Santiago de Chile.  Revista Virtual.  
Año 2 
Escáner Cultural. El mundo del Arte. 
Número 24.
12 de Diciembre de 2000
al 12 de Enero de 2001.

   

EL REINADO DE VICTORIA
(1837-1901): IMPERIALISMO Y CIVILIZACIÓN

"¿No querés saber algo de mi pasado ,
que es el futuro que te espera?"

J.L. Borges 1.

Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge

PRESENTACIÓN
 
La reina Victoria.

Resulta asombrosa la cantidad de formas en que podría abordarse el estudio del período victoriano en la Inglaterra del siglo XIX. Para esta ocasión, sin embargo, nosotros pretendemos hacerlo con un énfasis y una aspiración muy concretos, expresados en dos ingredientes:

1. Naturaleza y estructura del imperio británico durante el reinado de Victoria.

2. El impacto de la cultura imperial sobre el desarrollo de la civilización (dentro y fuera del imperio).

Con esos dos elementos en mente, queremos comprender y explicarnos con claridad, las grandezas y miserias del imperio británico durante el reinado de Victoria (1837-1901). Eso exige un esfuerzo de concentración importante, porque la riqueza temática que podría desplegarse es de tal magnitud, que podemos correr el riesgo de dejarnos seducir por ella, y terminar dispersos y muy confundidos. Por lo tanto, este capítulo, como todos los que componen este libro, está articulado de tal manera que el lector no le quepa duda sobre lo que se le va a disertar.

Investigaremos y hablaremos entonces, sobre los siguientes puntos:

1. Victoria: la mujer antes que la reina.

2. La Reina Victoria (1819-1901) y la atmósfera victoriana.

La Reina Victoria y el Canon Victoriano.

3. La Reina Victoria y el Imperio Británico (hacia adentro) (1837-1876).

4. La Reina Victoria y el Imperio Británico (hacia fuera) (1876-1901).

5. La mujer victoriana.

Algunas consideraciones finales, sellarán este ensayo, que ha sido pensado para compartir aspectos de la historia imperialista británica, que nosotros en varias ocasiones hemos investigado, y que ahora tenemos la oportunidad de hacer llegar a un número más amplio de lectores. Pues resulta que nuestro trabajo se ha concentrado en tratar de entender cómo se expresa y se despliega la política imperial británica en América Central, durante el siglo XIX 2. Ahora, nos llegó el momento de asimilar un poco mejor el ideario imperialista en una época de bonanza jamás igualada en la historia económica y política de Gran Bretaña, al menos desde la Revolución Gloriosa de 1688 3.

VICTORIA: LA MUJER ANTES QUE LA REINA.

Victoria, la hija del duque de Kent y de la princesa Victoria de Sajonia-Coburgo, nació en 1819. Heredó el trono de Gran Bretaña a la edad de dieciocho años, después de la muerte de su tío William IV en 1837, y retuvo la corona hasta 1901, dejando la impronta de su nombre a toda una época. Se casó en 1840 con Alberto (1819-1861), sobrino de su madre, príncipe de Sajonia-Coburgo-Gotha, y hasta su muerte él fue el principal foco de atención de su vida como mujer y como reina.

Irlanda del Norte. 1845-1852.

La atracción y el respeto por el príncipe Alberto, hicieron que la reina, en un momento determinado, decidiera sustituir a su principal consejero, Lord Melbourne, por su marido. Sin embargo, la reina también era consciente de que su príncipe era egocéntrico, a veces santurrón y con frecuencia muy superficial 4. Aún así se involucró con él en varias actividades que hicieron célebre a la Corona Británica en toda Europa, tal es el caso de la Gran Exposición de 1851, la cual, en contraste presentaba colores muy alegres junto a los tristes y grises proyectados por la hambruna que tenía lugar en Irlanda, y que se hacían más violentos cuando los ingleses seguían comprando sus productos a los campesinos irlandeses.

La muerte de Alberto sumió a la reina en una desolación inusitada puesto que se recluyó en sus palacios durante unos diez años, durante los cuales se movió ocasionalmente entre Windsor y Balmoral. Con serias dificultades la mujer hizo apariciones en público, y menos aún en su propio país. Ese largo y obsesivo luto es uno de los ingredientes que definen precisamente lo que hoy llamamos "era victoriana", también caracterizada por los conflictos de la reina con sus consejeros por razones de estado, coloniales o por simple política doméstica, conflictos que en ocasiones perturbaron las relaciones con hombres como Gladstone o Disraeli. Por norma la reina veía mal que sus políticos criticaran a los monarcas conservadores del resto de Europa, en alguna forma ligados con ella por vía familiar.

"La viuda de Windsor" como la llamaba el mejor defensor del imperio, Rudyard Kipling (1865-1936), llegó un momento a perder de su popularidad, sobre todo durante los años setenta, debido en gran parte a los manejos dudosos de las colonias, puesto que su coronación como emperatriz de la India en 1876, no fue muy bien recibida por algunos círculos liberales, y menos por los grupos radicales. De cualquier manera, las celebraciones por sus jubileos de oro y de diamante en 1887 y 1897 respectivamente, le mostraron a todas luces el gran amor que le tenían sus súbditos, a pesar de que mantener a la familia real les costaba unas 400, 000 libras esterlinas anuales 5. Victoria moriría como una bella y anciana venerable en Osborne, el 22 de enero de 1901, después de un largo reinado de 64 años.

Como veremos más adelante, muchas de las reglamentaciones y formalismos que Victoria intentó introducir en la vida cotidiana de sus compatriotas y súbditos, fueron concebidos para imponer un estilo de vida que le facilitara un mayor y mejor control del imperio hacia adentro y hacia afuera.

Una historiadora británica que se ha especializado en este tipo de asuntos nos cuenta cómo la monarquía inglesa, durante el reinado de Victoria, logró articular una armoniosa sincronía entre lo que la Reina esperaba de sus súbditos socialmente y los proyectos más ambiciosos del imperio 6, de tal manera que todo se hacía para bien de la "civilización y el progreso". Pero el trabajo de la señorita Palmer es todavía más útil porque nos permite ver con precisión las ideas más ocultas de la reina sobre sus muchos embarazos, sus hijos y los hombres.

Si alguien puede haber estado por encima del criterio general sobre lo que debía ser una mujer en la era victoriana, esa fue la misma reina Victoria. En sus muchas cartas, rescatadas recientemente, dirigidas a sus hijas, se puede percibir el mal criterio que la reina tenía sobre el supuesto destino de las mujeres en la sociedad victoriana. En la última parte de este capítulo retomaremos algunos de estos temas, pero es importante anotar ahora, que la reina veía con amargura el "injusto rol que las mujeres debían realizar en una sociedad diseñada para servir a los hombres"7. Esta aparente paradoja en su actitud, sobre todo con relación a sus hijas casadas 8 con reyes y emperadores, madres de hijos que estarían involucrados en la tragedia de la Primera Guerra Mundial, es el resultado en gran parte del doble papel que debía jugar de mujer-reina y reina-mujer.

Los distintos roles que Victoria supo atender con magistral sabiduría y espíritu crítico, nos hacen pensar, a la luz de las cartas de que hablamos, que su enorme capacidad para cumplir con todas las tareas que la misión regia le exigía, en momentos muy específicos pudieron haberla hecho flaquear.

Aunque creía que la mejor condición de la mujer era la ignorancia para responder a todas las demandas que la vida de casada hacía, ello no impidió que fuera muy crítica de sus hijos y de sus hijas con respecto a las distintas misiones que éstos debieron asumir en la historia reciente de Europa, como fue el caso del rey Leopoldo de Bélgica, o del emperador de Alemania.

Victoria siempre creyó que el instinto era esencial, antes que el conocimiento, en el matrimonio, en la crianza de los hijos, y en las relaciones con los hombres, a quienes vio como niños grandes, prestos a hacer una guerra que dejaría a Europa en ruinas. Esta concepción maternal en el palacio, y el sentido práctico cuando se trataba de asuntos políticos, diplomáticos, o imperiales, la convirtieron en una de las reinas más brillantes de la historia moderna de Gran Bretaña; aunque muchas de sus decisiones pudieron haber reducido a cenizas a civilizaciones enteras en Africa o en Asia.

Victoria fue la reina que, junto con Isabel I, sobre quien hemos escrito otro ensayo para esta revista, iniciaron y completaron la construcción del imperio británico. De hecho, resultará muy difícil tratar de tener una idea de tal imperio sin mencionar a alguna de las dos. A continuación hablaremos sobre ese particular estilo que caracterizó al reinado de Victoria.

LA REINA VICTORIA (1819-1901) Y LA ATMÓSFERA VICTORIANA.

El tacto.

¿Existe en realidad algo que pueda llamarse "atmósfera victoriana" en la Inglaterra del siglo XIX? Nosotros creemos que sí, sólo que habría que caracterizar dicho concepto con cierto lujo de detalles. La atmósfera victoriana es la forma de expresar el punto de máxima ebullición del imperio británico. Entre los años que van de 1837 a 1901 la civilización burguesa encuentra en el capitalismo inglés la mejor síntesis, jamás superada dicho sea de paso, del progreso económico, la flexibilidad social, la estabilidad política y la arrogancia ideológica que pudiera imaginarse hasta entonces 9.

De tal manera que, cuando hablamos de atmósfera victoriana nos referimos a un conjunto de componentes, cuya base material viene definida en esencia por el progreso capitalista. Pero es básicamente de un estilo de vida de lo que estamos hablando. De una forma de producir y compartir ideología. La vida cotidiana estaría articulada por los requisitos y aspiraciones de la burguesía, en un proceso que incluye las más variadas y ricas expresiones de la cultura: la literatura, la pintura, la música, la arquitectura y hasta la decoración.

La atmósfera victoriana sería ese sentido de moderación, desarrollado por la burguesía inglesa, que condena y se siente terriblemente perturbada por todo tipo de excesos. En esa dirección los modales, el sexo, la etiqueta, y lo que con vaguedad se llama las buenas costumbres, vendrían a ser definidos por un conspicuo afán de ahorro, hasta en las emociones y las ideas 10.

Durante el reinado de Victoria, el imperio británico despliega su arrogancia no sólo hacia adentro, sino también hacia fuera, según lo veremos en un momento; pero se trata de una arrogancia sustentada en certezas, aquellas que la burguesía inglesa ha ido construyendo desde la segunda parte del siglo XVI. Si hacemos memoria, Isabel I (1533-1603), cuyo reinado (1558-1603) estuvo también signado por un extraordinario progreso material, logró, entre otras cosas, establecer las bases de las transformaciones que irían a tener lugar durante el siglo siguiente, en particular, todo lo concerniente a la concentración del poder que el reinado (1485-1509) de Enrique VIII (1457-1509), su padre, había debilitado considerablemente 11.

El asunto es que, cuando hablamos de certezas, nos referimos al conjunto de rituales, gestos y liturgias que la monarquía inglesa fue construyendo desde la segunda parte del siglo XVI. De esta manera, resultaría muy difícil comprender algo de la parafernalia victoriana sin trazar el perfil de la burguesía que la sustenta y la promueve, ligada con las aspiraciones más profundas del capitalismo industrial inglés 12.

Dice el Profesor Landow, de la Universidad de Brown, que el "victorianismo" es más bien un conjunto de paradojas, antes que una plataforma ideológica bien constituida 13. Aunque los victorianos son los creadores de la idea de "invención" , o sea la potencia para solucionar determinado tipo de problemas, agrega Landow que el progresivo mejoramiento de su mundo, rara vez alcanzó a las grandes mayorías de la sociedad británica de la época 14. De hecho, el afán por atender las desigualdades más acuciantes hizo que los ricos del West End Londinense por ejemplo, cayeran en las más ridículas expresiones de caridad cristiana hacia el East End proletario, cuando la única forma de evitar una sublevación de grandes proporciones parecía ser hacerles creer a los últimos que su ascenso social era cuestión de voluntades bien templadas 15. En este tipo de escenario, las paradojas se hacían más evidentes, porque la vida cotidiana para los sectores populares era una constante plegaria en contra de las más insultantes desigualdades.

Por eso cuando pensamos en el esfuerzo que requiere definir apropiadamente lo que aquí hemos llamado atmósfera victoriana, las dudas aparecen ante el conjunto complejo y sugerente que nos ofrece el victorianismo. Son dudas producidas más que nada, por nuestro desconcierto ante la enorme riqueza que encierra el período victoriano, en lo que respecta a sus distintas manifestaciones ideológicas. Pero debemos tener muy claro que aquí, ideología significa el conjunto de teorías y de prácticas, de instrumentos y de instituciones de que se sirve un grupo social dominante para hacerles creer al resto de las personas, que su visión del mundo es la correcta, la más útil y la mejor elaborada. La falsa conciencia de la que hablaba Marx adquiere en este tipo de definiciones, su precisión más tangible 16.

Entonces, el victorianismo es una rara y profunda síntesis de elementos contradictorios. Veamos algunos:

1. En ciencia y tecnología avanzaron con pujanza hacia el mejoramiento del ambiente, pero también lo destruyeron, paradoja irremplazable del capitalismo como sistema económico, los victorianos la llevaron a límites insospechados.

2. En religión, los victorianos lograron sistematizar la duda, y el escepticismo fue la expresión más acabada para una época que quería cuestionarlo todo, incluso el Cristianismo institucionalizado.

3. En arte y literatura aspiraron al acercamiento entre románticos y neoclásicos. Era la síntesis entre el énfasis sobre el yo, la emoción y la imaginación de los primeros, y la perfección artística de los segundos, con el afán altruista de una estética al servicio de las causas populares.

4. En términos institucionales, es decir, los de la forma en que la democracia burguesa instrumentaliza su visión de mundo, los avances son notables. Esta es una era de riquísima conflictividad social, puesto que los obreros, las mujeres, los sindicatos, y los rebeldes en las zonas del imperio más cercanas a la metrópoli como Irlanda del Norte, han decidido tomarse las calles por asalto. Si en el resto de Europa el movimiento revolucionario se ha radicalizado, en Gran Bretaña, la Reina Victoria ha logrado atemperarlo con las famosas leyes de pobres, y otras medidas cuyo mayor logro fue contrapesar la posibilidad de una revolución en el mero corazón del imperio y de la cuna del capitalismo.

Oscar Wilde (1854-1900).

Junto a la Reina Victoria están Marx, Darwin, Freud, Tennyson, Carlyle, Ruskin y Wilde. Por lo demás, quién puede argumentar que la era victoriana es monolítica y uniforme, cuando, no sólo porque ella haya gobernado durante tanto tiempo, el período está menos lleno de contrastes, de violencia, y también de un reformismo tan candoroso que asusta 17.

Digamos para terminar esta sección, que la atmósfera victoriana es el ambiente ideológico y cultural que logró crear la burguesía inglesa, durante el período de pleno apogeo del capitalismo industrial. Una atmósfera compuesta de tolerancia y mojigatería en asuntos políticos y morales. De flexibilidad y rigidez en materia artística. De caridad y estulticia en cuestiones religiosas y sociales. De enorme fuerza, poder y voluntad, pero también de abismal indiferencia en lo que se refiere al gran problema del capitalismo contemporáneo: cómo solucionar la contradicción de una riqueza concentrada en pocas manos, al mismo tiempo que moría de hambre una parte importante de la población británica y del imperio. El caso de Irlanda del Norte es el más patético en ese sentido, cuando cerca de un millón de personas perdieron la vida por hambre, entre 1845 y 1851, debido a que la Corona Británica no estaba dispuesta a hacer concesiones a los productores de patatas irlandeses que pudieran perjudicar a los campesinos ingleses 18.

LA REINA VICTORIA Y EL CANON VICTORIANO.

Junto a lo que aquí hemos llamado la "atmósfera victoriana" es necesario presentar también otro elemento esencial, para tener una mejor y más rica comprensión del período que estudiamos. Durante el reinado de Victoria, los artistas, intelectuales, y poetas, lograron hacer uso de una distinción vertebral entre teoría del gusto y teoría estética 19.

Aquella distinción mostró ser decisiva en la medida en que, pocas veces en la historia cultural de Occidente, y en particular en la historia de la ideología burguesa y del imperialismo, se concentraron tantos esfuerzos para hacer que la gente entendiera las distintas formas de disfrutar de la belleza.

John Ruskin. (1819-1900).

Con Oscar Wilde (1854-1900) pareciera que por primera vez, desde Aristóteles, dos de las más importantes dimensiones para apreciar la belleza, fueron separadas: la teoría del gusto y la teoría estética. Dicha separación alcanzó tales proporciones que, Wilde casi sin quererlo, logró heredar al siglo XX un instrumento de particular penetración, nos referimos a la idea de lo sublime, elaborada primero que nadie por John Ruskin (1819-1900). Pero es con Wilde que tal idea adquiere sus verdaderas posibilidades, para explicar y distinguir la frontera real entre lo sublime y lo banal en el arte de la nueva generación que, de alguna forma, ya anunciaban también los pre-rafaelistas, como podrá verse en otro de nuestros ensayos.

Se trata de un arte burgués que se desarrolla al interior de una situación verdaderamente tirante: por un lado, la tendencia a canonizar todo aquello que tenga que ver con moral, estética y política, propia de una burguesía arrogante y muy segura de sí misma; y por otro, la lucha contra esa canonización, articulada por un conjunto de escritores y artistas, que reniega de los cánones sin desprenderse por completo de ellos. Todavía no les cabe en la cabeza ni en el corazón, la alternativa de disfrutar de la belleza sin que alguien detrás de uno, le esté insinuando qué está bien y qué está mal. O mejor dicho, qué debería gustarme y qué no. O qué es bueno y qué es malo en el arte. Con Ruskin y Walter Pater, esta discusión llegó a niveles antes desconocidos, porque puso en el centro de la polémica, el tema de si el arte debería cumplir una tarea moral o no. Un asunto que tenía aristas más peligrosas todavía, puesto que, "lo desconocido no existía", y por lo tanto no podía ni debía ser canonizado. En cuyo caso entonces, el arte africano por ejemplo no existía, para los europeos cultos que lo desconocían. Lo mismo sucedería con el arte hecho por mujeres 20, como bien lo prueba Landow en su excelente trabajo sobre el canon literario en el período victoriano.

Con frecuencia las teorías defendidas por Ruskin y otros críticos de arte de la época, sustentaban la particularidad de los movimientos estéticos en los países altamente industrializados, lo que a veces hace pensar en cierto aldeanismo pequeño burgués en este tipo de pensadores 21. La factura de los conceptos sobre teoría del gusto con que los consumidores de productos culturales eran asediados por la burguesía imperialista de estos países, insinuaba una notable tendencia racista y discriminatoria, a partir de la cual, nada de lo que se hiciera en países o culturas consideradas inferiores, o por grupos sociales sensiblemente al margen del canon, debía ser visto como excepcional, sino, todo lo contrario, con mucha cautela y displicencia.

Es asombroso cómo, al lado de una enorme preocupación por definir las fronteras de la belleza y de las distintas maneras de disfrutarla, se establecían también otro tipo de fronteras: aquellas que venían definidas por la "raza", la clase social o el género sexual. Sin embargo, nuestra perplejidad no debe dejarnos con la racionalidad embotada, porque no debemos olvidar que el imperialismo británico está repleto de contradicciones, y en ellas reside precisamente su fascinación 22.

Decían los ciudadanos cultos de la época, con una ironía triste y siniestra, que la era victoriana podía definirse a partir de la coexistencia de tres momentos esenciales:

El cerdo hace al chiquero.

El chiquero hace al cerdo.

Pero, ¿quién hace al chiquero? 23.

Este tipo de aproximaciones a la existencia inevitable de los pobres, de los colonizados y de la mujeres, no estaban incluidas en el canon estético victoriano, ya que junto a los desmanes eróticos de un Oscar Wilde por ejemplo, también podemos apuntarle su ambigua actitud en el affair Dreyfus 24. Los sinuosos análisis del sentido de la belleza que un escritor como él hiciera, nunca, o rara vez, incluyeron "otro tipo de belleza", nos referimos a que sus ensayos y artículos sobre el arte japonés y africano son frívolos y revelan una considerable ignorancia de la materia 25.

Las hermanas Brönte.

El canon victoriano era también la literatura femenina, no todavía feminista, es decir un conjunto de postulados mediante los cuales, las mujeres deberían regirse si querían escribir poesía, novela o drama. Postulados que buscaban salvaguardar las nociones más acendradas de los victorianos, sobre la familia, el sexo, el trabajo, las atenciones domésticas y los niños. Una mujer podía escribir, siempre y cuando nunca olvidara sus primordiales obligaciones con la prole. De tal forma que escritoras como las hermanas Brönte, particularmente Charlotte, fueron vistas por los adoradores masculinos del canon victoriano, como la imposibilidad más notable de que una mujer pudiera rozar siquiera las alturas estéticas o socialmente aceptables concedidas a los varones.

Lo que estamos diciendo es que el canon victoriano no reconoce a las mujeres otro escenario social más que la cocina, o la cama, donde tampoco puede ser persona y donde sólo le está permitido producir hijos. Los placenteros quejidos de una mujer sexualmente involucrada en una escaramuza de alcoba, eran inimaginables, y como a escritoras de la talla de Charlotte Brönte (1816-1855) se le ocurrió insinuar tal cosa, el canon no la reconocía como una artista, sino como una mujer rebelde e indisciplinada 26.

El canon victoriano dice entonces también, que los pueblos primitivos, colonizados, como las mujeres, son excesivamente sexuales, sucios, impulsivos, irracionales, infantiles, y supersticiosos 27. No sorprende de esta manera que, un científico del calibre de Charles Darwin (1809-1882), haya tenido tal cantidad de problemas con sus teorías, puesto que el bicho humano burgués nunca aceptaría que se le comparara con los monos de las selvas tropicales, donde se encontraban los pueblos coloniales, y donde, creía, se encontraba también la máxima expresión de la irreligiosidad y la incivilización 28.

De tal manera que nuestra creencia de que el canon victoriano es un asunto que le compete únicamente a la cuestión literaria, puede rozar la superficialidad. Tal creencia dejaría por fuera la enorme masa de prejuicios de clase, raza y sexo que caracterizan y matizan dicho conjunto de normas de civilización llamado "canon victoriano". De la supuesta moralidad de que partió para entender el sexo, el arte, la política, la economía y la etnia, el canon victoriano degeneró en una masa amorfa de pretendidas recetas de civilización y buenas maneras, para que la burguesía industrial inglesa encontrara bien justificados sus esquemas de dominación, hacia adentro y hacia fuera del imperio que venía construyendo desde hacía rato. Pocas veces es posible encontrar una plataforma ética tan bien elaborada, diseñada y funcional, como la que construyeron los victorianos para justificar el expansionismo de su sistema económico. Pero antes había que seducir a los suyos, para que los acompañaran en la empresa de convencer al mundo de que su sistema económico era el mejor y el más efectivo.

Cuando las artes de la seducción no funcionaron se acudió a la fuerza, y en estas ocasiones el imperio inglés se manifestó en toda la línea : la brutalidad, la rapiña, la arrogancia y la prepotencia fueron los atributos más notables de un remedo de civilización que jugaba a la delicadeza y al dandysmo cuando le convenía. Cuando la realidad se comportaba de otra forma, el imperio inglés asumía que la realidad estaba equivocada y que había que enderezarla. Esos eran los momentos en que el canon victoriano no servía de nada.

LA REINA VICTORIA Y EL IMPERIO BRITÁNICO
(HACIA ADENTRO) (1837-1876).

Entre el momento de su coronación en 1837 y su nombramiento como emperatriz de la India en 1876, la Reina Victoria se dedicó tiempo completo a destruir y someter , sin importar el costo, a su colonia geopolíticamente más importante: Irlanda.

Pero el caso es que, la situación que se suscita con Irlanda permitió decantar con cierta precisión, dos de los aspectos más sobresalientes de la ideología imperialista victoriana:

El conjunto de estrategias económicas, sociales y políticas que definen el imperialismo como la forma más avanzada de imponer por la fuerza las distintas expresiones del capitalismo.

El conjunto de componentes culturales y de civilización que legitiman y justifican todas y cada una de las acciones de la burguesía imperialista, como si se tratara de acciones moralmente válidas, a partir de sus propias concepciones de bien y mal.

En ningún momento "el buen caballero inglés" se planteó que lo que pudiera haber estado sucediendo con Irlanda, estuviera al margen de toda racionalidad. El dandysmo victoriano estuvo diseñado para hacerle creer al aristócrata británico que sus acciones políticas al interior de su propio país, como aquellas contra países extranjeros estaban perfectamente sustentadas en la divinidad de su civilización. Lo curioso de todo esto es que incluso el hombre promedio creía por ejemplo en las tesis frenológicas, mediante las cuales era posible establecer comparaciones físicas entre los negros africanos, los irlandeses y los pobres del Londres victoriano 29. Sin discusión entonces existía una relación muy estrecha entre las ideas racistas y prejuiciosas que el dandy inglés tenía sobre la pobreza, las colonias y los irlandeses. Lo más problemático de todo era que en el mismo esquema de pensamiento estaban incluidas también las mujeres, un asunto que trataremos más adelante.

Los irlandeses, los negros, los indios, los pobres y las mujeres, todos ellos reunían un conjunto de características comunes, que los convertían en objetos de estudio de pseudo-ciencias como la frenología, la cual argumentaba que era posible detectar las características sicológicas y emocionales de una persona, a partir de la estructura de su cráneo, de su frente, de sus mandíbulas o de sus dientes 30 .

La antropología de la pobreza indicaba que la condición social de los pobres, de las clases trabajadoras o de las clases bajas, como también se les llamaba, fuera una fatalidad que había que aceptar o paliar, pero nunca corregir o eliminar. Para ser un hombre civilizado se requerían dos condiciones, religiosidad y sentido de la propiedad. Desde el momento en que la primera fuera sustituida por la superstición, o por aquello que el dandy inglés considerara como tal, el hombre en cuestión era cualquier cosa menos civilizado. Lo mismo sucedía cuando no se tenía ningún respeto por la propiedad. Esta, considerada de origen divino, y por lo tanto intocable, hacía de un ser humano algo más que un cúmulo de necesidades y aspiraciones.

Por eso los pueblos donde ni la religiosidad ni la propiedad eran respetados no podían ser considerados civilizados. Los irlandeses eran de ese tipo. Incluso algunos "científicos" de la época llegaron a encontrar eslabones raciales entre los irlandeses y los africanos. Sostenían que, a diferencia de los anglo-sajones, los celtas (Irlanda y Gales) eran irracionales, inmaduros, sucios, desordenados, emocionales y poco prácticos. La pobreza era su condición natural, una escogencia, o, a lo sumo una fatalidad.

Formaba parte del escenario cultural cotidiano, escuchar en alguna prensa diaria, y en boca de algunos políticos, que los irlandeses tenían mandíbula prognática, y que por ello, estaban muy cerca del hombre de Cro-Magnon. La mandíbula ortognática le pertenecía a los hombres civilizados, como los ingleses. Y cuando a Disraeli (1804-1881) se le ocurrió decir que "la pobreza es un crimen", no se refería a que hubiera querido corregir los fundamentos socio-económicos de la misma, sino a que para él, como para muchos de sus contemporáneos, los pobres lo eran por elección 31. Esa era la escogencia que los irlandeses habían hecho también.

El mundo de la pobreza estaba compuesto por el crimen, la promiscuidad, la suciedad y la hediondez. En una época donde las epidemias y los malos olores eran idénticos, ser pobre era estar en condiciones de apestado permanente. El olor de la pobreza era inconfundible, tanto así que viajar a los barrios pobres del Londres victoriano, era como visitar otro planeta, donde hasta los colores eran diferentes. Los expedicionarios que tenían la osadía de hacer la jornada, volverían para contarnos cómo funcionaba la inteligencia de los pobres, con quienes se vivía por años a veces, sin siquiera saber cuáles eran sus necesidades más básicas. Eso le pasaba regularmente a la servidumbre de las grandes casas de la aristocracia burguesa victoriana. Por eso con frecuencia uno escucha que los pobres son de otra raza 32.

Detrás entonces, de las acciones que condujeron a la política imperial victoriana con respecto a Irlanda, se encuentra ese cuadro de prejuicios que acabamos de detallar. Si eso no está claro, nos resultará difícil comprender lo que va a suceder con la tristemente célebre hambruna de 1845-1851 en Irlanda.

La ejecución de los amotinados.

Dice el Profesor Landow que el término colonialismo y sus derivaciones, son portadores de un alto contenido emocional y que por ello, sus implicaciones ideológicas deben ser tomadas con precaución 33. Nosotros estamos de acuerdo con el llamado de atención, pero disentimos con él en lo que respecta a que el supuesto contenido metafórico del término, conduzca inevitablemente a interpretaciones distorsionadas de las relaciones entre los pueblos 34.

El colonialismo, con todas sus consecuencias culturales y antropológicas, así como el imperialismo, con todos sus efectos económicos, políticos y militares, son una realidad histórica, por más que las metáforas del Profesor Landow no coincidan con las definiciones del DICCIONARIO OXFORD, en el que se basa nuestro académico para caracterizar los conceptos que le preocupan 35.

Una situación similar se presenta cuando uno quiere estudiar con cierto cuidado lo que sucedió en Irlanda, entre los años de 1845 y 1851. Para algunos analistas británicos eso fue simplemente una gran carestía (Great Famine, en inglés), de las cuales está llena la historia de la primera parte del siglo XIX en ese país, cuando la población se disparó de manera espectacular. Para otros, sobre todo intérpretes irlandeses tendenciosos, se trató de una gran hambre (Great Hunger), que impactó de forma muy severa a la población campesina, cuya única fuente de alimentación y supervivencia comercial eran las patatas. El enfoque más radical y anti-imperialista sostiene que eso fue una gran hambruna (Great Starvation) , con todas las implicaciones económicas y políticas que tal situación trajo consigo 36.

A todas luces se trató de una de las tragedias de ecología humana y económica más tristes del siglo XIX, con todos los visos de un holocausto que no debe ser olvidado, puesto que en ella deben haber perdido la vida por hambre y las enfermedades derivadas, unos dos millones de personas, y al menos otro millón y medio debe haber emigrado hacia Gran Bretaña, los Estados Unidos y Australia 37, en condiciones realmente desastrosas como se verá luego.

Resulta que, a la altura de 1845 un hongo (Phytophtora Infestans) procedente de los Estados Unidos, atacó la variedad de patatas (Aran Banner) más consumida por los campesinos irlandeses. La plaga se extendió por toda Europa, pero para el verano de 1845 ya era evidente que se presentaría la hambruna en Irlanda, puesto que las patatas eran, no sólo el alimento básico de sus campesinos, sino también un medio de intercambio comercial y de pago de las rentas a terratenientes absentistas establecidos sobre todo en Inglaterra 38.

Sir Robert Peel
(1788-1850)

Ministros ingleses como Sir Robert Peel (1788-1850) y Lord Russell hicieron realmente muy poco para amortiguar el impacto de la escasez, o reaccionaron de forma tan lenta que fue imposible eludir la aparición de la peste y de enfermedades ocasionadas por la mortandad, cuando los hambrientos campesinos y sus familias se trasladaban en masa hacia las ciudades. Conforme la hambruna avanzada, alguna gente se quedaba sin empleo, otros se morían de hambre, y otros emigraban. Los colonialistas ingleses hicieron tan poco que a la luz del presente, resultan ridículas las medidas propuestas para paliar la situación. Las Leyes de Granos, por ejemplo, introducidas en 1689 para proteger a los granjeros ingleses, y reforzadas después de las guerras napoleónicas, fueron abolidas en 1846 por Peel, aprovechando la crisis irlandesa. Tales leyes indicaban que estaba prohibida la importación de granos a Inglaterra, hasta el momento en que el precio del grano nacional alcanzara un 80% del precio del grano importado. Esto hacía insoportable la situación de las clases trabajadoras y de los empresarios, cuyos costos de producción se mantenían en niveles tan altos que se veían obligados a pagar salarios de hambre, y a reprimir severamente cualquier indicio de protesta popular. La Liga Contra las Leyes de Granos, fundada en Manchester en 1839, al fin logró que el gobierno aboliera las mismas en 1846. Pero esto tuvo un efecto superficial en la situación irlandesa, porque si ahora el grano era más barato, los trabajadores y los campesinos carecían de dinero para comprarlo.

Lord John Russell (1792-1878)

El escenario se llenó de comedia cuando ocho barcos diarios salían de Irlanda hacia Inglaterra, cargados de comida, carnes, productos lácteos y otros. Evidentemente no se trataba sólo de una carestía circunstancial, cuando en realidad abundaban los alimentos, sino de un problema estructural atribuible a la administración colonialista británica, prejuiciosa y lenta en responder a los serios problemas que les habían ocasionado a los campesinos irlandeses. Peel decía que les gustaba mucho exagerar las cosas, y que durante la época en que estuvo al frente de los asuntos de Irlanda, entre 1812 y 1818, nunca encontró nada cierto en los rumores que les encantaba esparcir sobre escasez de alimentos, broncas con los terratenientes y falta de empleos 39. Lord John Russell (1792-1878), sucesor de Peel, profundizaría la situación, al oponerse a todo tipo de ayuda estatal, puesto que sostenía que los pobres de Irlanda eran asunto de los mismos irlandeses 40. Ahora los campesinos encontraban que, junto al hecho de no poder alimentarse, se les hacía imposible pagar sus rentas, por lo que las expulsiones de sus tierras se hicieron masivas. El traslado a las ciudades y la emigración fueron algunas de las salidas, por lo demás nefastas.

Decía el gran escritor inglés William Makepiece Thackeray: "El colonialismo británico en Irlanda es un documento aterrador contra nosotros mismos. Se trata de una de las historias más amargas, de toda la larga historia de insolencia, rapiña, brutalidad, carnicería y persecución ejercida por los ingleses en diferentes partes del mundo. Ni los crímenes de Nerón o Alva, ni la Inquisición española, ni las torturas romanas o las de los bárbaros orientales y occidentales podrán superar jamás lo hecho por los ingleses en Irlanda"41.

De la forma en que los irlandeses se lanzaron al mar, para desplazarse hacia Inglaterra, los Estados Unidos y Australia, uno puede pensar que la desesperación debe haber llegado a niveles jamás sospechados. Porque los colonialistas ingleses argumentaban que su gobierno había hecho todo lo humanamente posible para enfrentar la crisis, pero que las dimensiones de la misma los había sobrepasado. Lo mismo que el escandaloso crecimiento de la población irlandesa, un factor que a los ojos de los colonialistas estaba en la raíz del problema que se tenía ahora entre manos. Sin embargo, entre 1841 y 1851, la población de Irlanda pasó de 8,5 millones de personas a 6,2. 42

Los testimonios que nos cuentan en sus diarios, los que tuvieron el coraje de lanzarse al mar, en unos barcos que ellos mismos llamaban "ataúdes flotantes" o barcos de la muerte, son en verdad aterradores 43. Por un buen rato, el tema de la emigración en Irlanda iría a ser un tema muy delicado de tratar en público. Las enseñanzas que los colonialistas ingleses sacaron de esta experiencia con la hambruna en Irlanda fueron de gran valor, pues eso les permitió mejorar considerablemente sus relaciones con ese país, en lo que respecta a su antigua política basada en esencia en la horca y la bayoneta. No estamos diciendo que esto se haya eliminado, lo que estamos diciendo es que, la hambruna puso en evidencia las verdaderas dimensiones de su racismo y los obligó a revisar sus relaciones con las otras partes del imperio. Si estando a unas cuantas millas del imperio más rico de que tuviera memoria la historia mundial reciente, una hambruna de tales proporciones podía darse, en medio de la más insultante abundancia y riqueza producida por los mismos que se morían de hambre, era el momento entonces de someter a escrutinio por ejemplo la unilateralidad de la distribución de la tierra en Irlanda, los aspectos tecnológicos de la misma, y las vías de comunicación entre Londres, Dublín y la provincia del Ulster, en Irlanda del Norte 44.

Las críticas y contra-críticas que esta tragedia trajo consigo, sobre la forma en que el imperio británico estaba siendo levantado, ni siquiera llegaron a oídos de la Reina Victoria, quien en la tranquilidad y reclusión de su palacio de retiro en Balmoral, seguía creyendo que los irlandeses eran unos bárbaros que debían ser sometidos a cualquier costo 45.

En definitiva esta hambruna había puesto en evidencia los tremendos problemas que el Acta de Unión de 1801 había dejado sin resolver entre Gran Bretaña e Irlanda. Resultado de una acuerdo de guerra (contra Napoleón) más que otra cosa, dicha acta, mediante la cual se creaba el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda (puerta trasera de aquella) 46, había dejado intactos los enormes conflictos sociales, políticos, religiosos, y económicos que aún hoy, en 1999, siguen sacudiendo las relaciones entre esas dos naciones.

LA REINA VICTORIA Y EL IMPERIO BRITÁNICO
(HACIA FUERA) (1876-1901).

El imperio británico

En este afán del capitalismo británico por adueñarse del planeta, aún había todo un trayecto por delante que recorrer El otro escollo sería la India. Prácticamente, de la misma forma que, en este siglo, el imperialismo norteamericano es motivo de estudios apasionados y eruditos, en el siglo anterior, el imperialismo británico atrajo también el interés de intelectuales y políticos. La seducción por estudiar al imperio inglés, con sus grandezas y miserias, era el resultado de un afán cada vez más vigoroso por comprender mejor a la economía, la sociedad y la cultura que lo hacían posible, en este caso el sistema capitalista. Karl Marx (1818-1883) dedicó casi la tercera parte de su vida a poner en evidencia los mecanismos más recónditos de un sistema económico que, para él, tenía en Inglaterra a su mejor exponente.

Ahora bien, si la comprensión del imperialismo inglés en el siglo XIX y del norteamericano en el XX, demanda de nuestra parte una explicación de los procedimientos más propios del capitalismo y que están a la base del imperialismo como proceso, son inevitables algunos detalles históricos, como expresión óptima de nuestro interés por evidenciar algunas similitudes y contrastes entre Africa y América Central, por ejemplo 47.

Si partimos del enunciado de que el capitalismo necesita internacionalizarse para sostenerse históricamente, también podemos concluir que en esa internacionalización está la esencia misma del imperialismo. Por lo tanto, nos dice la lógica formal, el capitalismo explica y legitima al imperialismo. De esta manera, lo que Marx llamaba la acumulación originaria (el pillaje de los nuevos mundos, la trata de negros y la devastación de economías pre-capitalistas por ejemplo), estaría en la mera raíz de la estrategia expansionista del imperialismo y en los procesos de concentración de riqueza del sistema capitalista como totalidad 48. En el estudio detallado y concienzudo de estos aspectos, y sobre todo en un trabajo muy imaginativo de la teoría del comercio internacional desarrollada por el mismo Marx en el tomo tres de su obra fundamental, está la gran aportación que hicieran teóricos del calibre de Hobson, Lenin, Luxemburgo, Trotsky o Amin. Todo ello sin mencionar los extraordinarios estudios sobre los procesos de la producción y del trabajo a escala mundial, que también permiten explicar mejor cómo opera el imperialismo 49.

En esta ocasión, nuestro objetivo es un poco más modesto, porque sólo aspiramos a describir algunos de los principios de civilización que explican las razones que están detrás de las relaciones jerárquicas y discriminatorias entre Gran Bretaña y la India, o entre Gran Bretaña y América Central, durante el período victoriano.

El imperio inglés empieza su etapa ascendente durante el reinado de Isabel I (1533-1603) como bien se sabe. Durante estos años, los ingleses fueron capaces de establecer emporios comerciales en Turquía, Rusia, las Indias Orientales y América del Norte 50. En un feroz combate por la captura de más y mejores mercados, los ingleses se vieron en la obligación de acudir a los recursos más espurios para desalojar a sus competidores continentales, tales como España, Francia y Holanda. Esta es una etapa conocida como de imperialismo mercantil, que se prolongará según algunos historiadores, hasta la eclosión de la revolución industrial, y según otros, hasta los inicios del reinado de Victoria 51. Lo importante aquí es que, desde la segunda parte del siglo XVI, el criterio de imperio, de lo imperial y del imperialismo, evolucionan de acuerdo con las contracciones y expansiones de la economía capitalista británica 52.

La pérdida de las colonias de Norte América no fue contra balanceada con la incorporación de Australia, que después de 1788 no sería más que una gran prisión. Y dicha pérdida más bien motivó el desplazamiento hacia el Lejano Oriente, sobre todo después (1773) de que el gobierno de Su Majestad tomara conciencia de que la vieja Compañía de las Indias Orientales (con negocios en la India desde 1600), estaba en una situación financiera problemática y al borde del colapso. Afganistán y Burma sería incluidas con posterioridad 53. Una situación que se vería beneficiada con el cierre de las guerras napoleónicas en 1815, cuando Inglaterra salió más que fortalecida y luego fácilmente se convertiría en el poder industrial más importante del planeta. Desde 1869 en adelante, el proceso de expansionismo imperialista ya sería imparable 54. Con la toma de Surafrica en 1877, la gran preocupación de los ingleses no fue aminorada: los rusos se estaban acercando demasiado a la India 55. Durante una parte de la era victoriana, uno de los principales motivos del férreo control imperialista inglés sobre Africa fue precisamente la protección por mar y tierra de la India. Hasta 1870, cuando el oro y los diamantes sudafricanos se convirtieron en materia de controversia comercial, Sudafrica no era más que motivo de confrontación con los Zulúes y los Boers. Con la derrota que sufrieron ante los primeros en 1879 y después de la guerra con los segundos entre 1899 y 1902 56, fue evidente que iba a ser necesaria más fuerza y capacidad represiva que nunca, puesto que los rusos, los alemanes y los franceses estaban presionando para acercarse a las fuentes de riqueza que prometían la India, Sudafrica y Egipto.

Al finalizar la construcción del Canal de Suez en 1869, el imperialismo inglés se encontró en una situación conflictiva, pues de esta forma iba a ser más fácil para cualquier otra potencia extranjera (y en particular para Francia) llegar hasta la India. Decidieron agilizar las acciones y en 1875 lograron comprar un número considerable de acciones en la compañía del canal, lo que al fin les dio el control financiero de la empresa y de la ruta. En 1882, después de varios enfrentamientos militares contra los franceses terminaron posesionándose de la totalidad del canal 57. Cada vez más, el control del imperio se hacía complejo y difícil. Sobre todo después de la abolición de la esclavitud en Inglaterra en 1807, y en el resto del imperio en 1833. Igual de conflictivo fue el paso hacia el libre comercio, porque no sólo algunos grupos socio-económicos perdieron su influencia, sino que le heredaron a la Reina Victoria un imperio que, de acuerdo con el viejo Adam Smith, sólo gastos innecesarios podía representar 58.

Con la guerra de las banderas entre ingleses, franceses y alemanes en Africa, entramos a una etapa del imperialismo británico que condujo a esa nación inevitablemente a la carnicería de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) 59. Y la lógica consecuencia de la misma fue el desmantelamiento progresivo del imperio, con desmembramientos importantes como el de la India, que desde 1935 se gobernaba a sí misma y en 1947 obtendría su independencia definitiva. Desde 1907, el grueso de las colonias de habla inglesa bajo control británico, habían iniciado un proceso hacia su reconocimiento en condición de dominios. En 1931 fundarían la Comunidad de Naciones 60 , con algunos sacrificados, como la provincia del Ulster en Irlanda del Norte, que después de que el Sur obtuvo su independencia en 1949, siguió formando parte de la Gran Bretaña hasta el presente, dando cabida a enfrentamientos entre guerrilleros irlandeses y milicianos británicos de proporciones catastróficas.

LA INSURRECCIÓN DE LOS CIPAYOS (1857-1859).

La Reina Victoria se hizo coronar emperatriz de la India en 1876, a pesar de que los hindúes ya habían manifestado su abierta oposición al control británico de su país, durante el levantamiento de 1857-1859. El motín como lo llaman algunos historiadores occidentales para desnaturalizarlo, en vista de que adquirió características de una insurrección (pues les tomó a los imperialistas casi dos años sofocarlo con la ayuda de los feroces guerreros Sikhs y Gurkas), tampoco fue provocado con preeminencia por razones religiosas, cuando los hindúes y los musulmanes se sintieron ofendidos por el uso de cueros y grasas animales en la fabricación de los nuevos cartuchos para los rifles Enfield 61, que usaban las guarniciones de ocupación.

Si hemos de ser precisos y rigurosos, la insurrección de los Cipayos, como sería correcto llamarla, es uno de los acontecimientos más sensacionales en la lucha contra los imperios, que se pueda registrar en la historia de los pueblos pobres del planeta de los últimos doscientos años. Con características y proporciones similares a los que tuvieran lugar en América Latina y el Caribe a finales del siglo XVIII y principios del XIX, el levantamiento Cipayo es de especial significado por la crueldad y la saña con que el imperialismo victoriano respondió a los deseos de independencia del pueblo hindú contra la opresión británica. La misma se hacía cada vez más intolerable desde 1757, cuando Lord Clive en la batalla de Plaissey logró finalmente derrotar a los franceses y quedarse en definitiva con la India. Ahí los británicos habían logrado establecer algunas estaciones comerciales en Madrás, Bombay y Bengala, desde los inicios del siglo XVII 62.

Pero la situación que resultó más llamativa fue que esa enorme colonia no era administrada por el gobierno británico, sino por la Compañía de las Indias Orientales, fundada el 31 de diciembre de 1600 y que hoy todavía sigue fuerte y vigorosa como siempre 63. Hasta 1858, cuando su dominio le fue arrebatado a raíz de la insurrección, la Compañía hizo y deshizo a su antojo, controlando rutas comerciales, abastecimiento de materias primas, tráfico de mercancías, de fuerza de trabajo libre y esclava, manipulando y distorsionando la política doméstica hindú, y sobre todo negociando y renegociando la propiedad de la tierra en la India, uno de los recursos materiales más importantes en ese inmenso país, donde una ligera fractura en los circuitos de abastecimiento de alimentos podía producir una hambruna descomunal 64. Los conflictos sobre el perímetro de autoridad que podían manejar el gobierno inglés y la compañía llevaron a serios enfrentamientos con los jefes locales, y obligaron a la última a utilizar recursos políticos nada recomendables para mantenerse al frente de su colonia más rica e importante 65.

Pero además de económico y político, el levantamiento de los Cipayos tenía también un claro trasfondo ideológico y cultural. Este es uno de esos pocos casos, en que el imperialismo da pruebas contundentes de su total impericia para manejar las costumbres y hábitos de los pueblos que sujeta bajo su control. Los afanes de los imperialistas ingleses por someter a los insurrectos fue calificada por algunos historiadores de esa nacionalidad, como la gran epopeya de la raza 66 , según lo decía con toda su honestidad imperialista el ilustre historiador británico Sir Charles Crostwhaite 67. Y sería en esa dirección hacia donde se dirigirían las mayores brutalidades, pues el resentimiento de los hindúes hacia los colonialistas ya había adquirido dimensiones inimaginables. Lo mismo había sucedido con los británicos, que consideraban a aquellos como salvajes incivilizados, a quienes había que enseñar las artes más elementales del buen gobierno y la cultura. En ese respecto, el levantamiento de los Cipayos está repleto de enseñanzas y moralejas, tanto así que después del mismo la historia de la dominación británica en la India sufriría cambios irreversibles.

Lo mismo sucedería con la India tradicional. El levantamiento de los cipayos puso en evidencia la desconcertante heterogeneidad de esa sociedad, y las serias dificultades que un determinado liderazgo tendría para aglutinar tras de sí la lucha por cualquier proyecto independentista. Los intentos por la modernización capitalista del país, iniciados por el Rajá Rammohum Roy desde 1828 se encontrarían con grandes obstáculos al enfrentar a la India tradicional, heredera de las costumbres ancestrales de esa civilización y dispuesta, desde finales del siglo XVIII, a recuperar sus glorias pasadas 68.

Pero si hay algo que está bien claro es que, la rebelión de los cipayos fue la amenaza más seria que la dominación británica tuvo en la India, durante la segunda parte del siglo XIX. El movimiento no incluyó solo a los cipayos del ejército de ocupación (integrado en un 96% por soldados hindúes), sino que también debemos mencionar a los políticos suplantados por la administración británica, a los asustadizos príncipes, temerosos de ser absorbidos por la Corona Británica, a los sacerdotes aterrorizados ante el avance de las misiones evangélicas, muy irrespetuosas de las costumbres hindúes, y al final, a los artesanos, cuyas prácticas industriales y manufactureras habían sido destruidas por la presencia del capitalismo inglés en la India 69. Recordemos que Marx recomendaba y aplaudía este tipo de eventos, cuando ello significaba el progreso capitalista en las sociedades tradicionales 70, con lo cual, según él, se hacía posible el acceso a la civilización burguesa. Sólo ese desarrollo haría posible pensar luego en el socialismo.

Aparte del tremendo contenido racista y eurocentrista que este tipo de aseveraciones tenía, como Marx, muchos otros por la misma época, pensaban que la única forma de traer a la India a la modernidad capitalista, era mediante la destrucción de sus sistemas económicos, sociales y culturales pre-capitalistas. Los cipayos, sin grandes líderes y con un pobre sentido de sus objetivos políticos, puesto que si algo tuvo este levantamiento fue precisamente su devastador espontaneísmo, tuvieron la demoledora intuición de que, o se rebelaban, o perdían todo lo que su sociedad y su cultura habían sido por siglos 71.

Desde que Robert Clive había sido capaz de concluir la instalación del poder colonial en la India, bien pagado y abituallado por la Compañía de las Indias Orientales, después de la batalla de Plassey en 1757 (que mencionamos arriba), uno empieza a ver la progresiva destrucción de la economía, las articulaciones sociales tradicionales, e incluso del idioma en la India. Hasta el estallido de 1857, esta situación iba a ir en escalada ascendente, y la primera guerra por la independencia de la India le daría un rumbo en su totalidad diferente a la dominación británica. La desconfianza y el temor mutuo serían dos de los patrones psicosociales más destacados, con los que tendría que contar Gandhi hasta 1947.

Se ha sostenido que el proceso de pacificación del norte de la India, después del levantamiento, permitió que muchas familias británicas amasaran sus fortunas como resultado de los saqueos a que fueron sujetas las familias nativas, los templos y pueblos enteros de esa parte del país 72. Aldeas completas fueron pasadas a cuchillo por las tropas inglesas, como reacción ante los primeros éxitos y carnicerías llevadas a cabo por los rebeldes. En la ciudad de Delhi, y algunos pueblos y ciudades a orillas del Ganghes, tuvieron lugar ciertas de las más feroces batallas. Someter a los rebeldes, y detener la insurrección, implicó para los británicos asesinar a los herederos y a los hijos de los últimos representantes de las monarquías mongólicas en la India. En las grandes ciudades acabaron con las familias más importantes y finalmente terminaron imponiendo su criterio sobre el dominio de ese gran país. De ahí en adelante, hasta 1935, el gobierno británico tomó control directo de la India. En 1947, este país obtenía su independencia definitiva a un costo humano y material de ciclópeas dimensiones.

El trabajo de los niños.

Lord Palmerston decía que los rebeldes eran como demonios salidos de los infiernos. Y agregaba que uno de los más serios errores de los mismos, había sido la práctica de las masacres de mujeres y niños, cuando asaltaban los bastiones ingleses sitiados por ellos. Durante la era victoriana las mujeres y los niños empezaron a jugar un papel fundamental en el desarrollo de la civilización burguesa. De echo, una legislación importante en su beneficio, empezó a diseñarse por esa época . Veamos hasta qué punto eran ciertas las inquietudes de Lord Palmerston.

LAS MUJERES DE LA ERA VICTORIANA.

En esta sección, la última del ensayo, no hablaremos con detalle de grandes mujeres, de escritoras, artistas o políticas feministas, eso ya lo hemos hecho y lo retomaremos. Pero, por ahora hablaremos en esencia, de las mujeres comunes, las que sufren y luchan cotidianamente por darle sentido a sus vidas y a sus proyectos de existencia, en una Inglaterra victoriana que las llena de prejuicios, temores y convencionalismos que apenas le dan dirección a su cotidianidad.

Muy al contrario de lo que mucha gente acostumbra pensar, la Reina Victoria no era tan "victoriana" como se ha creído. Porque si el canon de moralidad social, estético, político e imperial diseñado por su reinado para cohesionar tras de sí a toda la nación, debía ser seguido (así se decía) por todos y cada uno de los ciudadanos británicos, en su intimidad más cálida y personal, la aparentemente dura y convencional Reina Victoria no obedecía al pie de la letra sus propios preceptos 73.

Las mujeres de la era victoriana estaban sujetas a un conjunto de normas y de pre-conceptos sociales que las obligaban a dejar de lado sus vidas personales por completo. Pareciera que tres eran los postulados esenciales que debían regir la existencia social de las mujeres en esta época:

1. El eje fundamental de la vida de las mujeres era la maternidad.

2. Las mujeres no tenían vida propia, pues se debían fundamentalmente a sus hijos.

3. La mujer había venido al mundo para servir, atender y complacer en todos sus requerimientos al hombre que la eligiera para ser su esposa.

En torno a estos tres postulados, giraban otros elementos pero, en lo fundamental, esos eran los tres lados del triángulo de la vida cotidiana de las mujeres durante la era victoriana.

Sin embargo, la historiadora Heather Palmer nos ha facilitado el acceso a un conjunto de cartas en las que la Reina Victoria, madre de nueve hijos, expresa con una asombrosa y descarnada franqueza su percepción real de todo este asunto 74. Aquellos tres preceptos que mencionáramos arriba, serían rotundamente contradecidos por su misma creadora. Porque la Reina Victoria creía que algunos de sus hijos eran feos, pensaba que el embarazo era una tortura inmerecida de las mujeres, y que los hombres eran dichosos porque estaban exentos de estos sacrificios, además de que eran pobres e indefensas criaturas que merecían atención y cuidados particulares, por su tremenda incapacidad para atender los problemas prácticos de la vida real 75.

Cuando la Reina Victoria escribía a sus hijas casaderas, siempre les advirtió de las miserias del matrimonio. A pesar de que era frecuente en el siglo XIX la afirmación de que un buen partido matrimonial era la mejor salida para las mujeres medianamente educadas y sensibles. Muchas veían en el matrimonio una opción de vida material, con muy poca relación con sus sentimientos, emociones e ideas auténticas sobre la vida y otros asuntos.

El cortejo.

La Reina Victoria, contra todos los prejuicios del presente, lo que la hace menos victoriana de lo que podríamos pensar, creía que los niños eran feos (como ranas decía) y consideraba que el período de amamantamiento era una aterradora injusticia con las mujeres, porque en este tipo de procesos siempre estaban solas. Los hombres se limitaban a contemplarlas y a encoger sus hombros. Nunca habló bien de ninguno de sus nueve embarazos, siempre se sintió como una vaca o una yegua, y con fuerza pensaba que una persona que tenía tantas embarazos más se parecía a una coneja que a otra cosa 76. Aceptaba su situación decía, porque inevitablemente ese era el destino que le correspondía como Soberana de Inglaterra, pero que si le hubieran permitido escoger, hubiera pasado unos dos años sin hijos, disfrutando de la compañía de su joven y dulce esposo, el Príncipe Alberto, quien era menor que ella tres años.

Los hombres eran la causa de todas las desgracias de las mujeres, decía la Reina. Ellos llevan la mejor parte, se limitan a engendrar hijos y se acabó. Todo el peso de la crianza le corresponde a las mujeres. Dichosamente para la Reina, pudo transferir esta actividad a otras personas, al extremo de que a veces, transcurrían tres meses sin ver a sus hijos. Para Victoria, la mejor de las condiciones para la mujer era la más absoluta ignorancia sobre el embarazo. Porque con las características clínicas que éstos se daban el riesgo de perder la vida era considerable, y por ello una mujer debía ignorar todo lo que podría pasarle antes de dar a luz 77.

Si estas eran algunas de las ideas que tenían las mujeres de la monarquía y de la clase media londinense del siglo XIX, habría que reparar un poco en lo que las mujeres de la clase trabajadora pensaban sobre los mismos temas. Porque, junto a su condición sexual, habría que sumar la situación económica y social. En gran medida, sobre las espaldas de la explotación de las colonias, y de sus mujeres y de sus niños, el capitalismo británico levantó toda su fabulosa riqueza.

El censo de la población trabajadora de la ciudad de Londres en 1851 nos dice que había más de 140,000 mujeres de más de veinte años (es decir, el 18% de este grupo de edad) que trabajaban como sirvientas; 125,000 (el 16.3%) en la confección de vestidos y zapatos; 11,000 (1.9%) que eran maestras y 9,000 (1.2%) que trabajaban en la industria de la seda. El mayor contingente de las restantes laboraba en otras ramas de la manufactura (confección de flores artificiales, de sombreros de paja y gorras, sastresas, y otras) o tenían autorización para actuar como carniceras, tenderas, mesoneras y patronas de casas de huéspedes o bien estaban clasificadas como esposas de los trabajadores ocupados en oficios y manufacturas. Como puede observarse, el trabajo de la mujer en el Londres victoriano, se clasificaba en cuatro categorías principales:

1. Todos los aspectos del trabajo doméstico y familiar, como lavar, cocinar, coser, remendar, lavar ropa, planchar.

2. El cuidado de los niños y de su formación.

3. Distribución y venta al detalle de alimentos y otros artículos de consumo regular.

4. Trabajos considerados específicos de la manufactura, basados en la división por sexos del trabajo dentro de la casa 78.

Es evidente que estamos hablando de un tipo de mujer que participa de la condición de la clase trabajadora, y uno de los requisitos para ello es no tener voz propia. Los pobres del Londres victoriano no tienen voz, y sabemos qué piensan y por qué, sobre todo a raíz de las investigaciones que conducirían a las Leyes de Pobres de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Las mujeres no son objeto de investigación en ese sentido, es decir no son dignas de consideración para que dejen las minas y otras actividades pesadas, por razones salariales o económicas en general, sino porque al trabajar fuera del hogar se desmoralizan con la promiscuidad que caracteriza al trabajo en la fábrica, abandonan la familia, y los niños y el esposo salen seriamente perjudicados. A la larga, el que en realidad pierde con el deterioro moral y social de las mujeres es el país en su totalidad 79.

Esos eran los criterios ideológicos que permeaban las decisiones tomadas por el Parlamento Británico, en el momento en que se propuso sacar a las mujeres de las fábricas y de las minas, pues la mujer era la única con la capacidad y las posibilidades reales para devolver a la familia de la clase trabajadora su supuesta estabilidad. Los sufrimientos de los pobres eran el producto de su propia contaminación moral. Eran pobres debido a al alcoholismo, el libertinaje, la pereza y a todo género de vicios y depravaciones. Devolviendo la mujer al hogar, la familia trabajadora recuperaría algo de su virtud perdida 80.

El caso es que, según el censo de 1851 otra vez, 432.000 mujeres estaban sin trabajo, es decir el 57% del total de las mujeres con más de veinte años de edad que vivían en Londres 81. Las opciones de trabajo no eran muchas, porque si el riesgo de perder la vida o la desmoralización eran las consideraciones para limitarle las posibilidades a las mujeres en ese sentido, uno se encuentra con la realidad de que los trabajos que se le ofrecen son aquellos que la burguesía considera óptimos para su condición natural: oficios domésticos, de sirvienta y otros similares como ya vimos.

Nadie puede ignorar hoy que las mujeres y los niños, así como los trabajadores de las colonias, son los puntales sobre los cuales despegó la Revolución Industrial en un país como Inglaterra. El problema verdadero para las mujeres trabajadoras al menos, es que les tomará un largo viaje encontrar los puntos de coincidencia con sus compañeros de clase para iniciar el camino hacia su liberación. Puesto que, junto a la explotación social y económica, ella tendrá que sumar la sexual, que muchas veces es ejercida también por su compañero. Durante el reinado de Victoria la burguesía fue capaz entonces de "perfeccionar a las criadas de los ricos y a las esposas de los pobres", en una trayectoria hacia la sumisión que cobraría una dolorosa cuota de sangre y lágrimas 82.

La pobreza en la era Victoriana.

Resulta más que obvio entonces, lo que pensaba la mujer de la clase trabajadora sobre el matrimonio, el sexo, los hijos y los hombres. Si todo debía ser visto según el prisma de la pobreza y las limitaciones, la mujer trabajadora reducía su visión del mundo a las posibilidades de subsistencia del día de mañana. Además de que, con frecuencia, tendía mucho a verse a sí misma, según se lo decían las mujeres de la clase media, que se le acercaban para predicarle resignación y moralidad.

Con un telón de fondo así uno se siente abrumado del enorme esfuerzo que las artistas, las intelectuales y las políticas tuvieron que realizar para que el paquete de furiosos prejuicios y convencionalismos victorianos no terminara por ahogarlas. Escritoras de la talla de Jane Austen, las hermanas Brönte, George Eliot o Virginia Woolf , son solo hitos en un mapa repleto de otros nombres relativamente conocidos, a no ser por algunas especialistas que con brillante encomio nos los han devuelto 83. Y lo mismo sucede cuando pensamos en que la difusa y lírica literatura feminista de protesta de los años noventa, se vuelve un instrumento de la actividad política de las sufragistas, desde su composición formal en 1865. No debe olvidarse que los primeros indicios articulados del feminismo le pertenecen a Mary Wollstonecraft (1792), la madre de Mary Shelley (asunto que ya tratamos en otro ensayo nuestro). Pero, de parte de las escritoras consagradas, empezamos a detectar un acercamiento más veraz hacia el movimiento de las sufragistas, desde 1866 en adelante. Muchas de tales artistas consideraron alguna vez que ellas eran excepcionales, diferentes, y que, por lo tanto, no tenían nada que ver con la lucha por los derechos civiles y políticos de las mujeres. Creían que su labor era puramente estética, y no tenía nada que ver con los escándalos e intrigas del mundo político. No es que se sintieran satisfechas con el lugar asignado por la sociedad de su tiempo, es que con sinceridad creían que en virtud de tales condiciones las mujeres no habían alcanzado ni la madurez, ni la lucidez para asumir las responsabilidades de la igualdad política con los hombres 84. Vendrían tiempos en que esta actitud cambiaría radicalmente, cuando las verdaderas dimensiones del ser mujer en la sociedad capitalista serían asumidas con todas sus consecuencias. El silencio, la represión, la sumisión, el apocamiento y la indiferencia que se le sugerían a la mujer victoriana, para que fuera una excelente ama de casa, fiel esposa y madre incondicional, cederían lugar a la combatividad y la lucidez que caracterizarían a las mujeres del movimiento sufragista en vísperas de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Pero esa es otra historia.

CONSIDERACIONES FINALES.

¿Qué nos ha enseñado, para concluir, el estudio ligero pero serio de la Era Victoriana? Vamos a puntualizar varios componentes, para dar respuesta a esta pregunta.

El reinado de Victoria (1837-1901) puede ser considerado, sin lugar a dudas, la máxima expresión del capitalismo británico durante el siglo XIX. Culturalmente hablando, es decir, desde la perspectiva de más claridad ideológica, pocas veces en la historia de Occidente un monarca hace, diseña y promueve ideología con tanta pasión y entrega. Y lo hace desde un horizonte definitivo: la vida cotidiana de las personas. Con Victoria hasta la actividad de alcoba estaba regulada.

El arte, la literatura, la pintura, la música, alcanzan en este período niveles pocas veces igualados o superados posteriormente en la historia de la nación inglesa. Estaba visto que, junto al espectacular crecimiento económico, iría aparejado un despliegue igualmente generoso de las artes. Pero todo en beneficio de un reducido grupo de privilegiados, quienes también hacían política, la guerra y disfrutaban de los pequeños detalles de la vida cotidiana, al lado de bellas mujeres en la Corte y el Imperio. Estaba claro que Victoria jamás simpatizaría con los logros de la Revolución Francesa.

Ese grupo de bendecidos eran también los responsables del diseño de la política imperial, hombres como Peel o Russell, quienes no titubearon para tomar las decisiones necesarias, cuando creyeron que el Imperio estaba en riesgo. Como sucedió con el caso irlandés, el cual nos enseña la fuerza con que el imperialismo inglés controló a sus colonias durante el siglo pasado.

El imperialismo inglés, haciendo uso de una compleja red de relaciones diplomáticas, económicas, políticas y sociales, fue capaz, durante el reinado de Victoria, de establecer las bases de todos los imperialismos posteriores. Fiero creyente de la justeza y perfección de sus criterios de civilización, se sirvió de los medios a su alcance para destruir, estrangular y mutilar toda otra expresión de cultura que no encajara en la suya. Como sucedió en la India. Del levantamiento cipayo (1857-1859) aprendimos que el imperialismo inglés, a la manera de la antigua Roma, no dejaba piedra sobre piedra, cuando se le oponían. Eso lo perfeccionaría el imperialismo norteamericano posteriormente. Pero el levantamiento de los cipayos preparó a los colonialistas ingleses para gobernar con mayor efectividad a la India después de 1876.

Y en cuanto a la forma en que aquellos criterios de civilización eran impuestos, el imperialismo inglés era igualmente duro con propios y ajenos. Durante el reinado de Victoria, las mujeres, los trabajadores y el pensamiento radical en general, se abrieron paso a sangre y fuego, pues la dura contención a que estaban expuestos les bloqueaba toda posibilidad en el juego político. Para la mujeres y los trabajadores, el escenario político y social era en particular muy duro, ya que los reformistas encontraban que la única forma de salvarlos de su propia depravación, era mediante la caridad y los paliativos que dejaran intacta la estructura misma de la forma en que se producía y se acumulaba la riqueza.

Las paradojas entonces de que está lleno el período victoriano no deberían sorprendernos, pues precisamente en ellas radica la riqueza del mismo.

En un ensayo posterior pensamos continuar con el estudio de la literatura como auténtico instrumento de las expresiones ideológicas de una cultura, en este caso del imperialismo inglés. Ahí veremos cómo obras consideradas asépticas desde el punto de vista ideológico, adquieren una reveladora trascendencia para poder comprender sus verdaderos designios durante el siglo pasado. En el capítulo siguiente se estudia de manera similar el papel de las mujeres en el movimiento de los Pre-Rafaelistas, uno de los momentos artísticos más ricos y expresivos de que tenga memoria la historia reciente del arte occidental, y en particular de Inglaterra.

 

CITAS.

1 BORGES, Jorge Luis. FICCIONES (Buenos Aires: EMECE. 1989) P. 234.

2 QUESADA, Rodrigo. RECUERDOS DEL IMPERIO. LOS INGLESES EN AMÉRICA CENTRAL. 1821-1915. (Heredia, Costa Rica: EUNA. 1998) 460 páginas.

3 HILL, Christopher. REFORMATION TO INDUSTRIAL REVOLUTION,1530-1780. (Londres: Penguin Books Ltd, Harmondsworth, Middlesex. 1980) Véase sobre todo la Tercera Parte.

4 CODY, David. "Queen Victoria". En George P. Landow.THE VICTORIAN WEB. (http://landow.stg.brown.edu/victorian/vn/victor6.html).

5 Idem. Loc.Cit.

6 PALMER, Heather. "Queen Victoria´s not so "Victorian" writings about Pregnancy, Children, Marriage and Men". En VICTORIANA. RESOURCES FOR VICTORIAN LIVING (http://www. victoriana. com/doors/queenvictoria.htm).

7 Idem. Loc.Cit.

8

9 Difícilmente puede encontrarse un mejor trabajo sobre la historia del capitalismo inglés en este período, que el primer volumen de EL CAPITAL de Karl Marx (1818-1883). Sobre todo sus últimos capítulos.

10La literatura de la época es muy rica y útil para que podamos percibir con mayor precisión este tipo de asuntos. En particular las obras de Charles Dickens (1812-1870).

11 HILL, Christopher. Op.Loc.Cit.

12 HOBSBAWM, Eric. LA ERA DEL CAPITALISMO (Barcelona: Labor universitaria. 1989) Capítulos 1, 2 y 3.

13 Landow, George P. "Victorian and Victorianism". En THE VICTORIAN WEB OVERVIEW. (http://www.stg.brown.edu/projects/hypertext/landow/victorian/victov.html )

14 Idem. Op. Loc.Cit.

15 JOYCE, Simon. " Castles in the Air: The People´s Palace, Cultural Reformism, and the East End Working Class". VICTORIAN STUDIES (Indiana University Press) (Vol.39. No. 4).

16 OLLMAN, Bertell. ALIENATION. MARX´S CONCEPTION OF MAN IN CAPITALIST SOCIETY. (Cambridge University Press. 1971) Ver sobre todo la tercera parte. FROMM, Eric. MARX Y SU CONCEPTO DEL HOMBRE (México: FCE. 1992). Texto introductorio a los MANUSCRITOS

ECONÓMICO-FILOSÓFICOS DE KARL MARX.

17 LANDOW, George P. Op.Loc.Cit.

18 Los datos de esta sección y los del recuadro que fueron tomados de METRESS, Seamus. "The Great Starvation and British Imperialism in Ireland". IRISH HISTORY ON THE WEB (http://wwwvms.utexas.edu/~jdana/irehist.htm.). También de BLOY, Marjorie. "The Irish Famine: 1845-1849". En THE VICTORIAN WEB OVERVIEW. Loc.Cit.

19 Véase THE VICTORIAN CANON. (http://humanitas.ucsb.edu/depts/english/coursework/raley/).

20 LANDOW, George P. "The Literary Canon". http://www. stg.brown.edu/projects/hypertext/landow/victorian/canon/litcan.html.

21Idem. THE AESTHETICAL AND CRITICAL THEORIES OF JOHN RUSKIN. Chapter 3. "Ruskin´s Theories of the Sublime and Picturesque". (http://www.stg.brown.edu/projects/hypertext/landow/victorian/ruskin/atheories/3.1 html).

22 WOHL, Anthony S. "Race and Class Overview: Parallels in Racism and Class Prejudice". En LANDOW, George P. THE VICTORIAN WEB OVERVIEW. Loc. Cit.

23 Idem.

24 MAGUIRE, Robert J. "Oscar Wilde and the Dreyfus Affair". VICTORIAN STUDIES. No.41. (http://www.indiana.edu/~iupress/journals/vic41-1.html).

25 WILDE, Oscar. ENSAYOS Y DIÁLOGOS. (Buenos Aires: Hyspamérica.1985).

26 WALLER, Debra G. "Angel or Vampire--The Portrayal of Women´s Morality and Sensuality in Jane Eyre". En LANDOW, George P. THE VICTORIAN WEB OVERVIEW. Loc. Cit.

27 WOHL, A.S. Op.Loc.Cit.

28 Ibidem.

29 WOHL, A.S. Op.Loc.Cit.

30 Ibidem.

31 WOHL, A.S. Op. Loc.Cit.

32 Ibidem.

33 LANDOW, George P. "The Metaphorical Use of Colonialism and Related Terms". THEORIES OF COLONIALISM AND POSTCOLONIALISM. (http://www.stg.brown.edu/projects/hypertext/landow/post/poldiscourse/colony2.html).

34 Ibidem.

35 Ibidem.

36 METRESS, Seamus. "The Great Starvation and British Imperialism in Ireland". IRISH HISTORY ON THE WEB (http://wwwvms.utexas.edu/~jdana/irehist.html).

37 Ibidem.

38 BLOY, Marjorie. "The Irish Famine: 1845-9". En LANDOW, George P. THE VICTORIAN WEB. Loc. Cit.

39 Ibidem.

40 Ibidem.

41 Citado por METRESS, Seamus. Op.Loc.Cit.

42 BLOY, Marjorie. Op.Loc.Cit.

43 WHYTE, Robert. "The Journey of an Irish Coffin Ship (1847). (http://avery.med.virginia.edu/~eas5e/Irish/Rwhyte.html).

44Artículo anónimo. "The famine in the land. What has been done, and What is to be done". THE DUBLIN UNIVERSITY MAGAZINE (http://avery.med.virginia.edu/~eas5e/Irish/Land.html.)

45 SOMERVILLE, Alexander. "Letters from Ireland during the Famine of 1847". (http://avery.med.virginia.edu/~eas5e/somerville.html.)

46 BLOY, Marjorie. "The History of Britain and Ireland". En LANDOW, George P. THE VICTORIAN WEB. Loc.Cit.

47 QUESADA, Rodrigo.1998.Op.Cit.

48 MARX, Karl. EL CAPITAL. CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA (México: Fondo de Cultura Económica. 1971) Vol. I. Capítulos XXIII y XXIV.

49 VIDAL VILLA, Manuel. TEORÍAS DEL IMPERIALISMO (Barcelona: Anagrama.1976).

50 LANDOW, George. "British Imperialism". (http://despina.advanced.org/17120/data/empires/users/british/).

51 PAGDEN, Anthony. LORDS OF ALL THE WORLD: IDEOLOGIES OF EMPIRE EN SPAIN, BRITAIN AND FRANCE, 1500-1800 (Yale University Press, 1995) Capítulos VI y VII.

52 Idem. Loc.Cit.

53 LANDOW, George. Idem. Loc.Cit.

54 SILVA, Brett. "Protecting British Intersts, not Christianity, was the cause of British Imperialism". (http://despina.advanced.org/17120/data/essays/top_main.html).

55 CODY, David. "BRITISH INDIA". En VICTORIAN WEB. Loc. Cit.

56 Idem. "The Boer War". En VICTORIAN WEB. Loc.Cit.

57 SILVA, Brett. Op. Loc.Cit.

58 CODY, David. Op.Loc.Cit.

59 FINNEY, Nicholas. "Effect of War Between Great Britain and France (1856-1956)". (http://despina.advanced.org/17120/data/essays/stop_main.html).

60 Idem. Loc.Cit.

61 CODY, David. "British India". Loc.Cit.

62 Idem. Loc. Cit.

63 THE EAST INDIA COMPANY incluso, mantiene una página Web en Singapur.

64 S.A. "The 1857 War of Indian Independence" (http://www.kamat.com/kalranga/itihas/1858.htm.) También, THE EAST INDIA COMPANY. The History (3 partes). (http://www.theeastindiacompany.com/history.html.).

65 Idem. Loc.Cit.

66 S.A. "The Epic of the Race: India 1857" (6 partes). (http://www. geocities.com/Broadway/Alley/5443/indmut.htm.).

67 Idem. Loc.Cit.

68 CHESNEAUX, Jean. ASIA ORIENTAL EN LOS SIGLOS XIX Y XX. (Barcelona: Labor. Nueva Clío.1969) P.85.

69 JOSHI, P.C. REBELION 1857, A SYMPOSIUM (Bombay, 1957) Pp. 245-267. SEN, S. EIGHTEEN FIFTY SEVEN (Delhi, 1957) Pp. 410-411.

70 MARX, Karl. Op.Loc.Cit.

71 EMBREE, Ainslie T. Y WILHELM, Friedrich. INDIA. HISTORIA DEL SUBCONTINENTE DESDE LAS CULTURAS DEL INDO HASTA EL COMIENZO DEL DOMINIO INGLÉS (Madrid: Siglo XXI editores. 1987) Capítulo 20.

72 "The Epic of the Race: India 1857". Loc.Cit.

73 PALMER, Heather. "Queen Victoria´s not so Victorian Writings about Pregnancy, Children, Marriage, and Men". VICTORIANA-Resources for Victorian Living. Loc.Cit.

74 DEAREST CHILD: LETTERS BETWEEN QUEEN VICTORIA AND THE PRINCESS ROYAL PREVIOUSLY UNPUBLISHED (Edited and Copyrighted by Roger Fulford. 1964, 1992) (Londres: Henry Holt & Co. Inc. 1997).

75 Idem. Loc.Cit.

76 Idem. Loc. Cit.

77 Idem. Loc.Cit.

78 ALEXANDER, Sally. "La mujer trabajadora en el Londres del siglo XIX: un estudio de los años 1820-1850". NASH, Mary (Editora). PRESENCIA Y PROTAGONISMO. ASPECTOS DE LA HISTORIA DE LA MUJER (Barcelona: Ediciones del Serbal. 1984) Pp. 154-155.

79 Idem. Loc.Cit.

80 Idem. Pp.142-143.

81 Idem. P.144.

82 Idem. P.143.

83 SHOWALTER, Elaine. A LITERATURE OF THEIR OWN. BRITISH WOMEN NOVELISTS FROM BRÖNTE TO LESSING (Londres: Virago Eds. 1979) P.7.

84Idem. Pp. 216-226.

 

Rodrigo Quesada Monge (1952), historiador costarricense con publicaciones en varias revistas de América Latina. Tiene nueve libros sobre la historia económica, social y cultural de América Central y del Caribe. Premio Nacional (1998) de la Academia de Historia y Geografía de su país.

Si usted desea comunicarse con Rodrigo Quesada Monge puede hacerlo a: histuna@sol.racsa.co.cr

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