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El Realismo Limpio de César Rengifo
Carlos Yusti
Para César Rengifo la realidad del barrio no olía a detritus, ni a basural degollado por perros callejeros. Tampoco tenía ese vaho de prostitutas acicalándose para la faena cuando la luna va mordiendo los linderos del cerro. Mucho menos era ese bufido de escaleras pringosas, con agua de cloaca, por donde bajaban esos espectros de la noche con ojeras patibularias para jugar ruleta rusa con la vida. Veía la realidad como una especie de pobreza desolada, con perros tensados en el hueso del hambre, de paisajes áridos con árboles secos (o sin hojas) quebrados en la pesadumbre, de hombres y mujeres agujereados por el drama y la tristeza. Había como mucha soledad metafórica, como mucha desolación lírica.
La pintura de César Rengifo, recuadrada en eso que críticos y especialista denominan como arte realista, se apegaba (o de alguna manera subrayaba) los postulados ideológicos y sus puntos de vistas sobre las posibilidades sociales y humanísticas del arte. En una conferencia del año 1954, titulada “El arte y el estilo”, dictada en la Facultada de Agronomía de la UCV en Maracay señalaba: “El arte verdadero tiene sus raíces en el hombre y en sus circunstancias históricas, sociales y geográficas; él es flores y frutos del árbol humano”. De igual modo creía en el arte como una forma objetiva para educar o como él lo escribió en la misma conferencia: “… el arte es indispensable para la formación espiritual de todo pueblo, y, por ello, desde él puede formársele para su propia ruina. Y un pueblo que puede juzgar en su justo valor y contenido la obra de arte, que pueda orientarse dentro de las corrientes artísticas que fluyen y forman parte de su vivir, que pueda mirar el hecho artístico en sus propias relaciones con la historia y la de la humanidad, será un pueblo mejor preparado para evitar las influencias malsanas de manifestaciones artísticas mistificadas que puedan deformar su conciencia; y, por otra parte, será un pueblo capaz de exigir de sus artistas obras que contribuyan a desarrollárselas y fortalecérselas hacia el bien y el propio engrandecimiento”. Estos postulados de Rengifo para algunos pueden resultar pueriles, pero para él era ideas factibles y que intentó llevarlas a la praxis a través de su obra pictórica y de escritura. Lo escrito por José María Salvador es pertinente: “… el pintor-dramaturgo caraqueño abriga una confianza sin limites en las posibilidades redentoras del arte. Con una ferviente fe de converso y un optimismo rayano en la ingenuidad creyó que la obra de arte posee poderes eficaces para transformar de raíz y mejorar de modo substancial la situación de la sociedad alienada por la injusticia y la incorrecta distribución de la riqueza”.
El trabajo pictórico de Rengifo puede resultar hoy superado e incluso no del todo convincente, pero lo que no se pone en duda es que está hecho con toda la honestidad y pasión posible y con los recursos estilísticos que él consideraba idóneos para plasmar esa miseria de quienes se ven arrinconados por los vaivenes históricos. En algunos de sus pinturas los lugares comunes del realismo están presentes, ese aire kitsch de sus miserables, ese tono maniqueo de presentar esos personajes raídos y reventados de pobreza lo devuelven hoy por hoy vanguardista y muy actual, quizás esas no eran sus intenciones primarias, pero en el arte que trasciende (y entabla un diálogo sin tiempo) siempre corre el albur de suscitar nuevas lecturas y es asimilado desde ópticas bastante dispares; es visto muchas veces desde ángulos menos planos, o acomodaticios. La gente, el espectador está en su derecho de someter el trabajo plástico de Rengifo a una valoración más amplia, respetando, en la medida de lo posible, esa honestidad utópica y contestaria con la cual llevó a cabo su obra pictórica. Lo escrito por Graciela Camacho de Acosta es tajante: “César Rengifo se yergue como uno de los representantes más conspicuos del Realismo Social en Venezuela, junto a Héctor Poleo, Pedro León Castro y Gabriel Bracho. Desarrolló Rengifo una obra signada por la temática social en cuadros que reflejan la creciente depauperación de las condiciones de vida de la gente que, ya sometida a toda suerte de penalidades en su nativo entorno rural, resultó víctima de aún peores circunstancias como consecuencias del boom petrolero”.
Rengifo estaba claro con respecto a su pintura, a lo que buscaba con su estilo y en una entrevista aseguraba: “La pintura es para mí un medio de comunicación y de expresión, una manera de interpretar el mundo y de transferirlo a una identidad, y un modo de vincularme y vincular a la sociedad de la que formo parte”. Esta posición de tener el arte como un medio y no como un fin es destacable. Para Rengifo el arte es un puente y en tal sentido esta idea afianzó su trabajo con el realismo desde su estilo personal y en la que descuidaba las elucubraciones estéticas vanguardistas en aras de una sencillez nítida para trasmitir mejor su pensamiento. La economía de elementos de sus cuadros no es fortuita, la presentación sin afeites de los protagonistas tampoco es casual. Rengifo va directo a contar un drama (figuras femeninas ante un paisaje desolado), una situación sea amorosa (una pareja de novios) o cotidiana (un vendedor de flores de cala). Los personajes que pinta parecen irse siempre sobre un paisaje sin tiempo, un paisaje tan Beckettiano, tan de escenografía teatral, un paisaje como escapado de un cuadro surrealista.
Rengifo fue siempre contrario a lo abstracto, a cualquier visión constructivista y no por casualidad afirma: “El constructivismo ve las formas cerradas y los contornos dentro unas limitaciones muy precisas. Mi actitud frente a la vida es abierta de espacio donde moverse y jugar con la imaginación”. Esto indica que Rengifo no era esclavo del realismo y que en su trabajo, tanto literario como pictórico, la imaginación también tenía mucha relevancia.
Es imprescindible acotar que Rengifo siempre estuvo claro sobre las posibilidades del realismo socialista y su poca valoración. Tampoco se llamó a engaño sobre el arte a secas, sin rótulos ni etiquetas, el cual también podía ser efectivo o como él lo aseveró en una entrevista: “El realismo socialista es un término mal usado y mal empleado con el propósito político muy concreto de desacreditar el arte de los países socialistas. Es una especie de etiqueta peyorativa (…) Yo no estoy de acuerdo con el arte programado y orientado hacia la exposición política, hacia el panfleto. El arte antes que todo tiene que ser arte”.
La obra pictórica de César Rengifo, en su conjunto, requiere hoy de una revisión más crítica que política, señalando sus aciertos y sus deslices desde lo estético. No perdonar su obra para favorecer al ciudadano comprometido con el devenir histórico. Acercarse a su obra sin pruritos militante ni prejuicios plásticos. Acercarse a una obra que marcó una ruptura significativa con el geometrismo cinético y que no se dejó permear por la moda en boga para consolidar un sitial estético, sin mencionar la tremenda carga humanista que tiene. Es bueno a la hora de valorar su trabajo plástico eso que dijo: “Me considero un eslaboncito de esa gran cadena del proceso doloroso y hermoso que es la pintura venezolana”.
Esa visión de que César Rengifo era un artista / escritor / dramaturgo dejado al margen por su postura política tampoco le va. Estuvo muy activo en la escena cultural que le tocó en suerte. Sus obras se representaban y siempre sus cuadros y dibujos tuvieron su espacio para exponerse. Lo que si despierta mi interés por las pinturas de Rengifo es esa soledad, ese drama silencioso de gente en un continuo vagar, de gente que camina, que va andando mientras nosotros como espectadores estamos allí varados, no estamos desolados ni tristes, sólo no vamos a ninguna parte, quietos es nuestro realismo sucio y nos aferramos a lo efímero mientras los personajes pintados por Rengifo van hacia lo eterno.
Bibliografía consultada
CÉSAR Rengifo, el drama humano. Exposición y Catálogo a cargo José María salvador.
Presentación de Graciela Camacho de Acosta. Sala de Arte Sidor. 1994.
FRANCASTEL, Pierre; Sociología del arte, Alianza, Madrid, 1981.
PANOFSKY, Edwin. El significado de las artes visuales, Madrid, Alianza, 1990, 1955