Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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IDENTARIO DE UN HEROE PATRIO

Sujétenlo con fuerza, que le vinieron las ganas de bajarse

 

Por: Carlos Osorio

clom99@gmail.com

Y sí, ahí se llevan al susodicho, al iracundo prospecto, humillado y sin entender nada; ya era mucho el escándalo que hacía, si no había noche que los vecinos no despertaran exaltados para sólo comprobar que, otra vez, se trataba del extasiado Miguel Angel y sus discursos a todo volumen, si hasta los gatos quedaban pegados al techo, con la sensación de indefensión y un pánico incontrolable, se comían hasta las uñas los pobres por las bravatas que, por megáfono, recorrían la manzana, avenidas y cerros del sector, incluso, los perros se esmeraban en no perder la calma y terminar siendo presa del mismo error de siempre; con el tiempo entendieron; eran ellos y sus aullidos los que más entusiasmaban al rabioso y hocicón éste para dar rienda suelta a su arenga y delirio estatuario. 

Entre ansioso y agitado entonces, coleccionando absurdos de una manera insospechada, se lo llevan indignamente amarrado a la camilla que hace días aguardaba afueritas de la casona, que harto costó conseguirla, que nadie se atrevía a prestar una y correr el riesgo de salir lastimado, sobre todo, por el tremendo esfuerzo y costos físicos de subirlo a ella. Y a puras mentiras piadosas lograron sujetarlo al incómodo receptá-culo de tablas. -Que vámonos a pasear mi heroico. -Que por qué no nos muestra la salida mi líder. -Que súbase nomás, que nosotros lo llevamos en andas. -¡Qué nos cuesta mi prócer. -Que anímese oiga, que afuera el pueblo espera  su excelentísima estatura de estatua.

Sin embargo y pese al ambiente de incertidumbre y solemnidad, como de entierro que rodea la escena, de entre resignarse a la burla y a su maldita suerte, se nota armonioso, con la risa a flor de labios, insistiendo que le tomen fotos a modo de dejar constancia del trato que todo héroe en su génesis o en algún momento puede recibir, sabrá sacarle partido a esta ignominia, a esta afrenta –se dice ya entre mareado por tanto somnífero- sobre todo, en pos de comprometer a la historia con su estoico devenir y proyecto de estatua, de la obligatoriedad que ésta tiene, de entregar cuentas claras a la nación por su gallardo actuar, de tener presente la simple monografía de un grande como lo es él, para cuando la ciudadanía demande claridad respecto a los oscuros próceres que pueblan el firmamento y que no son más que la antitesis, es la pura verdad, a su insigne figura de mito.

-Ya bueno. Fue el seco comentario del paramédico a cargo de la operación Salvemos al Planeta de lo Absurdo, una astuta e irónica maniobra distractoria para mantenerlo quieto, sobre todo, callado, y haciendo de tripas corazón y muecas y gestos de paparazi frente al maltrecho ídolo humano, reiteró insistente el viejo truco de simular fotografiarlo, sin luces, sin rollo y, claro, sin cámara. -¡Que ya vámonos, que saliste bonito Miguel Angel! -Que ya, que trépate mientras tanto a la ambulancia. -Que yo te saco otra, en lo que partimos. ¡Acomódate papanatas! -Que ponte de lado, que mejor de perfil. –Que muéstranos tu facha esmirriado héroe patrio, que la foto lo implora. -Que date por entero hilachento, te lo rogamos. ¡Así, así, que ahí te va el flachazo, y otro, y otro, mendrugo farsante!

Convencido ya de su carácter fotogénico y de leyenda viviente, y en menos de lo que canta un gallo, fue posible izarlo, de treparlo, como si se tratase de una estatua, de una sola vez a la camilla que desde ya empalidecía y aflojaba cuanto tornillo la estructuraba, con visos, además, de requerir atención médica inmediata; si casi sollozaba la pobre colchoneta, horrorizada de saberse una especie de urgente monolito móvil. Si hasta le cacareaban las ruedas, que una se negaba y se frenada completamente, que otra se auto infirió heridas cortantes desinflándose malhumorada, en rechazo obvio, en protesta, expeliendo el aire que aún mantenía, como un gesto de desaprobación al saberse portadora del tremendo animal éste. Por suerte la operación -Llevémonos al Héroe de Una Buena Vez al Nosocomio más Cercano- sin duda, tuvo un éxito rotundo, que quedará registrado en la historia y anales de la nación.

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