Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 4
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 39
Mayo de 2002

ADIÓS A LO POLÍTICAMENTE CORRECTO
(O LA TEORÍA DE LA CULPA)

Desde Chile, Gonzalo León.

Hollywood es quizá donde vemos más patente lo políticamente correcto, o ese imperativo social que se traduce en el reconocimiento de ciertas minorías. En la última entrega de los Premios Oscar se premiaron a dos actores afroamericanos y a Sydney Poitier, el actor de color que cambió la historia de los afroamericanos en Hollywood. Por otro lado, el reestreno de ET -la cinta de Steven Spielberg que impactó hace veinte años- provocó cierta curiosidad por una escena modificada: el niño va con ET en su bicicleta, los policías le ponen una barricada, pero en vez de sacar sus revólveres, en esta ocasión los policías sacan sus radios. También recuerdo la película española La niña de tus ojos, de Fernando Trueba1, en donde un grupo de actores españoles va a filmar una película a la Alemania Nazi. Dentro del grupo se encuentra un franquista admirador de Hitler, quien en el transcurso de la película es confundido y llevado a un campo de concentración. ¡Qué políticamente correcto!

La exageración de lo políticamente correcto ha llevado a que este concepto -acuñado por una culpógena sociedad norteamericana- pierda totalmente su sentido. Políticamente correcto ahora significa prácticamente todo.

Estados Unidos fue una nación esclavista de negros y de chinos. En Hollywood -conocido como el aparato comunicacional de los Estados Unidos o el Banco de la Comunidad Judía2-, durante un tiempo3 persiguió, encarceló o exilió a actores, productores y directores que fueran tildados como antipatriotas o derechamente de comunistas. Más recientemente, Estados Unidos -a través de la Doctrina de Seguridad Nacional- intervino en muchas naciones, cuyos gobiernos les podían ser hostiles, tal como a principios de los 60 lo fue Cuba con El Caso de los Misiles. Estados Unidos -a través de la CIA- intervino en casi todos los países en subdesarrollo: Vietnam, Panamá, Irán, Irak, Brasil, Argentina, Chile... Es extenso el listado.

Sin embargo, hoy el orden mundial ha cambiado. La Guerra Fría se extinguió, y lo de las Torres Gemelas aún tiene choqueados a gran parte del pueblo norteamericano. Pero no nos desviemos...

En los Estados Unidos, se han desarrollado las principales luchas feministas y por los derechos de los homosexuales. Como vemos, Estados Unidos tiene razón por sentir culpa. ¡Vaya que la tiene! Y para exorcizar esta culpa, los intelectuales norteamericanos -cuya mayoría son judíos- crearon este concepto de políticamente correcto que resulta ser un vulgar perdonazo. Lo políticamente correcto no se traduce en un proceder presente, actual, sino más bien en uno que guarda relación con el pasado, con atrocidades pasadas, y eso pone al concepto en serio cuestionamiento.

Yo, por ejemplo, o cualquier otro que no sienta que su pasado o el de su familia o nación ha violado ciertos derechos inalienables podría sentir que lo políticamente correcto carece por completo de significado. O sea lo tiene, pero tal como está planteado es para otros y no para uno. Yo me pregunto qué significado puede tener para ciertas tribus africanas, alejadas de toda civilización, este concepto.

Sin embargo, Estados Unidos -como muchas cosas- ha tratado de diversificar esta culpa. O sea, a los chilenos -que la única culpa que debemos sentir es por los mapuches, a quienes les quitamos todas las tierras y parte de su dignidad- de todas maneras se nos apela desde Estados Unidos a plantearnos en serio qué pasa con la cultura feminista y la cultura homosexual. La verdad es que, en Chile, estas no son las banderas más emblemáticas que debiéramos levantar, tomando en cuenta nuestro particular pasado. Fuera de hechos aislados, nuestro verdadero problema es la pobreza y la marginación de muchos chilenos. La discriminación por raza o por género en realidad resulta ser tan minúscula al lado de la pobreza que levantar la bandera del feminismo como principal problema no deja de resultar absurdo y tonto.

Arthur C. Danto, basándose en Hegel4, explica que el fin de la historia significa la conquista de la libertad y, para el arte, la plena autonomía. "Es cierto que, en un sentido, nos quedamos sin esperanzas, pero eso no es necesariamente algo negativo. Tomemos el ejemplo histórico de lo que en la cultura norteamericana se llamó el final de la frontera, cuando los blancos completaron su dominio del territorio hasta el océano Pacífico. ¿No implicaba también para ellos el final de las esperanzas puesto que ya no se podía avanzar más?"

Danto afirmó esto desde Nueva York, meses antes del Atentado a las Torres Gemelas. Él daba por hecho el fin de la historia, la conquista de la libertad, en fin... Hoy, con otro orden sabemos que, al menos, en lo del fin de la historia -creado por el japonés Fukujama5- se equivocó. La historia del mundo y de las naciones sigue sucediendo. Puede que existan períodos de marasmo, como alguna vez afirmó Felix Guattari con relación a los países latinoamericanos, pero la historia como la vida fluye y es imposible detenerla. La historia vive dentro de cada uno de los seres humanos que habitamos este planeta. La historia late, tiene su pulsión, como se dice hoy en día, y no acabará. Quizá habrá procesos o hechos históricos que serán difíciles de entender, pero eso es otra cosa.

Digo esto porque este concepto de políticamente correcto basado en un culpógeno pasado estaba y está mal planteado, porque se pensaba que la historia se había detenido (o mejor, los procesos históricos), y que por tanto, las equivocaciones de nuestros pasados -discriminación, luchas de poderes, etcétera- serían las mismas. Es decir, se pensaba en un unívoco pasado.

Por otra parte, estar del lado de lo políticamente correcto significa una cómoda posición, pues no se necesita pensar, sino acatar un dictamen que hasta en Chile parece adquirir universalidad. Hoy, por ejemplo, si uno es un artista debe ser políticamente correcto, y en lo posible, adscribir a las posturas más radicales: feminismo, movimiento por la liberación homosexual y el comunismo. En otras palabras, para cualquier artista es mucho más fácil tener una impostura que una postura propia frente a las cosas que suceden.

En lo personal, jamás adscribiría al feminismo (porque soy hombre y creo que este movimiento es una cuestión de género) tampoco al movimiento discurso homosexual (porque lamentablemente soy heterosexual) ni menos al comunismo (pues soy un anarquista declarado). Entonces, para mí, esto de los discursos es más complicado que para otros. Soy escritor y mi deber es pensar, y luego, sostener un discurso propio; aunque si quiero hacérmelas más fácil puedo actuar en todo ámbito políticamente correcto. No, mejor no. Mejor, prefiero decir adiós a lo políticamente correcto, a la teoría de la culpa como la denomino, y aceptar las consecuencias. A veces es preferible ignorar hasta la más noble de las teorizaciones en pos de lo que uno realmente cree y siente dentro del territorio donde se ha desarrollado su vida, su pasado.

1 Director que con esta película obtuvo el Oscar a la Mejor Película Extranjera. Antes había destacado con La Belle Epoque.

2 Esto último lo señaló en un documental el director Alain Rudolph.

3 Más específicamente, después de la Segunda Guerra y hasta finales de los años 60, la Comisión de Actividades Antipatrióticas, presidida por el senador Mc Carthy, condenó a actores, productores y directores. Sólo en los años 70, se les ofreció disculpas por procesos errados o llevados simplemente por la pasión de la Guerra Fría.

4 Filósofo alemán. Junto a Marx, uno de los más tercos opositores al Capitalismo.

5 Historiador que se hizo famoso en los años 90 con su libro El fin de la historia.


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