IDENTARIO DE UN HÉROE PATRIO que siga soñando, total, ya luego se cae del catre
IDENTARIO DE UN HÉROE PATRIO
Que siga soñando, total, ya luego se cae del catre
Por: Carlos Osorio
Sueño que se reitera inagotable y, curiosamente, lo desvela; que le cedan el paso y así encaminar sus restos al estacionamiento definitivo de los aptos, nunca será pesadilla; sigue siendo su norte. Que ojalá sea junto a los líderes culeros, funestos y destartalados; porque así, con ese gesto de cercanía con los despreciables, demostrará su real valía, es lo que espera desde hace rato, pues se considera un repuesto de lujo con el cual es posible ajustar aún más la nacionalidad y la existencia misma de la patria, y eso ya es utilidad –bosteza y reflexiona.
Le duele que aún no lo hayan detectado, lo atormenta que nadie le dé bola, sobretodo ahora que lame huellas y cicatrices del maltrato recibido días atrás. Toda una contrariedad –se dice. Algo adolorido recuerda esa negra jornada de tranquilizantes apaleos por cuenta del insensato cocinero, experto en conchalepas, un as en eso de picarlas finito. Que se las sabe de todas-todas a la hora de afanar la carne dura que normalmente allí se consume, y que no trepidó en mostrar su vocación de servicio cultivada en los mataderos y establos contiguos, dándole con todo al sufrido Miguel Ángel.
Pese a la paliza, siente que igual salió ileso del impiadoso carnicero. Recuerda haberse puesto bien rígido, nada le cuesta, y entre más lo castigaba, más su entusiasmo, más su deseo, más su porfía por destacarse entre tanto loco. Puso su humanidad enterita, con tal de ser simpático y condescendiente con quien lo agredía, total, se siente un ganador y saco de arena al mismo tiempo, que no hubo caso deformar, menos desperfilar.
Allí cual prior luce en aquella celda alhajada de colchones de espuma y correas lacerantes. Se mantiene imperturbable, en silencio, como estatua. Como que no hay límites en su extensa cabezota -comentan sorprendidos los sesudos psiquiatras que lo merodean. Le sigue dando al un/dos/tres/momia/es todo el santo día. Tieso y afirmando la única ampolleta encargada de iluminar el conmovedor instante, es el faro que alumbra y orienta su ceguera e ilumina su despropósito. Así endurece el coraje, al menos un poco –bosteza y reflexiona otra vez. De paso es útil; calienta sus temblorosas manos.
Y no entiende razones porque, para más remate, no hay caso hacerlo desistir que deje de aplicarse yeso y cemento dental en el cuerpo. Peló definitivamente el cable que lo mantiene a tierra. A toda costa embalsamarse de prócer es su intención. Todo por su identario y cronograma que espera no se detenga y cuaje y solidifique de una buena vez y no se haga polvo o desintegre su estirpe, así porque sí.
Es su ansiedad que no lo deja y lo aleona por saberse calcáreo y, ciertamente, durito. Su cabeza monolítica insiste con porfía en recordarle la estampa dura de los Romero de Terreros. Que si no es más criptonítico es porque ya existe superman, que si no es más solidificado es porque el carey se agrieta, que si no es más conchudo, es porque las ostras arrugan, que si no es más del pueblo, es porque ya lo es, en cuerpo y alma, más alma que cuerpo en todo caso. Y más pueblo –se atreve y arremete- que aquel héroe invasor, que llegó del cielo, que aún no lo entierran, que aún lo pasean por las calles, que hasta cuándo, que a ver a qué horas lo donan al mausoleo, que ya lo tiene hasta la coronilla tanta corona de flores en su honor.
Enviar un comentario nuevo