Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 4
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 44
Octubre de 2002

EL OBJETO

Desde México, Jorge Solís Arenazas.

El objeto no es únicamente la realidad inmediata; también opera como una lectura y un "nosotros mismos". Parte de un producir que es allende a la instancia procesal en el cual se fabrica, y que no puede sólo inscribirse en el otro cuadro de lo proyectivo. Ahora, él es el verdadero sujeto. De ahí que ya no pueda hablarse de "él". Ulises Casado Sánchez lo sabe, razón por la cual su planteamiento se juega en la operación inversa, escuchando cómo habla el objeto, qué sistema de lectura establece.

Su proyecto todavía se llama "Compasión por los objetos olvidados", pero este juego de palabras no debe de entenderse en una lógica directa. Pues la palabra "compasión" todavía puede falsificar el sentido del planteamiento al hacernos creer que el sujeto puede cumplir con algún juego activo. Incluso podría cambiar este nombre, por ejemplo, por el de "Compasión por los objetos olvidados". Apuesto que nadie notaría la diferencia.

¿Qué es entonces lo que ocurre? El formato es sencillo. El pintor ha recolectado ciertos objetos que se habían destino para la basura y ha querido servirlos en una suerte de recuperación a partir del soporte tradicional que suponen pintura y dibujo. Más allá de ciertos rasgos técnicos, llama la atención el planteamiento. Por supuesto, se inicia esto con una carga ontológica, pero lo que pesa es la sospecha de una mirada. Aquí puede nacer la confusión, ya que no se trata de una mirada sobre o desde los objetos, sino de ellos mismos. Así, la verdadera recuperación se acusa aparente; queda tan sólo la huella. El verdadero trabajo es el de la escritura de los objetos; lo que Casado Sánchez ha hecho es leerlos, no actuar sobre ellos.

Eso también implica el no ser construidos desde el solio del sentido o desde cualquier supuesto margen. Si el objeto configura la realidad y cualquier mirada objetualiza lo mirado, la pintura se vuelve una relación y no un medio expresivo, la cristalización de un planteamiento o un acto creador.

Pero a diferencia de las múltiples vertientes que nacen del ready-made de Duchamp, Ulises Casado no se atreve a manipular ni el objeto ensimismado ni los códigos que lo posibilitan. En ello muestra el reducto de quien hería al bisonte desde la cueva de la caverna, y el pintor se convierte en un obrero que desdobla esa realidad producida por y para el objeto; su obra termina por una comunicación autoreferencial, proyectando sus propios límites. No se atreve a hacer ningún gesto, por leve que sea, sino es en su intimidad, cada vez más borrada por sí misma.

Hay otro problema colateral, el del objeto como productor de espacios. Algunos de sus dibujos, sin representar ningún interés por el problema formal de la perspectiva, tienen su indicación al respecto: "Ceniza horizontal", "Colilla hacia arriba", etcétera. En esto hay no una función de los objetos, sino un acto autótrofo. Las cosas, al generar su espacio, inscriben su ser y nos obligan a relacionarnos con ellas y a generar nuestra tejido real desde ese, su mandato impostergable. Es un hecho que todo ser comienza por su problema territorial, tanto en su tenor literal como en el figurado.

Ahora bien, no se ha elegido cualquier objeto. Abunda especialmente el sello del olvido, que tradicionalmente se puede reconocer como "basura". Es decir, la elección del objeto se da fuera del código funcional que lo fundamenta dentro del "mundo". Es ya un objeto fuera de sí mismo al quedar marginado de sus propias posibilidades. Primero, el objeto desplazó al sujeto, no intercambiando sus jerarquías, sino borrándolo y haciéndolo una función de él; ahora, por medio de la pintura, el objeto se anula, ya sin necesitar de la lógica de las sustituciones. Contra lo que pudiera creerse no queda un espacio vacío, pues sin objeto no hay espacio.

Finalmente, a esta obra de Ulises Casado la impulsan cierta descarga por esos referentes en su objetualidad y una necesidad de separación inminente. Lo que no hay es la pretensión de elevar cualquier objeto a otra circunstancia, cuando no sea el olvido que lo envuelve y que deriva en la difuminación del sujeto-obra. Su única ley para jugarse en las cuerdas de lo disperso. Después de todo, la venganza queda cumplida: Obra y Basura sólo existen en su vecindad. Fuera de esto, cualquier Compasión o Sujeto son mera apariencia, rencor renacentista o ruta cósmica (e insegura) hacia el "estar chido" del Ser. 

Tlalpan, 17 de Septiembre de 2002

 

Si quieres comunicarte con Jorge Solís Arenazas, puedes hacerlo a: poiesis@prodigy.net.mx
Su sitio web es: www.mexicovolitivo.com


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