio para empinarse como debiera corresponderle a una dignidad de esa naturaleza. Hasta ahí tenía pensado llegar el Divino, para tocar fondo, sentarse y observar como si alguien tocara una pianola y esperara la eternidad. Buscaba una respuesta para todos estos años, una síntesis de estos huecos, quizás una guacamaya colorida o un simple lorito de patio, le armaran un expediente de estos días caminados con el pesado y casi autoritario vicio de la nostalgia. Ya estaba en el recinto de la nada, tras unas columnas inventadas para separar espacios inexistentes, rutinas...

Mi objetivo, y lo aclaro desde un inicio, es lanzar esta novela en Buenos Aires, en un claro homenaje a la protagonista del idilio amoroso, a la magnífica ciudad que se funda y refunda en nuestra imaginación, a la literatura argentina, su prosa, su prosa, y a tantas inconfesables cosas, que es mejor que así ocurra.

Hagamos como Maurice Blanchot, y mantengamos al leer en vela, en el fondo de nuestros corazones e imaginación, la inquietud que todo hombre e individuo deben tener hasta el final de sus días. No es poca cosa para el autor y el lector.


Rolando Gabrielli   Rolando Gabrielli es Periodista y Escritor chileno

Si desea escribirle puede hacerlo a:
panaglobal@hotmail.com

Actualmente vive en
El Dorado, Panamá

 


 

 


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