Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Marcelo Olivares Keyer

Guía de Descarriados

PILARES DE NUESTRO TIEMPO II

NIDO DE RATAS
(La “Escuela de las Américas”)

I    LA NUEVA INQUISICIÓN

“Escuela de las Américas”, un nombre que no dice nada. Tras esta fachada deliberadamente insípida se esconde la institución en que se (de)formaron muchos de los cabecillas, gestores y ejecutores del triste periodo histórico en que América Latina fue torturada casi de punta a cabo por traumáticas dictaduras militares. Trauma histórico y continental en cuyas mazmorras –materiales y psicológicas- fue engendrado nuestro tiempo.

Su primer nombre fue LATIN AMERICAN TRAINING CENTER-GROUND DIVISION. Lo que esa frase signifique en castellano, da lo mismo. Fundada en Panamá (más específicamente en Fort Amador, en la boca del Canal que mira hacia el Océano Pacífico) en 1946, este “Centro de Entrenamiento” jugaría un rol decisivo en el sorprendente vuelco de los acontecimientos que transformó lo que sería la Era de la Revolución y el “Hombre Nuevo”, en la era de la represión y el hombre amordazado.


Con eficiencia anglosajona, este verdadero nido de ratas ubicado, estratégicamente (y para guardar las apariencias) en la cintura de América, fue la primera manifestación física y tangible de lo que se denominó Doctrina de la Seguridad Nacional, ese maquiavélico cuerpo dogmático que consiguió redefinir en la mente de cierta oficialidad las prioridades y objetivos hacia los que dirigir la maquinaria militar.
Fue tal la eficacia de esta nueva Inquisición en el lavado de cerebro de sus alumnos, que sus graduados, al regresar a sus (nuestros) países, olvidaban por completo la función natural de las fuerzas armadas como guardianas de las fronteras nacionales. Cual zombies sometidos a misteriosa hipnosis, los becados volvían a nuestras sociedades ansiosos por masacrar a los nuevos enemigos: sindicalistas, folkloristas, dirigentes estudiantiles, artistas en general, el quiosquero de la esquina que vende cancioneros, y todo individuo o agrupación que denunciase la impotencia de las instituciones existentes para hacer mejorías estructurales en el cuerpo social.

Escáner Cultural nº: 
140
Guía de Descarriados

Cazuza - Caratula Album Ideologia 1988

RÉQUIEM POR CAZUZA

 

Marcelo Olivares Keyer
olivareskeyer@gmail.com

I   GENEALOGÍAS, IDENTIDAD Y OTRAS MACANAS

   El desarrollo del mercado discográfico en cualquier sociedad es un arma de múltiples filos. Si por una parte viene muy bien a los creadores la instalación de una maquinaria eficiente de registro y difusión, más aún cuando esta difusión adquiere dimensiones de industria y la música de esta sociedad comienza a recorrer el mundo y captar adeptos en cada rincón del planeta, no es menos cierto que esta misma maquinaria, una vez globalizada y entregada a los mecanismos del mercado, comienza a repetirse. Es decir, aquello que prendió en el gusto masivo más allá de las fronteras nacionales, por la lógica de la ganancia económica termina siendo lo único que las compañías grabadoras se atreven a exportar, ignorando olímpicamente la amplia gama cultural de que se compone toda sociedad. Conceptos majaderos y relativos, del tipo “identidad” o “lo que la gente quiere”, terminan por anquilosar la oferta, transformando la original intensión de difusión en una mera fábrica de ladrillos. Es el precio inevitable, se podría decir, como inevitable parece ser también la instalación de grupos que, de diversas formas, unas justas y otras no, acaparan la representatividad del folklore (otra palabra complicada) local. Así, odiosas dinastías artísticas fundadas por talentos genuinos, al cabo de una o dos generaciones dan paso a insufribles y ubicuos descendientes, esgrimidores permanentes del apellido del abuelo o la abuela genia.

 Brasil no es la excepción, desde que a mediados del siglo pasado la bossa nova y –ligado a la imaginería turística- el samba (tan famoso como incomprendido) se grabasen con tinta indeleble en el mural latinoamericano. A partir de aquel periodo fundacional, los apellidos de los próceres no dejaron de secretar hijos, nietos y bisnietos intrascendentes, y, lo realmente lamentable, las ciclópeas compuertas que debieron abrir paso al torrente del vastísimo acervo musical brasileiro, se cerraron al parecer para siempre.

 Sin embargo, la realidad es siempre más grande que cualquier camisa de fuerza con que se la pretenda caricaturizar.

Escáner Cultural nº: 
139
Guía de Descarriados

PILARES DE NUESTRO TIEMPO

FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE,
MAESTRO DE TIRANOS

Marcelo Olivares Keyer
olivareskeyer@gmail.com

LA BATALLA DEL SIGLO XX

   Ciertamente, el devenir histórico es uno solo, y toda división de este en periodos es sobretodo un recurso didáctico que a su vez enmascara una versión tendenciosa de la realidad. Pero también es cierto que los flujos y reflujos de la Historia van imprimiendo al paisaje humano tonalidades discursivas y texturas políticas que diferencian radicalmente un conjunto de décadas de otro conjunto de décadas.

  Aunque la mayoría de los libros de historia que nos hacen leer desde niños se empecinen en señalar otra cosa, la verdad es que la Segunda Guerra Mundial, así como otros hechos capitales para la historia del planeta, comenzó en España. Pero no aquella mañana de mediados de julio de 1936 en que un grupo de generales se sublevaron contra un gobierno constitucional que llevaba apenas cinco meses en el poder, sino a partir de los días y semanas siguientes, cuando las organizaciones de base exigieron y -lo fundamental- consiguieron armas para oponerse al golpe, dando así inicio a la conflagración que comenzaría a delinear nuestro tiempo.

  Pero, volviendo a lo planteado en las líneas que encabezan estas digresiones, ¿cuándo comenzó nuestro tiempo? Ante esta pregunta se viene de cajón la pregunta previa ¿qué define a nuestro tiempo? A mi parecer son dos los rasgos que predominan en Occidente (y más allá) desde hace ya un cuarto de siglo: Un capitalismo ya no sólo triunfal sino descarado y avasallador, y una fragmentación hasta la atomización de toda clase de reivindicaciones, reclamos y cacareos. Cuadro muy distinto de lo que sucedía hace medio siglo, cuando la amplitud y disciplina de las organizaciones de base, el alto grado de conciencia política de buena parte del proletariado, la gran cantidad de leyes sociales conseguidas tras un siglo de marchas y huelgas, mezclados a una religiosa creencia en un final feliz y en un cinematográfico triunfo de los buenos (o ,cuando menos, de la mayoría), daban para vaticinar que las izquierdas ganarían por fin la cruel y agotadora batalla del siglo XX. Pero no fue así, y a continuación de ese tiempo de esperanzas fundadas en la acción, vino este tiempo, nuestro tiempo.

  Si el umbral entre ambas épocas estuvo en los años setenta, cuando coexistieron la fe tozuda de unos con la despiadada reacción de otros, resultaría erróneo buscar el principio del fin de la era de la esperanza por esos mismos días, ya que todo elemento o fenómeno que habita el universo incuba en su seno la semilla de su propia destrucción. Entonces, hay que retroceder a esos casi tres años comprendidos entre julio del 36 y marzo del 39, cuando en los campos, pueblos  y ciudades de España, esa península europea que no por casualidad apunta hacia América, convergieron -como convergen todas las bestias en un pantano aún húmedo al inicio de una gran sequía- las facetas que la condición humana podía mostrar en ese estadio del tiempo: El heroísmo autodestructivo, la ingenua fe en las instituciones, el frío y certero cálculo, la venganza, la locura, y todos los monstruos que dormían en el ático, y que la guerra, ese desmoronamiento de todos los pactos, soltó de nuevo en las calles, como se suelta una manada de toros desbocados en una fiesta desquiciada.

Escáner Cultural nº: 
138