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CIUDADANOS DE SEGUNDA
Desde Venezuela, Carlos Yusti
Con el poeta Francisco Arévalo en ocasiones me encuentro en algún café de estos parajes de hormigón. Charlamos de la emputecida política. Hablamos con la jerga por delante y dejando la metáfora luminosa para el poema, la novela y el ensayo tramado a solas en nuestras respectivas guaridas. O sea que nos dedicamos a la literatura en soledad de alquimista y por puro gusto, por amor al arte como dicen los cursis que han llegado tarde a la reseda de las palabras. No recibimos calderilla alguna por nuestros gusanos tipográficos. Así y todo tanto Arévalo como yo hemos publicado algunos libros. Los escritores, al igual que muchos hijos de vecina, la pasamos cruda en esta inoperancia gubernamental. "Los escritores en este país somos sólo ciudadanos de segunda". Sentencia Arévalo, sin amargura, al tercer té de manzanilla. El navajeo literario no produce el estipendio necesario. Mucho menos reconocimiento, ni nada. Los escritores aquí apenas terminan como nombre de una calle, una escuela, una plaza para mendigos y perros callejeros. Algunos van a parar al cuarto de los trastes del olvido y otros van al pensum de estudios como materia para torturar estudiantes.