Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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"DERROTERO" DE CATALINA CORREA: ARQUEOLOGÍA DE UNA PATAGONIA FICCIONADA

 

Por Carolina Lara

 

Catalina Correa (1984) es una artista formada en Santiago, que desde 2009 vive en Coyhaique. Desde la región de Aysén, trabaja con el vasto paisaje de la Patagonia. La zona ha sido plataforma de creación donde desarrollar prácticas de investigación en terreno, y una visualidad determinada por el vestigio y el archivo. Su obra no busca tanto la representación como la presentación de una objetualidad indicial de ese paisaje, fragmentaria y abierta a distintos contextos: la naturaleza, la ciencia, la memoria personal y colectiva. En sus estrategias de recolección, operan tanto la entrevista, como la gráfica, la fotografía y el video. En sus montajes comparecen, por lo tanto, distintos relatos que terminan por armar un texto polisémico que, de uno u otro modo, va a estar siempre determinado por el lugar donde se centró la investigación.

 

 

 

  

   "Derrotero", Montaje. Catalina Correa.

 

 

Gracias a la convocatoria del Centro de Indagación Territorial “Conflicta”, que dirige en Punta Arenas Macarena Perich y que integran artistas, profesores y científicos, ha participado durante octubre y noviembre en una residencia que le ha permitido tensionar su obra en la relación de paisaje y territorio, ampliando sus exploraciones hacia otro borde de la Patagonia: el Estrecho de Magallanes. En este Primer Encuentro de Indagación Territorial - Conflicta 2014, han participado mujeres de distintas disciplinas (como la músico Camila Guajardo y la bióloga Natalia Carrasco), exponiéndose los resultados del 28 de noviembre al 20 de diciembre en el Museo Regional de Magallanes. Se sumaron el 29 de noviembre las performances de artistas invitados de Chile y el extranjero: Gwendoline Robin de Bélgica, Snezana Golubovic de Serbia, Luis Almendra de Concepción y Jason Lim de Singapur, entre otros.


Apoyado por Fondart Regional Ventanilla Abierta 2014, "Derrotero" fue la propuesta de Catalina Correa. En el zócalo de la institución, el montaje involucró dos espacios enfrentados. En una sala cerrada por una vitrina, estaba la instalación armada por 36 alzaprimas blancas que se empinaban como sosteniendo esa parte del edificio. Conectado a lo anterior, lucían en la semipenumbra del otro espacio una serie de cuadros iluminados, 12 láminas enmarcadas exhibiendo collages, dibujos, imágenes encontradas y objetos planos relacionados a las indagaciones de la artista in situ. Sus títulos apuntaban a áreas del conocimiento social y territorial, por ejemplo: Antropología, Historia, Cosmogonía, Geopolítica y Paisajística.

Concebido en el breve tiempo de una residencia, la artista cataloga el montaje no tanto como una obra terminada, sino como un proceso de obra. Una residencia implica generalmente el vínculo efímero con el lugar, y una formulación de obra que no siempre deriva en exposición, determinada siempre por cierta levedad. Claves son entonces tanto la etapa de investigación como la visualidad que adopte esa investigación susceptible siempre de nuevas enunciaciones.

 

 


 

 "Derrotero", Montaje. Catalina Correa.

 

 

 "Derrotero", proceso. Catalina Correa.

 

 

EL PAISAJE COMO MIRADA

 

 

El proceso para "Derrotero" comenzó durante mayo en Valparaíso. Por entonces, la artista se sumergió en el estudio de antiguas cartografías del Estrecho de Magallanes, encontradas en el Servicio Hidrográfico de la Armada (SHOA). Lo que llamó especialmente su atención fue la riqueza gráfica de los dibujos, sorprendiéndole la evolución de los mapas, dice: “Cómo estos han ido mutando a través de las épocas hasta perder la expresividad de la línea y convertirse en los patrones hoy conocidos”. Su aproximación al territorio fue, entonces, desde la distancia mediatizada por el gesto de esos antiguos navegantes y exploradores que registraron a mano alzada las escarpadas costas del sur del mundo.

 

 "Derrotero", proceso. Catalina Correa.

 

 

Ya en Punta Arenas, continuó en este viaje de reconocimiento a través de la ciencia, visitando el Departamento de Climatología del Instituto de la Patagonia, deteniéndose en los sistemas de medición de los factores del clima, pero concentrándose nuevamente en la gráfica y la materialidad, en la estética de esos estudios sobre el agua, el viento y la nieve. Sumó a tales exploraciones, recorridos por las estancias y paseos interminables por la ciudad, lo que incluyó Puerto Natales. Queriendo aproximarse al pasado ancestral, a la vida rural y urbana de la zona, se fascinó especialmente con ciertos encuentros azarosos, en quioscos y almacenes de revistas, en conversaciones con los dueños de estos locales, recolectando de allí imágenes, textos y mapas.

 

Todo ese repertorio gráfico, vinculado a la ciencia, la naturaleza, la ciudad y la memoria, le dio las claves para la serie de cuadros que exhibió pensando en esbozos. Por esto, si bien la artista trabaja con el “paisaje”, lo que menos encontramos es ese paisaje entendido como la panorámica que enfoca una pintura o una postal, sino una suerte de arqueología, los indicios de un paisaje cultural que no termina de construirse. Catalina aclara su concepto de “paisaje”, entendiéndolo como “lo que se percibe y observa desde un marco territorial”, siendo esto último “una situación más tangible, recorrible”, agrega: “El paisaje sería un constructo emocional e intelectual, una abstracción, subjetivación y convención sobre la vastedad del medio; mientras que el territorio es un espacio físico con límites y códigos propios, experiencial y de sentido”.

 

 

 "Observatorio", proceso. Catalina Correa.

 

 

 "Observatorio", proceso. Catalina Correa.

 

El proceso de obra se armó justamente en la tensión de paisaje y territorio. En la serie de láminas, había ciertos elementos propios del lugar, una mirada de paisaje o el paisaje como mirada. Mientras que la instalación con alzaprimas se referiría a un territorio. Para concebirla, la artista se enfocó más ampliamente en el contexto, involucrando tanto su experiencia de historia, paisaje y comunidad, como la situación del edificio, una de las instituciones culturales más relevantes en la región y antigua casona de la familia Braun-Menéndez. De ascendencia rusa y española, estos importantes comerciantes de principios del siglo XX son reconocidos como unos de los principales perseguidores y cazadores de indígenas en la región.

 


En la situación de fuerza y sostén que ejercen estas estructuras aparentemente frágiles, dice la artista, se puede percibir cierto rasgo identitario local: el carácter de resistencia de los habitantes de una zona marcada por el rigor del clima y la geografía, por la lejanía extrema respecto al resto del mundo, y el aislamiento vivido luego de que el estrecho dejara de ser el principal paso hacia uno y otro lado de los océanos. Las alzaprimas, como primeramente se podría leer, no se refieren tanto a la precariedad, sino al ilusionismo: blancas, bajo luces de neón, lucen fantasmales o como las columnas descubiertas de una ciudad inventada. Allí, está también simbolizada la paradoja de cómo se concibió un territorio desde el exterminio de sus habitantes originarios, la fragilidad de un sistema que es producto de una imposición.

 

“Para sobrevivir en la región, hay que valerse de estructuras que sostengan: el Estado, la Tecnología, o la Máquina. Son estructuras que apoyan la resistencia social en el territorio. Y es en este punto donde se cierra el círculo: los colonizadores exterminaron a los habitantes originarios, que eran tribus nómades que no necesitaban más que algunas pieles para acomodarse al medio”, afirma la artista.

 

 

    

 "Observatorio", proceso. Catalina Correa.

 

 De algún modo, Catalina Correa habla también de la Patagonia como un territorio ficcionado: “El territorio magallánico es, junto con Argentina, el gran referente de Aysén. Conocerlo, me ha permitido entender ciertos contrastes. Punta Arenas es también una isla, pero que no parece volcada a lo gaucho y lo rural sino al desarrollo urbano y a la cultura europea. No tiene mucho sentido llamar ‘Patagonia’ a un territorio tan heterogéneo, natural e históricamente. El término habla más bien de una frontera política, desligada de su origen relativo a ‘los patagones’, que eran los Tehuelches, habitantes de la pampa de Aysén, Magallanes y el sur de Argentina”.    

 

Carolina Lara B.

Periodista y crítica de arte.

Escáner Cultural nº: 
176

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