Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 3
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 31.
12 de Julio al
12 de Agosto de 2001.

MUERTOS DE RISA, DE ALEX DE LA IGLESIA:

SEÑORAS Y SEÑORES!:
EL SHOW DEBE CONTINUAR.

Desde Chile, Andrea Carolina Gálvez.

Cada vez que Alex de la Iglesia nos entrega una cinta, hace estremecer. Y para colmo, lo hace para mostrarnos las más extremas y escondidas condiciones humanas.

Hizo lo suyo con El día de la Bestia (1995) y con Perdita Durango (1997). Ahora llega a las pantallas nacionales con "Muertos de risa", un filme inconfundible y lo mejor de todo, que es como para morirse.

uertos de risa" es la historia tragicómica de dos humoristas de poca monta, Nino y Bruno. Dos personajes interpretados por Santiago Segura (Nino) y el gran Wyorming (Bruno), quienes darán vida a una narración fascinante y despiadada.

Con la primera escena de esta obra, De la Iglesia se da el lujo de bofetearnos con el final. De golpearnos con las luces de los autos corriendo a toda velocidad a través de un túnel, donde Nino y Bruno son perseguidos en una carrera infernal por la policía. Nos aturde con las pausas transmitidas desde un set de televisión. Nos ciega con la presencia de un gran número de público esperando un show: el espectáculo de Nino y Bruno, el cierre final de dos maestros del humor en la televisión española.

Pero lo que encierran las luces, es lo que toda persona esconde por dentro. "Muertos de risa" es también una reacción a toda esa suciedad: la envidia, la apariencia, la codicia y la violencia.

Porque la razón del éxito de esta pareja, como podrían ser nuestros propios Melón y Melame, no radica en la creatividad de sus chistes o en la comicidad de sus gags, sino la espectacularidad de sus ironías personales, de sus golpes bajos y de la violencia física, que se hará presente con una pequeña cachetada de Bruno a Nino y que por más de 20 años, se transformará en una comidilla de esquizofrénicas escenas.

Alex de la Iglesia, a través de una imagen cruda, oscura, de ambientes agobiantes nos hará traspasar el humor para llegar a una descarnada realidad, una envidia mutua que los va carcomiendo por dentro. Sentimiento que está muy bien logrado con la escena de los autógrafos a unas pequeñas, pero que al rotar la cámara nos chocamos con unas espaldas de Nino y Bruno, agujereadas por gusanos putrefactos.

La vida de ambos ha sido muy diferente y el comienzo de su carrera profesional, es como la de muchos. Nino, quiere ser cantante, pero su regordete figura y su malograda voz no encuentran eco en ningún productor. Su personalidad tímida e introvertida hacen de Nino un personaje que se ampara con los demás, con cábalas, con promesas.

Bruno, en cambio, es un tipo erguido, bien parecido y muy canchero. Su sueño es llegar a la televisión, al show business, dispuesto a pasar cuánto casting le pongan por delante.

El encuentro de ellos es casual, en un bar de mala muerte de los años '70, en una España marcada por la dictadura, militarizada y rígida. Su unión será producto de una venganza. Unos soldados asaltan y queman el pub en que Nino imita a su alter ego, Nino Bravo y Bruno al intentar defenderlo de la mofa de los militares, dará inicio a lo que pudo ser una bella amistad.

Pero De la Iglesia no se queda en ese fascinante sentimiento, sino que los lleva a un casting para la televisión española, donde no tienen éxito, pero conocen a Julián, un productor de artistas, y será él quien les dé el empujón para armar una dupla del humor.

Sin embargo, "Muertos de risa" no sólo tiene una lectura política sobre la transición española en los tiempos de Franco hasta los años '90, sino que también se observa lo acostumbrados que estamos como público a ver violencia en la televisión. La caracterización de Nino y Bruno está tan bien hecha que no deja al azar ningún eslabón. Porque el final, que es el principio de la película, nuestros protagonistas se visten, se maquillan y se enfilan para continuar con el show: matarse de la risa. Y literalmente, porque es tanta la intolerancia que se tienen que sólo les basta morirse.

En este principio de siglo es tanta la familiaridad que tenemos con los llantos, con la sangre y las muertes, que verlas en la instantaneidad de la televisión chilena nos parece algo diario y lo peor de todo, normal. Los noticieros, los programas de las 10 de la noche, los programas de la tarde, deben y necesitan de estos elementos, porque sino el maldito rating no sube.

Nino y Bruno nos muestran estos tétricos elementos, desde sus comienzos hasta su auge, que los lleva a ser ricos y famosos, acosados por la prensa y las fans, pero también nos muestran su caída. Una persecución mutua, donde uno centrará toda su vida en vigilar al otro. En planear, en maquinar y hacer explotar ese egoísmo de la manera que mejor conocen: muriéndose de la risa (del público).

 

España; 1999

Español, color, 113 m.

Dirección: Alex de la Iglesia

Intérpretes: Santiago Segura (Nino), el Gran Wyoming (Bruno), Alex Angulo (Julián), Carla Hidalgo (Laura), Eduardo Gómez (El pobre Tino), Jesús Bonilla (Sargento golpista).

Guión: Alex de la Iglesia

Música: Roque Baños

Fotografía: Flavio Martínez

Montaje: Teresa Font

Diseño de producción: José Luis Arrizabalaga

Vestuario: Lala Huete

Producción: Andrés Vicente Gómez para LolaFilms S.A.

Si quieres comunicarte con Andrea Carolina Gálvez puedes hacerlo a: galvezberrios@hotmail.com
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