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ESCANOGRAFÍA EN NÓMADE DESDE UN AVIÓN.
¡Este mes Escaner Cultural llega a su número 100! Un número considerable para una revista de este tipo, pionera en la red. Felicidades a todos los que hacen posible esta revista y en particular a Isabel Aranda, la maga de la red. Para festejar ese número significativo hemos tomado la desición, además de nuestras columnas habituales, de realizar una especie de radiografía íntima de nosotros mismos. Más bien, para ser coherente con escaner cultural, realizaremos una escanografía de nosotros mismos, una especie de autorretrato. Al menos ese es el ejercicio de desfacinación que yo voy a realizar. Para ello pienso en la frase tantas veces repetida de Roland Barthes: “La fotografía no es una fotografía es un texto”.Es decir que las imágenes fotográficas podrán dar cuenta de esa escanografía de mi mismo que pienso realizar y el texto podrá ser una foto, quizá. ¿Pero por dónde comenzar a hablar de nosotros mismos? Miro en la memoria… de mi computador y veo varias fotos… Ahora me encuentro a bordo de un avión, quizá atravesando el Océano Atlántico, como tantas veces lo he hecho: yendo y viniendo poco importa. Estoy leyendo un libro de Kenneth White “Le nomade intellectuel”, mientras un vaso de buen vino francés me acompaña y una película desfila frente al asiento de mi vecino de silla. Casi siempre me ha tocado estar sentado cerca a las alas del avión. Clase económica claro está. El avión está atiborrado de ciudadanos chinos que quizá van a instalarse en alguna parte del mundo con sus restaurantes de comida china, no tan auténtica por cierto, sus boutiques de telas realizadas a muy bajo precio por obreros casi esclavos en talleres clandestinos del primer mundo y sus tiendas de cachivaches donde se encuentra desde un reloj desechable hasta la última versión de la muñeca Barby. Comunismo y money, matrimonio perfecto para un país fuera de de las normas.
El viaje siempre ha estado presente en mi existencia. Desde que El Galeras me vio nacer en la antigua San Juan de Pasto, ciudad sorpresa construida en la tierra de los volcanes, emprendí en brazos de mi madre, padre y hermanos un viaje hacia Bogotá, la ciudad que nos acogería como a gran parte de inmigrantes de la provincia buscando un futuro mejor a finales de los sesenta. Desde entonces, relatos de viajeros en familia acompañaban nuestras noches. Primero vinieron los viajeros de la familia, desde la remota Grecia – esto quizá fue producto de la fabulación de mi padre, aunque como dice mi hermano Oscar frente a las palabras enunciadas por Fabio mi otro hermano, apropósito de la familia: "-Las palabras que se van del vallar de los dientes, como solían decir los griegos antiguos, de quienes heredó la danza extraña el papá Rafael y también nuestro padre, Don Gerardo Arcos Zambrano, nieto de descendiente de griegos y de españoles, puesto que la mamá Zoila era de los Zambranos de la plaza -se imaginan lo que eso significa, además de sus ojos zarcos y su orgullo (¿quién quita el acerto de la vena griega? Un día se apareció un griego, perdido entre nostalgias y sentó reales en Siquitán. Qué diablos, nadie dará explicación de las razones que tuvo el inmigrante para quedarse en un caserío que aún ahora no aparece en los mapas. Y nuestro padre tiene la danza griega metida en su espíritu ¿No lo han visto bailar todos estos días, cada vez que uno de los suyos se aparece por sus predios? ¡Y qué danza, Dios! Equilibrada, sincrónica en medio de las diacronías propias de la creatividad. ¡Qué estilo!"-,hasta los viajeros africanos, forzados a instalarse en las costas del Océano Pacífico. De esta segunda estirpe (materna) heredo sin duda el gusto por el viaje. Olores marinos, tierras nuevas y nostalgias ya enraizadas en lo más profundo de mí, de ritmos que embriagan el cuerpo entre tambores y conunos. El currulao y su son embriagante en mi memoria ahora desdibuja el llamado del jefe de cabina para que nos ajustemos los cinturones, pues atravesamos una zona de turbulencia.
La azafata a la pregunta de mi vecino, le dice que llevamos seis horas de viaje desde que salimos del aeropuerto Charles de Gaulle. El día, pese a que partí de noche sigue acompañando nuestro vuelo. Abajo una cantidad de nubes magníficas cabalgan sobre las olas. Frente a esas circunstancias uno se siente pequeño, insignificante. Pero esa sensación la experimenté por primera vez cuando sobrevolaba, desde Buenos Aires a La Paz, la cordillera de los Andes. Esos picos majestuosos silenciaron el ruido de los pasajeros: el silencio de respeto frente a la sublime Naturaleza nos recordó que no somos nada. Al menos ese silencio en el avión por esa época del año en que los vientos soplan sin tregua me hicieron pensar en la categoría de lo sublime kantiana, donde la belleza se mezcla con lo terrible.
Sí, desde siempre el viaje ha motivado mi existencia, a tal punto que en mis relaciones y mi vida profesional, siempre intento romper con las fronteras, impuestas por los convencionalismos sociales. La movilidad me llevó a estudiar en el apogeo de mi juventud Bellas Artes en la Universidad Nacionalde Colombia, esa universidad donde Edgar y Fabio habían estudiado, y donde Oscar ahora es docente. Por aquella época soñaba con ser un gran pintor – por fortuna me dí cuenta a tiempo que eso era imposible -, surgió así la serie de “Los caminantes”. Personajes salidos de una atmósfera profunda mezcla de azules ultramar y verde veridian, con ocres, sienas y blanco de zinc, que materializaban mis recorridos urbanos nocturnos de la Bogotáaneblada, en la época en que hacía ilustraciones en la revista de cultura política Opción, que dejó de circular cuando el paramilitarismo se explayó en Colombia en esos terribles años noventa donde los narcos también hacian de las suyas. Esos caminantes, luego descubrí, hacían eco a las lecturas que iba descubriendo: el flâneur baudeleriano comenzó a empujarme al mundo de la poesía, pues el arte, me di cuenta pese a los preceptos conservadores de la Escuelade Bellas Artes, es algo más grande que la plástica: “Hay que ser un ser de lejanías y atreverse a mirar más allá de su propia nariz”, esta frase de Charles Baudelaire, sirvió de viento a mis tímidas velas aún plegadas, pero listas a emprender el gran viaje. Otro de esos grandes nómades “el caminante combativo” como diría Gaston Bachelard a propósito de Friedrich Nietzsche, me mostró que es posible ser artista y filósofo. Cosa sencilla al parecer, ¿pero cómo realizar dos de las actividades, quizá las más improductivas en el mundo capitalista? Esto para mi familia, clase media emergente fue un golpe fuerte. Sin embargo, seguí en mi propósito y terminando mis estudios de Bellas Artes, decidí emprender un largo viaje a París, no sin la complicidad de mi madre Zoila, y mis hermanos Myriam, Edgar y Oscar, par ir detrás de las huellas de Baudelaire y para dejar de lado un país que si bien es cierto había logrado cambiar la constitución política (la del 91) entraba en una guerra aún más encarnizada y de la cual no salimos.
El dandy, el nacido bajo el signo de Saturno y el caminante combatiente.
Pero quién en realidad me dio la fuerza para ello fue Walter Benjamin y su estudio titulado: “Baudelaire un poeta en el esplendor del capitalismo”, que cayó en mis manos no por mis profesores de estética, algo mediocres por cierto, sino por sorpresa cuando indagaba sobre la vida de Baudelaire en le seminario de la artista Doris Salcedo. Ahora la frase de Nietzsche tenía más sentido, y decidí emprender mis estudios de filosofía del arte y estética en la Universidadde la Sorbonaen la cual me doctoré con honores. Ese viaje fue posible gracias a las huellas dejadas por uno de mis tíos, Otto Palma que lleva la música en su corazón, instalado desde hace ya casi cuarenta años, en las tierras del vino, el queso, de las estaciones y de la lengua del amor. Porque en realidad la lengua del amor es el francés, de eso que no quede la menor duda pues así pude comprobarlo; nunca antes me había enamorado tantas veces y tan intensamente, que habitando esa lengua magnífica: ¡L´amour est enivrant! como “el vino, la poesía y la virtud”, diría Baudelaire. Esa lengua me dio las alas para el amor, Kathel, Aude, Sophie, Florence, Delphine, Valeria, Paula, Céline, Mercedes, Clio…. Carolinetantos amores como ciudades conocidas. El amor es una manera de viajar sin desplazarse, pero desplazarse y amar es un viaje inolvidable. Como en los viejos tiempos donde el marino buscaba afanosamente la cálida y excitante compañía amorosa antes de volver a zarpar.
Volcán Galeras y San Juan de Pasto-Colombia. Junto a Cristina de Perreti traductora de Derrida al español y Patrice Vermeren. Buenos Aires.
París ya no es una fiesta, me dí cuenta a mi llegada a mediados de los noventa. ¡París es una rumba¡ El barrio Bastille y sus noches blancas, pueden dar cuenta de ello. "Le pont des Arts" de donde miraba "Le pont neuf…" en mis días de ocio; El puente de las artes que tantas veces me acogió en compañia de mi soledad. Pues sí París, es una ciudad de puentes que permite andarla en todos sus sentidos y perderse en ella hasta poder extraerle su más profundo secreto si sabemos pregúntarselo… la recorrí de noche y de día sin agotarme, como lo hice el invierno pasado. Pero nunca antes la había andado tanto como en el invierno del 95 cuando toda la ciudad se paralizó durante casi un mes por la multitud de manifestantes frente a las reformas del primer ministro Alain Jupé, quien renunció del gobierno del recién electo presidente Jacques Chirac. Jamás olvidaré el compromiso social de los franceses para con su país… bueno eso ha cambiado, pues elegir a un Zarcosi no tiene perdón. Enfin ¡c´est la vie! Aunque las últimas noticias anuncian resistencias grandes para el presidente neoliberal. Mis maestros Marc Jimenez, Jean-Michel Palmier, Rainer Rochlitz y Geneviève Clancy me abrieron una puerta enorme hacia la reflexión filosófica.
Gustavo Sanabria, Orlando Salgado y Pablo Acosta los complices. Léa la observadora.
El viaje me llevó de vuelta a Colombia, luego de haber vagamundeado por la vieja Europa durante casi trece años. Esta vez luego de haber pasado por varios establecimientos de enseñanza media y superior como profesor asistente no titular en la Academiade Versailles y de Créteil y, de viajar inmóvil durante horas en vagón de los trenes de la región parisina, viajes interminables en la cotidianidad, decido volver a Bogotá para asumir el puesto de docente investigador en el área de Estética y Teoría del Arte en la UniversidadNacionaly de eso ya hace dos años. Desde entonces trato en lo posible, de no parar: Río de Janeiro, Buenos Aires, Madrid, París, Barcelona, La Paz… ciudades que siguen creando un mapa afectivo donde lo más importante es la complicidad entre los amigos. Y ahora que lo pienso, tendré que nombrarlos pues bien hacen parte de esa escanografía que trato aquí de hacer visible; primero a los ya ausentes: Geneviéve Clancy la poeta, mi maestra y cómplice en el mundo de la filosofía, Robín Cárdenas el poeta de las botas rojas y sin máquina de escribir, quien partió siendo muy joven dejando una obra a medio comenzar. Y ahora los que están: Pablo Acosta, Orlando Salgado, Gustavo Sanabria, Pilar Cifuentes, Martín Roa y Angela, Jhon Fredy Ramirez, Michela Pentimalli, Eric Lecerf y Paula Sibilia, Patrice Vermeren, Jorge Dávila, Bertrand Collard y Marie Francoise Buressi, Philippe Tancelin, Jean-Pierre Faye, Stephanette Vandeville, Nelson Gómez y Alexandra, Isidro Vanegas y Magali Carillo, Valeria Paz, Juan Ayala, Carlos Contreras Guala, Gustavo Celedón, Karine Berlien, Jean Christophe Martin, Stephane Luziau, Chloé Bensimon y Michael Paraire, Ludovic Cortade, Pamela Romano, Erika Mabel Jaramillo, Consuelo Pabón, Alfredo Virgüez y Carmen Filippides, Marco Tonelli, Oscar Salamanca y Gladys Mendez, Santiago Rueda Fajardo y Karen Auney otros tantos más que ahora parecen escaparse a mi lista pero sin duda están ahí presente.
Ahora veo mi existenciaentre dos orillas, de una lado el Arte y del otro la Filosofía.Lacrítica de arte me permite realizar un ejercicio bastante interesante sobre lo que significa pensar lo sensible. ¿Y la obra de arte? Ahí se madura poco a poco, pero sin afanes de mostrarla. Hace falta algo en esta escanografía… siempre algo permanece oculto…. Ahora para terminar esta escanografía, algunas confesiones: soy un hedonista de tiempo completo, como el que pregona Michel Onfray; me encantan las buenas comidas en compañía de los amigos y en especial acompañadas de un buen vino, siempre y cuando le anteceda un buen aperitivo. Me encanta mirar llover a través de la ventana y sentir el olor de la tierra mojada. Me fascina observar las mujeres, en particular las hermosas, así como ocuparme de las plantas. Me fascina la salsa, escucharla y bailarla tomando un buen Santero. Sigo siendo de izquierda, libertario y libertino. Antonin Artaud me ilumina y Cioran me hace lúcido. Aprendí gracias a Caroline mi esposa a querer los gatos, “Lea” nuestra felina de pelaje negro como en buen bourdeau, parece salida de ese famoso afiche de Toulouse Lautrec “Le Chat Noir”; ella es una gran compañía en mis trabajos nocturnos frente al computador, pienso en Rilke en su octava elegía y veo la foto de Perec colgada en mi estudio, con su gato negro al hombro y me siento bien acompañado. Y a propósito de compañias, nada más gratificante que tener a Magdalena y a Lucien, mis pequeños hijos, en mis piernas mientras observamos la ciudad iluminada en los cerros bogotanos, las estrellas y la luna que perezosa se instala en la noche.
La Paz-Bogotá
Sobre los Andes.
Comentarios hasta el 22-12-2010
que interesante que permitas
Darío gracias y vos lo
Darío gracias y vos lo sabés que significa el nomadismo, pues lo llevas en tu existencia... sigue preparando ese viaje a la vieja España, buenos vientos y buena mar te esperan...
un abrazo
Ricardo