Santiago
de Chile.
Revista Virtual.
Año
3
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EDICIÓN
ESPECIAL
nº 14
Julio de
2001.
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PINTURA
Y ESCRITURA
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EL
MURAL
Por: Marcelo
Firpo
Yo sé que el mar delita
A manera de Prólogo:
-
"Martes
10. Hablando del mar alguien me dijo frente a mis ojos abiertos
de éxtasis, la naturaleza se da, no se razona. ¿Qué
es la razón?. Esa tan organizada y estúpida sociedad
en la cual me ha tocado vivir, justifico, y me alegro casi por
mis electro-shock. Justifico mi olvidada locura, simpatizo con
ella, seguro, quería ser yo un mar y tras de mí
todos los peces del mundo, salvar los seres, reventar contra una
tapia o algo así, probar, sí, probar que yo podía
romper con el cerquillo y echar a correr como una cabra de monte.
Algo definitivo, total, pero existe el reglamento, no un reglamento
admirable, perfecto, ecuánime, generoso, sino un reglamento
pequeñín limitado : en cierta forma hasta grotesco
y cómico. Un reglamento de leyes sociales respetado por
los idiotas y hecho respetar por los que pueden.
Existe el
reglamento. Los locos si son sosegados y alegres, que vivan entre
los cuerdos, los locos de la gracia, los locos del candor, pero
nosotros los que vemos y decimos cosas tristes, los enfurecidos
sólo en las épocas heroicas tendríamos calce
(¿cómo se escribe?). Una especie de Quijote con faldas,
absurdo, con más físico de Sancho que otra cosa.
Dios, debo estar muy triste cuando tan poco me respeto".
Aída Carballo
artista plástica
argentina
(escrito en un cuaderno
Sol de Mayo).
Acto
primero:
"...el
viento le llevó algo, algo minúsculo, apenas imperceptible,
una migaja, un átomo de fragancia, o no, todavía
menos: el indicio de una fragancia en sí...
Tuvo
el extraño presentimiento de que aquella fragancia era
la clave del ordenamiento de todas las demás fragancias,
que no podía entender nada de ninguna sino entendía
precisamente ésta..."
Patrick
Suskind
1-
-Pero es que no
puede ser, nadie se da cuentacomo yo, nadie comprende que está
todo el tiempo con una pesadilla y que no sedespierta-.
Ah!- me dijo ella
y yo atiné a acercarme a suslabios.
-La idea es un mural,
¿entendés?, cubrir aesta ciudad con un mural, no dejarla
respirar el smog, atacarla con oxígeno,romperla para que
vuelva en sí-. Aliciame miró asustada. Tenía
que haberlaprevenido, no entrar en tema tan precipitadamente,
pero era un hecho.
(Viste
su cuerpo, era un feto en la placentade su madre. En su madre
era sucuerpo. Sus lágrimas, las cadenas que loesposaban
a la cama, a esta cama que lo detiene eyaculando en él
el suero que lomantiene vivo. Sus ojos cerrados, subarba crecida,
las cámaras de televisión que rodean la nada, el
desierto de lacama y de su cuerpo, era un feto en la placenta.
Elude las cámaras muriendo, eliminando porsus propias venas
el suero que lo contiene, la broma, esta bromainexistente. Ya
hicieron un film sobresu vida, pero no es su vida ni esta cama
ni el suero que le inyectan en susbrazos. Nadie está ahí.
Nadie en una nada profunda, sin padre nimadre, sin nadie, solo
un hermano y la televisión que ahora cambia deinformación
y el suicidio de una chica de diecisieteaños).
2-
A veces, las manzanas
notienen gusanos y los maestros debemos comérnoslas.Esa
es la ley, o sea una detantas, como la de Pitágoras. Tal
vez los murales no las cambien, pero puedenponerlas en duda.
En estos momentos,
estoytrabajando de maestro. Sentís que todo es parte delTeorema
de Pitágoras, elproblema es que algunos deben terminar
creyéndosela.Es difícil no bajarbandera, es tan
fácil decir que la verdad la tiene uno. Quisieraque el
mural nofuera así.
-Maestro,¿le gusta
estedibujo?.
-Sí, muy
bonito, pero talvez esté desequilibrado el encuentro entre
esas dos paralelas arremetidaspor ese oso peluche del cuadrante
inferior izquierdo, nuestra cultura le damayor peso al sector
derecho y por lo tanto, la diagonal y sia eso le sumamosla saturación
del color...
-Maestro, ¿le gusta
estedibujo?, ¿sí o no?.
(Existen
en escenaseres de todo tipo y virtudes. Algunos pasan, son parte
del río inmóvil,pieles engullidas por el decorado
de respiración lenta, repetida, descifrable.Otros, la mayoría,
atraviezan esta gangrena buscando salir del río. Peces
deaguas secas, intentan bajar a su interior para respirar la sangre.
Pero secansan, se detienen, compran sus espejitos, caen irrefrenablemente
al ríoinmóvil y nada. Solo pocos se salvan. Pocos
escupen en estas aguas, semasturban en ellas y abren sus piernas,
no para prostituirse sinoparagritar el amor que brota de sus venasyatravieza
sus ojos y su vagina,que los parte en dos, en miles de gritos
que no debendejar de estallar en salvajes poesías sin bandera
ni himno ni patria, cargadasde gatos, de lunas, enarbolándose
a sí mismas con cuchillos de letras que seclavan asesinas
en el río, hasta ahogarlo en sus propiasaguas.)
Al salir del trabajo,comencé
la encuesta. Tomé por Córdoba y llegué a
Junín,zona de Facultades ygente inteligente, pensé.
-Disculpe, si fuera a pintar unmural, ¿qué colores le pondría
?-La cara del estudiante de Medicina era como para operarme ahí mismo.
Muy atento igual, siguió caminando, mirándome, analizandomis
ojos, mis verrugas,mis narices, intentando contarlas.
-Disculpá,
si quisieraspintar un mural en Buenos Aires, ¿cuál sería
su contenido?- la chica deEconómicas aceleró su
paso. Yo, igualmente proseguí mi búsqueda.
(Ahora pienso.
Por única vez en mi vida,pienso: -Si todos fueran ciegos,
no verían tu rostro.)
Croaba la rana en unrincón del charco. Me detuve. Comencé
a observarla muy lentamente. Me acerquéhasta sus ojos.
La acaricié. Siempre creí que eran feas, asquerosas
diría, peroésta no me causó tal impresióm
ni huyó al acercarme. Ella también detuvo sumitrada
en mí. Verde, se desplegaba en torno suyo, junto a la hierba
que lacircundaba. Nadie me observó. Recordé el viejo
cuento del sapo y la princesa. Meacerqué más. Me
agaché a su lado y la volví a mirar, sus ojos me
acariciaron. Medetuve un segundo más y la besé.
Abrí su boca con mi lengua. La deslicé en suinterior
hasta tocar la suya, enredándose con ella, mezclando nuestras
salivas.Cerré los ojos, volví a recordar el cuento
del sapo y la princesa. El beso habrádurado algunos segundos
tan solo o tal vez muchos más, mis ojos cerrados no pudieron
distinguir el tiempotranscurrido. Me alejé unos centímetros
como para extraer mi lengua de su boca.Recién allí
volví a abrirlos. La rana seguía ahí. A los
varios segundos, abriósus ojos. Me levanté, la miré
por última vez y seguí micamino.
3-
Afuera las cosas
seguían pasando, dos o tres culetazos barrían con
los ojos de la gente. La gente se empezaba a molestar, pero las
hormigas tenían el poder, las harmas y los hojos harrancados
en haños hanteriores. También había cucarachas
y esas eran las peores. De las hormigas ya sabíamos, pero
las cucarachas todavía estaban limpias, con esa belleza
esculpida de ternura (atea o religiosa, anarquista o militar,
comerciante o ama de casa).
Los dibujos provocaban
desde todos los rincones. La situación era cada vez más
densa, primero uno ni los veía, luego hasta los tomaba
con gracia, pero después: TODO, las paredes de la ciudad,
la corteza de los árboles, el cemento y el semen, las chapas
de los techos, TODO iba siendo inundado por los dibujos, esos
trazos tiernos de colores aterradores por perfectos, su desconocida
simbología, atroz, pura... Fuimos desconfiando de a poco
de todos los ojos que se cruzaban en nuestras miradas. Junto a
sus madres. Ellos y sus madres. Íbamos convenciéndonos
de la verdad.
En estas paredes
escribo mi confesión. Tendrán que derribar las paredes,
los muros, el asfalto y mis huesos. No puedo dejar que se olvide
lo sucedido, alguien en algún sitio tendrá que comenzar
la rebelión, despegar la ceguera de los ojos de la gente.
Debo seguir, ya siento la debilidad propia de tener que escribir
con mi propia sangre. Debo contar sobre los días transcurridos,los
dibujos, sobre todo los dibujos y sus formas, sus colores. Debo
confesar también mis errores, no haber dado fe a mis ojos
y hoy casi no existen, carcomidos por la luz. Nunca pude concebir
tanta crueldad, la inteligencia de la crueldad y la estupidez
de los que vimos. Uno a uno fuimos cayendo aquellos a los que
no podían dominar, uno a uno los que comenzamos a sospechar,
encerrados aquí, allá o en los propios subsuelos
de la ciudad, incinerados en el fuego, aplastados sin poder hacer
nada. Debo contar lo sucedido, no puedo detenerme.
Los
ojos del guardia resbalaron en mis manos. Era la salida, mis huesos
eran casi todo lo que quedaba, el resto había muerto en
las paredes enfrentando a la ceguera del mundo, un mundo que estaba
a punto de ser exterminado por la ternura.
( Iba mi mano acechando sobre la pared, matando hormigas que iban
en busca de mis plantas. Al matar a unas, las más cercanas
se movilizaban rápidamente, como si cada una existiera
en su todo.
Fui matando entonces a éstas, cerrando la comunicación
entre ellas, hasta que bajó una y la enfrenté con
el dedo índice. Se detuvo. No huyó, se quedó
en su lugar, quieta. La moví con el dedo y siguió
en su terquedad, fija, inmóvil, esperando que la aplaste.
No lo hice.)
4-
Era de mañana.
Tal vez la luna lo entendería. El largo suspirar del mate
y en el patio, las baldosas a rombos blancos y negros, las hojas
verdes. Alicia se levantaba, tomaba sus caricias y daba las suyas,
nuevas de cada día. Sus labios se movieron lentamente:
-¿Por qué no vamos a la costanera?, -No, tenemos que ir
a trabajar, me dice, no, es domingo, te digo que es lunes, bueno,
la dejamos en martes, llamamos al laburo y vamos a la costanera,
bueh, está bien, chuic.
(Le pedí
a un amigo que guarde lo inimaginable en una caja, que solo me
lo devuelva en el momento preciso, un segundo antes del salto
por la cornisa. Sentí que el mural era imposible, eso me
aterrorizó. Sentí mis manos, sentí por última
vez mis manos. Acaricié tu nombre, el muro, las palabras,
los colores. Acaricié las caricias y tus ojos, que aún
me miraban. Me detuve un instante, todo este libro es un instante.
Vi mi rostro, la larga serie de maderas, telas, palabras. Encendí
el televisor, estuve horas ahí. Caí vertiginosamente
por tu piel, muerte -las paredes del Borda tienen olor-.
Las paredes del Borda tienen olor. Le pedí a un amigo que
guarde lo inimaginable en una caja, que solo me lo devuelva en
la lluvia, un segundo antes del salto final.
( SERÁ ENTONCES
UNA LUNA
CLARA
DE NOCHE
Y EL DETALLE
DE LAS HOJAS
DIBUJADAS
ACARICIANDO
EL CIELO,
BESANDO
SU CUELLO
HASTA HABLAR
EN SILENCIO
A SU PIEL).
VOY A DETENER
LA NOCHE
PARA PODER
DETALLADAMENTE
ACARICIARTE,
EN ESTA
LUNA
Y EL DETALLE DE LAS HOJAS.
Caía lenta,
imperturbable, como después de haber combatido. Cual bandada
de pájaros crucificados por el viento sin que nada ni nadie
se pueda interponer en su destino, o tal vez sí, el borde
de mis anteojos. Caía lenta, impenetrable en sus razones.
Acaso el frío o la anestesia que recién me habían
inyectado, fuera de eso no había razón para su existencia.
Caía lenta, húmeda, transparente cual manantial
de tristeza. La venganza contenida, el miedo de caer, una caída
lenta, imperturbable, como esa lágrima que baja por mi
piel).
5-
Todo es un envase.
Las botellas son envase. Las botellas son solamente botellas.
Las cajas, cajas. Los roperos no tienen ropa y los televisores
solo cubos sin imágenes ni sonido. Los sueños no
tienen sueños, solo ronquidos y los cuerpos, solo cuerpos.
Los libros ya
no tienen más que palabras. En un instante pensé
esto y luego todo lo contrario. Tomé fuerzas y seguí
pintando mi mural, uno que desheche los envases, que cubra la
ciudad, pero sin convertirse en un nuevo envase. Todo es desorden,
pero el caos lo es, por eso pinto este mural ( lo necesito).
(Aquí,
ayer, nos encontrábamos muy cansados de correr. Luego comenzó
a llover. En el cielo, los nubarrones negros y siniestros. Avía
en eze lugar un umo tremendo, me caí pero me levanté
y te miré azombrado tú me mirastes y me isistes
cayar enceguida el zonido se calmó los ruidos sesaron y
nos marchamo. Estávamos mui hasustados. Al rato te miré
a los Hojos, tE dIJE tE
KierO y
tE VESË,)
Vacías
tu brazo
y
es sangre
hace
mucho que no escupen mis manos:
dios
son mis manos.
"La luna
era una cicatriz en el cielo. Nadaban los peces en recipientes
vacíos. Aquí adentro, entre estos edificios blancos,
las manos gritan y los gritos manos."
(Susurran algo...)
Cuántas
sillas destinadas
rastreándonos
como perros sabuesos
tibias
de gordas opulentas,
burguesas
sillas y hasta tronos monacales y
púlpitos
y hasta bancos de piedra y
el
sillón de Rivadavia,
pero
los pies descalzos.
"Hoy coloqué
tus besos en una jarra entera de mis lágrimas. La vida
es un tobogán, lo lindo es saltar antes de llegar a la
arena."
Caminé
un rato por estos lugares,
alunicé
acaso en tus sombras,
acaricié
insinuante tus labios
y
esperé, detrás del escenario,
que
te acercaras a mí. Detuve
un
momento mi respiración,
asfixié
mis ojos y mis manos,
desalineé
las palabras y claro,
no
me animé a decirte nada.
Apareciste
de golpe, oscura,
ronroneaste
un par de pestañas
no
me miraste sí me miraste
y
es así, como
nunca
jamás
te
olvidaré.
-
-
Acto
segundo:
"En
este capítulo, vamos a tratar de
simplificar la enumeración de los
colores, limitándonos a los pigmentos
puros imprescindibles. Tales pigmentos no
deben poseer impurezas químicas,
para asegurar la permanencia en el muro...".
Carlos Aschero "La pintura al fresco"
6-
Soy el mural. Me
miro. Sus ojos ya no son sus ojos ni los míos. Son ojos.
No necesito paredes que puedan servir como fronteras ni puedo atisbar
el futuro de mis manos. Soy nostalgia del futuro caminando ya sin
barrotes o contrastes en escena. Veinticuatro dibujos por centímetro
cuadrado de carne. Vos me decís qué te pasa, él
murmura, ella grita con su boca roja y recuerdos: ¿quién?,
sino mis ojos bañados en lágrimas internas por la
gran puta necesidad de afecto que me parió, con tus ojos
(gatos, lunas, gritos de silencio en un cuarto lleno de estrellas,
escalera). ¿Dónde?, me pregunta ella perturbada por mis ojos.
Por mis ojos. Quiero hacerme un abanico, un abanico palabra, no
un simple abanico sino un abanico canto, moviola, rojo, durazno,
cuchillo (con tus ojos quiero hacerme un cuchillo y no soy carpintero
ni Cristo), (con tus ojos quiero hacerme un cuchillo de fuego, de
aire, de caricias, de gritar cuchillos y clavarlos en mi cuerpo.
De salir al aire y no ser yo, mío ni tuyo sino el aire. Ser
el mismo aire, un aire enredadera al viento, trampolín nube,
brazo chaplín -como decía Roberto, que vuelve a aparecer,
porque él también soñaba. Porque él,
vos y yo somos el mural, ¿entendés?-).
-Sí,- contestó
el murmurador- por la gran puta necesidad de afecto y por los miles
de sufrimientos que se me clavan en la piel (ojos de chicos con
flores, flores de chicos con ojos. Ojos. Muertos de muertes injustas,
injustos de muerte silencio, locos en su hospicio, ese Cristo de
tres años que conocí en una Comisaría, solos,
sangrantes, suicidas, feos, gordos, inválidos, muertos).
-Volvé. Volvé, ¡no
te vayás!.
-Vuelvo a los cuchillos.
Quiero volver a mí, a mi sombra, a mi niñez. Buscar
el momento justo de quedarme estaqueado (lo conozco), (conozco de
sus vértebras partidas y de las torturas hijos de puta, hijos
de remil puta). Hoy vuelvo a la necesidad de afecto, al miedo a
los gritos, cuchillos de balas partidas en mi cuerpo, acariciándolo,
acariciándote, haciéndome el amor porque ya no habrá
ni mío ni tuyo (un cuchillo eterno con ojos de gato es lo
que necesito).
-¡Hacé alguna
salvedad, no exageres!.
-Por lo menos el
camino. Aunque no sean ojos, que por lo menos sean miradas.
-Gracias- descansó
su boca besada, en tanto ella dormía en un sillón
a un lado del cuarto, semioscuro, color de durazno. Casi era parte
(yo sé que hoy lo es). Descansaba en un sillón semioscuro
color del cuarto y sus ojos: -Soy el mural, lo somos.
(Fue tan difícil encontrar el espejo. Como si las paredes,
el techo, los muebles, la carne se lo hubiesen tragado. Era un espejo
como cualquier otro, usted sabe. Los hay de vidrio, de madera, de
yeso, de
piel. Cada uno lo puede inventar como quiera, lo difícil
es que funcione. Algunas personas lo llevan en el bolsillo del traje.
Yo acostumbraba llevarlo del lado de adentro, no me gustaba que
lo vieran y menos que lo usaran en sus juegos de guerra, porque
también tiene esos usos. Otros los llevan de aros, como reloj
o simplemente de espejos, para peinarse por las mañanas.
Yo lo usaba de escondite, gustaba de traspasar sus fronteras y observar
desde allí los movimientos de la gente.
La cuestión es que ya me había acostumbrado a mi espejo,
a sus formas y sus colores y encontrarlo así, roto, entre
las sábanas, me hizo mal, es como volver a empezar de nuevo.
Claro que siempre existe la posibilidad de comprar uno.)
Así escapaban
las palabras de mi boca, mientras la gatita se balanceaba sobre
mis piernas o cortejaba la birome o hincaba sus dientecitos sobre
mi piel para bajar luego por mis hombros y comenzar todo nuevamente.
Ella tiene un mes y medio y la encontramos con Alicia en un basural.
7-
Ella salta. Cree saber hacia donde va. Al saltar solo ve el borde
de la realidad y solo en él se apoya. Deduce el resto, pero
solo tiene certeza en el borde. En el instante del salto, todo el
mundo es su salto. El borde es parte del mismo. La plataforma, la
flexión de sus patas, su respiración son el salto.
Luego, cuando el borde deja de serlo para ser realmente algo más
firme, recién ahí descansa. Tal vez haga nuevos saltos
que a su vez incluyan nuevos bordes y nuevas plataformas de salto.
Tal vez se detenga y observe, o se recueste a descansar.
Detenida, me observa. Me siente parte de ella y sonríe, con
su gesto y con sus ojos y con el silencio. Es su forma de domesticarme.
Qué daría yo por ver sus visiones, por lograr por
un segundo sentir con sus sentidos.
Ahora clava sus uñas en la madera. Arquea su cuerpo hasta
sentir la tensión de sus articulaciones. Afila instintivamente
sus uñas en la madera. Despierta instintivamente su cuerpo
para futuros movimientos. Ahora sigue ahí, reposando. Mira
hacia afuera por la ventana. Mueve sus orejas en dirección
a algún sonido nuevo o conocido. Un estremecimiento a veces
corre por su piel y se eriza suavemente. Deja llevarse por el ritmo
del universo que la sumerje.
Ella está allí. Me observa.
(Viernes 29 de
marzo. Ese silencio se escucha en el vientre. Él me observa,
como si alguna vez hubiera estado en mi cuerpo. Yo a veces siento
algo parecido, como si el observador fuera yo y él la observada.
Mi olfato y mi oido se están haciendo cada vez más
sensibles. Él me observa, me acaricia. Me dice algo, pero
no logro entenderle. Solo logro maullar.)
8-
-Ese pescado estaba
más rico que el otro- me dijo el gato de la otra cuadra,
mientras asaltábamos la basura del bar. Como ese gato no
quedaban. Era capaz de compartir sus gorriones y sus horas a cambio
de uno o dos ojos. Los ojos ya no valían nada.
-¿Querés
otro poco?- me dijo, mientras sacaba del segundo tacho una merluza
casi entera y sin cola. A mí no me gusta la cola. -Dejame
un poco, -le dije- ¿sabés que están arreglando la
casa donde vivo?, parece que en cualquier momento me tengo que mudar-.
-Un ser humano
estaría muy preocupado en tu caso- bostezó mi amigo.
En la otra casa,
ella acariciaba su propio cuerpo, debería arder para cuando
llegara su marido. Él volvía del trabajo, cansado,
insatisfecho de la paga y de las caras de su jefe.
Ella saltó
sobre él y él sobre ella. Los gatos habían
dejado de revolver los tachos y se acercaron sigilosamente al techo
de la casa. Los ruidos llamaban la atención. Sus cuerpos
y sus mentes estaban ardiendo. Se revolcaron sobre el piso y eran
una masa uniforme de chillidos, carne y esperma. Se iban arrastrando
en la habitación, golpeando en las paredes, arrancando sus
ropas y sus cuerpos.
-Hay olor a carne-
me dijo el gato de la otra cuadra. El cuchillo se clavó una
y otra vez en ambos cuerpos. La sangre bañaba las terrazas
y se mezclaba con el sol.
- .
-
9-
Entrar en un subterráneo
de Buenos Aires es un signo, una extraña manera de bajar
a los infiernos, cambiar de paisaje y clima y espacio (por lo que
suponemos, también de tiempo). Yo tenía una ficha,
así que intenté el destino de aire viciado que allí
me esperaba, el vientre de la madre ciudad, venerada. Uno nunca
sabe de donde vienen y a veces la fantasía (aunque en los
trenes, esto es más real) es la posibilidad de cambiar la
suerte o bajar en una estación cualquiera, sino en una nueva
imaginaria sin nombre que la detenga o determine (esa fue siempre
la idea del mural). El ejercicio es el habitual, dos puntos,
esquivo el molinete para que éste no me enganche por detrás,
ahí, uno ya empieza a sentir la falta de oxígeno,
el encierro, las caras jugando a encontrar a nadie, la máquina
que se detiene y uno sube a ella (o en ella), se sienta (o no) según
la hora y estación, y espera. Los cuerpos, la proximidad
de los cuerpos, hacen cerrar los ojos. Otra posibilidad es mirar
por encima de las cabezas hacia las publicidades puestas oportunamente
en su sitio, ahí.
Es todo muy natural,
aún el hecho del chico ofreciéndote la estampita.
La recibo, miro sin verla y me detengo en los ojos del chico que
mira sin vernos. Sigue pasando la escena, compuesta por la imágen
del chico hasta que se pierde en la masa humana, hacia la izquierda.
Lo espero. Uno sabe (así son las pautas) que surgirá
nuevamente desde donde se ha perdido, a buscar la vieja estampita
del santo. Pasan las estaciones: Pellegrini, Verano, Florida, eso
dice el cartel luminoso que muy cerca nuestro, a la altura de las
propagandas y para que por lo menos uno sepa(¿?) dónde está.
Miro en la dirección correcta y ya ese sector se ha despejado.
El chico no aparece. Baja más gente. La próxima estación
es la mía. Uno se levanta y mira todo el espacio hacia el
cual se dirigió. Lógicamente el coche tiene un fin
y alcanzo a divisarlo, a quien no veo es al chico. Me levanto, dejo
la estampita en el asiento y bajo, no sin tropezones con la gente
que al mismo tiempo quiere entrar al infierno. Salgo. Me voy.
(No me gusta castrar a los gatos. El término ya implica la
inoperancia a la que ha llegado la civilización en poder
de los seres humanos. Para su sobrevivencia, hay que llegar hasta
esos límites y, tal vez después, a la propia castración
del hombre (en China, solo se permite tener un hijo). Mientras,
por siglos se han asesinado animales con el único fin de
entretenimiento. Se han asesinado suelos, volviéndolos
desiertos para llenar las arcas capitalistas de algún rey
del carbón o de la madera.
El no castrarla implica la necesidad de dejar en medio de una civilización
suprahumana a sus hijos, con la consiguiente cadena de hambre y
autos que pasan por las calles.
El no castrarla implica sufrimiento al dejarlos en libertad. problema
cultural mío por sentirlos como posesión. Por eso
no la castro y se acabó).
(a ella
la terminaron castrando, la drogaron y sin embargo esa misma noche
se fue por los techos, a coger.)
10-
Estaba esa noche
pintando el mural.
Estaba esa noche
buscando mi muerte. A cada instante se escapaba entre las sábanas
o subía por mi piel hasta las sienes y desde allí
bramaba con ferocidad, pero se dejó caer en algún
rincón de la casa. La soñé blanca, demasiado
como para ser serena. Luego también roja, negra, amarilla
en algunos momentos y al final, cuando casi no la podía divisar.
Era una mancha de humedad en la pared que iba creciendo a medida
que el cristal se desvanecía afuera. Sus formas cambiaban.
Tomaba la esencia de las cosas, el olor de las cosas. Iba tomando
la habitación como ejércitos de hormigas devorando
las partes de algún otro insecto mayor, devorando sus ojos
vorazmente.
Iba yo en su búsqueda
luego de atravezar otros caminos más carnales, pero no lograba
verla a los ojos. Sabía que era un punto culminante dentro
del mural y no vacilaba, aún cuando veía mutilar mis
brazos y colgarlos del techo como estalactitas sangrantes. Me dejaba
masturbar por sus labios hasta casi tocarla con mi semen, pero no
lograba verla a los ojos. Y sabía que estaban ahí,
mirándome, sospechando mis intenciones. (Creo que fue
una búsqueda imposible, tal vez el mural deba tener ciertas
líneas de silencio, imposible saber el final de un cuento
cuando uno no es el autor y tal vez nadie lo sea.)
Fue allí
cuando la encontré, sus tentáculos fotografiaban las
partes del mural que ya estaban construidas. Iba corriendo lentamente
por sobre el nivel de la gente, filmando sueños, comenzando
a mejorar algunos sectores del mural, aún cuando ella recién
creía haberlo visto. Estaba yo esa noche buscando una almohada,
un sillón, un rostro, un crucigrama, una pista de carreras
sin espectadores, una imágen que hiciera saltar a la hormiga
voladora que se había posado en la mesa, subido por el plato
y acercado a la muzzarella, -miau- dijo ella o los siglos de cultura
onomatopéyica me hicieron entender miau. -Miau, miau- con
sus patas sobre el papel, terciaba en la conversación mi
gata, agregando nuevas formas ya que la pintura aún estaba
fresca.
Una
hija de remil putas gata
que
acaricia (caricia lenta y detallada)
mis
ojos,
un
secreto misterio
(el
misterio secreto de tu piel ardiendo)
aceptando
la muerte,
buscando
la muerte compartida
de
nuestros cuerpos
ardiendo.
(Afuera
hace mucho frío).
Quiero
provocarte todo el dolor posible,
hasta
que llores,
hasta
que dejes de amarme (hasta que realmente
me
ames).
Entrar
en tu cuerpo, provocarte gritos, sangre,
besarte
tiernamente en cada segundo de tu piel,
muy
tiernamente,
muy
tiernamente penetrar tu cuerpo
y
que dejemos de ser dos,
volar
carajo,
volar
muy alto, mucho, al todo no existente,
a la muerte
si es necesaria.
Salió
de la enredadera. Me pareció estrellada, pero era gata como
la luna, como una luna blanca que me miraba y se deslizaba en mi
interior. Caminaba entre mis cuerdas y solo me dejaba pensar en
sus ratos libres. Me acariciaban sus ojos, sus pelos se dejaban
caer sobre mí y arrastrar sus uñas en mis venas. En
su vientre.
Esa noche (casi
atardecer) hacía mucho calor. Se acercó a mí,
como de repente. Me observó como siempre lo hacía
y yo también. Nuevamente dejé enredarme en sus ojos
de luna, dejarme amamantar por la blancura de la luna blanca, acercarme
a su infinito hasta envolverme en ella. Veía mis pasos de
oscuridad nupcial entre los techos de las nubes y la luna se reflejaba
en sus ojos hasta desvanecerse en gata e irse transformando. Y yo
también, volviéndose amarillos mis ojos y suavizándose
su piel. Ella convirtiéndose en mujer y en gato mi cuerpo
y mis sensaciones. Envolviéndonos, acariciándonos,
deslizándonos uno sobre otro, arrancándonos la nada
que hasta ese momento nos cubría (y repito, arrancándonos
la nada que hasta ese momento nos cubría). no era la primera
vez. Su cuerpo bajo el mío. Mi cuerpo en su piel. Sus gritos,
mis gemidos, los olores, la transpiración de nuestros cuerpos
y el tiempo aniquilado sin clemencia.
Eso duró
unos segundos o tal vez varias vidas o algunos sueños de
una noche, o quizás fue el único instante en el que
no hubo sueño. El lugar había desaparecido, la realidad
misma había desaparecido.
.
Poco a poco, todo
fue volviendo a su estado habitual: su cuerpo animal, mi humanidad.
Luego, bajé la vista. Ella escuchó a un gorrión
en el patio y salió a ver, como era su costumbre.
11-
HA
MUERTO, PERO ESO NO IMPORTA,
LO IMPORTANTE ES QUE HA VIVIDO.
Al primero lo encontré
frío hace unos instantes. Lo toqué y estaba frío.
Había sido el primero. Yo la ayudé a pujar. Largó
un chillido y algo oscuro salió de su vagina. Luego salió
él, blanco con manchas negras. Ella lo lavó. Tardó
aproximadamente quince minutos en dar a luz al segundo, totalmente
negro y al instante, a otros dos. No les había cortado el
ombligo y ya le chupaban de las tetas, mientras el otro seguía
envuelto en la placenta. En ese momento, pensé que se iba
a morir, pero allí estaba. Al primero lo encontré
frío hace unos instantes. Ella seguía amamantando
a los otros cinco.
Escuchó
unos ruidos afuera y se levantó. Miró, mientras ellos
maullaban. Hacía unos días, había intentado
acercarme a sus ojos. Ella, también. Esos cinco gatitos eran
el mural.
EN ESE DÍA
(NOCHE), (SILENCIO),
ESCALERA ABIERTA
DE TU CUERPO
Y
YO SUBIENDO,
GATO-LUNA QUE
MAULLA
VERTIGINOSAMENTE,
FUEGO
(LA LUNA ES
UN GATO)
(Y TUS PIERNAS).
NATURALEZA ANIMAL,
DIBUJO ROJO,
RARA VEZ LOS
DIBUJOS SON RACIONALES,
DOS MANOS QUE
SE TOCAN,
DOS CUERPOS
QUE SE INCENDIAN
(SILENCIO)
IBA A PONER
LA FECHA,
PERO NO
(DERRETIRTE
LA SANGRE,
ES MI MANERA
DE SEDUCIRTE).
Son
cinco formando con la madre una masa compacta. Creo que cuando los
miro, yo también formo parte del mural y me hace sentir bien.
Ahora, a uno se le perdió la teta. Ella se mueve para que
la encuentre.
Si ayer lloraste,
como vi que lloraste, como te sentí llorar, es porque estás
viva. Yo también sufro por no entregarme por completo, o
por no llorar, o por no sufrir. Deben medir 15 centímetros,
de los cuales la cola ya son cuatro. La cabecita es una esfera,
las orejas están adheridas a ella y los ojos, cerrados. Dentro
de pocos días, se le caerán los pedazos de ombligo
que la madre no les cortó y en unos días más
irán abriendo los ojos. En estos momentos, dos de las crías
se están peleando por una teta.
La
disfrazaudiencia aullafruta, mientras comobservás la vida
MUERTA encendida con velas (claro). Los desojos caen de sus
lentes arrastravezando la descarne bimateria de la trinada putamente
que omnicorroe la felicidarde -¿ves?-. Todo cien o cienmil jaulas
y vos, encintado o solo gordo, a punto de explotayar: brazojos,
piernas y cadera. Ha venido el tiempo nuncaseguro, no ha venido,
es. (Me preguntás dónde quedó el mural, yo
te contesto gato, luna, escalera). Arremetamos bien adentro hacia
las propias vísceras. Gritemos con el silencio a flor de
llagas: ojos, carne, uñas, luna, gatos, trenes, gritemos
la anteúltima poesía, escaleras abiertas, todo de
sangre (que tal vez existe).
12-
¿DÓNDE
DORMÍAS
CUANDO
EL ROCÍO HÚMEDO
Y
LA CLARIDAD ROJIZA DE LA MAÑANA?...
23
de octubre. Primero ocurrió en ciertos barrios acostumbrados
a sus miradas. Los que los vimos sabíamos de la angustia,
sus ojos aseguraban lo inconcebible, sus ojos amarillos que se tornaban
en rojos (los vi rojos). Desde los baldíos y las noches.
El movimiento de sus alas que no eran alas. Sus garras, agazapados,
esperando el momento. Eran el mural. Alicia (que ya no era Alicia)
volvía a preguntarme lo mismo y mis respuestas eran otras.
Esos gatos que se avalanzaban sobre la ciudad desde sus ojos. Sobre
mi ciudad, hasta despojarla de "ciudad", hasta amarla
y así con todo el universo, hasta hacerlo libre.
Salieron ellos,
que habían esperado el momento con sus garras afiladas y
sus ojos rojos. Los vidrios no pudieron entorpecer su marcha. Las
cabezas rodaron formando círculos concéntricos bajo
los escalones del Ministerio. Yo lo vi. Los vi a ellos y también
a su madre desfilando por la plaza. Eran decenas de miles de gatos.
La carne era salpicada de uñas y de pelos.
-Las nubes son
azules y el cielo blanco, -me dijo Alicia- los chicos lo saben bien.
-Sí, -le
dije- tenías razón.
epílogo
"...Siempre
podemos duplicar
la belleza de un paisaje si lo miramos
con los ojos entornados."
Edgard
Allan Poe
Entornó la puerta para
que entrara un poco de aire. Desde la ventana entró una luz
rojiza y cálida de atardecer. Con el cuchillo, raspó
el lápiz hasta que pudo escribir. Intentó recordar
algunas palabras de Alicia hace ya mucho tiempo, pero no pudo. Escribió
cierta frase.
No había
teléfono ni televisor ni pinturas en las paredes. Una sola
foto en blanco y negro, mal fijada y a punto de desaparecer, todavía
se veía en ella la cara de una mujer con un gato en los brazos.
La frase: "Cuando
el proletariado tome el poder, tal vez ejerza frente a las clases
sobre las cuales acaba de triunfar un poder violento, dictatorial
y hasta sangriento".
Al llegar a esta
ciudad extranjera e instalarse en el departamento, su obseción
fue derivar la dependencia de las cosas a las mismas cosas. Ya tenía
bastantes recuerdos como para sobrellevar nuevos.
En el piso se encontraban
todos los elementos necesarios. Los llevó a la terraza del
edificio y se puso a armar un globo aerostático.
Ese día
salió volando del edificio. Había pocas nubes y claras.
El cielo era celeste, eran las 18 horas con 20 minutos y hacía
unos 17º centígrados, casi primavera. Se elevó despacio.
Luego, cada vez más y más alto, hasta mirar todo desde
mayor distancia. Lo necesitaba.
Fin
-
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