Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 4
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 45
Noviembre de 2002

ANTIGUAS ENTRETENCIONES POPULARES
  LAS ALEGRÍAS DE NUESTROS ANTEPASADOS

Por: Rúbila Araya

"La humanidad siempre ha puesto su afán en hallar los medios que faciliten pasar el tiempo lo mejor posible, en el amplio sentido de la expresión, en buscar la situación perfecta que le proporcione el ideal de hacer de la vida un juego mesurado, rítmico y gratificante" (1)

"Las alegrías de nuestros antepasados"

            Durante los convulsionados años de la Colonia, cuando costumbres y visiones de mundo, contenidas por quienes vinieron desde lejos o nacidas de los dueños originarios de la tierra, comenzaron a interactuar, tal vez involuntariamente y a pesar del constante choque, surgió una gama de personajes, producto de mezclas y estratificaciones sociales, que fueron creando una identidad colonial a partir de un mosaico cultural, que salta a la vista en manifestaciones tan simples pero tan representativas de cualquier pueblo, como son sus entretenciones.

            A pesar de que las penurias y miserias, sufridas sobre todo por quienes se ubicaban en los escalones más bajos de la estratificación social, no eran pocas, no faltaron por aquellos tiempos motivos para celebrar y cosas en qué entretenerse. Fiestas y juegos fueron dando colorido a los ratos de ocio, extendiéndose por todo el periodo colonial, hasta la república, e,  incluso, algunos de ellos sobrepasando la barrera del tiempo y constituyendo hasta estos días una parte importante de nuestro folclor.

"Lugares de encuentro y juegos de suerte"

            Esta necesidad de divertirse, inherente a la raza humana, fue tomando forma y características diferentes, dependiendo de los factores que participaron en su configuración, llegando a arraigarse en la costumbre popular, empero las prohibiciones y prejuicios que por esos días pusieron en peligro la perduración de muchas actividades que conocemos hoy.

            El hombre de estos lares, desde un principio se las ingenió para abstraerse de las imposiciones sociales y de la, muchas veces, triste realidad, mediante la invención o adopción de pasatiempos, como forma de olvidar y poner más brillo a su vida.

            "Las fiestas, las diversiones, los juegos, en una palabra, lo lúdico, ayudaron a sobrellevar las extenuantes cargas, que la sociedad le había asignado por fuerza. Sin ellos su existir hubiese sido gris y no menos enojoso". (2)

            Estas diversiones, integradas por fiestas, juegos, reuniones y deportes, pasaron a formar parte de la vida de nuestros pueblos. Algunas, en la actualidad, han sido casi olvidadas, pero otras, en especial las que tomaron más fuerza durante el siglo XIX, cuando ya la mayoría de los países hispanoamericanos eran o estaban en vías de ser independientes, se arraigaron en las alegrías de la gente, y, sufriendo o no transformaciones, viajaron hasta hoy, a través de generaciones, para manifestarse en fiestas populares, actividades de distensión cotidiana y hasta en juegos infantiles.       

Intentaremos hacer un recorrido por las diversiones del Chile del siglo XIX,  escudriñando en sus orígenes coloniales o, en algunos casos, más antiguos. Mostar cuáles fueron esas cosas y lugares en que hombres y mujeres ocuparon su tiempo libre, y citar algunas anécdotas relacionadas con esas actividades, para así, lograr una descripción más rica y colorida de aquellos tiempos en que, pese a no pocos impedimentos, la gente pudo encontrar una vía de escape en varias entretenciones.

            "No obstante y, a pesar de todos los obstáculos que el individuo tuvo que eludir, fue quien mejor parado salió, pues encontró en las diversiones y pasatiempos,  compañeros puntuales y perseverantes que le ayudarían en sus muchos momentos de desánimo y desesperanza". (3)

            A poco de haber celebrado nuestras fiestas patrias, las diversiones típicas, más presentes ahora en el campo, deben haber sido practicadas, en un momentáneo ataque de chilenidad, por más de alguno. Dejaremos fuera las carreras a la chilena, el rodeo y la rayuela, para centrarnos en actividades menos conocidas, extintas o prohibidas en la actualidad, como la corrida de toros y la pelea de gallos. Pero no podremos dejar de incluir al volantín, ya que con cuya ingenuidad, nos asombra que por esos tiempos, junto a la lotería y la pelota, haya sido casi más combatido por las autoridades, que los evidentemente violentos juegos con animales.  

"Lugares de encuentro y juegos de suerte"

Lugares de encuentro y juegos de suerte

            En América, al igual que en todo el mundo, la plaza fue el principal centro de reunión popular, aquí se dio escenario a la recreación familiar y comunal, permitiendo la integración social a través de diversiones de carácter colectivo y unánime. En Chile, por ejemplo, en lo que se conoció como plaza de armas, la gente gozó de populares juegos, como la sortija, la cucaña napolitana y el palo ensebado.

            Otros tipos de centro de recreación, ya no tan familiares, fueron las ramadas, en el campo, y las chinganas y pulperías, en la ciudad. Característica común de los tres establecimientos, fueron las borracheras y peleas causadas por éstas, y por las desavenencias provocadas por el intercambio de licor por productos robados.

"Lugares de encuentro"

            Las ramadas no eran otra cosa que chozas levantadas por estacas y forradas por ramas de árboles y arbustos, aquí se cocinaba distintas especies de aves para vender junto a jarros de alcohol. Muchos pasaban todo el día allí, hasta altas horas de la madrugada, comiendo, bebiendo, bailando y participando en alguno de los tantos juegos que ofrecían.

            Las chinganas, de origen peruano, versiones urbanas de las ramadas, eran tugurios en los que se vendía tragos, como el cachito de chicha o el colmado pellejo de vino, Y las pulperías, de etimología mexicana, eran almacenes donde se expendían comestibles y vinos detrás de un mostrador, y en cuya trastienda germinaron las formas de tertulia más populares que existen hasta hoy.

            En estas últimas, también se dio lugar a otro tipo de comercio, en un ambiente en que el alcohol, las risas, los olores y el juego, hacían olvidar todo límite. "Por esos días las pulperías estaban, casi en su totalidad, regentadas por mujeres de la hez del pueblo, con el fin de favorecer a la venta invitaban a sus conocidos, entregándose, según expresaban los alcaldes, a extremos sumamente vergonzosos, siendo ya corriente que tras el mostrador se escondiese un cancel o tapadera donde se encontraban siempre durmiendo revueltos como bárbaros 'hombres y mujeres que apenas se habían conocido'". (4)    

            Durante la época republicana, el lugar de encuentro popular fue el bodegón, en Chile, famoso por ese tiempo fue el de Juan Diablo, en la plazuela de San Pablo, donde se ofrecía las llamadas "lisas de Peldehue". "Los bodegones servían una necesidad a la vez de esparcimiento de las clases populares y de refrigerio, pero la intensificación del tráfico interurbano, para el acarreo de los productos a los terminales del consumo o del embarque, permitió el establecimiento de locales más estables para los comerciantes minoristas e intermediarios que debían pernoctar en las ciudades". (5)

"Lugares de encuentro y juegos de suerte"

            De este tipo de locales son las casas-fondas o las casas-posadas, que fueron pequeños y modestos hoteles que se ubicaban a las orillas de los caminos a lo largo de todo el país. Estos establecimientos, que ofrecían piezas para alojados, sobre todo los que se encontraban en zonas rurales, fueron objeto de duras críticas de parte de los moralistas, que los llamaban "cuartitos para dos", o con la graciosa denominación de "reffugium peccatorum", impuesta por José Zapiola.

            También, por esos tiempos existieron los trucos, garitos en los cuales se participaba en distintos juegos, y que en el siglo XIX cedieron a los cafés, que llegaron a Chile, como el último grito de la moda en la corte virreinal de Lima.  En estos lugares, como en el Café de Bodegones de Lima, se ofrecía café, se participaba en tertulias, y en algunos casos, se iniciaban animadas partidas de billar. Además, se realizaban juegos de apuestas y cartas, que generalmente terminaban en pleitos y apresamientos.

            Más alejada de escándalos y vicios, estaba la tertulia hogareña, regida por estrictas normas sociales, ésta era la única reunión autorizada, eso sí, bajo la severa mirada de la dueña de casa y una restringida interacción entre personas de distintos sexos.

Estos encuentros se animaban con juegos de prenda, el corre el anillo, la gallina ciega, las estatuas, las penitencias, y una infinidad de otras entretenciones, que poco diferían entre un país americano y otro, y que en 1806, fueron recopiladas por un aficionado mexicano con el título de "Lícito recreo casero".

            Los centros de reunión en que se juntaba la gente a pasar el rato, y a veces, días enteros, sirvieron de ambiente ideal, para el desarrollo de lo que se llamó juegos de suerte y envite, a estos correspondían las cartas, los dados, las rifas, y otros juegos de azar, que siempre estuvieron al límite de lo prohibido, pero que se convirtieron en un verdadero vicio irresistible, en toda América.

"Lugares de encuentro y juegos de suerte"

            Aunque no está clasificada como juego de envite y azar, la lotería, juego público chileno, puede ser considerada en este grupo, ya que el interés por saber sus resultados congregaba a grandes cantidades de personas en la Plaza de Armas, donde esperaban que un golpe de suerte hiciera cantar al pregonero los números del cartón elegido.

            Las loterías, no siempre contaron con la autorización plena para ser realizadas, y durante el siglo XVIII, fueron suspendidas en varias oportunidades, no obstante, a finales de éste se extendieron por todo Chile, y en forma extraoficial siguieron funcionando, incluso, como medio para reunir fondos de beneficencia a lugares como el hospital San Juan de Dios.

            Estos juegos de suerte y loterías, por algunos fueron considerados perjudiciales para el pueblo, sin embargo, y a pesar del enojo del rey por que en el gobierno del Marqués de Avilés, sin su aprobación,  se habían autorizado por fines caritativos, pronto se terminó por aceptarlos, lo que llevó a que esta entretención se reanudara sin restricciones a partir de 1800.

"Las Corridas de Toros   "

Las Corridas de Toros  

            El origen de las corridas de toros ha sido largamente discutido por los investigadores, algunos dicen que vienen de Tesalia, otros de Grecia, o Arabia, lo cierto es que fueron los españoles los que trajeron esta actividad a América. Las primeras noticias sobre las corridas en el continente, datan del siglo XVI.

            En Guatemala, Nueva España, Colombia, Perú, Puerto Rico, Cuba, Bolivia,  Argentina y Venezuela, ya se habían celebrado corridas de toros, en celebración de diferentes acontecimientos, cuando la entretención taurina llegó a Chile en el siglo XVII.

            A partir de 1692, el 24 de agosto, la fiesta de San Bartolomé, patrono de La Serena, fue celebrada con tauromaquia. En Concepción el año 1693, se festejó con un espectáculo taurino la llegada del nuevo presidente Tomás Marín de Poveda y su casamiento con Juana Urdaneta.

            Durante el siglo XVIII, se pasó del toreo a caballo al de pie, y comenzaron a construirse las primeras plazas, provisorias y a cuenta de los organizadores de la fiesta; cuando se intentó establecer recintos permanentes, como se estaba usando en las principales ciudades españolas, la oposición eclesiástica puso constantes obstáculos a la iniciativa. El obispo Alday fue su más ferviente opositor, pero no pudo con la sed que despertaba el arte taurino en los habitantes de Santiago del Nuevo Extremo.

            En 1772, el corregidor de Santiago, Manuel Zañartu, obtuvo la licencia para construir una plaza en Santiago, no sin tener en cuenta una larga lista de condiciones, entre las que llama la atención: "...La plaza debía tener dos piezas o palcos, con la decencia que corresponde; la una para los señores presidente y oidores de la Real Audiencia y la otra para el ilustrísimo Cabildo, Justicia y Regimiento (...). Se establecía, además, una formal división entre la gente ordinaria de ambos sexos y la nobleza que debía ocupar los cuartos bajos o altos". (6)

"Las Corridas de Toros   "

            Desde el siglo XIX, luego de problemas de incumplimientos de contratos y éxito de las carreras de caballos de Renca, las subastas para adjudicarse la organización de las corridas, pasaron a ser costumbre. Pese a que la religiosidad de estos años, que hizo suspender por un tiempo los espectáculos, durante el siglo XVIII las carreras de toros se siguieron celebrando, pasando al decimonónico, aunque ya se avistaba su decadencia.

El 27 de septiembre de 1822, Manuel de Salas, protestó en contra de las corridas de toros y presentó una moción para prohibirlas en Chile, por atentar contra la ilustración y la cultura, "propias de costumbres civilizadas".

El 15 de septiembre de 1823, en acuerdo con las ideas de Manuel de Salas, el director supremo Ramón Freire, firmó la ley que abolía perpetuamente las lidias de toros en las poblaciones y campos chilenos.

Las Riñas de Gallos

"Las Riñas de Gallos"

            Las peleas de gallos, han sido practicadas desde antes de Cristo. En la antigüedad, surgió como uno de los juegos predilectos de la India; se sabe que a los pies de los Himalayas, se organizó por primera vez un espectáculo de este tipo; también se las realizaba en China; y en Atenas, Temístocles, en honor a las guerras Médicas, ordenó la celebración anual de una fiesta y pica de gallos.

            De Grecia pasó a los países mediterráneos. Aquí, Roma fue la primera en asimilar esta actividad. España también hizo suyas las riñas, y en la edad media, aclimató en Andalucía, una raza de grandes gallos traída de Persia, que, se supone, es la que llegó a América.

            Sobre la introducción de las lidias de gallos en las tierras americanas, no hay consenso. Algunos historiadores plantean que llegaron desde España, que es la tesis más conocida, y otros, afirman que fueron llevados a Acapulco, procedentes de China, vía Filipinas, arraigándose como costumbre criolla en México.

            No se sabe la fecha exacta en que las picas de gallos salieron del anonimato, reducido sólo a algunos aficionados, para transformarse en entretención pública abierta a multitudes. Lo que está claro, es que las peleas de gallos consiguieron tal aceptación entre los habitantes de los países americanos, que llegaron a incluirlas en los actos de casi todas las fiestas, tanto en las solemnes como en las informales, sin distinguir el sexo, la raza, ni la clase social de sus participantes.

            "La afición a los gallos en el Nuevo Mundo fue universal. Participaba, por lo general, toda la sociedad, desde las personas distinguidas, hasta los esclavos. En una pelea se podía ver 'gentes de distintas calidades, índoles y educación'. No era extraño encontrar menestrales y jornaleros que abandonan el trabajo, abstraídos en el juego, igual sucedía con los hijos de las familias notables y con simples siervos. Dentro de la gallera se producía una pequeña revolución social. Junto a un blanco influyente estaba un esclavo, codo a codo, y no era raro ver a un hombre de color o un indio ocupar asientos preferentes, mientras un acaudalado criollo contemplaba el espectáculo incómodamente de pie".  (7)

            A Chile, se postula que llegaron en el tiempo de Hurtado de Mendoza, y en Nueva España, los desórdenes ocasionados a causa de estos espectáculos fueron tales, que el obispo de Puebla, en 1685, estuvo dispuesto a pagar de su propio bolsillo para que se prohibieran.

            Aunque las peleas de gallos, nunca cobraron el carácter de deporte popular que tuvieron en Lima, México, Manila o La Habana, en Chile fueron ampliamente difundidas. Aquí, el sitio donde se efectuaban las luchas se llamaba reñidero, un círculo cuyo centro estaba alfombrado o con ripio, que medía tres metros cuarenta centímetros de diámetro por ochenta centímetros de alto y estaba rodeado por esterilla.

            Se cree que la construcción del ruedo de Santiago, fue entre 1762 y 1782, años en que se construyeron los anfiteatros de Lima y Buenos Aires, respectivamente. En este periodo, la concurrencia a la cancha no bajaba de 400 personas.

            Durante la presidencia de Agustín de Jáuregui de Aldecoa, las picas de gallos pasaron a formar parte de la Real Hacienda, y en 1780, Eugenio Núñez Delgado, pudo rematar la cancha de Santiago en $500, por un plazo de seis años, lo que no perduró mucho tiempo, debido a una orden del gobernador de Chile.

            Las luchas de gallos chilenas, sin oposición de las autoridades, continuaron desarrollándose hasta 1808, cuando fueron suprimidas por decreto del gobierno. A través de las subastas, José Gregorio Calderón, se hizo cargo de la celebración de las picas en 1807, y en 1808, lo hizo Rudencio Castro. Posterior a esto, el último gobernador colonial, García Carrasco, que era un asiduo aficionado a esta diversión, se encargó de restablecerla. Por estos años, surgió la famosa cancha de Tajamar.

            La esperanza que se depositaba en el gallo de pelea era tal, que la familia podía pasar hambre por alimentarle a él, pues necesitaban mantenerlo fuerte para que ganara las luchas y recibir el dinero de las apuestas.

            Las peleas de gallos, durante el siglo XIX, de a poco comenzaron a ser prohibidas en todos los países americanos, aunque nunca fueron erradicadas por completo, ya que hasta hoy gozan de una "conocida" clandestinidad.

"El Volantín"

El Volantín

No se tiene claro el origen del juego del volantín, algunos se lo atribuyen al inventor griego Archytas de Tarento, otros, al general chino Han Sin, el año 200 a.C.. Lo que sí se sabe con claridad, es que en el Imperio Romano, los niños ya gozaban de esta entretención.

Sobre quienes lo trajeron a América, tampoco hay consenso, pudo haber sido traído desde el lejano oriente, vía Filipinas. Pero la teoría más aceptada, es que llegó con los españoles, tardíamente, pues en la península, a pesar de la cercanía con Roma, sólo se conoció el volantín a fines del siglo XVII.

A Chile llegó el año 1795, y de ser un juego infantil, se convirtió en un espectáculo para todo público. En ocasiones, el entusiasmo por esta actividad llegó a tal punto, que cuando se realizaban campeonatos no se respetaba ni siquiera la propiedad privada y se ponía en serio peligro a los espectadores.

"El hecho de que los cometas volasen por los aires y que fueran armadas, originó serios percances tanto a las personas como a las propiedades. El volantín abatido, sin hilo que lo controlase. Constituía un peligro para los espectadores, expuestos a que una caprichosa bocanada de aire lo lanzara contra ellos. Había que añadir también otro peligro. Los derrotados dueños en su anhelo por recuperar los despojos, trepaban a balcones y tejados con el consiguiente destrozo de las techumbres. Esto, que de por sí ya era un riesgo considerable, aumentaba cuando quedaban enganchadas por restos de hilos en aleros y carnizas. Al tirar de ellas para recobrarlas, con frecuencia arrastraban tejas y ladrillos con la cometa, ocasionando heridos e incluso muerte a ciertos interesados transeúntes". (8)

Además, hay que agregar otro elemento fijo, las peleas. Las discusiones al final de la competencia, por lo general, tenían resultados bastante sangrientos, ya que nadie se atrevía a separar a los enfurecidos contendores.

Ante los continuos disturbios, en Chile, el dos de octubre de 1795, se lanzó en su contra el Bando del Buen Gobierno, lo que fue reforzado al año siguiente por el gobernador Luis Muñoz de Guzmán, quien ordenó que se leyera una ley en los sitios céntricos de la capital, al compás del tambor de un pregonero, la que decía entre otras cosas: "...que ninguna persona mayor o menor de edad se atreva a encumbrar volantines grandes ni chicos dentro de la terraza general de esta ciudad, sin que esta prohibición se extienda a las cañadas y orillas del río, donde la espaciosidad permite el libre uso, sin el menor riesgo de esta diversión. (9)

Del entusiasmo por este juego, salieron en Chile muchos hábiles volantineros, que se convirtieron casi en leyendas por su destreza al tirar el hilo y guiar al cometa por el cielo, o por manufacturar artísticos y resistentes volantines. Entre éstos, están los padres franciscanos, destacándose Monseñor Crescente Errázuriz Valdivieso, Arzobispo de Santiago; y personajes como el Caña Hueca, Pascual Intento, el chimbero Lillo, el sangrador Barrera. El cojo Manuel Robles -autor de la primera canción nacional y aclamado torero-, el Colorín, el tuerto Gómez y el zambo Martínez.

Benjamín Vicuña Mackenna, escribió sobre este juego que "más que un entretenimiento, era una pasión popular, una especie de palenque público, que tenía por retrato el cielo y los tejados, por combatientes a todos los caballeros, niños y rotos, la sociedad entera de Santiago, pues ni los clérigos por poltrones, ni las señoritas por tímidas, desdeñaban correr a la roldana en momentos solemnes de la comisión, ni tomar parte en la febril chaladura". (10)

"El Juego de la Pelota"

El Juego de la Pelota

            Los deportes o juegos con pelotas, practicados en América, producto de la herencia indígena e hispana, fueron muchos. La chueca, el frontón, las bochas, los bolos, la pelota vizcaína, el billar y otros, se convirtieron en aficiones, o, mejor dicho, en habilidades, tan atractivas, que pronto fueron calando profundamente en el ánimo de la sociedad.

            El juego indígena de la chueca, para el tiempo de la colonia, pasó a constituir tal pasatiempo, que en días de fiestas, sus participantes eran capaces de pasar cuatro días enteros sin dormir, excitados por el ritmo del campeonato. Lo que motivó que el obispo Alday comunicara al gobernador Gill de Gonzaga, que debía prohibir y castigar con la excomunión a quien participara en este juego los días festivos, pues aparte de no asistir a misa, se producía una mezcla de indios, mestizos y españoles, y, lo peor, de ambos sexos. Esta orden fue dictada el seis de septiembre de 1763.

            Pese a la restricción, la chueca se restableció pronto para ser una actividad campestre, pero no exenta de polémica. Se cuenta que Miguel Soto, un campesino, fue enviado a la cárcel pública por haber ofrecido un juego con gran concurrencia de gente, en Las Lomas  de Santiago, "donde hacianse partidos, apuestas y desafíos de bando, de chácara en chácara, de barrio en barrio y hasta las mujeres desnudas se entregaron con frenesí a ese febril ejercicio". (11)  

            Otro juego fue la pelota vasca, traída por los vizcaínos. En Chile, Manuel de Salas hizo insertar una cancha en el sitio conocido como el basural, pues consideró que era bueno fomentar este deporte, con el fin de alejar a la juventud de diversiones como los naipes, las rameras y el vino.

Durante el siglo XIX, este juego fue bastante popular. Benjamín Vicuña Mackenna en 1886, hizo referencia al "Falucho", un negrito ágil y esbelto que se convirtió en el mejor jugador que pasara por la cancha del Basural, que en 1829, lamentablemente, fue convertida en reñidero de gallos, actividad más rentable.

Similar a este último, pero sólo jugado con las manos o una pala, fue el frontón,  que acostumbraba efectuarse a las salidas de misa. También se practicó las bochas o bolas, y los bolos.

En Chile, en medio de prohibiciones y normas, fue bastante popular durante el siglo XVIII. Y aunque nunca alcanzó prestigio social, en este periodo hubo más de diez canchas en Santiago y cuatro en Valparaíso, sin contar las restantes del país.

Durante los días de la reconquista española, Casimiro Marcó del Pont, en septiembre de 1816, ordenó la suspensión del funcionamiento  de las canchas, ya que en ellas se daba el ambiente perfecto para que circularan con insistencia las ideas patrióticas a favor de los ejércitos de O'Higgins y San Martín, que se preparaban para cruzar los Andes en dirección a Mendoza, en la travesía que le daría la independencia a Chile.

Bibliografía

1.-López Cantos, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Colecciones MAFRE. Madrid. 1992, pág.13.

2.-López Cantos, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Colecciones MAFRE. Madrid. 1992, pág. 16.

3.-López Cantos, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Colecciones MAFRE. Madrid. 1992, pág.18.

4.-Pereira Salas, Eugenio. Juegos y alegrías coloniales en Chile. Editorial Zig-Zag. Santiago.1974. pág. 257-58.

5.-Pereira Salas, Eugenio. Juegos y alegrías coloniales en Chile. Editorial Zig-Zag. Santiago.1974. pág. 259.

6.-Pereira Salas, Eugenio. Juegos y alegrías coloniales en Chile. Editorial Zig-Zag. Santiago.1974. pág. 76-77.

7.-López Cantos, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Colecciones MAFRE. Madrid. 1992, pág. 232-33.

8.-López Cantos, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Colecciones MAFRE. Madrid. 1992, pág. 241.

9.-Gobernador Luis Muñoz Guzmán. En López Cantos, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Colecciones MAFRE. Madrid. 1992, pág. 242.

10.-Plath, Oreste. Folclor chileno. Editorial Grijalbo. Santiago. 1994. pág. 242.

11.-Archivo Nacional, Capitanía General, vol. 667. En Pereira Salas, Eugenio. Juegos y alegrías coloniales en Chile. Editorial Zig-Zag. Santiago.1974. pág. 132

Si quiere comunicarse con Rúbila Araya puede hacerlo a: rubila@vtr.net
Esperamos Su Opinión.
  
¿No está suscrito? Suscribase aquí. 

[Volver a la Portada]


Las opiniones vertidas en Escáner Cultural son responsabilidad de quien las emite, no representando necesariamente el pensar de la revista.