Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 4
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 45
Noviembre de 2002 .

EL NUEVO PREMIO
NOBEL DE LITERATURA

Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge 1

Bien se puede argumentar, como ya lo habíamos hecho en un artículo anterior nuestro publicado en esta misma revista, que existe algo mal llamado "literatura del Holocausto", en la Alemania posterior a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

 Esa noción, ya de por sí triste y enervante, sin embargo, evoca a un tipo de escritura que se ha estado produciendo en ese país, mediante la cual se ha querido expresar, articular, una estética en la que se inserten nuevos criterios y nuevas visiones de la cultura europea, pero sobre todo una sensibilidad distinta que recoja la sedimentación dejada por la experiencia de Auschwitz. Posiblemente no con la intención mórbida y puntillosa del retrato de la cotidianidad en el campo de concentración, pero sí de la reciente forma que han descubierto algunos intelectuales y artistas alemanes para asimilar la "culpa de civilización" acogotada en la conciencia por el Lager2, como diría Primo Levi3.

Las opciones eran diversas: se podría haber tomado la ruta hacia la autoinmolación como hiciera el mismo Levi, o se podría haber conjurado los demonios del Lager a través del arte, la reflexión y el más estrecho y cálido contacto humano posible: el que brinda la poesía. Algunos autores como Sebald (muerto en un accidente automovilístico en diciembre del año pasado) e Imre Kertész (Premio Nobel de Literatura de este año) tomaron la última salida, con lo que estarían demostrando que la sentencia de Theodore Adorno era demasiado pesada para ser tomada en serio4.

La obra de Kertész, dentro de lo más noble de la tradición cultural centro europea, lo cual implica decir en armonía perfecta con los trabajos ciclópeos de Thomas Mann, Robert Musil, Elias Canetti y Franz Kafka por supuesto, representa un hito vigoroso y fértil en las preocupaciones estéticas más recientes de los europeos, marcados de una u otra forma por la experiencia del campo de concentración, sin que ello implique compartir los puntos de vista de Goldhagen con relación a la supuesta complicidad de todo el pueblo alemán en el siniestro proyecto de los nazis.

Siempre hemos creído que es totalmente injusto valorar la imponente vastedad de la cultura alemana, a partir de la experiencia nazi. Jamás será legítimo leer el impacto cotidiano en la civilización occidental de un Goethe o de un Mozart con el mismo lente con que se puede leer la visceral y burricia propaganda de un Goebbels o de un Bormann. Este tipo de comparaciones solo son posibles si, junto al prejuicio antisemita existe otro de proporciones y consecuencias similares como lo es el seguir sosteniendo que nazis y alemanes son lo mismo. Se avanza muy poco, de hecho, cuando este tipo de tesis se llevan a la práctica de las ciencias humanas y sociales.

El nuevo enfoque de la experiencia del campo de concentración busca no tanto la expiación, como el mejor entendimiento posible de un proceso cultural, social y político que no tiene semejante en la historia de occidente. La nueva literatura centro europea quiere contribuir a la comprensión cabal del legado de Auschwitz, sin perder de vista el horizonte representado por una cultura y una civilización con enormes capacidades y talentos de supervivencia y tolerancia.

El asunto no estriba en la revitalización de cierta literatura judía que quiere ver en el Holocausto una forma de legitimar los desmanes contra el pueblo palestino hoy en día, una especie de justificación retrospectiva sionista por haber llegado tarde a la historia, con lo cual se quiere explicar lo inexplicable en las decisiones imperialistas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, después de fundado el estado de Israel, sino que el fondo auténtico de la cuestión reside en realidad cuál es el significado verdadero de Auschwitz para toda la civilización occidental y no sólo para los judíos.

Con autores como Imre Kertész, Primo Levi y W. G. Sebald el campo de concentración puede bien convertirse en materia de reflexión  para todos aquellos que han experimentado las monstruosidades de las dictaduras fascistas y estalinistas en sus muchas variantes. Es hora, para el lector latinoamericano, muy dado a las frivolidades y hedonismos de cierta literatura que nos invita al escapismo y a la búsqueda de escondrijos para no ver la realidad de nuestros pueblos, de leer lo que estos escritores tienen que decirnos. De una cosa podemos estar completamente seguros: el exotismo del Caribe, de Macondo, y de las muchas Arcadias latinoamericanas puede encontrar en la nueva literatura centro europea una infinita variedad de respuestas a la frustración y al mimetismo específicos de las literaturas que se han estructurado por estas latitudes.

1 Historiador costarricense (1952), colaborador permanente de esta revista.

2 Campo en alemán.

3 Si esto es un hombre (Barcelona: Muchik Editores. Quinta edición. 2001). Varias páginas.

4 "Después de Auschwitz no es posible hacer literatura en Occidente".


Si usted desea comunicarse con Rodrigo Quesada Monge puede hacerlo a: histuna@sol.racsa.co.cr
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