Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 3
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 34.
12 de Octubre al
12 de Noviembre de 2001.

DE MI CUERPO; SANGRE Y TINTA.
SOBRE LA POESÍA DE GABRIELA GARZA MUÑOZ.

Desde México, Jorge Solís Arenazas.

"Gabriela Garza Muñoz"
La poesía de Gabriela Garza Muñoz es transparente. Tela sin pliegues, se anuncia como una oda, desde varias perspectivas, hacia el amor, la presencia, el asalto al tiempo por la proximidad del otro, el erotismo y la sensualidad de los encuentros. Por supuesto, su correlato no abandona el parnaso de sus letras. También hay nostalgia, sabor distante del polvo y del olvido, conjuro del presente por el dolor, ante todo, soledad, si bien esto último no siempre se presenta directamente.

Formada en una tradición latinoamericana, ella misma reconoce su lista de escritores que son fuente de herramientas: Neruda, Storni, Castellanos, Mistral, Gorostiza, Pellicer, García Lorca, Luis Rius, Gioconda Belli, etcétera, de quienes dice "aprender y aprehender". Y prosigue: "Aprendo de su estilo, de su intención, de su emotividad, de su modo de decir las cosas. [Leerlos] es como una fusión, una comunión...".

            Destaca de su obra la estela de ligereza que por todas partes se anuncia, entendiendo esto como un uso del adjetivo bastante directo, desnudo, lo mismo que una acentuación suave, delicada. También ligereza semántica. Su poema se descubre en la sencillez del canto, entre lo cotidiano y lo extraordinario. Su epicentro es el amor, pero no en la exaltación mágica, por ejemplo, de San Juan frente a la relación del Alma y el Esposo. Y sin embargo, también hay en los versos de Garza Muñoz una especia de mística más del instante que de la posteridad divina. Tampoco adquiere el tono metafísico de Huidobro, pero igualmente se hallan elementos donde la pregunta por el ser, a modo indirecto, encuentra sus ecos.

            Cierta sensación de vértigo está también presente en la obra de la escritora mexicana. Por ejemplo, en el poema Tañedoras, de su poemario Habitar el silencio:

            Puedo oír de lejos el tañido de campanas

            como un revoloteo de ángeles

no sé dónde comienza el día

            pero ningún día vuelve

            y queda desasosiego

            en los minutos

            las horas y los días infinitos

                        en el frío de la mañana

            puedo oír el tiempo

                        que sangra

            oír los días que llueven

                        y lloran

            puedo mirarme viva

                        en la luz

                        en el tañido de campanas

            y me toca un ligero aletear de ángeles

            pero hay frío en mis días

                        un frío que sangra y llora

            rompe la luz

                        y me llena de lluvia

            puedo oír los ángeles en fuga

            oír de lejos el revoloteo

                        de campanas.

Las imágenes desvelan la opción por un lirismo plenamente encarnado. El Yo del poema se funda en esa presencia sonora desde donde declara su incertidumbre. Después, penetran los agudos rasgos del vértigo ante cierta desazón, cierta nostalgia que habita estos versos. Aquí, más que la presencia que el amor llega a cristalizar hay búsqueda nostálgica del Yo, mientras que el tañer de las campanas se convierte en escenario, lugar en el sentido fenomenológico y no sólo semántico.

            Pero este círculo también se cierra en la presencia, abre paso al otro. La incertidumbre, ante la presencia del otro, deviene emoción de lo que se fusiona, del Yo que es "arrojado al precipicio" pero que no concibe, sin embargo, la caída.

            Tomo el silencio de tus manos

            para huir de mi

por caminos infinitos

            y no importa donde voy

            porque son tantas las horas

            que espero sin temblar

            en la quietud de tus manos

            que me lanzan al precipicio

(Precipicio, "Habitar el silencio")

Por otra parte, Gabriela Garza Muñoz defiende una poesía como canto ante la encrucijada de estos tiempos, ciertamente oscuros, dibujándose como muerte sistémica. Para ella este canto es hacia lo excepcional de la esencia humana, el amor, en donde "hay una mezcla -sostiene- difícil de separar de placer, dolor, odio, deseo, desesperación, entrega, soledad, atracción, sensualidad, espíritu, plenitud, respeto, conocimiento, unión, energía, etcétera". Se abre así el amor como forma de compromiso social, igualmente. Ella misma lo declara de la siguiente forma:

            "Entre amor y poesía hay una relación íntima: son el alimento que asciende y transforma a la palabra para comunicar y trascender; ambos tienen un compromiso social a pesar de los retos del progreso y la industrialización"

            Por ello, cuando su decir poético puede encajar dentro de los umbrales amatorios no hay lirismo anecdótico. La experiencia del amor no se confunde con experiencias amorosas. De hecho, llega a admitir que si bien el amor llega a constituir  "una condición previa a un sujeto u objeto" también puede prescindir de ellos; los casos los sitúa ella misma, sólo a guisa de posibles ejemplos, "el amor a sí mismo, a la patria, a Dios...".

            Declara, en entrevista, no ceder ante la ilusión de lo numinoso; se apoya en la concepción del poema como experiencia, búsqueda, trabajo.

            "No creo en la inspiración -dice impertérrita-, creo en el trabajo y la dedicación. Se trata de sentarse a escribir para reinventarse... ¡cualquier cosa! Pensar una imagen, un verso y expresarlo. Claro que entran elementos esenciales como la creatividad y el talento. Ahora, no estoy segura si tengo talento o no, pero lo que importa es escribir, cuestión que no resulta sencilla; decir con naturalidad lo que pienso o siento aún pero es, en todo caso, una intensa necesidad de ser".

"Gabriela Garza Muñoz"

Otra de las líneas de su poesía es una suerte de referencias, nunca cargadas, hacia lo natural como forma de reconocimiento del sujeto en las formas. De todas maneras, el significado del encuentro, de la presencia abreva en sus versos. En su poemario Respiros, a partir de una serie de poemas cortos (en donde la brevedad es elemento significante y no sólo estructural, toda vez que son poemas de la fugacidad, que no poemas fugaces), se hunde en los surcos del amor, entre lo sacro y lo inmediato, y la contemplación del paisaje y de elementos varios, como la sangre. Ve a través de la naturaleza la emoción de la condición humana (De pronto, la lluvia llora/ inundándolo todo de lágrimas), el reconocimiento del otro como fuente desde la cual el Yo se hace posible en su transitar, en la vida misma (Si tan sólo/ pudiera dejar/ sobre tus hombros/ un poco de esperanza.:.), la soledad y la ausencia (A punto de tocarte/ Cuánta sombra en mis manos!), la distancia vista a partir de la contemplación desde la cual se reconoce a los otros confundidos con la vida natural (Miro por la ventana/ volar pájaros/ que son como tus manos:/ alzan las alas sin tocarme/ y se van), la elección entre el ser y el significar (Entre estar/ y quedarse dentro:/ lo segundo), la exaltación del decir (Hablo/ para inquietar al silencio/ para que sepa de mí), la sensación de vértigo frente al decir poético (Espera,/ no inclines la hoja/ el poema se desborda), el reconocimiento de la condición humana desde cierta negatividad desde la visión natural marina (El mar es un hombre herido/ que regresa del desierto), etcétera.

En pocas palabras, su programa de escritura se define con una agenda que aparece amplia y que sin embargo sólo tiene la condición del sentido de los encuentros y las presencias, a partir del amor, del erotismo y la soledad, la ausencia, que en ocasiones se confunden, abandonan su cara y las permutan.

            Gabriela Garza M. También reacciona en cierto modo contra la frivolidad que acusa arte de género. Sostiene que no hay diferencia en la escritura de acuerdo a su realidad genérica, pues tanto el hombre como la mujer, dice ella, "buscan al escribir tomar postura crítica frente al mundo y una construir una posición activa dentro del contexto cultural y las relaciones sociales". Y prosigue: "La poesía, tanto femenina como masculina, tiene la misma complejidad, estructura en el lenguaje, problematización formal, innovación o experimentación. Ahora, si hubiera algo como «específico femenino», tal vez, la mujer tiende a buscar una identidad en lo que dice, piensa y siente al tiempo que en lo que calla o en los silencios, en lo «dicho sin decir»".

            Su intención es trabar una plasticidad a partir de las imágenes, lo cual logra, no siempre con vigor, es cierto. Pero no por ello olvida la cuestión rítmica. Para ella este elemento debe fungir como tensión interna al poema, como vibración intrínseca. Y sin embargo es aquí donde posiblemente pueda realizarse la crítica más decisiva a su producción, en el sentido en que la acentuación del verso libre parece un poco fría y calculada, esto es, parece participar en cierta medida de la erosión del verso no cuantitativo.

            Quedan por últimos dos cuestiones. La primera, advertir algunos rasgos de su último poemario, publicado en forma de plaquette por el grupo cultural Xilote, bajo los cuidados de Miguel Ángel Aguilar. La segunda, ver finalmente lo que toda lectura, a decir de Eliot, buscaría: definir cuál es la función de la poesía desde la obra analizada.

            Ahora bien, De mi cuerpo; sangre y tinta es una plaquette con diez poemas bajo la estructura de formalización misma que había mantenido antes. El primer rasgo distintivo en ellos lo acusa con claridad y sencillez Santiago Rebolledo:

"Los escritos de Gabriela Garza no sólo nos llevan palabra tras palabra como una lectura, hacen que uno sienta y vea el cuerpo no ajeno a sus poemas, sino como parte real y la sangre viaje en la piel".

Esto es así porque desde el mismo título se advierte la fusión física y realista del cuerpo, la tinta, el Yo, la suave presencia blanca del papel y la poesía. Todo a partir del cuerpo como elemento fundante del sentido, con la puerta de salida del otro en la reunión, en la delectación que es compañía (En mí,/ la sangre y la tinta/ tienen algo en común/).

En De mi cuerpo; sangre y tinta funge también el poema como memoria del ser después de su partida:

            Para que sepas dónde encontrarme

            abandono mi cuerpo en la hoja

                                   como una gota de sangre

            lo dejo infinito

                        inmensurable,

            y dejo también un poquito de tinta en cada palabra

                        para que sepas dónde encontrarme

                                   apenas como una gota

                                                                       sobre el mar.

A su vez, destaca al ser como infinito, dentro de la memoria de la tinta, y frágil, como la gota en el mar, sin más compañía que su propio cuerpo, enterrado en un millón de semejanzas azules.

            Hay también búsqueda del otro desde el dolor; búsqueda que realiza por implicación una dispersión del sujeto amante que tiene que recurrir a la poesía, al embeleso corporal de la tinta como sangre, del papel como frágil cuerpo, para afirmarse en todo ese juego.

            De nuevo estoy a la deriva

            vuelvo a la tinta que escribe y te busca

                                   en las heridas

                                               en las grietas,

            y te reconozco como torrente

                                   en el rumor de mi sangre

            me hundo sin parar

            y quedo dispersa

                                   siempre inagotable.

Finalmente, ante esta poesía "fresca", como la ha llamado Miguel Ángel Aguilar, el editor de la obra y poeta él mismo, se abre la imagen de la escritura no desde la suave reconciliación de la poetisa consigo misma, sino en una exaltación que recuerda el viejo axioma poético(el corazón se rompe verso a verso), el velo del desgarramiento que no es metafísico como en Rimbaud o Hölderlin, ni social como en los dadaístas, especialmente con Tzara, o psicológico como en los surrealistas, a partir del desenmascaramiento de la conciencia. Se trata más bien de una dispersión lírica cuya única consecuencia posible puede ser la escritura, ejercicio que se revela inocente pero nunca ingenuo, derramamiento de instantes, creación de otros tantos que en el caso concreto de Gabriela Garza Muñoz significan un asombro por lo extraordinario que reside en lo cotidiano, en la inmediatez de nuestro propio cuerpo, con un erotismo que habíamos olvidado.

            Es aquí a donde no tenemos más remedio que llegar a descifrar, ante la autora de De mi cuerpo; sangre y tinta, cuál es la función de la poesía. Ella misma dice lo siguiente:

            "La poesía tiene la necesidad y la obligación de volcarse con todo lo que es, con lo real e imaginario, con la verdad y la mentira de las cosas. Debe descubrir al poeta en su lucha, saber comprender su ansia de libertad, su esperanza. La poesía cura, hiere, conforta, contradice y destruye. Es intuición, ritmo vital, secreto reservado, idea vertida, letra escrita, silencio, pausa, ruptura de una emoción, caída, agujero del alma, risa y pasión".

            Creo que su poesía se engarza en profundas raíces históricas desde la resistencia, puesto que ¿cómo puede leerse el hecho de cantarle al amor en los tiempos del odio, de escuchar en los tiempos de la ceguera sorda, de cantarle a la belleza del cuerpo cuando éste ha sido cosificado fuera de toda significación, de ver la belleza de las formas y exaltar la contemplación como ejercicio de profundidad humana en el mundo de la utilidad inmediata en su frialdad, y, sobre todo, de creer que el encuentro entre los seres humanos, entre el amor y el erotismo, puede ser definido como esencia de nuestra condición, sobre todo afirmarla en los poderes del decir poético, sino como resistencia desde el verbo?

            Ella, sin embargo, ante su trabajo particular sabe que independientemente de las afirmaciones anteriores se debe desembocar en la explosión del lector:

            "Lo único que espero y lo que me encantaría es que mi poesía lograra despertar en alguien alguna emoción o sentimiento, que alguno se sintiera identificado conmigo, inmerso en mi silencio, en mis encuentros y desencuentros y en las experiencias que han marcado mi poesía".

            Ahora bien, apelar al lector, o mejor, interpelarlo esperando una reacción más allá de la pasividad del gusto espectador es también una forma de resistencia que ejerce toda la poesía. En un mundo en donde el hombre es sumido en el anonimato de la masa funcional al sistema, creer en la comunicación poética como medio para salvarnos, creyendo en el contacto con los otros, es la única opción posible.

            Quede como colofón a este comentario sobre una poesía amatoria por excelencia la voz que alguna vez le escuchamos a Octavio Paz: Amar es desnudarse de los hombres...

 

Si quieres comunicarte con Jorge Solís Arenazas, puedes hacerlo a: poiesis@prodigy.net.mx


Esperamos Su Opinión.
¿No está suscrito? Suscribase aquí. 

[Portada]·[Artículo]·[Entrevista]·[Mirada Impertinente]·[Comics]·[Arqueo]·[UNIvers(o)]·[Cine]·[Poesía]·[Cuento]·[Teatro]
[Perfiles Culturales]·[Puntos de Vista]·[Reflexiones]·[Crónicas]·[Poiêsis]·[Danza]·[Imágenes]·[Relatos[Poética]·[Moradalsur]
[Tiempo de autenticidad a todo precio] ·[Columna del Lector]·[Que se Teje]·[E-mails]·[Links]·[Números Anteriores]·[A Granel]


Las opiniones vertidas en Escáner Cultural son responsabilidad de quien las emite,
no representando necesariamente el pensar de la revista.