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REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Hacia una matriz epistémica de la Era Mundial


Escrito por Hugo Baronti Barella

“Que una masa de hombres sea llevada a pensar coherentemente y en forma unitaria la realidad presente es un hecho ‘filosófico’ mucho más importante y ‘original’ que el hallazgo, por parte de un ‘genio’ filosófico, de una nueva verdad que sea patrimonio de un pequeño grupo de intelectuales.” (A. Gramsci)


Para Enrique Dussel (1994), la Modernidad nace en 1492. No es la Ilustración y la Revolución Francesa lo que la origina – como afirman Hegel y Habermas, sino el propio descubrimiento de América. Hecho que sería – según Dussel - lo que permite finalmente la apertura de la subjetividad, del “ego moderno”.


La pretensión de identificar una fecha para determinar el nacimiento o el fin de una época, o incluso la propia distinción de una época respecto de otra, puede ser considerada como un gesto típicamente moderno. En este caso, lo relevante es el factor que el autor identifica como el responsable de un cambio histórico de carácter “epocal”: un acontecimiento que sacude la cotidianeidad del europeo, y que redunda en la ampliación de su Yo a propósito de una nueva conciencia del mundo. La percepción de que Europa es, efectivamente, el centro del mundo y el centro de la historia sería clave para entender el carácter de la nueva época abierta con el descubrimiento de América. (Dussel, 1994).

Lo que queremos resaltar de esta propuesta es el uso de la noción de “ego colectivo” y la importancia que el autor le asigna, respecto de su capacidad de constructor y transformador de mundo.

La utilización de nociones como “ego colectivo”, “espíritu de la época”, “alma del pueblo”, “mente social”, “conciencia colectiva”, “psyque social”, “imaginario colectivo”, o simplemente “Ser”, abundan en todo tipo de discursos de las más variadas corrientes de la filosofía y también de las disciplinas científicas. Asimismo, es evidente que a nivel de “sentido común” también hacemos referencia permanente a una o más entidades que son resultado de agregados humanos particulares y que no necesariamente se refieren a categorías que estén vinculadas a perspectivas religiosas o místicas. En este caso, la fundamentación de su existencia opera como un pensamiento prelógico o preconceptual, que forma parte de una creencia acuñada sobre la base de una “representación general” obtenida del mundo de la vida.

Por cierto que a cada juego de términos podemos conferirle un significado específico, sobre todo desde el tramado disciplinar y subdisciplinar especializado y los enfoques interpretativos que las conforman. Pero si imitamos el ejercicio que Hessen realiza en su Teoría del Conocimiento (Hessen, 1938), cual es ubicar una definición esencial (a la noción de filosofía) a partir de “la representación general que toda persona culta tiene de ella”, claramente encontramos elementos que subyacen a todas esas ideas acerca de lo que en términos generales podemos identificar como el “ser colectivo”.


En el entendido de que una revisión exhaustiva al estilo hesseniano sería demasiado desgastante para este artículo y se apartaría de los objetivos últimos, vamos a utilizar el concepto de conciencia colectiva como una “síntesis esencial” representativa de los aspectos comunes que todos esos conceptos tienen, para lo cual nos referiremos a ella teniendo presente la idea de “matriz epistémica” que sugiriera Edgard Morin y que Martínez Miguélez (2001) la resume en los siguientes términos:

"(…) el trasfondo existencial y vivencial, el modo de vida y, a su vez, la fuente que origina y rige el modo general de conocer, propio de un determinado período histórico-cultural y ubicado también dentro de una geografía específica (…) consiste en el modo propio y peculiar, que tiene un grupo humano, de asignar significados a las cosas y a los eventos, es decir, en su capacidad y forma de simbolizar la realidad (…) por consiguiente es, un sistema de condiciones del pensar, prelógico o preconceptual, generalmente inconsciente, que constituye "la misma vida" y el "modo de ser" y que da origen a una Weltanschauung o cosmovisión, a una mentalidad e ideología específicas, a un Zeitgeist o espíritu del tiempo, a un paradigma (cambio de escenario o modo de mirar, interiorizar y expresar la realidad), a cierto grupo de teorías y, en último término también a un método y unas técnicas o estrategias adecuadas para investigar la naturaleza de una realidad natural o social" (:2 ).

De esta forma, la conciencia colectiva se constituye en una entidad que es expresión de un mundo de vida y que a la vez, construye y asigna sentido a ese mundo. Una entidad que es el resultado de múltiples conciencias particulares que la conforman, en los más variados ámbitos, niveles de especialización y formas de conocimiento.

Afirmamos que esta conciencia colectiva puede llegar a existir tantas veces como grupos, colectividades o agregados humanos se constituyen por razones geográficas, culturales o sociales. Por esto, y de acuerdo con sus características, estaría fuertemente relacionada a los motivos, formas y sentidos de la “acción colectiva” en tanto fenómeno sociológico, por lo que se hace muy necesario, para esta investigación, definir algunos aspectos relevantes que la constituyen.

La conciencia colectiva es un saber activo que se logra mediante el conocimiento, el que a su vez es resultado de la evaluación de la información que obtenemos mediante la comunicación, y que procesamos con la tecnología.

En dónde:

• El saber-activo es la síntesis de la transacción entre distintos tipos y niveles de conocimiento.
• El conocimiento es la evaluación de la información que levantamos para un determinado propósito.
• La información, es la forma en que organizamos los distintos componentes objeto de conocimiento.
• La comunicación, es el acto de transmisión de la información.
• La tecnología, es la manera en que realizamos los procesos anteriores.



En ese sentido, la consistencia del conocimiento se relaciona con: a) el volumen y la calidad de la información que podemos organizar; b) la cobertura y estabilidad de la comunicación que somos capaces de establecer; y, c) la capacidad de la tecnología que somos capaces de producir.

Así, nuestra actividad se propone como objetivos: a) recopilar la mayor cantidad y la mejor información posible: b) relacionarnos con cada vez más personas y de manera permanente; y c) producir la tecnología que apunte a lograr los dos objetivos anteriores.

Y lo que ocurre en la práctica es que: a) acopiamos cada vez más información, en los más diversos soportes y formatos; b) creamos cada vez más redes de comunicación y ampliamos constantemente su cobertura; y c) creamos la tecnología que nos permite manejar y mejorar las dos actividades anteriores, así como acelerar constantemente el ritmo de dichos procesos.

Desde esta perspectiva, la conciencia colectiva está en permanente despliegue. Y su proceso depende de dos fenómenos particulares: emergencia y desborde.

La emergencia se relaciona con: a) el aumento de la cantidad de conciencias particulares participantes; b) la ampliación de la cobertura espacial que la afecta; y c) el ritmo que adquiere en su desarrollo.

El desborde se produce cuando se alcanza una densidad y ritmo que da origen a un sentido común. Este sentido común debe ser entendido, por tanto, como la máxima expresión de la conciencia colectiva; el saber activo traducido u operacionalizado a un lenguaje común para los participantes, y a un conjunto de proposiciones que establecen los márgenes de lo “plausible”.

Pero evidentemente este no es un proceso mecánico. Cada componente y proceso puede adquirir múltiples formas, ritmos o propósitos. Puede contener todos los elementos o puede dar distintos énfasis al rol y significado de algunos de ellos. De hecho, esa diferencia de énfasis es lo que provoca la diversidad socio-cultural, en escalas inferiores a lo que podríamos llamar la “escala planetaria”. Por ese motivo decimos que este es un proceso orgánico.

Pero cualquier conciencia colectiva debe lidiar con dos dinámicas que, a primera vista pueden parecer antagónicas: por un lado, debe destinar una parte de su actividad a producir el conocimiento para atender necesidades básicas o de sobrevida y por otro lado, debe destinar otra parte de su actividad a producir conocimiento para atender “necesidades de sentido”.

Ambos aspectos deben ser entendidos como un solo aspecto.

Este tiempo, el de la Modernidad, es cuando se produce el desborde del sentido común moderno, para dar cabida a una nueva época, que para efectos descriptivos en nuestra investigación, llamaremos Era Mundial.

Anticiparemos que esta nueva era se caracterizaría por considerar la escala planetaria en cuanto a cobertura y la utilización de elementos artificiales como mecanismos extensores de las capacidades humanas, lo que pondría término, a nivel de sentido común, a la relación de oposición del hombre con la naturaleza, lo que, además, permitiría la comunicación global, entre todos los seres humanos, quienes posibilitarían, en conjunto, el establecimiento de una conciencia colectiva mundial cuyas tareas principales serían terminar con todas aquellas prácticas y formas culturales que amenazan el planeta y a las distintas formas de vida presentes en él, así como resolver los principales problemas históricos que la humanidad ha presentado desde el punto de vista de la resolución de sus necesidades básicas.

Lo que posibilitaría esto, sería el desarrollo de las tecnologías de nanoescala y el manejo de la información a nivel cuántico, que permitirían la creación, re-creación y reproducción infinita de los recursos naturales, dando término a la sociedad de la escasez para dar paso a una sociedad de la abundancia, en dónde el tema central, en último término, sería el problema político de la distribución de dichos recursos y de la inteligencia para producirlos, por lo que esta conciencia-mundo asumiría como proyecto político central el establecimiento de una democracia global, a partir de las posibilidades que nos ofrecen las tecnologías de información y comunicación, en el contexto de una red que interconectará a toda conciencia humana presente en el planeta.

La incorporación y uso extenso de sistemas artificiales implicaría, además, la consideración a nivel de sentido común, del mundo como un organismo vivo, y a nuestra conciencia colectiva como la conciencia de este organismo. La reproducción infinita de bienes materiales, a su vez, podría fin al valor de cambio de los objetos, y con ello, al sistema mercantil.

Las amenazas, en este contexto, serían aquellas ligadas al control que intentarán mantener las entidades de poder configuradas en la modernidad, las que se implementarían a través de la manipulación genética, la especialización a ultranza del manejo de las nanotecnologías – privatización mediante - y la identificación pormenorizada de cada uno, con el fin de dar a cada cual el proyecto de vida que lo tiente a una relación individual y superficial con la conciencia-mundo.

Son dos los elementos que surgen a primera vista, al momento de pensar en lo distinto de la época que se abre: la configuración de una “sociedad en red” y la revolución tecnológica. Ambos elementos son factores muy relevantes, siendo considerados por la gran mayoría de los intelectuales de occidente como responsables del cambio histórico por el que transitamos. Evidentemente que, si bien puede existir un consenso al momento de mencionar ambos factores, no ocurre lo mismo al momento de reflexionar sobre sus causas y menos sobre sus consecuencias.

Primeramente, afirmamos que la “sociedad red” es producto del desarrollo de la comunicación humana, proceso que hemos identificado como ascendente, en cuanto a cobertura, capacidad y estabilidad, la que alcanzaría, en la época moderna, su mejor performance con el despliegue de Internet y la utilización de sistemas inalámbricos que permiten la comunicación, permanente, “en tiempo real” y de “muchos a muchos”.

La revolución tecnológica, como proceso concomitante pero no causante de la sociedad red (Castells, 2005) estaría a la base del mejoramiento de los sistemas de comunicación, y al mismo tiempo, del mejoramiento de la forma de organización, procesamiento y gestión de la información que nuestra sociedad requiere para la toma de decisiones en las transacciones que permiten el conocimiento colectivo.

Fenómeno emergente y desborde

Un fenómeno emergente es aquel que surge a partir de la relación de un conjunto de partes, las que generan un producto que sólo es posible obtener en el marco de su relación afectante.

Un fenómeno emergente típico es el de la conciencia individual. Creemos que la conciencia humana está relacionada con el cerebro, el que está compuesto por una serie de neuronas. Cada neurona por separado no permite mantener como una unidad la volición, la cognición y la afección que logra como conjunto. Para ello se requiere de una “masa crítica” y un nivel o estado de desarrollo, que produce la emergencia de una nueva cualidad del conjunto, provocando, así mismo, el cambio interno del sistema.

A nivel individual, el desborde está relacionado con un nivel de desarrollo de la red neuronal.

Nosotros decimos que la emergencia está vinculada al espacio – tiempo en el que una conciencia colectiva particular existe. El espacio es el ámbito de la escala o la cobertura. El tiempo es el ámbito de la velocidad o ritmo de la producción de mundo.

Toda conciencia tiene un punto de desborde. Cualquier ser con conciencia puede acceder a ese desborde. Es el momento en que se traspasa un vórtice dimensional y se logra un estado de conciencia distinto, un estado en el que se abren nuevas posibilidades, se visualizan nuevos límites y se adquieren nuevas capacidades. El ser humano, en su propio proceso de vida, alcanza de manera natural una suerte de emergencia de su conciencia individual, que Joseph Campbell (2006) la ubica en torno a los 50 años en el hombre occidental del presente.

El nivel de desarrollo de la conciencia individual está relacionado con el conocimiento. Este es adquirido a través de la información que obtenemos comunicándonos. Para el pensamiento Sufi, la forma común del conocimiento es la meditación, entendiendo la meditación como un acto activo de la mente. Los artistas corporales adquieren conocimiento a través de la meditación con el cuerpo (Yoga). Los científicos y chamanes lo adquieren a través de la manipulación de la materialidad (Alquimia). Los filósofos lo realizan con la razón, vale decir, la meditación es con las formas puras (Morfología). Los místicos lo logran con la oración. Ahí la meditación es con el mantra (Meditación Trascendental). (Rastello, 2003).

A nivel de conciencia colectiva todos estos aspectos se entrecruzan y forman parte de una totalidad. Operan bajo los mismos principios que a nivel individual. No obstante, como ya hemos dicho, cabe resaltar la mediación de dos dimensiones: espacio y tiempo. Espacio, respecto de la cobertura de la conciencia y tiempo, respecto de la velocidad de la producción de mundo.

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La masa crítica se obtiene a partir de la interconexión entre componentes aislados del sistema, por lo que la comunicación juega un papel muy importante. A mayor cantidad de componentes comunicados, la masa aumenta, y por consiguiente, la posibilidad de que aparezca un fenómeno emergente aumenta.
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La opción por los tipos de conocimiento, antes señalados, esta relacionada con, por ejemplo, la manera de relacionarse con la naturaleza, la manera de relacionarse con el cuerpo, la manera de relacionarse con la divinidad o la manera de relacionarse con la subjetividad, entre otros. Cada una ha sido considerada de manera distinta en las diferentes culturas o conciencias colectivas emergentes, no obstante de estar todas igualmente presentes. En otras palabras, cada grupo cultural ha optado por una forma específica de obtención de conocimiento, que por diversas razones emerge como dominante y característica de esa cultura en particular.

La conciencia colectiva, igualmente, una vez que alcanza una masa crítica de conciencias conectadas, adquiere nuevas capacidades, abre nuevas posibilidades y visualiza nuevos límites.

Es necesario señalar que, si bien este proceso puede entenderse como un proceso “evolutivo” cabe advertir que para nosotros:

a) No necesariamente tiene un sentido, esto es, no presenta una dirección determinada predefinida o prefijada. La dirección que tiene es la que se constituye a partir de la propia práctica humana indeterminada.
b) No necesariamente tiene un final o un límite, vale decir, por el contrario, cada vez que se avanza, es más y más grande el horizonte que se visualiza, y por tanto, cada vez más posibilidades de expansión y rumbos que puede adquirir.
c) Si bien hablamos de un incremento sostenido de la velocidad de producción de mundo, este no necesariamente es un fenómeno que deba mantenerse constante. De hecho, la velocidad misma puede entenderse como un fenómeno subjetivo que está relacionado directamente con la percepción del mundo, por que bien pudiera pensarse que en realidad no es la construcción del mundo lo que se acelera, sino es el propio tiempo el que adquiere nuevo significado subjetivo.

Tecnologías de Comunicación y conciencia-mundo

Marshall MacLuhan en 1967, plantea que las nuevas tecnologías electrónicas de comunicación del siglo XX, (televisión vía satélite, por ejemplo) serían responsables de la formación de una “aldea global”. La velocidad de las comunicaciones implicaría la transformación de la sociedad, que influiría en nuestro estilo de vida (aldea) y en la cobertura de las relaciones humanas (global).

Según MacLuhan (1967), “somos lo que vemos”, “el medio es el mensaje”, “creamos nuestras herramientas y luego estas nos crean a nosotros”, “los medios son extensiones del hombre”, en su afán de comunicar, para afectar al receptor. Y da cuenta, a la vez, de la formación de una red global de comunicaciones, que afectaría la conciencia colectiva a favor de la constitución de una conciencia planetaria de nuevo tipo.

La ampliación de la comunicación humana, y la formación de una red global interdependiente, en este sentido, permitiría un mejor conocimiento de unos respecto de otros, lo que afectaría las “incomprensiones” presentes entre los seres humanos, en contextos de menos comunicación.

En otras palabras, el desarrollo tecnológico de los medios de comunicación sería un factor de primer orden al momento de evaluar las transformaciones ocurridas en la historia reciente del mundo.

La comunicación de masas, amplificaría la subjetividad humana, a partir del desarrollo de su posibilidad comunicativa, por lo que su despliegue produciría una hipersubjetividad, esto es, una subjetividad que tiene su límite sólo en la imaginación, o dicho de otra manera, el despliegue de una autoconciencia de la subjetividad y sus posibilidades.

La década del 60 sería el momento de la comprensión del mundo como una unidad, ya no sólo teórica sino práctica, vale decir, en el sentido común del hombre moderno. La ruptura de la modernidad estaría en el hecho de la toma de conciencia del hombre moderno de la unidad del mundo y de la capacidad de su propia subjetividad.

El despliegue de una nueva época se produciría con el incremento de la producción tecno-científica, particularmente la referida a la comunicación a través de medios digitales.

Internet, como red de computadores interconectados, daría inicio a una nueva época, en la que la subjetividad humana adquiere conciencia de su capacidad en tanto intersubjetividad productora de mundo.

Al igual, que en la modernidad, sería el desarrollo de la capacidad comunicacional del ser humano, lo que permitiría el despliegue de su conciencia, en este caso, ya no sólo a nivel de grupos o colectividades, sino a nivel global o mundial.

En síntesis, lo que produciría el fin de la modernidad y el tránsito a una nueva época, sería el desarrollo exponencial de la capacidad de comunicación humana, y paralelamente, la toma de conciencia de la capacidad de la subjetividad, en tanto proceso inter-subjetivo y trans-subjetivo.

Este tránsito, más que un punto de quiebre, que niega un proceso por la afirmación de otro, debe ser visto, más bien, como un desborde, que no sólo se produce por aspectos cuantitativos, sino que también, por aspectos cualitativos, siendo ambos elementos, expresión del propio proceso.


Verdad, Sujeto y Conocimiento

Este desborde produciría la resemantización de conceptos, en el sentido común humano. Por ejemplo, en las ideas de verdad, de sujeto y de conocimiento, y afectarían la idea del sentido y fin de la actividad humana.

La idea de verdad, construida en la modernidad, era definida primeramente como una verdad externa o separada del ser humano y su subjetividad, es decir, una verdad que debía ser “encontrada” o “descubierta”.

Luego, la idea de verdad comienza a ser presentada como la verdad que se construye socialmente, vale decir, una verdad parcial, ajustada a un contexto particular y asociada a la subjetividad.

La idea de verdad, que emerge en la postmodernidad, implica la “destrucción” del concepto, toda vez que ahora ya no es posible hablar de la existencia de una verdad o incluso, de muchas verdades, ya que más bien se trataría del reconocimiento de la verdad como posibilidad pura, por lo que más que verdad hablamos de verosimilitud.

La idea de sujeto, igualmente, se constituye en la modernidad, a partir de la idea de individuo. Un sujeto separado ontológicamente de su medio, vale decir, de lo objetual. Y un sujeto trascendente, único, capaz de aislar los componentes irracionales de los racionales, para constituirse en un sujeto cognoscente, en oposición a la naturaleza, la que es finalmente racionalizada, esto es, llevada a la escala del propio individuo. Un sujeto que es “Ser” (Parménides). Un sujeto que es Uno, separado y distinto de lo múltiple. Un sujeto que despliega una conciencia heterónoma.

El yo, en este contexto, es un yo unidimensional, atómico (una conciencia - un individuo).

Luego, el concepto comienza a expandirse. Aparece una idea de sujeto que reconoce el objeto como parte de sí mismo. Un sujeto ligado a la naturaleza, y conciente de su afectación por parte de ésta. Que reconoce los aspectos de la sensibilidad como elementos presentes y afectantes, particularmente en su capacidad de conocer la realidad. Un sujeto que es “Siendo” (Heráclito). Un sujeto, que es Uno y es múltiple, a la vez. Que despliega una conciencia autónoma.

El yo, en este contexto, es un yo multidimensional y autoconciente.

En la postmodernidad, se “destruye” el concepto, en la medida en que este sujeto deja de estar “sujetado” (a la explicación que él tiene de sí mismo) por lo que hablamos más bien de un des-sujeto. Un Agente.. En ese sentido, no es un “relato” el que lo determina, sino que asume que es él quien determina el relato, que, en este caso, se trata de uno provisorio, dinámico y ajustado a un espacio-tiempo determinado. Un (in)(di)viduo que toma conciencia de su multiplicidad, en tanto que tal y en tanto colectividad.

El “yo” en este contexto es un yo multidimensional, ya que si bien conserva la individualidad, al mismo tiempo la trasciende o la desborda, constituyendo un nivel superior de individualidad colectiva, y por ende, de conciencia colectiva, que no implica la disolución del yo individual sino que lo enriquece, lo afecta. Es una relación de afectación-afectante constituyente de mundo. Yo es Yo-Otro.

El conocimiento, en la modernidad, en tanto, es la actividad que se logra a partir de la división, la separación y la anulación de ciertos componentes del sujeto. Un conocimiento posible en tanto actividad independiente, objetivante, humanizadora de la “naturaleza”.

Luego, la idea de conocimiento se expande hacia una comprensión de la parcialidad del conocimiento (en el sentido de contrario a imparcial) en donde no es posible la separación sujeto-objeto y si es posible, no es conveniente. El conocimiento, es posible sólo en la medida de su situación. Es histórico, esto es, construido socialmente.

El conocimiento, en la postmodernidad, en cambio, no es posible de la forma en que lo hemos entendido históricamente, en la medida en que el sujeto, ahora des-sujetado, no es una entidad determinada, en tanto individuo, así como el objeto, tampoco es posible de individualizar. Es político, ya que expresa sólo una intencionalidad, que surge como una apuesta a partir de una particular forma de constituir una unidad entre lo múltiple. El conocimiento, en este caso, solo se constituye a partir de su capacidad de interpelar a una colectividad, es decir, tiene la función de ser expresión de intencionalidad colectiva, que orienta un accionar determinado. El conocimiento, en este caso, solo existe en tanto su función social de articulación de sentido y productor de mundo.





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