Santiago de Chile. 
Revista Virtual.  
Año 2 
Escáner Cultural. El mundo del Arte. 
Número 20.
12 de Agosto al
12 de Septiembre de 2000.

 
 

HUMBOLDT, BOLÍVAR Y MARX.
ENCUENTROS Y DESENCUENTROS NECESARIOS.

Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge

"Si yo mintiese al igual que todos los cronistas de viajes,
tendría que temer también el enredarme en esas mentiras".
A. von Humboldt.

REFLEXIÓN INICIAL.

La silla de Caracas. 1810.Con este trabajo, pretendemos motivar en el lector algunas consideraciones sobre los encuentros y desencuentros que pudieron haber tenido lugar en los distintos segmentos en que el pensamiento y el quehacer del Barón Alexander Von Humboldt, Simón Bolívar y Karl Marx se cruzaron, cuando así sucedió. Frecuentemente, dichos cruces estuvieron teñidos de amargura, malas interpretaciones y severidad. Se trata de tres de las más grandes figuras políticas, científicas y académicas del siglo XIX, y éste, el siglo XX, no sería lo que es en lo que respecta a las cosas buenas que todavía le quedan, sin la impronta generosa y noble que estos tres hombres dejaron sobre él.

En el momento en que se acerca la celebración del bicentenario de la primera visita del Barón de Humboldt a nuestra América, es un expediente ineludible de nuestro compromiso moral, como historiadores y como hombres de letras recordar no sólo el impacto de su visita, sino también las lecciones que podemos recibir de los encuentros que en diversas ocasiones tuvieron Humboldt y Bolívar, pero también las desiguales opiniones que el primero expresaría sobre el segundo. Con frecuencia, como veremos, dudó de la capacidad de Bolívar para conducir la lucha por la independencia en América del Sur, aunque en los momentos en que calurosamente se estrecharon las manos, en París o Roma, Humboldt siempre le expresó su más honorables parabienes.

Con relación a Marx, Humboldt siempre hizo lo posible porque sus ideas no tuvieran la difusión que aquel buscaba, y movió sus influencias para que lo expulsaran de distintos países europeos, entre ellos Francia. Ya veremos por qué. Entre tanto, hablaremos de los tres tomándole el pulso a sus distintos encuentros, cuando éstos se dieron, y trataremos de sacar el mayor provecho posible a las opiniones expresadas por cada uno de ellos respecto al otro, cuando esto también es factible registrarlo. No perdamos de vista que Bolívar nunca conoció o leyó a Marx, y Humboldt jamás lo conoció personalmente.

Para este ensayo hemos utilizado diversos tipos de fuentes, algunas en lenguas extranjeras fácilmente ubicables en la red de INTERNET, y otras en español ya consideradas clásicas. Hoy disponemos de excelentes traducciones de las obras de Humboldt y Marx, lo cual facilita la labor del bibliógrafo interesado no sólo en levantar listados de libros y artículos, sino también en reflexionar acerca de lo que los mismos puedan contener.

La bibliografía sobre Humboldt por ejemplo es descomunal, por lo que en esta ocasión nos hemos servido solamente de un aspecto en realidad modesto, para entender la sólida y lúcida personalidad del ilustre expedicionario alemán. Lo mismo puede decirse de Marx, a quien tantos desconocen y muchos ignoran. Tal vez un poco más de lectura de los trabajos de Humboldt, Bolívar y Marx, nos haría más y mejores ciudadanos del siglo XXI.

Quisiéramos para terminar esta introducción, proponerle al lector una tesis, con la cual buscamos desplegar los contenidos de este artículo: nosotros creemos que estos tres hombres nos ofrecen un punto de confluencia, maravilloso para el análisis de la génesis de las diferentes formas de conocimiento, entre ciencia, política y revolución. A la luz del concepto dieciochesco, ilustrado para ser más preciso, de que es científico todo aquel procedimiento que sigue, o responde, a la secuencia de prueba y error, el barón de Humboldt aparece como el más científico de los tres. Pero al mismo tiempo, dentro de la pesada tradición alemana de describir, desmontar y evaluar, los procedimientos elaborados por Marx, no tienen nada que envidiarle. El enfoque de lo particular a lo general, como estrategia de explicación y exégesis, en manos de Marx deriva en análisis revolucionarios que remontan considerablemente la tradición ilustrada. Así, uno se encuentra con que Marx tiene un pie en el Renacimiento y la Revolución científica del siglo XVII, y otro en la Ilustración, con toda su fuerza materialista y su rigurosidad racional.

¿Dónde encaja Bolívar en todo este asunto? Porque Marx habló con frecuencia muy mal del Libertador. Lo mismo hizo Humboldt. Y éste a su vez, habló con dudas y suspicacia de Marx. Tales encuentros y desencuentros serán la materia de este artículo, con el cual, en alguna medida esperamos contribuir a la conmemoración internacional de la primera visita de Humboldt a nuestra América.

LOS ENCUENTROS.

Humboldt y Bonpland. 1856.Un día de 1805, en el salón de Fanny de Villars en París, donde se daba cita lo más granado y selecto de la sociedad francesa de la época, científicos, políticos, cortesanas, poetas, artistas y agitadores, fue posible que tuviera lugar el primer encuentro importante entre Simón Bolívar (1783-1830) y el Barón de Humboldt. En esa ocasión, el científico alemán recién había vuelto de su célebre viaje a la América del Sur (1799-1804), y estaba compartiendo algunas de sus experiencias y anécdotas con los asistentes al salón de Fanny, cuando se le ocurrió expresar que los pueblos de América estaban preparados para recibir la independencia, siempre y cuando apareciera lo más pronto posible el hombre indicado, que tuviera el coraje y la voluntad para liderar el viaje hacia ahí. Era necesario deshacerse del yugo y la opresión españolas para que estos pueblos florecieran como merecían, indicaba Humboldt. La respuesta de Bolívar fue afirmativa y nostálgica al mismo tiempo, pues en 1853 Humboldt anotaba que nunca lo había creído capaz de conducir una lucha de tales proporciones, y que más bien lo sorprendía el ascenso meteórico de sus éxitos en contra de la dominación española

Afirmativa porque Bolívar, mientras llevaba una vida disipada y frívola en París, dispendioso con la fortuna de su familia en las mesas de los casinos y las tabernas de las Galerías de Bois del Palais Royal, cuando escuchó a Humboldt hablar de Venezuela, se sintió conmovido y provocado por el altivo comentario que hiciera el sabio alemán, respecto a que en América no existían los hombres capaces de llevar a cabo la batalla por la independencia hasta sus últimas consecuencias.

Nostálgica porque a partir de ahí su relación con Humboldt y Aimé de Bonpland, los dos grandes amigos, nunca se salió de los límites establecidos por el respeto y la consideración mutuas. La nostalgia de Bolívar al oír hablar de su tierra a un extranjero, fue la de quien reniega del exilio voluntario sabedor al mismo tiempo de los compromisos morales que tiene con su pueblo. Más adelante le ofrecería a Bonpland incluso la mitad de sus ingresos para que se estableciera en Venezuela y dirigiera el instituto científico de ese país. Pero Bonpland declinó la oferta. Aún así, la relación con él y con Humboldt se mantuvo viva, y con regularidad Bolívar recordaba sus experiencias en París y en Roma, desde donde alguna vez acompañó a Humboldt en una de sus expediciones al Vesubio , para soñar y desear también la realización de la independencia de los pueblos del Nuevo Mundo.

Ahora bien, de acuerdo con Masur, uno de sus primeros biógrafos, para Bolívar estos encuentros fueron decisivos en la constitución de su pensamiento anti-colonialista. Dice el historiador: "Incuestionablemente, el encuentro de Bolívar con Humboldt señaló una etapa fundamental de su vida; posiblemente fue incluso lo que hizo que reconociera cuál era la meta a la que quería llegar, y con ella su destino personal". Las dimensiones de un afirmación como ésta son en realidad importantes puesto que pone en el extranjero el acento de las ideas de Bolívar y apenas le concede a éste, el derecho a la imaginación y a la libertad de creación. Aún así, nos resulta más atractiva la figura de Simón Rodríguez como mentor detonante de las ideas republicanas e independentistas de Bolívar, antes que las volátiles, azarosas y poco articuladas opiniones políticas de Humboldt sobre la independencia de América del Sur. No perdamos de vista que el criterio antropológico del último sobre muchos aspectos de las culturas americanas es el reflejo de los prejuicios de la época, y su visión un tanto mediatizada no la superó ni aún después de la redacción de su monumental obra COSMOS (1848-1858).

Sin embargo, la extraordinaria competencia científica de Humboldt lo preparó para ver más allá de lo que un científico promedio podría haber visto en su viaje al Nuevo Continente. Y ello le hizo posible establecer, entre otras luminosas conclusiones que extrajo de su trabajo, que no existen "razas superiores" y "razas inferiores" , con lo cual estaba dando un asombroso salto premonitorio hacia la antropología del siglo XX. Pues de ahí en adelante le fue razonable concluir que el proceso de independencia de los pueblos americanos, la naturaleza de ese proceso, estaba llevando el curso correcto. Muchos de los prejuicios "prehumboldtianos" establecían que estos "pueblos primitivos" estaban destinados a ser conducidos por los así llamados "pueblos civilizados", y que por ello, el desarrollo político de los americanos era directamente proporcional a su desarrollo como "raza".

Al lado de algunos prejuicios de la época, que inevitablemente permearían ciertas de las opiniones de Humboldt, uno no puede evitar apuntarle al científico alemán su talento visionario y sus maravillosas intuiciones ecologistas sobre el Nuevo Continente. En Humboldt confluyen la herencia renacentista, los logros de la revolución científica del siglo XVII, y los hallazgos de la Ilustración, una síntesis que en manos de Marx produciría resultados y conclusiones de naturaleza política de incalculables consecuencias sociales, pero que en Humboldt, a partir de su acendrado empirismo generó una visión unitaria de la cultura y la naturaleza (el Cosmos) para la cual no era siempre necesario ponerse en el lugar de los "salvajes" para comprenderlos, por ejemplo.

Por eso cuando Bolívar sostenía que el verdadero descubridor de América era Humboldt, su afirmación no era ideológicamente inocente, porque el enfoque bolivariano, con claroscuros napoleónicos, reposaba sobre la creencia, ya de curso corriente por entonces, de que la América anglosajona era más próspera que la América latina, en gran parte debido a razones diferenciales de orden cultural y económico, irreconocibles en la conquista y la colonización españolas.

El gran respeto que Humboldt sentía por la obra de Cristóbal Colón, por ejemplo, evocaba la grandeza de la empresa de descubrimiento, los matices de la expedición y el impacto civilizatorio de la textura de sus distintas aristas históricas. De tal manera que uno puede fácilmente establecer relaciones genéticas entre expedicionarios como Colón y Lawrence de Arabia, pasando por la figura de Humboldt sin que el cuadro analítico resulte forzado, a la luz de la enorme capacidad de síntesis explicativa que el último fue capaz de desplegar.

Para Bolívar entonces, sostener que Humboldt había hecho más por América que todos los conquistadores españoles juntos, implicaba sostener, como muchos lo hacían en aquella época, que el poder de la civilización nor-atlántica y centro-europea era mayor y más efectivo que el de las civilizaciones mediterráneas. No en vano el grueso de los asesores militares de Bolívar fueron ingleses y franceses. Y no en vano también, Bolívar fue siempre acusado de querer establecer en América Latina un imperio al estilo napoleónico, idea que tantos problemas le ocasionó con los otros líderes del proceso de independencia.

Los viajes de Humboldt a México, Cuba y varios países de América del Sur constituyen el registro más preciso jamás levantado de los aspectos etnográficos, biológicos, sociales, políticos y culturales de regiones más allá de las esferas de acción establecidas por la dominación europea. La dinámica de ésta reposó durante siglos en el criterio de que las nociones de tiempo y espacio elaboradas por los europeos eran las únicas, y las más válidas y legítimas para establecer cualquier tipo de clasificación taxonómica de los pueblos conquistados. Humboldt fue el primero en querer superar dicho esquema, y sus clasificaciones y análisis se sostienen sobre el esfuerzo constante por entender a los pueblos que estudia, y sus niveles de inserción en la naturaleza que los rodea.

Las verdaderas proporciones y profundidad de la influencia de Humboldt sobre Bolívar no son mensurables a partir de la simple especulación que la calidad moral del científico pudiera producir. El calibre de su personalidad no está en cuestión aquí, pero sí nos impresiona la facilidad con que algunos autores tienden a sostener con argumentos diversos y bien sopesados, que sin la influencia de Humboldt, Bolívar jamás hubiera emprendido el proyecto que le costó la vida. En el cuadro que Humboldt tiene del Universo, la mediocridad no es reconocible. La unidad perfecta del Cosmos , sus dimensiones y su armonía infalible no permiten que los cambios, si son requeridos, urgentes, no se den. Por eso, cuando Humboldt duda de la capacidad de Bolívar para dirigir la lucha por la independencia de América del Sur, esta no es una duda gratuita, o caprichosa. Está perfectamente articulada a la creencia liberal burguesa del sabio alemán, de que cuando los cambios deben darse la naturaleza encuentra el instrumento para ello. El problema es que Humboldt dudaba de Bolívar como instrumento para llevar a cabo tales cambios. Y en esa duda radica todo el problema. Porque las colosales dimensiones de la empresa independentista no podían ser atendidas por un "jovenzuelo frívolo, inconsciente e inmaduro" como era Bolívar, según Humboldt, cuando se conocieron.

Como hemos indicado, muchos años después de la muerte de Bolívar, Humboldt expresaría su sorpresa de que éste hubiera podido relativamente concluir el proyecto de lucha por la independencia de América del Sur. Y en esta ocasión otra vez, la sorpresa adquiere un contenido que también la duda humboldtiana tuviera en su momento: no existían hombres con suficiencia capacitados en el Nuevo Continente para enfrentar al omnímodo poder español. El pragmatismo político de Humboldt en este episodio resulta más que soberbio. Pero olvidaba que estaba tratando con un soñador. Y para ellos todo es posible.

Río Manzanares, Cumaná. 1867.En el proyecto cosmológico de Humboldt los sueños apenas tienen cabida. Aunque en su vida personal y privada el hombre era un poeta, un idealista de muchos kilates. El encuentro con Bolívar de esta manera, debe ser comprendido como el primer intento de un acercamiento entre dos mundos que tenían rato de estarse combatiendo, y que por primera vez ahora pretendían conocerse en realidad. La profundidad de la frase de Bolívar, sobre que Humboldt había hecho más por el verdadero conocimiento de América, que todos los conquistadores juntos, forma parte también del buen decir de algunos cubanos, cuando sostienen que Cuba tuvo tres grandes descubridores: Colón, Humboldt, y Fernando Ortíz, el gran antropólogo cubano.

La frase de Bolívar es de una importancia política mayor de lo que hasta ahora se ha creído. Porque detrás de ella se encuentran todos los afanes progresistas y modernos del Libertador. La ligereza con que Humboldt lo juzgó, como hombre y como dirigente no le hizo ningún honor, pero es el fiel reflejo de la escasa comprensión que tenía el científico de las verdaderas cualidades del hombre que tuvo al frente.

No es extraño por lo tanto, que Humboldt se haya sentido tan bien con un político como Thomas Jefferson. En las distintas ocasiones que tuvieron la oportunidad de hablar, las pláticas siempre estuvieron matizadas con la constante preocupación de Jefferson por adquirir la mayor cantidad posible de datos sobre México. Y Humboldt siempre estuvo dispuesto a facilitar dicha información, con una generosidad que, a veces, resulta sospechosa, pues uno no sabe si hablar de ingenuidad científica o de impericia política por parte del alemán .

Las obsesiones ideológicas de Humboldt con el sistema político norteamericano y su ciega creencia en la infalibilidad democrática de ese gobierno, lo hicieron afirmar en distintas oportunidades, como también lo hiciera el mismo Goethe en algún momento, que los Estados Unidos eran un ejemplo a seguir, y que se tenían bien ganadas sus eventuales aspiraciones expansionistas. El modelo progresista norteamericano, era para Humboldt, el mejor marco de referencia posible, cuando de instituciones democráticas se trataba. Detrás de dicha creencia estaban los fisiócratas franceses y una figura como Adam Smith, a quienes Humboldt adoraba. De esta manera uno se ve tentado a lanzar la tesis de que los hombres de ciencia y los políticos surgidos en la Europa anglosajona y nórdica, y todos lo herederos de tales enseñanzas, para Humboldt, estaban destinados a cristalizar la idea del progreso en sus países. Los logros de la democracia norteamericana eran la lógica consecuencia del progreso que los británicos habían traído consigo a esa parte de las Américas. Como discípulo de Smith, Jefferson entonces no tenía derecho a equivocarse, y había que ayudarlo en todo lo que se pudiera con tal de que los logros de su sociedad alcanzaran a la mayor cantidad de gente que fuera posible. En ese vasto proyecto de armonía y perfección, al que Humboldt llamó Cosmos, en el que la naturaleza y la sociedad se regirían por los mismos principios, era también perfectamente válido integrar al resto de la humanidad según unos patrones de tolerancia, disciplina y libertad que vendrían a estar diseñados según los pasos inspirados en el modelo norteamericano. Es evidente que la racionalidad atribuida por Humboldt a la democracia estadounidense incluía también la racionalidad del expansionismo, que luego se transformaría en el más sofisticado y eficaz sistema imperialista de la historia.

Simón Bolívar. 1783-1830.Con este trasfondo resultan tal vez un poco más digestibles las ambigüedades de distintos tonos y colores que pudieran haber influenciado las opiniones de Humboldt sobre Bolívar. Así como también los variopintos errores de apreciación que cometiera cuando se refirió a las sociedades mexicana, cubana y venezolana. Y nuestra gratitud con su férrea defensa de los indios y los trabajadores americanos, no debe obstaculizar tampoco nuestra obligada clarificación de sus equivocaciones, las cuales, en gran medida, parecen sustentarse en una apreciación apurada y ligera de los mecanismos por los cuales el mal llamado imperio español funcionaba. Esa superficialidad es precisamente el motivo principal de su frívola opinión sobre Bolívar. Consideraba al hombre un resultado del imperio que lo había visto nacer.

LOS DESENCUENTROS.

En esta parte de nuestro ensayo, la labor es más ingrata, porque se trata ahora de apuntar aquello que no se dijo. Los silencios son a veces más significativos que las quejas y las afirmaciones a viva voz. Los méritos de la labor de Humboldt pueden ser ponderados desde muy diversas ópticas. Pero si en algo no hay duda es en que, muchas de sus indagaciones, y de los resultados de las mismas, le permitieron a los países capitalistas más poderosos del momento, tener una visión más clara de las potencias que eran capaces de desarrollar los pueblos del Nuevo Continente. Sin Humboldt la labor de Darwin, por ejemplo, se hubiera vuelto más compleja y alambicada. Sin Humboldt, la guerra que sostuvieron los Estados Unidos contra México, entre 1812 y 1848, se hubiera prolongado por más tiempo, y la importancia militar de la misma, para aquellos, hubiera adquirido proporciones no previstas. Lo que implicaba que el expansionismo norteamericano hubiera tenido que posponer su vocación a engullírselo todo.

Resulta que, entre los muchos enemigos que tuviera Karl Marx alguna vez, no podía faltar Alexander Von Humboldt. Con todos los méritos indiscutibles, desde la perspectiva eminentemente científica que pudiera haber tenido la obra de Humboldt; es decir, desde el tratamiento de raíz empirista que hiciera en obras como VIAJE A LAS REGIONES EQUINOCCIALES DEL NUEVO CONTINENTE, de la naturaleza y de la sociedad americanas, le cabe el mérito también de haber perseguido y complotado con el gobierno prusiano y el francés para expulsar al líder revolucionario de Francia.

El asunto realmente en discusión aquí, y que tendría alguna significación para los hombres y mujeres del presente, es el hecho de que, en ciertos momentos, hasta el ilustre Barón de Humboldt era víctima de serias contradicciones, en lo que respecta a su inveterada tolerancia.

Sabemos que Humboldt hizo lo posible para evitar que las ideas radicales del revolucionario alemán tuvieran alguna difusión. El bien elaborado sistema de pensamiento que respalda las ideas de Humboldt, un andamiaje teórico e instrumental que le debe mucho a los enciclopedistas del siglo XVIII y a las visiones totalizadoras del método de la razón pura (Kant), según las interpretaciones de Schiller y Goethe, resultaría totalmente incompatible con el materialismo todo comprensivo de Marx.

Junto a ello no debemos olvidar las cimentadas preocupaciones de Humboldt con relación al papel de la democracia, de la libertad de pensamiento y de la tolerancia. Para Humboldt el marxismo es simplemente una propuesta política totalitaria más, entre muchas otras de las que recorren Europa por esos años, y no es posible permitir que este tipo de agitadores anden sacudiendo y socavando las instituciones democráticas que tanto esfuerzo y dedicación le ha costado a la burguesía construir.

Es decir que, en el contexto revolucionario de los años que median entre 1848 y 1871, el romanticismo burgués de Humboldt terminó oponiéndose de una manera feroz al romanticismo marxista, para dar la justa medida a un conjunto de elementos en realidad contradictorios que definían el teatro de operaciones en el que se estaba desenvolviendo la herencia ilustrada, cuando las condiciones ideológicas de la cultura política europea no estaban dadas para recibir la instrumentalización revolucionaria del marxismo. Hasta la revolución bolchevique se darían los primeros pasos en esa dirección.

La muerte de Bolívar. 1830.Con un cuadro ideológico de estas características no resulta sorprendente que, al mismo tiempo que Humboldt está haciendo todo lo posible por deshacerse del pensamiento marxista y de su influencia en ciertos sectores de la intelectualidad y de la cultura política europeas, Marx esté también muy ocupado denostando y destruyendo la figura de Simón Bolívar y de todo el movimiento revolucionario contra el imperio español en América.

El odio que había acarreado sobre sí la figura del Emperador Napoleón III lo convirtió en algo proverbial, tanto así que, cuando en el análisis político se buscó hablar de las expresiones más férreas del centralismo burocrático, la imagen de Napoleón fue siempre la silueta que se utilizó como referencia. Y uno de los hombres que más odio sintió alguna vez por Napoleón fue precisamente Marx. De tal manera que la parafernalia política, a veces circense, a veces auténtica, de un Simón Bolívar por ejemplo, provocaba en Marx reacciones de sorprendente virulencia, por los ecos que traían consigo ese tipo de desplantes de fuerte sabor monárquico. Así sucedió con su famoso artículo de enero de 1858, un año antes de la muerte de Humboldt.

En dicho artículo Marx pudo recoger una buena dosis de los prejuicios metodológicos y hermenéuticos heredados por Hegel, respecto al análisis que podía hacerse entonces sobre la realidad de los pueblos latinoamericanos, llamados con insolencia "pueblos sin historia" . Los desencuentros fundacionales, en este caso, y motivo del título de este artículo, harían que Humboldt, Bolívar y Marx, fueran abordados como entelequias teóricas, con un telón de fondo fáctico que explicaría muy poco sobre el verdadero papel de los desencuentros como tales.

Argumentar que Humboldt es prácticamente el padre de la antropología americana nos parece una afirmación irrespetuosa si reparamos en pensadores del calibre del padre Las Casas, quienes sorprendieron a la realidad americana, con una sistematización de los desencuentros entre mundos de civilización tan distintos y sin embargo tan iguales, que la teoría se queda corta para poder formularlos políticamente , como hubiera querido cierto marxismo soviético de algunas épocas ya idas, a contra pelo de las realidades específicas que configuran el desarrollo histórico de estos países.

El gran problema que plantean estos desencuentros no está en nuestra muy pobre o muy rica comprensión de la realidad latinoamericana, y de la forma que cierto marxismo quiso acercarse a ella para aprehenderla a la luz de esquemas diseñados con la intención de trabajar la particular situación europea. El problema real asoma sus orejas cuando asumimos como totalmente válido, incluso hoy, el tratamiento que la antropología estructural por ejemplo, quiso hacer de las definitivas articulaciones culturales de los pueblos de América. En efecto, de ahí a sostener que el estructuralismo tenía razón cuando analizaba las relaciones de parentesco como definitorias de muchas de las formas de expresión mítica en los pueblos de Mesoamérica, era cuestión de un tris.

Algo similar sucedía con Humboldt cuando en sus afanes clasificatorios olvidaba con mucha frecuencia que los pueblos de indios en el Caribe o México estaban compuestos por personas, seres humanos pensantes, con una enorme y desarrollada capacidad para organizar sus propias estructuras sociales, políticas, económicas y culturales.

Sus comentarios displicentes y superficiales sobre Bolívar, tienen un raro parecido con los que hacía también Marx. En este último caso, sus ataques contra lo que concebía como una caricatura del bonapartismo, jamás podrá ser identificado como un mero problema de "eurocentrismo" o de ignorancia sobre la realidad latinoamericana. Con Humboldt una afirmación así, podría encontrarse con serias dificultades para sostenerse. Porque Humboldt manejó con solvencia una información descomunal sobre América. Pero resulta que algunos investigadores muy serios, ya probaron igualmente que Marx disponía una información a todas luces notable. Al menos muy útil y crítica, en lo que respecta a las valoraciones que pudieran haberse hecho sobre Bolívar en la Europa contemporánea.

Desde la segunda parte del siglo XVIII el conocimiento sobre América ya había remontado sin lugar a dudas el nivel de los mitos y las leyendas. La labor de Humboldt, en esa dirección, empujó muy hacia delante el conocimiento acumulado y añadió enfoques y texturas por completo novedosos y clarificadores. Sin embargo, esto es más notable y sobresaliente cuando se trata del mundo físico. Con relación al mundo social y humano a secas, las valoraciones y análisis de Humboldt no siempre son acertadas, o al menos, respetuosas de los perfiles históricos particulares y específicos que hicieran muy sensible la utilización del conocimiento derivado con el estudio del mundo físico.

Con Marx sucede algo similar. El hombre generaliza su visión de la materia política y de los acontecimientos que están teniendo lugar en Europa, y contando a su disposición una masa de datos considerable insiste en ponderar la figura de Bolívar a la luz de las carencias revolucionarias de América. Es decir, como algo similar a 1789 no se produjo en esta parte del mundo, entonces el movimiento por la independencia y sus hombres deben ser descarnadamente analizados como oportunistas e históricamente inconsecuentes. Si algo similar a la burguesía europea no aparece en el horizonte, entonces no es posible hablar de "revolución". Ni referirse siquiera entonces al peso específico que tiene la afirmación de Marx de que la llegada del capitalismo inglés a la India cumpliría un rol transformador ineludible. Siempre y cuando demoliera a palos la herencia precapitalista hindú.

La dificultad que tuvieron los hombres y mujeres de ciencias europeos durante la segunda parte del siglo pasado, para encontrarle una definición óptima a la realidad múltiple que suponía el conocimiento de América, está muy bien retratada en la siguiente cita de Humboldt:

"Para evitar circunloquios fastidiosos, continúo escribiendo en esta obra, no obstante los cambios políticos sobrevenidos en el estado de las colonias, a los países habitados por los españoles-americanos bajo la denominación de América española. Designo Estados Unidos, sin agregar de América septentrional, a los países angloamericanos, aunque se hayan formado otros Estados Unidos en la América meridional. Es embarazoso, hablar de pueblos que desempeñan un gran papel en el escenario mundial y que no tienen nombres colectivos. La palabra americano no puede ser aplicada solamente a los ciudadanos de los Estados Unidos de la América del Norte, y sería deseable que esta nomenclatura de las naciones independientes del Nuevo Continente pueda ser fijada de una manera a la vez cómoda, armoniosa y precisa" .

El haz de dificultades que presentó la sencilla búsqueda de un nombre colectivo, como decía Humboldt, para estos países, no es sólo consecuencia de falta de imaginación lingüística o filológica, como apuntarían también los falsos puristas del empirismo humboldtiano, sino la más clara evidencia de un problema mayor, que ni aún el poderoso cerebro de Marx pudo percibir: el problema nacional .

La escasa comprensión por parte de Marx y Engels de las distintas fuerzas sociales y políticas que estuvieran detrás de y contra Bolívar, les impidieron también tener una visión más generosa del hombre. Preocupados por señalar los desmanes dictatoriales del Libertador perdieron de vista la perspectiva de que, quienes estuvieron más interesados en pintarlo como un dictadorsuelo de baja estopa fueron precisamente las fuerzas más colonialistas de la Europa del momento. Al fin y al cabo las manías anti-bonapartistas de Marx resultaron armoniosas con los gestos palaciegos de Bolívar. Pero preguntas vertebrales como el simple nombre colectivo de América quedaron a la larga para ser contestadas por el empirismo de un Humboldt por ejemplo.

El cambio de textura de tales preguntas nos lleva a reflexionar también sobre afirmaciones como la de José Carlos Mariátegui, cuando sostenía que "no hay salvación para Indo-América sin la ciencia y el pensamiento europeos y occidentales" . La imagen opaca que América proyectaba entonces resultaba distorsionada aún más cuando el asunto de la nacionalidad no estaba completamente dilucidado. Y todavía en nuestros días sigue siendo motivo de controversia y enconadas discusiones. La intuición de Humboldt por esta razón resultó más empírica es cierto, pero más efectiva para advertirnos al menos de que había un asunto pendiente, uno que la invasión de Francia a México pondría en evidencia de manera brutal: América presentaba serias limitaciones para establecer su identidad nacional, una cuestión que no se resolvería con un debate sobre el estado y su procedencia hegeliana o no, como parecía haberlo abordado Marx.

Pero a Humboldt, además, le falló la intuición y la vista para darse cuenta de la belleza del arte colonial en América hispana. Decía el padre Mateos al respecto:

"Pasó Humboldt por el maravilloso arte barroco hispano-colonial, y parece no haberlo visto. ¿Insensibilidad del sabio naturalista sólo atento al fenómeno científico? ¿Incomprensión del barroco? ¿Complejo fundado en motivos religiosos? Lo cierto es que, como acabo de referir, llama gótica a la catedral de México y apenas admira en ella más que las torres adornadas de estatuas y columnas; pasó por Bogotá y no le llamó la atención más que el salto de Tequendama; estuvo en Quito, relicario del arte como pocos, con sus iglesias de San Francisco o la Compañía, y no se dio por enterado. Menciona sí, las vajillas de plata labradas en México, pero ¿dónde quedan las maravillosas custodias, los repujados de los altares, las tallas, las filigranas de púlpitos y retablos, o de las balconerías de Torre Tagle en Lima?" .

Lo que Humboldt no vio por su esquemático neoclasicismo, Marx no lo hizo por su obsesivo hegelianismo. A fin de cuentas, la idea que nos queda de todo este ir y venir por el pensamiento de dos grandes científicos europeos y de la forma en que se aproximaron a la América hispana, es que su comprensión de nuestros asuntos pareciera haber estado seriamente obnubilada por la enorme carga de prejuicios con que lo hicieron. Prejuicios fundados en las fuerzas detonadas por una revolución (la francesa) que partió de la base de que toda institucionalidad heredada por los individuos puede ser revisada y sustituida por los grupos humanos en aras de esas mismas fuerzas revolucionarias. Entre tanto, la figura enorme de Simón Bolívar espera que los hombres de esta Nuestra América le renueven su generosidad y tolerancia. Porque nuestros pueblos, sujetos a la opresión y a la sustitución de la imagen por aquella que quiere imponer el extranjero, curioso muchas veces pero insensible las más de las especificidades de nuestra historia, no son conscientes del peso abrumador que tiene ésta en la vida cotidiana de la América hispana.

Bien podría decirse, para concluir, que una de las más serias deficiencias con que europeos y norteamericanos se han acercado a la historia de América es en realidad esa carencia de mentalidad histórica. La perentoriedad del cientifismo empirista de Humboldt al final de la jornada termina pareciéndose a los apresuramientos revolucionarios del joven Marx.

SALIR DEL LABERINTO: CONCLUSIÓN.

Nos quedan unas cuantas páginas para proponer algunas conclusiones sobre lo que nos ha enseñado la redacción de este ensayo. Aquí hablamos de salir del laberinto porque es barroca la riqueza de enfoques, fuentes y tratamientos que se pueden hallar sobre la figura del barón de Humboldt. En este trabajo nuestro sólo hemos querido intentar una salutación reflexiva sobre un gran hombre y un científico colosal, pero también hemos querido ser críticos y llamar la atención sobre ciertos

aspectos que parecieran haber sido descuidados cuando se trata de opiniones y retratos que algunos analistas, historiadores y periodistas europeos y norteamericanos han hecho sobre sucesos y figuras de América Latina.

Nuestras conclusiones, de esta manera, parecieran reunirse en tres bloques de contenidos diversos, muy relacionados entre sí, y que nos obligan a reflexionar simultáneamente sobre aspectos colaterales que tienen mucho que ver con la situación presente de América Latina.

1. Antes que nada es importante recordar, resumiendo, las tres etapas del viaje de Humboldt por América. Dice Adolf Meyer-Abich, su biógrafo alemán, que "el primer período podríamos llamarlo de exploración del Orinoco y abarca la estancia de Humboldt en Venezuela desde su llegada a Cumaná (16 de julio de 1799) hasta su partida de Nueva Barcelona hacia La Habana (24 de noviembre de 1800). La expedición por Venezuela duró, pues, un año y cuatro meses. (...) El segundo período cabría denominarlo viaje intermedio. Su objetivo era reunirse en El Callao con la expedición francesa comandada por Baudin para regresar a Europa haciendo escalas previas en Filipinas y en la India. (...) El tercer y último período del viaje se desarrolló casi exclusivamente por tierras mexicanas y se extiende desde su partida de El Callao hasta su llegada a Filadelfia (19 de mayo de 1804). (...) En conjunto, la exploración arroja una duración total de unos cinco años" .

K. Marx. 1818-1883.A todo lo largo de su viaje, el expedicionario estudió, describió y analizó hasta donde pudo la naturaleza, la sociedad y las gentes de los países que visitó. Estos encuentros, puramente taxonómicos, fueron, o quisieron ser, un intento por someter a prueba las pre-concepciones culturales y las enseñanzas científico-técnicas que Humboldt había recibido de su contacto con el ambiente y las mentes creadoras más brillantes de la época. Junto a su gran preocupación por medirlo y describirlo todo, las obras suyas mencionadas en este ensayo son valiosos depósitos de información, sobre todo por los atlas que construyó, y por la frecuencia con que los prejuicios culturales y políticos del autor se escurren. Mucha de la cartografía que el autor preparó, como ya vimos, fue utilizada con propósitos de otra índole por el gobierno de los Estados Unidos, cuando lo consideró necesario en su guerra contra México, en los años que van de 1812 a 1848.

Para bien o para mal, y esto es algo que hay que plantear con toda claridad, la contribución directa o indirecta, consciente o inconsciente, de Humboldt en el expansionismo norteamericano es incuestionable.

  1. Dice Pedro Sacron en la introducción que preparó para la colección de materiales sobre América Latina de Marx y Engels, que el tratamiento de los asuntos latinoamericanos hecho por estos autores, puede agruparse en cuatro momentos diferentes.

    1. Una primera, de fecha imprecisa, pero localizable en 1847, se cierra con el término de la guerra de Crimea (1856). Aquí se mezclan los juicios morales contra el colonialismo y su justificación teórica.
    2. Hacia 1856 se abre una etapa de transición, en la que las posiciones de Marx y Engels sobre la cuestión colonial y nacional se van aclarando un poco más. Esta etapa se prolonga hasta la fundación de la Primera Internacional, en 1864.
    3. Los límites de este tercer período se pueden fijar entre 1864 y la muerte de Marx en 1883. De ser un fiero defensor del librecambismo, Marx pasa a posiciones más internacionalistas, y termina apoyando la causa irlandesa por ejemplo.
    4. El cuarto y último período, nos dice Scaron, sería aquel que va de 1883 a la muerte de Engels, en 1895. Este es un período confuso, donde la característica principal resulta ser el descuido de Engels por el mundo que está fuera del circulo comprendido por la economía Europea y norteamericana.

El elemento más llamativo de estos encuentros y desencuentros de Marx y Engels con relación a la América Latina, viene definido por su valoración de las luchas políticas e ideológicas que están teniendo lugar, a principios del siglo XIX, contra el imperio español. El problema nacional, en un primer momento, parece haber sido desprendido de su matriz originaria, que es la comprensión del abanico de fuerzas y contra pesos que definen la lucha que está liderando un militar y político de la talla de Simón Bolívar. El escaso entendimiento que Marx y Engels tuvieron de este componente, impidió , al menos en su etapa de formación, precisar un conjunto de herramientas que les permitiera diseñar un esquema de análisis, más acá del concepto de modo de producción asiático.

Las obsesiones anti-monárquicas y anti-bonapartistas de Marx, no le facilitaron la comprensión del perfil político de Simón Bolívar, y mucho menos del movimiento al frente del cual estuvo. Marx se limitó a ridiculizarlo y a compararlo con el dictador haitiano de aquel momento (Souloque), y terminó por acusarlo de tiranuelo oportunista y arrogante. Su juicio, distorsionado por razones políticas, fue más allá de la veracidad o validez de las fuentes que utilizara para escribir su célebre artículo de 1858 sobre Bolívar. Porque no se puede argumentar ignorancia o mala información en defensa de los prejuicios políticos que Marx sistematiza contra el Libertador.

  1. El culto a Bolívar, como lo llama un historiador venezolano de nuestros días, es en gran parte motivo histórico de toda la polémica de Marx y Engels contra el estatismo bolivariano. Sin embargo, las aristas premonitorias de tal desacuerdo resultan sorprendentes cuando el culto al héroe, que no idéntico al culto de la personalidad, nos permite hoy día entender mucha de la política latinoamericana. Si la acusación de Marx y Engels es extemporánea, cuando comparar a Bolívar con Napoleón III podría resultar más bien una caricatura, hoy día ya no lo es, cuando la larga historia de dictadores y dictaduras en nuestros países parecieran darles razón a unos críticos que jamás imaginaron que el anti-colonialismo bolivariano, evolucionaría inevitablemente hacia el anti-imperialismo de Fidel Castro. En este caso, sin ironía alguna, Bolívar termina siendo más marxista de lo que uno pudiera imaginar. ¿O es Marx, quien termina bolivariano?

Recordar la figura del Barón de Humboldt hoy día, no tiene un propósito modestamente conmemorativo. Las efemérides tienen sentido cuando el historiador es con suficiencia responsable, tanto como para describir y evaluar el contexto que las posibilita. Es obligatorio recordar a Humboldt porque, a pesar de la posible verdad o falsedad que haya en el dictum de que es el segundo descubridor de América, uno debe detenerse a evaluar qué le debe un etnólogo de la envergadura de Fernando Ortíz. Para quienes siguen creyendo que todo lo extranjero es lo único válido y merecedor de respeto, nos tememos que la vastedad y lucidez de la obra de Ortíz es de mayor arraigo y reciedumbre en lo que se refiere, no sólo al análisis de la naturaleza y la sociedad cubanas, sino en los caminos y las pistas abiertos para el estudio (no necesariamente cosmológico o empirista) de la realidad del resto del Nuevo Continente como diría Humboldt.

Si Colón, Humboldt y Ortíz son los tres grandes descubridores de Cuba, también debemos agregar que los pueblos del resto de Nuestra América, demandarían una mayor justicia en esa apreciación para incluir a figuras como el Padre Las Casas, y a todo lo largo de los herederos de su línea de pensamiento, a otros nombres directamente vinculados con el más rancio pensamiento anti-imperialista, es decir José Martí, Betances o Sandino.

Carecería de sentido rememorar a Humboldt sin parar mientes en que su herencia llega hasta nuestros días por su enorme poder testimonial. Pero al mismo tiempo, sería iluso no ligarlo con el expansionismo norteamericano, que viene preparado y justificado por el colonialismo europeo. De esta manera uno se da cuenta que el supuesto empirismo de Humboldt no es inocente. Y si a contra pelo de las creencias predominantes en la época, para Marx, Bolívar es un simple dictador de opereta, se debe llamar la atención de que el anti-imperialismo ha alcanzado niveles de desarrollo excepcionales en América Latina, para bien o para mal del desarrollo del mismo marxismo. En Nuestra América la tradición anti-imperialista es primero bolivariana, y luego, sólo muy luego, deriva en marxista.

Finalmente, los necesarios encuentros y desencuentros entre Humboldt, Bolívar y Marx, nos dejan abierto el debate sobre la forma, los contenidos y las estrategias que la historia ha dictado en busca del mutuo entendimiento entre el mundo europeo y el mundo no europeo, para utilizar lenguaje humboldtiano. Si la labor de Humboldt se hubiera reducido a la simple tarea del naturalista, muchas de las consideraciones que aquí hemos hecho carecerían totalmente de sentido. Pero resulta que Humboldt fue más ambicioso, o más genial si se quiere, y se atrevió a evaluar, a describir y criticar al imperio español por ejemplo. Sus consideraciones y recomendaciones sobre la administración institucional en Nueva España o Cuba, seguirán siendo lecciones sobre las cuales habrá que estar volviendo. Repletos de errores y subestimaciones en otras ocasiones, sus juicios también seguirán siendo de gran utilidad para que hombres del calibre de Fernando Ortíz nos digan cómo se puede superar la maestría de un científico del nivel del Barón Alexander Von Humboldt.

CITAS.

1LIÉVANO AGUIRRE, Indalecio. BOLÍVAR.1783-1983. (Bogotá, Colombia: Editorial Oveja Negra. 1987) Pp.40-41.

2 Idem. Loc.Cit.

3 Idem. Loc.Cit.

4 MASUR, Gerhard. SIMÓN BOLÍVAR. (Caracas, Venezuela: Grijalbo. 1987) P.52.

5 PANHORST, K.H. "Simón Bolívar und Alexander von Humboldt". En IBEROAMERIKANISHES ARCHIV (Berlín, 1930) P.35.

6 MASUR, Gerhard. Op. Cit. P. 44.

7 LABASTIDA, Jaime. "Alejandro de Humboldt y la Antropología". En HUMBOLDT EN LA RED. (http://www.uni-postdam.de/u/romanistik/humboldt/i52.htm.).

8 CARRERA DAMAS, Germán. EL CULTO A BOLÍVAR (Caracas, Venezuela: Grijalbo. 1989) Pp.175-216.

9 HUMBOLDT, Alexander Von. CARTAS AMERICANAS (Caracas, Venezuela: Editorial Ayacucho. 1980). Pp.32,45,67 y 89.

10 Idem. Loc.Cit.

11 ORTIZ, Fernando. ETNIA Y SOCIEDAD (La Habana: Ed. Ciencias Sociales.1993) Varias páginas.

12 ORTEGA Y MEDINA, Juan A. "Estudio Preliminar". En HUMBOLDT, Alexander von. ENSAYO POLÍTICO SOBRE EL REINO DE LA NUEVA ESPAÑA (México: Porrúa. 1973) Pp.1-53.

13 HUMBOLDT, Alexander Von. Op.Cit. En varias páginas de esta obra, el autor manifiesta su ignorancia sobre el sistema de cabildos establecido por los españoles en América.

14 (Caracas, Venezuela: Monte Avila Editores. 2ª. Edición.1991) 5 vols.

15 ORTEGA Y MEDINA, Juan. Op.Loc.Cit.

16 MARX, Karl y ENGESL, Friedrich. MATERIALES PARA LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA. (Buenos Aires: Pasado y Presente. 1972) Véase particularmente el artículo titulado "Bolívar y Ponte". Pp.76-93.

17 ARICÓ, José. MARX Y AMERICA LATINA. (México: Alianza Editorial. 2ª.edición 1982). Léase el capítulo titulado El Bolívar de Marx. Pp. 116-143.

18 HEGEL, G.W.F. LECCIONES SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL (Madrid: Revista de Occidente. 1974) Pp.175-190.

19LABASTIDA, Jaime. Op.Loc.Cit.

20 BATAILLION, M. y SAINT-LU,A. EL PADRE LAS CASAS Y LA DEFENSA DE LOS INDIOS (Barcelona: Ariel. 1974).

21 LEVY-STRAUSS, Claude. LAS ESTRUCTURAS ELEMENTALES DEL PARENTESCO (Barcelona: Planeta 1993) Vol.II. Varias páginas.

22 ARICO, José. Op.Loc.Cit.

23 HUMBOLDT, Alexander Von. SUPPLEMENT A L'ESSAI POLITIQUE SUR L'ILE DE CUBA (París, 1862) 1 Vol. P.50.

24 ROJAS MIX, Miguel. TODOS LOS NOMBRES DE AMÉRICA (San José, Costa Rica: EUCR. 1989).

25 MARIATEGUI, José Carlos. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA (Lima, Perú: Ediciones Amauta. 1996) Tomo 2 P.152.

26 MATEOS, F. "Viaje de Humboldt a la América Española", en RAZÓN Y FE (Madrid: Tomos 160-161. 1959) P. 301. Citado por ORTEGA Y MEDINA, Juan. Op. Cit. P. XLII.

27 HUMBOLDT. (Barcelona: Salvat. 1985) P. 88.

28"A modo de introducción". MARX Y ENGELS. MATERIALES PARA LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA (Buenos Aires: Pasado y Presente. 1972) Pp. 5-19.

29 CARRERA DAMAS, Germán. Op. Loc.Cit.

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