Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 4
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 40
Junio de 2002

AGENDA XIBALBA   (1998)

Desde México, Jorge Solís Arenazas.

Xibalba

 Este cable -no el vestido encajado

en el ojo del huracán- gotas de Xibalba

que se procuran en cada tecla o se factorizan

desde una risa de humo.

Y la gota -su dibujo- el despeño desde el dictáfono,

murmuro entre carreteras de mareo, sueño, vómito,

comezón de aspas, lubricación de ruedas

                                                                              y aves.

 

Es la tierra

con paso

tatuado

desde el aula,

selva de clases,

salón de cazas.

Canción de cuna

Con el calor que trova

truena y tañe el redoble,

la adobada letra equis

de la trova,

de la criba,

de la cresta.

 

Con el calor que te cubre

-Xibalba de fría cuchara-

viene el pez delatando

la cerda de cada sexo.

Arde-expira, entonces, la mariposa

desde la banqueta o el poste.

Sólo el recuerdo solar, salado, sólido.

Desde los témpanos.

Desde las carriolas y las calandrias.

 

Con el caballo de mi bastón,

la casaca almidonada,

el jolgorio y la maqueta ecuatorial

crece la letra equis

-diente, signo, funeral-

o un mar de lento y extranjero

abecedario de pausas:

crece la equis de esta canción.

Credo

  Dibujo sin potestad manual. Sólo la crayola

muerta hace mil años, la crayola en pie.

Así se aguza credo de llama y fuente

(hervor en sed de las nubes del averno).

Brasa de mar

Sobre el agua, el jarabe amaranto sin siluetas,

nadando desde la experiencia de la orilla

hasta el borde azul, periferia con equipaje.

Una alfombra. Honda la piel.

Son el turismo los asesinatos

en la red febril.

Este socava la madreselva

de mar ardiendo.

Alza las olas a bajo precio, dura altura,

pues es el administrador de los pantanos del agua,

de la despaciosidad del cloro con algas de espuma.

De vez en cuando una sirena profusa

abandonando sus trapos

desde la sal.

En su ojo el mar se hace río.

 Corporalidad

En el fondo del vino se ocultan las copas.

Durazno.

El pastel está aquí; ahoga todo su ojo.

La mitad o el vestido de la ecuación

invocan la cresta matutina entre todos los cristales.

Fuego ya nunca más recto

porque el denuedo de migajón nunca

ambiciona el trofeo depositado en canastas,

o porque me llamo desde la rodilla

deshecha o la garganta del helecho.

 

En Xibalba sólo la mordida de las abejas.

Es ahí donde la cantidad se ha hechizado,

como hechizadas las mordidas o los sables

entre la copa, la espada y el horno.

Sólo aquí las mordidas se eclipsan

con el vocablo de las abejas,

hechizando a la cantidad.  

Prolegómeno

Nace el brazo. Empieza la cama donde el obispo

pide nubes al vapor, con la bota enardecida

por la reminiscencia de la torre.

De piedras y fugas desde el estroncio el gesto,

de vísceras  hacinadas en la raíz

de todo nacimiento, igual que la introducción

a la pastilla que congela vestidos

o el rencor de la pus constante

desde el fondo,

desde el fondo.

Niña Xibalba

La orina, lugar y ocasión donde

pierde la niña su magia de caramelo

muerto; mientras, atropella su lengua

un camión desde las velas agotado,

entre llantas que arden

sobre el pasado.

 

Es la orina el martillo que exhala

la niña sin preocupación

y olvido sólo lo que desde esta

esfera se moje.

Cinco fragmentos perdidos en la red postal

Ante papeles blanqueados por la pérdida el ojo.

Si no en manos torpes nunca el tiburón es garza.

A la espera rinde tributo el orificio de sal

que en su costado el ojo del monstruo

escucha.

 

Búsqueda de buzones desde un arroz en fuego

hasta la confección de la aguja nacida

del toro. Epístolas no de letras sino de detergente,

nunca esparcidas en simulacros. Su conducción,

las bocanadas en el seminario tuerto, la entrega

en el testamento que sólo va contra la ruta

por no asir la estela del barranco

o el vino viejo.

 

El cheque gestado por arroyos del fonema

sólo se erige en la puerta clandestina

de una panadería, siempre y cuando

sea el hábito encontrar el timbal en la arena

o sobre las  curvaturas de un águila

de salitre.

 

Y es que tiempo y nada más es la correspondencia.

Fuera de su velamen es disco sin circunferencia.

Mientras que en el tiempo se hace torcaza

privada del comburente, de su velo.

Se ovilla la correspondencia

con las texturas de los pórticos en Xibalba.

 

Epístolas, pues, de un detergente

que nunca ha vuelto a besar

las migajas en el bosque

de las caricaturas.

 

Entre la tres redes siempre fragmentos,

algunos hoyos asonantes,

esto es, una imagen de gaveta en gaveta

imposibilitada en besar el tambor.

Idiosincrasia

Conocen el ahogo los niños sólo hasta construido el pozo.

Estampa

Había una envoltura lenta:

diez letras imposibles de tocar el oído

o la memoria.

 

Entre camiones de horno en pausa

y perros de llagas genéticas,

es decir, plazas de asombro

foráneo, se escurrían.

 

Jantetelco es la cintura quemada

de Xibalba.

 

Alacrán, vigía de la visita.

Alacrán sed de sol.

 

Cada esquina es diálogo del polvo,

conversación de machetes

que disputan desde la letra hasta el fantasma.

 

Pero cuando la letra es el fantasma

queda la membresía del ardor cutáneo,

algunas cajas en la carretera del desvelo.

 

Alacrán, lluvia de lodo,

beso del aro,  río de la pelota

subterránea, tierra de tierra.

 

Es el tejón la única forma para deletrar

la noche, pues ya los colchones

en el pasto de aire navegan.

 

Sólo vals de furia y saetas

que rompen o encienden

la electricidad del agua.

 

Un filo birfurcando nexos del otro lado:

desde la madera como séptico

hasta la cruz pétrea o la ofrenda

de arcilla delante de otras presas.

 

No hay, pues, camino o papalote.

Pero se permiten los vuelos en la

estampa del río, ofertorio a contraluz,

esquina sin más anexo

que una foca festejando

el aire.

 

Si el tiempo se aniquila

no hay cabaña que no sea aplastada

por los áridos tejidos de este yermo

augurio de cal entre la tierra

que es el polvo.

 

¿O todo pueblo fantasma viaja

junto con la almohada y por ello

a pesar del agua y las ruedas

se fundan gente e iglesia, mercado

y comparsa, lupanar y trigo

en el azar?

 

Cuando Jantetelco había nacido

y cavaba en el agua para bautizar

el polvo, ya los devoradores

habían sacado la piedra

para el hacinamiento del olvido.

Y ahora que ya no existe

puede saberse que todo el beso

y toda su historia se llama infértil

tierra de los colmillos.

Sólo así se abandonan letras

en el cauce de cualquier líquido siglo.

             

Si quieres comunicarte con Jorge Solís Arenazas, puedes hacerlo a: poiesis@prodigy.net.mx
Su sitio web es: www.mexicovolitivo.com


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