Prólogo
y selección de textos Daniel Fara.
Buenos
Aires, noviembre, 2000.
"preguntas que no requieren respuestas
inmediatas
quizás
tan sólo -nuevas preguntas"
Esteban Moore (Instantáneas de fin de siglo,
Graffiti, Montevideo, Uruguay, 1994.)
Luis
Benítez, Santiago Espel, Juan Carlos Moisés,
Esteban Moore, Osvaldo Picardo y Mario Sampaolesi
son seis poetas argentinos cuya diversidad curricular no
es sólo la obvia consecuencia de sus diferencias naturales sino
también el producto, nada paradójico, de una serie de coincidencias
significativas.
En primer
lugar se verifica un rechazo común al gregarismo artificial
que predomina en el medio. No han suscripto juntos ningún manifiesto,
no los ha reunido movimiento alguno ni los ha incluido la típica
publicación colectiva en la que los textos podrían intercambiarse
bajo los nombres de sus autores sin que nadie se diera cuenta.
Todos ellos han evitado ese esprit de corps tan adecuado
a las reuniones de consorcio como temible en posición de justificar
la organicidad de un agrupamiento crítico.
Que estos
poetas no han en ese juego lo saben y lo dicen ellos mismos.
Nuestra generación fue un puñado de hombres solos
(Benítez); No estamos aquí para / consolarnos / unos a otros
(Espel); Sustraídos al caos del universo / sin contratos
ni plazos (Picardo). Lo dicen ellos mismos y vale aún más
porque al expresarlo trascienden el registro autobiográfico.
La conciencia de ser independientes nunca ha significado en
sus obras un pretexto para la autocontemplación; en vez de eso
se ha constituido en material productivo, poético, en textualidad
que nos llega desde poemas donde la enunciación aparece sustituida
-y no enmascarada- por la locución: en escenarios iluminados
-ellos / frasean su respuesta -en el armónico plisado de unos
sonidos (Moore).
Un segundo
sistema -doble- de afinidades se constituye en la captación
y el empleo de las referencias literarias. Cada uno a su manera,
pero animados por criterios semejantes de selectividad y ruptura,
los seis han privilegiado a la lírica norteamericana del siglo
XX como espacio de recurrencias. La impronta de autores como
Edgar Lee Masters, Wallace Stevens, William Carlos Williams,
Archibald MacLeish, e.e. cummings, Allen Ginsberg, Lawrence
Ferlinghetti, Raymond Carver y Charles Bukowski marca sus textos
de un modo variado y peculiar; en ningún caso se trata de influencias
y sí, en cambio, es notorio el trabajo de reescritura y funcionalización
realizado a partir de los modelos. El objetivo es claro: introducir
temáticas y resonancias para poner en situación de extrañamiento
a toda una serie de tenaces convenciones que afectan a la poesía
argentina. Así, el costumbrismo, la introspección narcisista,
el coloquialismo, los espiralamientos metafísicos, el surrealismo
de segunda mano, los desvaríos ideológicos, el formulismo erótico/amatorio
y otras tendencias endémicas pasan, por vía del discurso referido,
al plano paródico y, una vez allí, tanto se resignifican irónicamente
como llegan a recuperar el valor emotivo que expresaran antes
de topicalizarse o deformarse.
Moisés,
por ejemplo, se vale de Williams y de cummings para transformar
el apunte costumbrista. Meter en un poema a la vecina / y
a sus gatos negros / más de veinte / no es particularmente poético
/ pero no me quería olvidar de anotar / en algún lugar / con
mi puño y letra / que los veinte / o más gatos negros que ella
tiene / nos traen suerte. Sampaolesi redimenciona, a un
tiempo, el paisajismo y la meditación existencial con recursos
tomados de Stevens y de Jeffers. Aquella especie de erosión
desintegra / desintegraría junto con la voz, el grito; / el
aullido será sería desde el pozo, desde ese / dolor alambrado:
esa membrana elástica / cubre como larva, como niebla. /
esperanza maníaca. La nostalgia tanguera y el surrealismo
envían ecos inesperados cuando Moore los interrelaciona en una
visión turbia, sarcástica, próxima a las de Bukowski: bogey
la mira a través del humo del cigarrillo / para comentar lentamente
como sólo él puede hacerlo / con la entonación propia
de un reo del abasto / "muchachos. ella algún día lo comprenderá./
carlitos se nos ha ido para siempre." Benítez, por
su parte, encuentra el tono justo para dar sentido nuevo a la
poesía amatoria y a la reflexión ideológica. Nuestra generación
fue un puñado de hombres solos / una pizca de mujeres destruidas,
/ un manojo de nadas sin zapatos, / el racimo de las viñas de
la ira. / Yo que agonizo / me permito evocarte aunque mi recuerdo
/ te cause asco, nena, asco profundo. Las remisiones
a Steinbeck y a Faulkner desdramatizan la enunciación pero a
la vez facilitan el fluir de esa emotividad oscura y distanciada
que sostienen los blues y que Ginsberg condujo a lo largo de
su célebre Aullido. Cabría preguntarse ahora por qué
la lírica norteamericana, y no otra, fue la elegida por estos
poetas como precipitante o catalizadora de sus operaciones.
La respuesta no es fácil pero podría intentarse una hipótesis.
En los últimos
cincuenta años nuestra sociedad se fue apartando con brusquedad
creciente de los modelos europeos para aceptar, incondicional
y acríticamente la influencia de los Estados Unidos. Ahora bien,
ese giro no implicó una decisión voluntaria, fue más bien una
captación cuidadosamente regulada por el país de origen. De
esta forma, lo que adoptamos fue -es- una cultura de exportación,
bien diferenciada de la que, en la metrópoli, tuvo no sólo coherencia
interna sino, además, puntos de profunda disidencia con la visión
expansionista.
En otros
términos, no puede hablarse, en nuestro caso, del modelo norteamericano
sino, al revés, de un filtro que nos mantiene alejados de sus
rasgos verdaderamente imitables. Si el fenómeno es cirscuncripto
al campo de la poesía argentina, habrá de comprobarse poco más
que una imitación superficial de tan convencionales como las
vernáculas. Esta imitación, por otra parte, revela una gran
ignorancia lectora con relación a poetas estadounidenses relevantes,
como los mencionados más arriba. Ante todo esto, la introducción
de esos autores importantes, por parte de otros, nacionales,
que no han querido elitizarse como "iniciados" y que desean
expandir su patrimonio, puede ser apreciada como una corrección
necesaria, no vinculante sino liberadora, ya que, ahora sí,
es el producto de una elección consciente, manejada con sentido
crítico a favor de una renovación de la escritura. A partir
de ella surge un tercer punto en coincidencia. La intención
de reactivar discursos vaciados por la retórica llevó a muchos
autores de los ochenta y de los noventa al punto sin retorno
de la ilegibilidad. Algunos, los menos, deliraron vanguardistas
mientras otros, que se decían postmodernos, participaban, sin
entender muy bién de qué se trataba, en la falacia del transvanguardismo.
Ambos defraudaron a los lectores y no porque introdujeran formas
nuevas, acordes con un mundo que había cambiado (directamente
no hubo tales formas ni la intención de producirlas), sino porque
escribieron a pesar del público, dando por hecho, tal vez, que
ese público ya no existía, que cada poeta se había convertido,
inexorablemente, en su único lector. Nuestros seis poetas no
se contentaron con quedar afuera de esos desvaríos, vieron en
ellos el emergente de un problema serio de comunicación que
se aplicaron a corregir con su propia escritura ya que para
ellos el público nunca dejó de existir.
Ese hombre
en casa de chapa / mira la luna redonda / en la ventana cuadrada.
/ Aprende sin saberlo / la geometría y la pintura, / la rotación
de los astros / y el humor del clima / (.) / Mezcla palabras
/ y mira el piso de tierra. Piensa / hace cuentas menores /
y alisa la mesa. Silba. / (.) / No sabe que el silencio de la
noche lo pone melancólico. / Tampoco sabe que mañana / llevará
el poema en el rostro. / (Santiago Espel).
A la
hora del poema, Quintiliano, te ponés algo inquieto. / Mirás
un gorrión entre las mesas vacías / dando saltos y picotazos.
/ Un pedazo de pan, más grande que él, lo atrajo / y una y otra
vez / intenta elevarse con todo su peso. / A dos centímetros
de tu inmovilizado zapato cae / por pura casualidad aquel
objeto de tanto esfuerzo / y como él / la gravedad que inquieta
tu poema. (Osvaldo Picardo).
En los textos
aparece la idea de una lírica preverbal, relacionada con lo
que Foucault denominara el orden en bruto de las cosas. Esa
condición irónica del mundo puede poner al poeta en estado de
perplejidad s éste no se decide a reformular su papel en el
contrato de lectura: pocas preguntas pueden ser contestadas
pero todas pueden ser compartidas como inquietudes de la especie.
El hombre que lleva, sin saberlo, el poema en el rostro y el
gorrión que da lecciones con total inocencia de su función preceptiva
no vienen a testimoniar en contra de la escritura; en vez de
eso, respaldan la propuesta de una relación más consecuente
entre el poeta y el público.
Dicho sea
de paso, la cuestión de "llegar" al lector se ha considerado,
con frecuencia, abusiva, como un problema metalingüístico, solucionable
con meros ajustes de código. Sin embargo, desde la pretensión
mesiánica de dar "un sentido más puro a las palabras de la tribu"
hasta las concesiones -por nadie requeridas- del pietismo, el
sencillismo y formas análogas, la historia de la poesía registra
tantas variaciones en la encodificación como fracasos comunicativos;
una y otra vez -sobrante y aburrido ante la obviedad, o fugitivo
de los pedagogos- el lector ha quedado fuera de las experiencias.
La función metalingüística es inimputable: la inquietud ante
la inefabilidad de las cosas sería, en todo caso, un problema
referencial, un viejo y querido problema que los buenos escritores
y lectores no quieren, en el fondo, resolver porque de él nacen
el misterio y la polisemia imprescindibles para que la poesía
no pierda su poder de contagio.
Bajo estas
condiciones, en ves de inventarse un público o de pretender
educarlo, ya que cree en su existencia, el poeta coherente con
su arte busca al lector para comunicarle, a través de las palabras,
impresiones que por su intensidad merecen ser compartidas y
atesoradas luego por la memoria intersubjetiva.
La poesía
es un balbuceo que el tiempo amplifica (Espel); quién
no tuvo una lengua donde ésta / produce sonora la mejor
onomatopeya (Moore).
Se han comentado
ciertas elecciones compartidas y, en un encuadre más formal,
podrían agregarse otras (el registro minimalista, la monocromía
del tono, el uso peculiar del dialogismo, la expansión hacia
campos léxicos poco explorados por el discurso lírico) pero
entendemos que lo dicho basta para valorar estas coincidencias,
no puntuales ni programáticas, como respuestas coherentes a
reclamos concretos formulados por la lírica argentina. Declinando
el efímero consuelo que ofrece el mal menor, estos seis espíritus
independientes han potenciado su singularidad en un encuentro
ético-estético que si no tiene nada de forzado menos aún podría
ser atribuido al orden de lo aleatorio.
Luis
Benítez
En el arduo
aniversario de una boda
"Después de la segunda muerte ya no hay otra"
Dylan Thomas
Nuestra
generación fue un puñado de hombres solos,
una pizca
de mujeres destruidas,
un manojo
de nadas sin zapatos,
el racimo
de las viñas de la ira.
yo que agonizo
me permito
evocarte aunque mi recuerdo
te cauce
asco, nena, asco profundo,
como causa
asco la inmunda mermelada que traspiran
los siempre
equivocados porque aman demasiado,
aunque el
credo y el miserere que rezamos siempre
tú y yo
solos en dos noches separadas a sabiendas por nosotros
-tuyo el
creo sólo en mí y mío entero el miserable de mí-
desde entonces
dicen
que nunca
nunca se ama demasiado:
¿o no será
acaso, en lo profundo, lo que nadie puede ver,
al revés
el oscuro latín de lo real ?
Concentrado
todo da pavor en el urgente fin de siglo,
hay que
terminarlo de un modo u otro
y este es
el fúnebre galán de la fiesta,
vestido
para la fecha que ya
un cuarto
de centuria arranca.
Lástima,
en September more,
que no fue
aquella ni esta mi noche de septiembre.
Una sangrienta
primavera baja sobre la noche del suicida
y la náusea
habita desde entonces cada esponsal.
Creo ver
a tu padre muerto con su dedo
hundir la
hondura a donde dio la noche, a la loca de tu madre
pegándote
en la cara
el monograma
indeleble de otra loca en su progenie.
Creo ver
a unos muertos celebrar la boda,
mi ojo derecho
-el que mira al olvido-
arranca
del olvido precoz
la sonrisa
que perfora la vergüenza.
Mi ojo izquierdo,
el que mira a la vejez,
arruga del
futuro, verruga de lo que fue terso,
se complace
en las vísperas anticipando
tu rostro
y el mío entre las llamas
arder como
dos fotografías viejas.
¿Fui el
fantasma de la noche
y de las
noches luego felices,
las noches
y las tardes
en que engendraste
a tus hijos?
¿No fui
acaso el olvido y lo reído por los esposos,
cuando la
burla a los que pasaban raudos en el tren,
un rostro
tiznado de furia asomándose
desde la
locomotora, el primero de los que veían
desnuda
a la virgen loca bailar con el idiota?
Dame al
menos ese miserable papel en tu vida,
el del diario
arrugado que se aleja por la ruta
que lleva
a un pueblo de cobardes
la noticia
titular que yo lamento.
Dime, hoy
muda calavera de lo que amé
hasta la
esquina misma del infortunio,
si yo, que
albergo esta pecera de imágenes
donde cabe
Virgilio, no era entonces,
en la riente
oscuridad, entre los labios de la muerte que en la
florida
edad
todas las
señas tienen de la vida,
sino lo
ridículo y eterno donde lo llorado
llora lo
que no ve de sí, ese sí mismo.
Mátame.
Pero no
de a poco,
como la vida.
De una palabra
mátame.
De una sola
mirada.
Las pérdidas,
lo suyo
El día que
murió mi padre
No lloré
tanto.
Frío en
la mañana bajo el sermón
del cura
algo se
partió en mí,
pero no
tanto.
Había algo
en vos aún más definitivo.
Al partir
se fueron distinto.
Vos te quedabas
para matarme
en un tiempo
que entonces
era todavía
futuro.
Él era ya
un muerto.
Luego él
se fue diluyendo en los años:
pasó a ser
un rostro añejo que me traía una revista,
dejaba el
portafolios
-en que
neblina veo, escucho, evoco-
y se iba
a su vida con mi madre,
donde apenas
yo era el hijo.
Vos fuiste
siempre lo potente,
Estabas
en todas partes, como un ramo de flores
llevado
por un idiota hasta unos pies veloces:
fuiste y
sos la muerte
(tu condición
es la misma)
que del
portafolios
sacaba y
saca papeles firmados con mi nombre.
Una palabra
absoluta donde yo sólo,
solo, solo
en un mundo desgarrado para siempre,
solo, tan
solamente
solo como
están los muertos,
era el prolijo
ítem de "uno que fue mi novio".
Como una
esfera en el agua
cae en mi
alma la diferencia.
De las pérdidas
una es la que persiste.
Una sola
se fue y es para siempre.
Luis
Benítez: Buenos Aires, 1956.
Poeta
y narrador.
Poemas
de la tierra y la memoria (1980), Mitologías/Balada de la mujer
perdida (1983), Behering y otros poemas (1985-México,1993),Guerras,
epitafios y conversaciones (1989), Fractal (1992), El pasado
y las vísperas (Venezuela, 1996). El tango del mudo (Novela,
Diario El País, Montevideo, 1997).
Santiago
Espel
Aerosol
No estamos
aquí
para consolarnos
unos a otros,
lo nuestro
es la indignación
y en consecuencia
la protesta.
La poesía
es un balbuceo
que el tiempo
amplifica.
La cábala
del mendigo
La única
moneda que tiene
no será
nunca la última
por eso
sale a no gastarla.
Se para
frente a los negocios
(en especial
las panaderías)
abre la
mano
y sobre
la palma exhibe la moneda.
Luego la
hace girar en el aire
(un mecanismo
sin fallas)
y al caer
cierra la mano
y la devuelve
al bolsillo.
Su virtud
es no entregarla.
Es intriga
de todos y nadie
acierta
a la hora de explicar el misterio.
El único
gasto lo provoca
el continuo
manoseo de años.
¿Cómo entender
el éxito de su especulación?
Dicen que
la moneda es pesada y plateada
y que sólo
circula en su manía
sin otra
estrategia (ni uso)
que la que
imponen sus manos.
La casa
del hornero
Ese hombre
en casa de chapa
mira la
luna redonda
en la ventana
cuadrada.
Aprende
sin saberlo
la geometría
y la pintura,
la rotación
de los astros
y el humor
del clima.
En casa
de chapa escucha ranas,
pájaros
y truenos.
Ve el relámpago
torcido
que divide
el cielo.
Mezcla palabras
y mira el
piso de tierra. Piensa.
Hace cuentas
menores
y alisa
la mesa. Silba.
En casa
de chapa enciende el fuego
y toma la
sopa.
No sabe
que el silencio de la noche
lo pone
melancólico.
Tampoco
sabe que mañana
llevará
el poema en el rostro.
La correspondencia
del poeta muerto
Cuando murió
el poeta
la correspondencia
comenzó a atrasarse.
Los que
vivían más lejos
no recibieron
la noticia.
El día que
se vendió la casa
un pariente
juntó los sobres,
hizo un
paquete y los tiró a a la basura.
Uno de los
recolectores se interesó
y puso como
pudo el asunto al día.
¿Será esta
la causa por la que muchos
insisten
en que el poeta está vivo?
Santiago
Espel
(Buenos Aires, 1960)
Rapé
(1988), Pavesas & Muelles (1993), Cantos Bizarros 1998).
La
Santa Mugre o el País de la Cucaña (novela, 1995).
Codirige
la revista La carta de Oliver.
Juan
Carlos Moisés
Dos más
dos
A e.e. cummings de quien tomé
prestada la respuesta
A la poesía
le preguntan cuánto
es dos más
dos
y la poesía
sacando
la cuenta
con los dedos responde
5
La poesía
no va a
la escuela.
Gatos negros
Meter en
un poema a la vecina
y a sus
gatos negros
más de veinte
no es particularmente
poético
pero no
me quería olvidar de anotar
en algún
lugar
con mi puño
y letra
que los
veinte
o más gatos
negros que ella tiene
nos traen
suerte
No todo
vale una margarita
cierta impecable
efusiva
orgullosa televisión
nos enseña
que indios chinos negros
y otros
seres inferiores
no valen
una margarita
anoche por
ejemplo
el muchachito
de ojos celestes
deshojó
chinos y no decía precisamente
me quieren
no me quieren
la escena
sentimental sucedió
algunos
minutos después
porque una
mujer hermosa
siempre
forma parte de la historia
y en el
final los televidentes
nos entristecimos
por la muerte del muchachito rubio
que valía
más que todo el inmenso mar
de la China
Después
de los años perdidos
A milton
un viejo
amigo golpea a la puerta
irrumpe
en la casa
esa cara
que conocemos
es el reencuentro
decimos:
la tormenhta
no se pone
de acuerdo con la primavera
había olvidado
ciertos árboles solos
como personas
maltratados
por el viento frío
de acuerdo
hablemos de nosotros
te afeitaste
la barba
ahora parecés
Groucho
con el bigote
espeso
no no vi
Una noche en Casablanca
Buenos Aires
Casablanca aalí eras otro hermano
yo estaba
acá en el sur soñando
las innumerables
formas del poema
o de la
vida
un año y
medio con la cara pintada
como un
guerrero
la edad
de nuestro hijo mayor
fue ayer
ayer cuando nació el recuerdo
ella sufrió
en el desgarramiento
dijiste
unos nacen otros mueren
las infinitas
formas de la muerte
ahora tocaste
al otro extremo
tu pueblo
natal
y te estamos
viendo
escribir
poesía
sí ese viejo
truco
sentir con
la cabeza
pensar con
el corazón
Juan
Carlos Moisés (Chubut, 1954)
Ese
otro buen poema ( Rosario, 1983), Querido mundo (Rosario, 1998).
Docente,
escribe para el teatro. Reside australmente en su provincia.
Esteban
Moore
con bogey
en casablanca
bogey bebe
en silencio
el agrio
bourbon del olvido
su mirada
perdida en la noche africana
oculta las
profundas cicatrices del amor
desde la
mesa observa al pianista
que sin
emoción acaricia en el aire
con manos
de brillante caoba
las teclas
de un piano destartalado
en el fondo
del salón a media luz
acompañada
por una vieja guitarra
la francesita
delgada y triste
sostiene
el tibio mate de la espera
bogey la
mira a través del humo del cigarrillo
para comentar
lentamente como sólo él puede hacerlo
con la entonación
propia de un reo del abasto
"muchachos.
ella algún día lo comprenderá.
.carlitos
se nos ha ido para siempre"
a m.s.
cuestión
con una imagen
parado frente
a los espejos de la mañana dirás
las otras
palabras para su olvido
tu renuncia
a la pequeña
vanidad del orden
exacto /
a toda formalidad del crecido sí que
ensombrece
/ a todo aquello que oculte de vos
el gran teatro del mundo
en ese momento
de temperaturas cruzadas -ellos
/ los tantos
otros /
culpables
que llevamos
apretados en el tórax
-qué hacen
-cantarán
en la mirada
de esos ojos que desde la superficie
del cristal
exige establecer
la relación
entre el
frío ardor que produce en tu cara
la loción
para después de afeitar / aftershave /
aplicada
con suaves golpes de palma
en las mejillas
todavía moteadas de espuma
y el tibio
mordiente
ardor que brota bajo el trazo
ácido de
filos del laminado acero
que surca
desconocido las muñecas
abandonando
las venas
ahora abiertas
al manso
gorjeo de la sangre -a la hueca música que
retumba
en un corazón agobiado
crónica
plural
qué le sucede
a ese hombre que extraviado recorre
los rincones
de la ciudad
negando
sus ojos a la mirada ajena
que
con
las sombras regresa a su hogar a guardar
qué secretos
imágenes
palabras
de amor -pequeñas muertes cotidianas
en el fondo de una copa vacía
qué le sucede
a ese hombre que al amparo de la distancia
no logra olvidar
ese hombre
que en la letra de una vieja canción
en la fragancia
de un perfume percibido
casualmente
reconstruye
en la pesada piedra de la memoria
la exacta
dimensión de un sueño
que
creía perdido
en las alas quietas de un pájaro ciego
qué le sucede
a ese hombre paciente
que nunca
nada supo de la labranza del olvido
ese hombre
que se resquebraja
expuesto al frío de los vientos
tiembla en las cercanías de la primavera
evocará
en tiempo y fecha los vapores del verano
resistiendo
ardiente él
y
los suyos interiores
el conjunto de las condiciones climáticas
ese hombre
que con una hilacha de recuerdos
en
la boca alcoholizada
diluye
las punzantes agujas que sangran su lengua
es el que
con atención constante observa
la diversidad
de sucesos
de la época que lo hospeda
camina entre escombros
y se dice:
canta
el pájaro sin ojos en la mañana
florece
qué color el brote en la promesa de sus
pétalos
qué retoña
el cimbreante álamo desde la húmeda profundidad
de la tierra destemplada
ése es este
mismo hombre ése
que al costado de un camino polvoriento
muere de pobrezas
en
una casa sin ventanas
El viejo
Bill explica un poema
Relata el
poeta que -cuando regresó a visitar el lago --que
había conocido
de niño ---recobró -desde una perspectiva
renovada
-la imagen de aquellos cisnes que con elegancia
aún nadaban
allí
él estimó el número de los
mismos en
------nueve y cincuenta /operación matemática
que no pretendía
dar cuenta exacta -de la cantidad de aves
que -- sobre
el agua verde cristalina ---sacudían sus largos
cuellos
-y agitaban -el color -de sus alas extendidas -hacia
ese cielo
cargado..
sólo buscaba
dice --la
música de la cifra------------"lo demás me pareció
irrelevante"
Esteban
Moore ( Buenos Aires, 1952)
La
noche en llamas (1982), Providencia Terrenal (1983), Con bogey
en Casablanca (1987), Poemas 1982-1987 (1988, 1989), Tiempos
que van (1994), Instantáneas de fin de siglo (Montevideo, 1999),
Partes Mínimas (Mar del Plata, 1999).
Ha
dado a conocer traducciones de diversos poetas de lengua inglesa,
entre ellos: Lawrence Ferlinghetti, Viajes por América Desierta
( Ediciones UNESCO, 1996) y James Laughlin, Los poemas de amor
(La Pecera, Mar del Plata, 2000) Este último realizado con Osvaldo
Picardo y Fernando Scelzo.
Osvaldo
Picardo
Los pájaros
Pájaros
que no parecen
pensar en
la muerte.
Sustraídos
al caos del universo
sin contratos
ni plazos.
Casuales
sobre tu cabeza aunque irrazonablemente dueños
de un ser
tan previsible
En medio
de la deslealtad
absoluta de las cosas
saltan
una vez más
al vacío.
(adagio
molto)
La espuma
un instante condensada
sobre la
llanura
y sobre
la piel aceitada de las rocas.
Blanco ahora
colchón de rugidos.
Hace calor.
Coca, helado, churro.
Y alguien
Pone el
ojo en la cerradura de una foto:
sirena al
frente y salto de olas al fondo.
Una puerta
que cierra
este tiempo
en un detalle.
Y el mar
sin conciencia
en la mirada
sin memoria.
Los intentos
del gorrión
A la hora
del poema, Quintiliano, te ponés algo inquieto.
Mirás un
gorrión entre las mesas vacías
dando saltos y picotazos.
Un pedazo
de pan, más grande que él, lo atrajo
y una y
otra vez
intenta
elevarse con todo su peso.
A dos centímetros
de tu inmovilizado zapato cae
por pura
casualidad aquel objeto de tanto esfuerzo
y como él
la gravedad
que inquieta tu poema.
Blues de
septiembre
"es
donde por vez primera me enamoré de la irrealidad"
Lawrence Ferlinghetti
Fue en este
mes, en el puerto, que la viste
Entrar en
un café que demolieron hace años.
"En realidad
no sé" respondiste cuando preguntó
por una
dirección que vos conocías demasiado bien.
Y salieron
juntos, caminaron por la banquina,
y cayeron en el vórtice de una irrealidad.
Repitieron
una ficción en que la única certeza
fue su cuerpo llenando tu boca al nombrarla.
Sin el café,
pero como entonces, el mes se parece.
Sobre la
cubierta de madera hecha piedra por la sal
el lobo
de mar abre una noche filosa en su otra boca.
y por su
piel de aceite resbala la modorra del puerto.
Un barco espera también fuera del agua
hasta desaparecer entre latas y recuerdos.
Dos términos
en una múltiple metáfora y un hecho sólo.
Un ahora
/ un ayer haciéndose el amor entre las ruinas.
Osvaldo
Picardo ( Mar del Plata, 1954)
Dejar
sin ventanas la verdad (1993), Quis, Quid, Ubi (Mar del Plata,
1996)
Una
complicidad que sobrevive (Mar del Plata, 2001).
Docente
y ensayista.
Mario
Sampaolesi
Aquella
especie de erosión
Aquella
especie de erosión desintegra
desintegraría
junto con la voz, el grito; el
aullido
será sería desde el pozo, desde ese
dolor alambrado:
esa membrana elástica
cubre como
larva, como niebla.
Esperanza
maníaca.
Lo extraño
de este paisaje se alimenta
Lo extraño
de este paisaje se alimenta de lo
fatal; se
sobrevive en una secuencia
repetida
día tras día: su carga emociona y de
tan riesgosa
forma parte de la desesperación.
Porque se
ha dejado atrás un precipicio y otro
y otro y
otro más.
El desaprovechamiento
de la vida se
convierte
entonces en la culminación de una
vejez: asusta,
clama por su espacio de
felicidad,
por su nevado refugio.
Lo peligroso
de estar
Lo peligroso
de estar en la montaña es dejar
de percibir
que se está en la montaña.
Mientras
pienso esto, ajusto mis guantes
dorados,
reviso la cámara y camino hasta
un refugio
en las rocas.
La montaña
es piedra y piedra y piedra.
La piedra
es la montaña.
Debe ser
por eso que es tan montaña
adentro
como afuera.
Cuando en
lo profundo es oscuro en la superficie es oscuro.
Cuando en
lo profundo es claro en la
superficie
es claro.
Escucho
el ruido de la nieve
Escucho
el ruido de la nieve al romperse
contra las
piedras.
De noche
en la montaña sólo existe el ruido
de la nieve
al romperse contra las piedras.
Mario
Sampaolesi (Buenos Aires, 1955)
Cielo
primitivo (1981),La belleza de lo lejano (1986), La lluvia sin
nombre (1992),
El
Honor es mío (1992), Puntos de colapso (1999).
En
1998 dio a conocer su traducción del Cementerio Marino de Paul
Valery.