Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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NOVELA: YO BIPOLAR. Capítulo IX

Por Jesús I. Callejas
 
Todos los hombres están locos y, pese a sus cuidados, sólo se diferencian en que unos están más locos que otros.
Nicolás Boileau
 
 
AUTORREALIZACION
 

Algunos días, dependiendo de la ansiedad, no duermo siestas; de noche sólo un par de horas. Insisto en pos de desbrujulado viaje, montaña rusa que va soltando tuercas y tornillos mientras el fuelle dimensional avisa fragilidad de órganos, músculos, distritos óseos. Carezco de vocación, y, saludable o no, considero total desperdicio aniquilar las fuerzas rivalizando con los que nos sustraen de nuestras fétidas bagatelas. Si los demás desempeñan su oficio, ejercito el mío: vegetar. Ah, los placeres de la carne. Suena ramplón… Los placeres de los sentidos. No. Mejor… No sé… Bellas láminas griegas sobre las paredes. El pasado sería suprema fuente de conocimiento para evitar repetir errores. Olvídalo; inútil archivo. Me atrajo el psicoanálisis freudiano, con tácita base en la confesión católica, aunque, realmente, mucho más la revolución de la mente lograda por el Buda, psicólogo original. Si el budismo propone aquietar la mente y el psicoanálisis descifrarla... Qué enredo. Señores, habría que subvertir el aparato completo: los componentes serían innecesarios. ¿Es útil la psicología? Disparatado. Intelectualizar los conflictos emocionales no resuelve un carajo.

Achacoso y depravado un sistema que crea -o los estimula- locos en serie para intentar curarlos. Peor que el más enloquecido de los sainetes o el teatro del absurdo de Ionesco y Beckett. Restañar conflictos que se reciclan ya que no se extirpan de raíz. Aquietar la mente es la auténtica, la única meditación, sí, pero entender que la mente misma nos conduce a tales reflexiones se hace imprescindible. Observar la mente mientras se dice que no hay mente. Vaya, qué luminoso se antoja. De nuevo: Según los que saben -me gustaría saber qué saben- el conflicto radica en la mente, no en las religiones, pero esta mente está enferma y hoy las píldoras son su templo. La mente me trastorna pero a la vez me hunde en los ardides estimulados por la confusión. Si pierdo conciencia de mí estoy perdido. Jodido no saberme yo... o lo que creo yo. La mente es una cortesana en exceso voluble; la mía regenta un desordenado prostíbulo. Colijo que para los antiguos la memoria era histórica, como debe ser. Actualmente nos está prohibido olvidar las "culpas" y además se nos condena por intentar olvidar los traumas. Un místico vive sin memoria. Gran consuelo.

En cierta etapa me refugié en la lectura de Jiddu Krishnamurti, quien, me pregunto por qué, evadía revelar su directo antecedente: el budismo Zen tan hábilmente mezclado con la disputa (¿mejor usar el eufemismo dialéctica?) socrática. Su tocayo, el radical U. G. Krishnamurti, el gurú –o anti-gurú, si eran sinceras sus declaraciones, porque no es fácil creer en la gente- más nihilista posible, aseguraba que "la mente es un mito" y que somos máquinas fisiológicas... No soy ni místico, ni intelectual, ni científico; si acaso, un esteta aficionado, un diletante. ¿"Satori"? Lo “mío” es la bipolaridad. No perder el único faro: la tramposa mente, cabaretera saltarina y a la vez aliada imprescindible. La intuición, con sus cantos de sirena, mejor se la dejo al sueño, que bastante combustible me requiere. Además de Locozepam y Locural he consumido Eforxón y Rasteral, que aturden sin mayor efecto, o afecto, pero la Trenvega parece bloquear las alucinaciones. Me llamo Locural y, junto a mis huestes, se me ha congregado para la ceremonia litúrgica. Colóquese en esta ala del templo; ustedes se encargarán del trabajo coral.

Hola. Nuestro nombre es Trenvega. Ayudarán con el desempeño del servicio. Próximos. Somos, Locozepam. Los esperaba mucho antes para repasar la homilía. Valoramos la puntualidad. Les corresponde oficiar y esto es asunto grave: ¡hay una vida en peligro! Nada de excusas. ¡Una vida en peligro! Rueden todas hacia el altar. El pelotón de píldoras se mueve acompasado profiriendo chismes de pasillo. En la consulta psiquiátrica vi a un alto hombre joven, que sin despegar párpados del suelo movía las rodillas a velocidad inusual. El mejor sitio para mover las rodillas a velocidad inusual es la consulta de un psiquiatra. Advertencia: nunca lo haga en sitios públicos carentes de licencia o podrá ser enjundiosamente multado. Excepto una etérea anciana de cabello azulado por brioso tinte (tengo obsesión visual por las viejas teñidas con colores chillones), maquillaje a lo cucarachita Martina, cercana en una esquina, la sala de espera estaba vacía a esa hora invernal de la tarde. Pecera de centellas hacia el rostro que observa distanciado alguna barata obra teatral. Más amarillo y violeta sobre celeste roca, por favor. Así luce algo mejor. Nuestros directores artísticos son desastrosos.

El hombre, demasiado pálido y de obscuros rizos imparables, siendo observado con curiosidad casi perversa, confesó que lo había "intentado". Cocinó una cazuela de arroz con aceite de oliva, derramó dentro un frasco de píldoras como lentejas, y comió platos humeantes sin parar. Tropezó en vía hacia el baño donde cayó exánime junto a la bañera. Preocupado por la ausencia, su hermano lo encontró en un mandala de vómito al forzar la puerta del departamento.

Ardor de píldoras. La anciana me observa. Al retirarme, miré discreto hacia ella, fascinada por indagar más anécdotas del hombre, cuyas rodillas chocan entre sí a preocupante velocidad. El potencial suicida desposó a su noviecita embarazada; la azulada, solterona anciana sufrió fatal infarto durante su partida de póquer en el Five O’Clock Tea Club.

En la tarde, distribuí a lo circunferencial de la habitación mis láminas griegas. Provoca pereza describir cada una. Enero quedó tras la puerta de la habitación, febrero viajó al primer closet, en tanto dos de las siguientes cayeron a distancia apropiada sobre la pared del librero, a la izquierda; cuatro a lo largo del muro, el resto en las otras, diciembre aterrizó sobre la computadora, junto al mapa de pared. Reorganizar periplo de años reinventando la memoria; no la peor solución para acometer el diario que sé debo escribir luchando contra fugaces equivalencias externas. Olvidar para recordar.

Anochece. Momento del Locozepam. Al tragarlo llega la obertura y soy sinfónico. Desarman las notas, me fragmentó en viajeros códices que prometen vuelta a los orígenes o al origen, o mejor, por estar más a la mano, a la bañera de mi purpúrea habitación. Ahora está de moda la teoría de las cuerdas; lo pitagórico de las notas musicales me lo recuerda… ¡Alerta! Estás repetitivo… Efecto agradable, reforzado por Locural y la nueva camarada en la trinchera. Trenvega me ha ayudado a impugnar voces y visiones por el lento derrumbe que ocasiona. Flotar en suspiro de humo. Al sobrevenir la transición de la vigilia al sueño, peligroso cordón -cierta vez de plata-, enfrento mural galáctico. Estrellas y esferas multicolores, fragmentos giratorios y/o fijos: sugestivas mujeres tronchadas en mitades, escalones encaracolados, ruinosas avenidas romanas, dagas emergiendo a través de lienzos o brazos guerreros, miles de antorchas verdes, cristales peatonales en el aire y la estatua transformada en amazona al descender de su pilar entre alfombras lluviosas.

Trasfondo oro y negro. Estoy en centro del mural: aparezco en la periferia. ¿Lo he vivido, lo repito, lo imagino? El nuevo medicamento ha controlado genocidios alucinatorios fuertemente suscitados durante la vigilia; en veloces autobuses, caminando, postrado en mi habitación. Ríos de sangre, cadáveres tostados estilo hamburguesas, rostros calcinados, achicharradas calles, aceras renegridas, miembros desmembrados. Intensas crisis de hipocondría… ¿Las mismas que regresan? Quieres hacerte vegetariano por esnobismo, por pura pose, ataca Alberto. Qué puede saber de sutilezas espirituales tu burdo materialismo, concluyo emprendiendo retirada. Idiota, cafre. Siempre intentando enanearme… No darle más vueltas al asunto: Soy un hombre moral… me guste o no. ¿Acaso no lo es alguien que, aun siendo patológicamente egoísta -o debido a eso mismo por sus terrores- pretende vivir jodiendo lo menos posible a los demás y se aflige porque no lo consigue? 

Continuará en el próximo número de esta revista
 
 
Fuente de la imagen: http://www.freeimages.com *Archivo de imágenes con licencia libre
 

 
                        
Novela Yo bipolar, de Jesús I. Callejas, publicada en formato digital en http://www.bookrix.com/_ebook-jesus-i-yo-bipolar/Fecha de Publicación: 01-21-2013
 
@copyright Prohibida su copia sin la autorización del autor.
 
 
 
Jesús I. Callejas (La Habana,Cuba, 1956) ha publicado los siguientes libros de relatos: Diario de un sibarita (1999), Los dos mil ríos de la cerveza y otras historias (2000), Cuentos de Callejas (2002), Cuentos bastardos (2005), Cuentos lluviosos (2009). Además, Proyecto Arcadia (Poesía, 2003) y Mituario (Prosemas, 2007). La novela Memorias amorosas de un afligido (2004) y las noveletas Crónicas del Olimpo (2008) y Fabulación de Beatriz (2011). También ha reseñado cine para varias revistas locales como Lea y La casa del hada, así como para otras publicaciones. Recientemente ha publicado los trabajos virtuales Yo bipolar (novela) y Desapuntes de un cinéfilo (2012), que consta de reseñas y elementos de la historia del cine. Callejas es descendiente de Manuel Curros Enríquez, junto a Rosalía de Castro, el mejor poeta de lengua gallega                      .  
Escáner Cultural nº: 
172

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