"(...)
la mejor manera de hacer imposible la comprensión de una
figura histórica
es arrodillarse en su presencia".
ERMILO
ABREU GÓMEZ1.
DISCUSIÓN
INICIAL.
|
SOR JUANA
INÉS DE LA CRUZ. |
¡Qué se puede decir de nuevo
sobre Sor Juana Inés de la Cruz, cuando existe un libro como
el que escribiera Octavio Paz, sobre esta excepcional mujer!2
Creemos que mucho, a partir de lo que él nos dejó
encaminado. Pero no es lo nuevo aterrador lo que aquí nos
interesa, sino la profundidad de la reflexión que el estudio
de la vida y obra de esta mujer puede provocarnos. Octavio Paz nos
dejó un buen trecho de terreno abonado, para internarnos
en la amplia gama de posibilidades que la presencia de Sor Juana
Inés de la Cruz evoca en la historia de la cultura occidental.
El panorama de la investigación heredado es tan vasto, así
como rica fue la producción intelectual de la monja, y las
ambiciosas aspiraciones que se hallan en su lírica y su pensamiento.
Este tomó varios rumbos, y nosotros en esta ocasión,
vamos a tratar de escuchar a la mujer, lo que fue capaz de decirnos,
lo que no nos dijo, y aquello que apenas nos insinuó. Recordemos
que en ella los silencios son de una gran importancia3,
puesto que transmiten el significado que los espacios vacíos
del poder dejan sin expresión concreta. Por eso a veces resulta
más útil tratar de comprender lo que no se dice, que
aquello que se verbaliza con estridencia.
En esta oportunidad vamos a tratar
de aclararnos algunas cosas, sobre todo cuando junto al trabajo
de Paz, existen otros con perspectivas analíticas diferentes
y también muy prometedoras. Alguien podría argumentar
que la vida personal de una monja debe ser muy aburrida, ya que
escasamente ven por encima de los muros de sus conventos. Bueno,
esas son las cosas que queremos averiguar: ¿qué tan lejos
pudo ver Sor Juana Inés de la Cruz por encima de esos muros?
¿Hasta dónde llegó su visión? ¿Qué vio,
cómo lo vio, cómo lo entendió y cómo
verbalizó lo visto? Porque su mirar se sale de las codificaciones
al uso. Por más que queramos con simpleza clasificarla como
una poeta barroca4,
debemos dejar claro que su mirar se produce desde América,
donde el Universo adquirió otra textura, después de
la conquista, de tal manera que el barroco aquí debe ser
estudiado y comprendido de forma diferente. Esas son las diferencias
sobre las que queremos escribir y reflexionar en este ensayo.
Nuestra autora felizmente tiene
una obra importante, no sólo nos dejó poesía
sino también prosa, lo que nos hace el trabajo más
fácil. Poesía y prosa son parte de un cosmos literario
que la escritora quiso legarnos y nosotros vamos a ponderar el impacto
que nos ha producido tal legado.
El problema es que se han cometido
muchos errores de apreciación y de contexto, para llamarlo
como les gusta a los norteamericanos. Errores que Abreu ha encontrado
en trabajos de autores de mucha monta, tales como Menéndez
y Pelayo, cuando la considera una simple prolongación del
esteticismo barroco español del siglo XVII, y sostiene que
la monja es una discípula acrítica de Góngora5.
Con Abreu también anotemos que las ediciones de las obras
de Sor Juana han sido muchas, pero que sólo el siglo XX le
ha hecho real justicia. Sin mencionar que en el siglo XVIII casi
no se habló de ella6.
Sus obras dejaron de publicarse después de 1725.
Con este artículo seremos
obedientes a la tradición crítica y analítica
de este siglo, al poner el énfasis en el estudio y discusión
de tres obras esenciales para el buen entendimiento de su labor
poética y reflexiva. Nos referimos a La carta Athenagórica,
La respuesta a Sor Filotea de la Cruz y Primero Sueño. Debemos
dejar claro que no presumimos de ser expertos en los trabajos de
esta brillante mujer, pero sí de ser lectores atentos y curiosos
de lo que sucede en el mundo de la cultura, sobre todo cuando ésta
es producto del quehacer de las mujeres, y más aún
cuando se trata de una latinoamericana. Organizaremos nuestro trabajo
entonces en torno a cuatro ejes temáticos:
1. El México de Sor Juana
Inés de la Cruz.
2. La teología del silencio.
3. ¿Cómo se era mujer en
el siglo XVII sin perder la cabeza?
4. La vigilia de los sueños
EL MÉXICO
DE SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ.
Veamos lo que dice Octavio Paz en
su obra clave sobre Sor Juana, con relación al México
que ella vio y al que tenemos hoy:
"En el siglo XVII Nueva España
era una sociedad más fuerte, próspera y civilizada
que Nueva Inglaterra pero era una sociedad cerrada no sólo
al exterior sino al porvenir. Mientras la democracia religiosa de
Nueva Inglaterra se transformó, al finalizar el siglo XVIII,
en la democracia política de los Estados Unidos, Nueva España,
incapaz de resolver las contradicciones que llevaba en su seno,
estalló y, en el siglo XIX, se desmoronó. Con sus
restos hemos construido nosotros, sus descendientes, los mexicanos
modernos, nuestra morada. El paso de la sociedad tradicional a la
moderna se hizo en los Estados Unidos de un modo natural.: el puente
fue el protestantismo. El dilema que se presentó a los criollos
mexicanos al otro día de la Independencia era tal vez insoluble:
la continuidad condenaba a la nación a la inmovilidad y el
cambio exigía la ruptura brutal, el desgarramiento. Continuidad
y cambio no eran términos complementarios como en los Estados
Unidos sino antagónicos e irreconciliables. México
cambió y ese cambio fue un desgarramiento: una herida que
aún no se cierra"7.
¿De qué manera gravita la
figura de Sor Juana Inés de la Cruz en esta historia que
nos cuenta Paz? Porque resulta que el siglo XVII es un siglo muy
mal conocido en la historia de América Latina, y nuestro
autor siempre ha tenido desacuerdos serios con los historiadores
de su país por algunas de las afirmaciones que ha hecho,
muy mal sustentadas documentalmente. Esto, sin parar mientes en
las valoraciones políticas o culturales, que no siempre podemos
compartir.
Sin embargo su propuesta es útil,
porque nos da una excusa para aproximarnos al mundo de Sor Juana
Inés de la Cruz en un momento de crisis importante para el
desarrollo del imperio español.
Decíamos que el XVII en América
Latina es un siglo que presenta problemas para ser estudiado con
propiedad, debido en gran parte a que, entre 1588 y 1660, es decir,
entre el momento de la destrucción de la armada española
por los ingleses y los inicios de la crisis de las monarquías
europeas, América se ha convertido en el botín por
el que se desangran la mayoría de los mercaderes del momento
y por supuesto sus monarcas. Entonces, la larga crisis que en realidad
es el Siglo de Oro en España, se traduce en un reforzamiento
de los controles peninsulares sobre sus colonias, lo que las convierte
en caldo de cultivo para las rebeliones y los alzamientos, como
sucedería en México hacia fines del XVII.
Es muy válida en consecuencia
la reflexión que hace Paz sobre la distinta textura que tendría
el siglo XVII para los latinoamericanos y los norteamericanos. Pero
el costo de dicha reflexión es que se queda atorada en la
comparación, y terminamos haciendo la historia de aquello
por lo que somos diferentes y no la historia de nosotros mismos
que es la nos interesa. Estaríamos atrapados en el lugar
común en el que hemos estado por siglos: apreciar nuestras
grandezas y miserias a partir de las que tienen lugar en los Estados
Unidos. En América Central por ejemplo, nuestra ignorancia
del siglo XVII es bastante significativa.
Sor Juana Inés de la Cruz
vino al mundo en un momento en que las cosas y los hombres están
cambiando mucho en América. Y los cambios no son el resultado
directo de lo que está aconteciendo en España, sino,
en gran parte, producto de la riqueza y del progreso que se dejan
sentir de forma diferencial en los distintos estratos de la sociedad
mexicana. Los levantamientos que tienen lugar en la década
de los noventa, son premonitorios de los que vendrán a todo
lo largo del siglo XVIII no sólo en México, sino también
en el resto de la América española.
Pero en Nueva España, la
cultura, reflejo noble y crítico de los conflictos de los
hombres, ha llegado a unas alturas, alcanzadas con dificultad en
otras latitudes de esta América, que ya se está hartando
de la expoliación de que es víctima. No fue en vano
que los centros administrativos y económicos del imperio
español en América eran el foco de las revueltas que
sacudían a todo el siglo XVIII, a partir de un cúmulo
de fracasos y frustraciones enardecidos desde la segunda parte del
siglo XVII.
Eran años tristes y tormentosos
aquellos de las postrimerías del siglo, puesto que en el
Norte del país los indios se levantaban violentamente contra
las misiones cristianas. Los piratas en la costa hacían de
las suyas, y los insurgentes en el interior y la capital generaban
cierto estado de inseguridad en los sectores sociales más
poderosos de la sociedad mexicana. El tráfico de mercancías
se vio afectado en serio, las carreteras fueron dejadas a la buena
de Dios, por lo que permanecían enfangadas una buena parte
del año, y la carestía de los productos básicos
hacían más virulentas las recurrentes protestas sociales.
Los indígenas resucitaron algunas de sus viejas prácticas
rituales de inmolación de personas para conjurar la crisis8.
El Virrey Conde de Galve, temiéndo por su vida, abandona
el palacio, atropellado por la multitud, y se esconde en el convento
de San Francisco. El 8 de junio de 1692, los edificios del Cabildo
y del Archivo del Estado eran reducidos a cenizas por la multitud
embravecida. La rebelión fue reprimida de manera cruel y
violenta. "En el ardiente verano de ese año se podían
ver diariamente flagelaciones públicas, degollaciones, procesiones
expiatorias, pasando frente a las iglesias cerradas. Las enfermedades
se propagaban, cortejos fúnebres interminables pululaban
a través de la ciudad, y muchos de los admiradores, amigos,
hermanos conventuales y parientes de Sor Juana, perecían.
No era extraordinario que bajo tales impresiones, renunciara a toda
fruslería exterior; a sus estudios, joyas, figulinas, y regalos
con los cuales la sociedad cortesana la había colmado; y
aun al más amado consuelo de su celda, su quita pesares,
es decir, su biblioteca compuesta de 4000 volúmenes; sus
instrumentos astronómicos y musicales, todo eso lo entregó
al obispo de México, para que lo vendiera y repartiera entre
los pobres el importe recolectado"9.
El siglo XVII en América plantea
problemas de mucha monta al investigador de la historia de estas
latitudes, porque es un siglo que es al mismo tiempo filtro y cristalización
de los mejores y peores elementos de la herencia española.
El XVI es el de la fractura, aquel en el que el imperio español
abre la enorme herida que aun hoy sigue siendo motivo de amores
y desamores para la investigación historiográfica
latinoamericana más revolucionaria. El XVIII es el de la
larga crisis del poder monárquico y el ajuste de cuentas
por parte de una burguesía que no alcanza a reconocerse a
sí misma. En el tránsito se ubica un barroco tardío,
el latinoamericano, que es a la vez síntesis y expansión
de los aciertos del Siglo de Oro y de las premoniciones del siglo
de las luces10.
Es que resulta muy complejo trabajar
con los grandes haces de causas y efectos que integran la textura
histórica del siglo XVII. En él confluyeron las frustraciones,
la violencia y toda la brutalidad de la conquista y los inicios
de la colonización. Para la población indígena
fue el momento en que tomó cuerpo la realidad de que su pérdida
de indentidad era irreversible. A todo lo largo del siglo XVI la
labor genocida fue tan completa que casi podríamos calificarlo
como el siglo de la "larga perplejidad". El colapso demográfico
y cultural fue tan completo que sería en el siglo XVII cuando
emergerían con timidez las primeras señales del desastre11.
El XVIII fue el de la cosecha, el de las grandes rebeliones como
la de Túpac Amaru en Perú en 178112.
La que sería la monja jerónima
Sor Juana Inés de la Cruz entonces nacería en un siglo
de transiciones, de procesos sincréticos y de mimesis cultural,
tanto así que hoy más que nunca todavía lo
estudiamos y tratamos de entenderlo, puesto que el siglo XX ha sido
el de las grandes preguntas y también el de las grandes respuestas.
Por eso es que hasta este siglo la monja recibió toda la
atención y el interés debidos a una intelectual de
su talla13.
El siglo XVII es un siglo silencioso
para las mujeres, es el momento en que vuelven a experimentar las
peores expresiones de la opresión masculina, cuando después
del capítulo renacentista, que parecía anunciar algún
grado de flexibilización de preeminencia racionalista, han
de volver a la cocina, al fregadero y a la maternidad. En América
la situación es más grave, porque al lado de la condición
de ser mujer, las nuestras tuvieron que tolerar también la
discriminación por su signo étnico, su procedencia
social y económica, y sus actos de fe religiosa.
El intercambio atlántico, como
lo llama la historiadora norteamericana Peggy Liss14,
prueba en el caso de Sor Juana, que el cruce de influencias culturales,
económicas y políticas, debe ser desagregado, según
el buen decir de los economistas, porque de lo contrario, podríamos
vernos en el caso de afirmar con contundencia dogmática que
Nueva España no era una colonia, sino una especie de protectorado
de la corona española en esta parte de América15.
La conquista y colonización
de los nuevos mundos, definieron a cabalidad el porte que tendría
la relación entre Europa y las Américas. Resulta extemporáneo
entonces que a raíz de la investigación reciente alguien
venga y nos diga que alguna de las colonias españolas en
América, no fue concebida con dicho talante. Sin embargo,
intentaremos comprender la afirmación de Paz a la luz de
que el sincretismo que detectamos en el siglo XVII, encuentra en
una personalidad como la de Sor Juana Inés de la Cruz, el
vehículo más lúcido del intercambio cultural
que tiene lugar entre América y Europa, cuando paradójicamente
quienes hacen posible el mismo son las órdenes religiosas
y algunos curas rebeldes que encuentran espacio para recoger parte
de la herencia que la revolución científica en Europa
transfiere a las Américas, la mayor parte de las veces vía
contrabando16.
Aún está por investigarse la envergedura real del
"contrabando intelectual" que tuvo lugar hacia la América
española durante el siglo XVII.
El siglo XVII en América
española, en términos culturales, fue del predominio
de los curas. No sólo eran dueños de una porción
decisiva de la riqueza que aquí se producía, sino
que también eran los amos y señores de la cultura
que aquí se generaba. Ellos decidían qué estaba
bien y qué estaba mal, en una sociedad para la cual tales
cuestiones no competían sólo a la moral, sino también
a la política y a la ideología en general, definida
por sus claros perfiles, no teológicos, sino de acuerdo con
la religiosidad más convencional, la de confesionario.
En la Nueva España del siglo
XVII, las mujeres principales tienen un confesor privado, un consejero
que cuida por la salud espiritual de aquellas vinculadas con los
círculos más estrechos del poder colonial. Las materias
del corazón y la cabeza, la razón y la pasión,
no podían ser dejadas al libre arbitrio de seres humanos
considerados frágiles y vulnerables como las mujeres17.
Estas divisiones afectivas y mentales, más bien establecidas
por el poder de los hombres, que por la naturaleza o la sociedad
misma, aún con todas sus manías jerarquizadoras y
discriminatorias, no pasaron desapercibidas para nuestra ilustre
monja.
Era presuntuoso y arrogante hacer
preguntas. La estructura del poder, con todas sus ramificaciones
y sus instrumentos para el buen ejercicio de los hombres, no era
cuestionable. La aceptación debía ser sumisa y silenciosa.
Cuando a Sor Juana se le ocurrió hacer preguntas, terminó
silenciada de la manera más tosca y brutal a que podía
acudirse en aquellos días, tratándose de una intelectual
de sus quilates: se le prohibió leer y escribir18.
Pues bien, este será el eje
de nuestra reflexión: la verdadera dimensión de ese
hecho, prohibirle leer y escribir a una mujer sabia y talentosa,
porque en algún momento, de forma irónica y velada,
se le ocurrió cuestionar a la maquinaria del poder eclesiástico,
controlado en esencia por hombres. Tres años después
de tan infame decisión la mujer moría. Algunos dicen
que se dejó contagiar por la peste. Otros que murió
de sufrimiento y soledad; o tal vez debido a la peor de todas las
enfermedades imaginables: el silencio.
LA TEOLOGÍA
DEL SILENCIO.
Para empezar esta parte de nuestro
ensayo, veamos lo que nos recuerda Octavio Paz: "La teología
tuvo en el siglo XVII la misma función polémica que
las ideologías sociales y políticas en el siglo XX:
la disputa por la interpretación de un pasaje de las escrituras
era la forma en que se manifestaban los pleitos de intereses y las
querellas de personas"19.
Si la forma de conciencia social hegemónica en este siglo
es el cristianismo, desprenderse de ella, para ver desde afuera
cómo funcionaba y qué fisuras tenía, era una
tarea ingente para quienes se atrevieran. Sor Juana Inés
de la Cruz corrió el riesgo, y con su acción nos abrió
un surco que todavía no acabamos de cruzar20.
La monja, antes que por cualquier
otro interés, se veía atraída por los asuntos
de la razón; era, en el más estricto sentido del término,
una intelectual. La teología, en tanto que "corpus scientiarum"
tenía que haberle llamado la atención, pues su curiosidad
era imbatible, en lo que concierne al poder de hacer las preguntas
correctas. Ya lo decíamos, las mujeres no preguntan indicaban
los inquisidores. Sobre todo después de que la Contra-Reforma
Católica las envió de nuevo a la cocina. Juana Ramírez,
como se conoce también a nuestra monja, ya que las mujeres
acostumbraban utilizar el apellido de sus madres en el siglo XVII;
o Juana de Asbaje por parte de padre, no tenía más
opciones que el matrimonio o el convento, una oferta que la precoz
adolecente atendería a regañadientes21.
Como todo lo demás en su vida; más cuando se trataba
de verdades aprendidas y no siempre bien digeridas.
Su gran problema, en una sociedad
de dureza jerárquica, con roles sociales bien asignados y
casi sin posibilidades de realización personal para las mujeres,
era que se le ocurría opinar y discutir sobre temas que nadie
pensaba podían ser de interés femenino. Sabemos que
aprendió a leer y escribir muy temprano; a los tres años
dicen algunos de sus biógrafos como el padre Calleja22.
"Estudiar era su religión" dicen otros23.
Pero el estudio estaba reservado para los hombres y por lo tanto
era considerado increíblemente subversivo en manos de las
mujeres, cuando lo poco que lograron avanzar en el Renacimiento
les fue arrebatado dizque para bien de ellas mismas.
Como fue educada y atendida en casa
de un abuelo que tenía muchos libros, en un momento importante
de su infancia, cuando sólo contaba con ocho años
de edad, las disciplinas académicas, el latín, y otros
esfuerzos del espíritu no le resultaron amargos. Su poesía
se resiente de eso, de efectismo, de artificiocidad, tanto así,
que algunos autores no la consideran en realidad una poeta24.
Es que sus preocupaciones racionalistas no siempre encajan bien
con las estructuras formales del gongorismo, el conceptismo o la
compleja poesía de Góngora (1561-1627), Quevedo (1580-1645)
o Lope de Vega (1562-1635). Reconocida como una discípula
crítica de estos tres grandes poetas del barroco español,
Sor Juana Inés se sirvió de sus enseñanzas
estilísticas con el único propósito de expresar
sus ideas más profundas sobre Dios, el hombre y la condición
de las mujeres en su tiempo.
Se quejaba con frecuencia de que
ni en el convento tenía paz para estudiar y escribir, en
un medio que había llegado a volvérsele estrecho y
asfixiante en virtud de su doble condición de mujer e intelectual.
Sus lamentos de que carecía de interlocutores que la pudieran
igualar tal vez suenen presuntuosos y cargados de una vanidad intolerable,
pero es muy cierto también que se la llegó a conocer
en Europa mejor que en Nueva España misma, esa que Paz decía
que no era una colonia sino un reino más de la corona española.
De tal manera que cuando la mujer
polemiza, debate e ironiza sobre los convencionalismos racionalistas
de algunos prelados, que se suponían más iluminados
e inteligentes que ella, lo hace con la conciencia plena de que
está sola, de que nadie, en caso de ser reprimida, como sucedería,
estaría de su lado al final. Desde la más oscura celda
de su convento de las Carmelitas Descalzas primero, y de las Jerónimas
después, Sor Juana Inés de la Cruz supo que estaba
sola.
La teología del silencio que
se le aplicó a Sor Juana, nos hace recordar a Giordano Bruno
(1548-1600), a Copérnico (1473-1543) y a Galileo (1564-1642),
ejemplos superiores de la independencia de pensamiento en un mundo
controlado por la superstición y el cepo. El silencio del
convento, elección libre hecha por la monja, no dejó
de estar sujeto a los despreciables avatares de la vida cotidiana.
Pero los intentos del obispo de México por callarla no tienen
que ver tanto con los mecanismos operativos del poder estructurado,
sino en el fondo con la misoginia que vertebra a la mayoría
de las religiones estatuídas. Es decir que el hecho de ser
mujer, es una razón más para que el silencio produzca
resultados tangibles cuando la iglesia pontifica sobre la condición
sexual de las personas. Hasta esas profundidades de pensamiento
crítico se atrevió a llegar Sor Juana. No sólo
en teoría sino también en la práctica, ya que,
si es cierta su presunta homosexualidad, hizo saltar en pedazos
la constitución moral y física de los muros de su
convento y de su comunidad religiosa25.
Nos encontraremos autores que la
acusan de neurótica, de andrógina, de sufrir el complejo
de castración, de irreverente, irrespestuosa e insolente,
porque se le ocurrió expresar su opinión sobre un
tema, que desde nuestra perspectiva actual, nos parece baladí
e intrascendente26.
Creemos más bien, que el nudo de la segregación a
que fue sometida, no está en el tema mismo como en la persona
a la que osó contradecir y corregir.
El célebre Padre Jesuíta
Antonio Vieira (1608-1697), respetado en toda Europa como una autoridad
en el pensamiento teológico, confesor de la reina Cristina
de Suecia, y uno de los más reputados oradores con que contaba
la iglesia católica por aquellas fechas, se encontró
de repente bajo la mira de una "humilde monjita" en el remoto Virreinato
de Nueva España, que se atrevía a corregir algunas
de sus afirmaciones sobre ciertos padres de la iglesia prestigiados
de intocables27.
Lo curioso de esta historia, es que parece que el padre Vieira no
se dio cuenta del debate que habían suscitado sus sermones,
y a la monja le publicaron sus reflexiones sobre los mismos sin
su autorización28.
Al fin y al cabo, es tan evidente que los involucrados en la discusión
tenían intereses muy concretos, que a veces nos resulta inaceptable
la ingenuidad con que se maneja. Se trataba de silenciar a la monja,
y de ensalzar la autoridad indiscutida del jesuita.
Pero cuando una mujer tiene la osadía
de reflexionar sobre el libre albedrío, todas las fronteras
de lo permitido y lo tolerado terminan violentadas y a esa persona
debe devolvérsela al redil. Reclamar ese derecho ante Dios
era todavía una mayor transgresión del espacio concedido
a una mujer, puesto que su condición psicológica nos
decían algunos escritores, no le permite visualizar con claridad
dónde está la diferencia entre bien y mal29.
En la célebre Carta atenagórica
(digna de la sabiduría de Atenea-1690), notable crítica
a los sermones del padre Vieira, no molesta tanto la agudeza, solidez
y claridad con que se discuten las tesis del respetado jesuita,
sino el argumento de que el gran beneficio que le hace Dios al hombre,
es darle libre elección sobre sus actos, y que, entre menos
se sienta su presencia, es todavía mejor , puesto que así,
le quedan al hombre todas las posibilidades abiertas para la construcción
personal de su destino30.
Esas son algunas de las "finezas" de Dios.
Pero, como señalaba con mucha
sabiduría el gran poesta inglés Robert Graves (1895-1985),
algunas mujeres tienen la desgracia de ser portadoras de los tres
grandes poderes de la divinidad: la inteligencia, la belleza y la
soledad. El sentaba a Sor Juana al lado de dos de las grandes poetas-mujeres
de la antigüedad: Safo de Lesbos (600-560 AC) y Liada de Corkaguiney,
quienes se atrevieron a ser ellas mismas. Osaron elegir. El delito
está en la elección, un tema que no se ha enfatizado
con suficiente fuerza. Ni aún en el erudito trabajo de Menéndez
y Pelayo, muy preocupado por los aspectos formales de los trabajos
de la monja, y por descubrir si era poeta o no. Lo mismo podemos
decir de ensayos similares de Gerardo Diego, el ilustre bardo de
la generación del 27 en España, de Amado Nervo, de
Xavier Villaurrutia, de José Gaos, y otros más que
sería muy tedioso enumerar a plenitud31.
Sor Juana Inés de la Cruz
es una mujer sola, y su soledad es, triste paradoja, el medio en
que se desenvuelve como poeta de la inteligencia, en que sufre,
llora, se autocritica y se resiente de ser objeto de tantas atenciones
banales y de circunstancia. Algunos ensayistas insisten en que su
poesía sigue teniendo una gran vigencia en el presente. No
estamos muy seguros de eso, pero sí hay algo en que a los
historiadores nos resulta muy útil, y es debido a su potencia
para explicarnos las circunstancias en que vive la monja. Para Menéndez
y Pelayo Sor Juana es una poeta mediocre (comentario muy discutible),
de una mediocridad que el historiador de hoy encuentra valiosa porque,
si está interesado en ciertos aspectos de la cotidianidad
del siglo XVII, un siglo difícil como hemos anotado varias
veces, en el lenguaje y los temas de su poesía hallará
testimonio cierto de las preocupaciones de una mujer encerrada,
con su inmensa soledad entre las cuatro paredes de un convento en
el que se suponía se enclaustraban para atemperar aquella.
"Historiar" esa soledad es en realidad la difícil tarea que
le espera al historiador, no tanto medir las cualidades literarias
de la obra de Sor Juana, algo que ya demostró con amplitud
Octavio Paz.
La soledad conduce al sueño,
a la ensoñación, y al final, a la toma de conciencia
de que se está en total desventaja frente al poder estructurado
de la sociedad colonial, una sociedad en que los mecanismos opresores
de la ideología tienen una potencia tan bien articulada que
con dificultad podemos ignorar en el momento de hablar y reflexionar
sobre el colonialismo y el imperialismo, como objetos de estudio
historiográfico. A este respecto Octavio Paz anota: "Su suerte
de escritora castigada (la de Sor Juana) por prelados seguros de
la verdad de sus opiniones nos recuerda a nosotros hombres del siglo
XX, el destino del intelectual libre en sociedades dominadas por
una ortodoxia y regidas por una burocracia"32
¿Cómo se era mujer en el
siglo XVII sin perder la cabeza?
En el siglo XVII, para tener intereses
académicos y realizar alguna obra de valor, una mujer tenía
que asumir roles masculinos. Pero ya vimos, en un ensayo anterior
publicado en esta misma revista, que a la reina Isabel I de Inglaterra
no le fue muy bien tampoco en ese sentido, pues incluso en el lenguaje
cotidiano las personas, los varones sobre todo, tenían problemas
para definir a la reina-rey que los gobernaba. Y veremos más
adelante, que también con el reinado de Victoria (ESCÁNER
CULTURAL No.24), así como sucedió con Hashepsut hace
miles de años en el antiguo Egipto (ESCÁNER CULTURAL
No. 23), las mujeres tenían que cortarse el pelo, verstirse
como varones, hablar como ellos, y razonar como tales.
La extraordinaria Virginia Woolf (1882-1941)
con su novela Orlando (1928) sistematizó la ambigüedad
desconcertante que nos produce la androginia de ciertas personas
vinculadas con la cultura y el poder en Occidente33.
La Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691) (publicada después
de muerta la monja-en 1700), constituye una larga reflexión
autobiográfica sobre los comentarios que el obispo Manuel
Fernández de Santa Cruz (Sor Filotea) le hiciera después
de la publicación de la Carta atenagórica, y recoje
asímismo los más íntimos momentos de análisis
sobre lo que significaba para Sor Juana la tarea intelectual34.
Hay en ella una aguda y sostenida argumentación sobre el
derecho de las mujeres a ser educadas, sin que por ello se deba
perder la identidad sexual, pero parece que el ejercicio constante
de las presiones del poder, representado por diversos figurones
del catolicismo mexicano, hicieron su mella en la voluntad de la
monja, y de ahí emergen una serie de contradicciones de suma
importancia para entender sus reales intenciones, como intelectual
y como mujer.
Sus nutridas referencias a mujeres
brillantes de la historia (Hipatia entre muchas otras) no constituyen
el despliegue erudito de alguien que busca un espacio para respirar
en la academia, sino que son el ejemplo arriesgado de una mujer
que se ha atrevido a opinar sobre materias consideradas privativas
de los hombres. A Sor Juana se le llama la atención porque
lee y reflexiona mucho sobre asuntos profanos, y muy poco sobre
temas sagrados, pero es evidente la contradicción cuando
al atreverse a hacerlo sólo se buscó silenciarla.
La cruenta mordacidad que la monja
tuvo que enfrentar de parte de las más altas autoridades
eclesiásticas mejicanas, refleja una misoginia visceral que
es fácil rastrear en los más sublimes testimonios
bíblicos. Esto en realidad no sorprende si pensamos que la
superioridad del intelecto de Sor Juana no es el resultado de su
estricta disciplina de estudio, sino de una condición natural
ineludible que desconcierta a prelados hambrientos de creer que
la inteligencia es el véctor fálico de la creación
de Dios.
Junto al esfuerzo escandaloso que
tuvieron que hacer algunas de las otras mujeres ligadas con Sor
Juana, el rastreo mítico que elabora la monja cumple el propósito
de ejemplicarnos cuál es el futuro que les espera en un mundo
articulado para que los silencios sean más amplios que las
sonoridades de la sabiduría. Su madre analfabeta, capaz de
hacerse cargo de la hacienda que le dejara su esposo, y al frente
de la educación y el cuidado de seis hijos ilegítimos
todos, le permiten a la monja percatarse de que las labores de la
inteligencia y del espíritu irán aparejadas de manera
inevitable con los tiestos de la cocina, el tejido de los vestidos
y las vanidades personales. De tal forma que, entre el convento,
el concubinato, la prostitución y el matrimonio las opciones
primera y última reflejan las verdaderas proporciones de
la soledad ciclópea en que las mujeres se desenvuelven.
Ellas viven, como nadie más,
las profundidades más asertivas del poder, porque su condición
social y sexual particular las obliga a los manejos derechos algunas
veces y muy retorcidos otras, para sobrevivir su perenne estado
de "necesidad". Así lo expone Gerda Lerner en su maravilloso
trabajo: "La sociedad humana se divide en dos sexos: el varón,
racional, fuerte, que tiene la capacidad de procrear, con un alma
y apto para gobernar; y la mujer, pasional e incapaz de controlar
sus apetitos, débil, que sólo aporta la materia en
el proceso de procreación, sin alma y destinada a ser gobernada.
Y puesto que así son las cosas, la dominación de unos
hombres sobre otros queda justificada si se les atribuye a los últimos
las mismas cualidades que a la mujer"35.
A todo lo largo de la historia entonces,
es condición básica de la explotación tener
y desarrollar cualidades de mujer. Tanto los esclavos de la antigüedad
clásica, como los trabajadores del capitalismo industrial,
han tenido que ser débiles, irracionales, y destinados a
ser gobernados. Así lo indicaban con lúcida claridad
Aristóteles (384-322 AC) y Jeremy Bentham (1748-1832). Habría
que anotar bajo esa luz que Octavio Paz olvidó mencionarnos
que Sor Juana Inés es la primera mujer en la edad moderna
que se atrevió a reflexionar sobre esa "debilidad"(social)
particular de todos los seres humanos bajo las mismas condiciones
de opresión36.
El amor por el conocimiento y los
amplios afanes académicos de Sor Juana la hacen un caso excepcional
en la historia occidental, porque en la Respuesta ella nos deja
ver junto a sus preocupaciones temáticas, sus disquisiciones
metodológicas, teóricas e instrumentales para la construcción
de ese mismo conocimiento que tanto la afanaba. Recordemos que cuando
se le prohíbe estudiar, este también un caso único
en la historia intelectual de Occidente, ella decide deshacerse
hasta de sus instrumentos científicos y matemáticos.
Las cuestiones prácticas no le eran ajenas y en su defecto
la simple observación metódica le salvó el
trance.
Son muchas las mujeres que ella
menciona, dignas representantes de la historia intelectual que nos
insinúa. Por otro lado, nos deja entrever, el oprimido por
asuntos de conciencia, a la larga, no sufre opresión por
la sola y objetiva razón de su sexo, sino, y ésta
es una de las grandes ironías del poder, por la forma en
que el "otro" lo percibe. Si te perciben como diferente eres fácil
víctima de quienes ejercen el poder, porque la diferencia
puede ser un elemento subversivo al interior de estructuras que
fueron concebidas para la permanencia y la homogeneidad. Y el gran
atrevimiento de Sor Juana fue demostrar que nada es permanente en
lo que concierne al poder.
Sor Juana trató de sostener
una vida conventual regular y rutinaria, proyecto difícil
en una comunidad tan cerrada y donde su celda era una especie de
academia, a la que asistían constantemente sus compañeras
para consultarla sobre todo tipo de materia. Cuando a los diecisiete
años fue sometida a una especie de confrontación ante
varios académicos, especialistas en las más diversas
disciplinas, el prestigio de la monja creció tanto que, aún
en Europa, aquellos maestros con los que sostenía una correspondencia
importante, no acabaron de asombrarse y de preguntarse cómo
hacía para tener tal nivel de desarrollo intelectual en un
medio tan limitado y lleno de mutilaciones.
El volumen de correspondencia que
Sor Juana sostiene con los académicos europeos es sorprendente
porque es premonitorio y muy moderno37.
Uno de los elementos más notables que nos trae consigo la
revolución científica en Europa, es haber abierto
la posibilidad del intercambio y de la socialización de los
descubrimientos, de las lecturas, de las publicaciones, corriente
sobre la cual Sor Juana cabalga con solvencia y autoridad. Ignoramos
si fueron algunas de las virreinas, supuestas amantes suyas, quienes
le facilitaron esos libros, o los instrumentos de los cuales hace
tanto alarde, pero de lo que sí estamos ciertos es que nadie
en América tenía contactos académicos de tales
alcances. Para mayor abundamiento, nos resulta irrelevante la sexualidad
de la monja, puesto que, tratar de explicar su sabiduría
y sus contradicciones, a partir de sus opciones de alcoba es hacerse
eco de un tipo de psicología que lo quiere deducir todo desde
las pulsaciones de la entrepierna. Los errores que se han cometido
con este tipo de óptica nos han llevado a poner el énfasis
más en la misoginia del obispo de México (que no debe
ser subestimada), antes que en la amplitud y profundidad de la estructura
de poder que el hombre representa. Sin que haya posibilidad de que
ambas órbitas de análisis sean factibles, nos parece
que la figura de Sor Juana es tan rica y tan compleja, que puede
resultar degradante privilegiar uno de los dos tipos de enfoque.
Compartimos con Paz la aseveración
de que la actitud de la mujer está repleta de contradicciones,
pero también suponemos que la tirantez de su escenario no
dejaba espacio más que para sobrevivir escamoteándo,
hoy sí mañana no, los embates del poder de la iglesia.
Es muy posmoderno criticarla, pero a la larga las conclusiones son
ahistóricas. Lo mismo se desprende de llamarla "la primera
feminista de América"38.
Puede resultarnos inevitable hablar
de un "baile de disfraces" cuando se trata de la relación
epistolar que mantuvieron Sor Juana y el obispo Santa Cruz, del
movimiento pendular de pesos y contra pesos entre uno y otro protagonista,
pero no olvidemos que es ella quien está intentando mantener
su cordura y al menos sobrevivir, puesto que el obispo, junto al
de México Aguiar y Seixas, o al confesor de la monja Núñez
de Miranda integraron una máquina de chantaje ideológico
tan efectiva y sádica que al final no le quedó a ella
más que ceder39.
Sorprende en todo lo que vale su valentía y coraje para mantenerse
incólume hasta el final Si eso es feminismo no vemos ningún
problema en llamarlo de esa manera, a pesar de los escrúpulos
nominalistas de Paz que no enfrentan el verdadero meollo de la cuestión:
la modernidad que nos hereda Sor Juana, no tanto con sus escritos
como con su actitud. El es muy prudente para reconocerle a la monja
dicho legado. Nosotros, que lo somos menos, nos vemos tentados a
hablar de mitificación y de la leyenda de Sor Juana, porque
resulta que la modernidad hizo posible eso, la encarnación
de las leyendas, y tal vez, sólo tal vez, la monja pudiera
haber sido la primera40.
De hecho es el Renacimiento, la modernidad, el que descubre a Juana
de Arco (1412-1431) , por ejemplo. En la Edad Media, como nos sugiere
el historiador francés Le Goff, el asunto de las encarnaciones
no es posible porque el cielo y la tierra están separados41.
O se es un santo, o un hombre. No hay término medio ni mucho
menos una síntesis entre ambos componentes. La modernidad,
y sobre todo la Reforma, los acercó e hizo posibles las encarnaciones
de uno en el otro. La Contra-Reforma visualizó ésto
como una herejía y acusó a sus promotores de heréticos
y terminó quemándolos en la hoguera. Sor Juana sabía
bien que si se atrevía a sostener que el mismo interés
merecían la literatura profana que la sagrada, corría
el riesgo de que la visitara la Inquisición. El papado era
el único enlace posible entre ambos mundos. La soledad de
Sor Juana bajo esta luz no sorprende entonces.
Al haberse atrevido a merodear los
espacios entre el mundo celestial y el mundo de la carne, la monja
tuvo que enfrentar también la rabia de aquellos que se sintieron
asaltados, usurpados en su legítimo derecho de proteger tales
predios. Los prelados a quienes aquí hemos mencionado tantas
veces, no eran sólo hombres llenos de lacras y prejuicios
que asombran42,
sino también hombres políticos, dispuestos a todo
por proteger su cuota de poder económico, social, político
y cultural, en un mundo tan bien jerarquizado que si era necesario
aplastar a la monja para impedir que la enfermedad se extendiera,
ella estaba segura de que así sucedería. Sólo
la salvó en parte su precaria relación con ese mismo
poder, que la toleró por su investidura y por su inteligencia.
Así se nos permite hablar de una derrota y no de una conversión
por parte de ella.
LA VIGILIA DE LOS
SUEÑOS.
Sostenemos que Primero sueño
es tal vez la primera utopía jamás formulada en el
Nuevo Mundo43.
Las distintas aproximaciones exegéticas que este largo y
complejo poema ha provocado de parte de una miríada de distintos
autores, mexicanos y extranjeros, muestra con amplitud el interés
que la pieza despierta todavía44.
Tanta atracción no viene de los valores estéticos
o estilísticos que pudiera tener, sino a decir verdad, de
los problemas que plantea, su tratamiento de la naturaleza, de la
historia humana, y de las aspiraciones que portan en sus corazones
los hombres y las mujeres de Occidente.
Primero sueño es una obra
escrita con toda la intención de seguir las enseñanzas
y descubrimientos formales de Luis de Góngora y Argote, el
gran creador del culteranismo barroco español. Anotemos que
la poesía de este último es compleja, rica y exultante
de colores, temas y formas. Pero es oscura, es de difícil
lectura y requiere de parte del lector cierto nivel de cultura literaria,
mitológica, iconográfica e histórica. Sor Juana
Inés se sirvió de estas pistas trazadas por Don Luis
de Góngora, y alcanzó a soñar la fuerza indescriptible
de la soledad humana en el universo. Primero sueño es una
obra compuesta de cinco partes: la media noche, el dormir, el sueño,
el despertar y el amanecer. "Se trata de una composición
de una simetría perfecta en torno a un centro: en los extremos,
la media noche y el amanecer; el dormir y el despertar, entre los
extremos y el centro; en éste, el sueño. Esta estructura
resulta reforzada por el número de versos de las cinco partes:
150 la noche, 115 el dormir, 560 el sueño; 59 el depertar;
89 el amanecer. Las descripciones de la noche y del dormir son,
sobre poco más o menos, dobles de largas que las del amanecer
y del despertar, respectivamente; pero la de la noche guarda con
la del amanecer una proporción muy cercana a la del dormir
con la del despertar".
"Pero la simetría no es meramente
cuantitativa. Es, además, de la siguiente índole cualitativa
o espiritual por los temas: en los extremos, los procesos y fenómenos
físicos del conticino y el amanecer; entre los extremos y
el centro, los procesos fisiológicos del dormir y del despertar;
en el centro, el proceso psíquico y espiritual del sueño.
Pero la simetría de la composición entraña
aún otras más sutiles que se destacan al adentrarse
por la textura íntima y móvil del poema"45.
Octavio Paz resume el tema principal
del poema de esta manera: "En Primero sueño nos cuenta cómo,
mientras dormía el cuerpo, el alma ascendió a la esfera
superior; allá tuvo una visión de tal modo intensa,
vasta y luminosa, que la deslumbró y la cegó; repuesta
de su ofuscamiento, quiso subir de nuevo, ahora peldaño por
peldaño, pero no pudo; cuando dudaba sobre qué otro
camino tomar, salió el Sol y el cuerpo despertó. El
poema es el relato de una visión espiritual que termina en
una no-visión. Esta segunda ruptura de la tradición
es todavía más grave y radical" 46.
En su ensayo de exégesis Paz
logra uno de los balances más lúcidos del célebre
poema de la monja 47,
y nos permitió una reconstrucción de sus fuentes,
lecturas e influencias como pocos autores han logrado. Con él
nos asombramos también de la enorme masa de conocimiento
que Sor Juana había logrado acumular a lo largo de muchos,
silenciosos y disciplinados años de estudio.
Esa clase de saber no lo daba la
religión, y su búsqueda llevó a Sor Juana a
tocar puntos de una excepcional sensibilidad académica. Por
lo que el poema parece estructurado sobre la plataforma de un conjunto
de influencias distintas, tan bien articuladas que lo que nos sorprende
no es tanto el enorme e incuestionable saber y la solicitud con
que la monja lo dispone, sino su extraordinaria lucidez plástica,
verbal e intelectual para componerlo con autores que, en manos de
otras personas menos bien relacionadas con el poder que ella, hubieran
provocado las iras de la Inquisición.
El sueño en este poema no
es simplemente una excusa para insinuar otras cosas, porque si algo
tiene la poesía de Sor Juana, es su tersa y luminosa franqueza;
se trata en realidad, de un poema en el que todo el corpus teórico
del saber existente hasta ese momento, es sintetizado y transmitido
como una reflexión general sobre las posibilidades de una
vida espiritual superior.
Hay diferentes vías de acceso
a esa vida espiritual, y las mismas deben ser delucidadas con suficiente
precisión como para que los hombres y mujeres que se propongan
llegar a ella, encuentren también las formas de solucionar
su propia historia. Es extraordinario, porque al mismo tiempo que
la poeta nos está planteando, a través de su magnífica
erudición, los recursos de que dispone la ciencia para el
engrandecimiento de los hombres, a éstos se les invita a
que participen en la reconstrucción de su historia, en una
odisea de avances y retrocesos hacia la mayor de las glorias posibles:
el saber48.
Se trata entonces de establecer los
conductos mediante los cuales ese saber va a ser construido. Los
viajes espirituales, viajes del alma o viajes astronómicos
eran frecuentes en los trabajos de algunos eruditos hacia finales
de la Edad Media49.
Por lo tanto, es oportuno anotar que Sor Juana, muy vulnerable a
este tipo de conocimiento, estuvo también bajo la influencia
del pensamiento hermético de creadores como Kircher, Teodidacto,
Macrobio y otros. Ella acude a un haz muy rico de imágenes
mediante las cuales se compone un recuento de mitos, leyendas, historias
y fábulas en las que siempre estará presente el afán
de conocimiento50.
Como toda utopía que se precie
de tal, Primero sueño fue diseñado a partir de los
pedazos de información que ofrece la realidad. Cada uno de
sus pedazos a su vez tiene una procedencia hermética, científica
o práctica. Sor Juana los recoge uno a uno y logra armar
un "sueño" dentro del que todo es posible. Por eso es fácil
sostener que en él se encuentran reunidos todos los grandes
pensadores a los que tuvo acceso la monja, y con un propósito
racional, mal calificado de arrogante por algunos críticos
posteriores, ella realiza la síntesis de la manera que le
resulta útil para exponer sus pensamientos más profundos.
Se creía que las mujeres eran incapaces de estructuraciones
argumentales lógicas y dialécticas. Sostenían
algunos que ellas únicamente alcanzaban a llegar al razonamiento
descriptivo, jamás al inferencial51.
Si Hipatia fue la primera mujer
en destacar en ciencias exactas y naturales, y sus aportes aún
se discuten para comprender el desarrollo del pensamiento matemático
alejandrino y medieval, Sor Juana surge de igual forma como una
mujer cuyas contribuciones seminales al pensamiento utópico
aún no alcanzamos a entender del todo. Porque ella nos hereda
un problema: la tangibilidad eventual de los sueños poéticos.
Esta clase de onirismo lírico tiende puentes con poetas contemporáneos
como Rilke (1875-1926) o Eliot (1888-1965), quienes escribieron
páginas de gran belleza sobre los "sueños", como hiciera
Sor Juana hace tres siglos.
Descubrirnos la capacidad de ensoñación,
de permitirnos rozar la piel de la utopía son elementos que
hacen de Sor Juana una puerta, como hemos venido argumentando, hacia
la modernidad. A partir del momento en que nos fijamos en la realidad
natural y social, surgen las utopías, no antes. Esto es muy
moderno, y lo es más el gran acontecimiento de soñar
con la experimentación entre las manos: ahí están
Newton (1642-1727) y Einstein (1879-1955) para probarlo.
La utopía que nos propone
Sor Juana es aquella que yace en el umbral de la modernidad: es
posible conquistar la vida, el mundo, los sueños, sólo
con disponer de la sabiduría suficiente para emprender el
camino, a pesar de los obstáculos que el mundo físico
y espiritual puedan ofrecernos. Es moderno creer en el poder casi
absoluto de la razón, también lo es la nostalgia y
la melancolía que produce el extrañamiento de los
sueños cuando éstos han estado a nuestro alcance,
y nuestra propia estupidez hace que se evaporen. Con ese propósito
en mente, Sor Juana acudió a todos los recursos disponibles
en su época, y por ello, por atreverse a soñar, terminó
derrotada, no en realidad convertida como muchos hubieran querido.
La conversión hubiera tenido sabor a defección, a
traición de sus ideales, convicciones y esperanzas más
entrañables. Y la utopía de Primero sueño no
se hubiera dado en ninguna otra parte del planeta. En América
tenía que ser.
BALANCE FINAL.
El ejemplo de Sor Juana Inés
de la Cruz es un caso clásico en la historia de las mujeres
occidentales. En América Latina ella representa el más
consumado símbolo de la libertad de pensamiento y de los
afanes por conservarla. Entre otras grandes como Flora Tristán,
Manuelita Sáenz, Rigoberta Menchú, Eunice Odio y Yolanda
Oreamuno, Sor Juana recoge los más ennoblecidos intentos
por conservar la vida, física y espiritual, en medios sociales,
culturales y políticos controlados por hombres dispuestos
a todo por impedir que ellas desarrollen la imaginación suficiente
para remontar y atacar las estructuras en las que ellos por su parte
se apoyan.
Decía Graves que la soledad
de las mujeres intelectuales y artistas es mayor porque ellas carecen
de las musas que inspiran a los hombres. Ellas son mujeres y musas
al mismo tiempo, lo que imposibilita una inspiración asexuada52.
Por eso mismo, la capacidad de formulación utópica
de parte de las mujeres es mayor y más fértil que
en el caso de los hombres, ya que está matizada con los dispositivos
de una imaginación elaborada desde la opresión, el
sarcasmo y la humillación masculinas.
La soledad que uno detecta en la
historia de Sor Juana, está habitada por los percances del
aislamiento que se gesta en el convento. Sus desacuerdos con los
prelados a quienes aquí hemos mencionado tantas veces, parecieran
haber sido necesarios para que tal soledad tuviera sentido, para
que sus enfrentamientos con el poder alcanzaran la expresividad
necesaria que los convertirían eventualmente en una herencia
cierta y aleccionadora.
Cuando la monja murió muchos
se abalanzaron a hurgar en los despojos de su celda del convento
de las jerónimas con las que había convivido durante
tantos años. Tal vez no a la caza de símbolos divinos
dignos de adoración eterna, sino más bien en búsqueda
del terror que hubiera quedado en esa celda ante las muchas amenazas
que sufrió la monja en vida, de parte del poder eclesiástico.
Algo similar le sucedió al obispo de México, pero
en su caso lo que se buscaba eran rastros al menos de las riquezas
que había acumulado con su célebre prurito "limosneril"
como lo llama Paz53.
Aparentemente el hombre vivía obsesionado con acumular "caridades",
las que parece invirtió muy bien.
Sor Juana es una monja, una mujer,
una intelectual que vivió gran parte de su vida llena de
miedo. El poder de la iglesia estaba tan bien orquestado que todo
tipo de disidencia era fácilemnte detectado y destruido.
Lo admirable de la historia de esta mujer es que durante un buen
período fue capaz de jugar con las sinuosidades de la represión,
hasta que finalmente fue sometida, jamás convertida. Su historia
en realidad, es la de muchas personas que por sus opciones sexuales,
su condición social o étnica, terminan aplastados
por una maquinaria que no ceja un según en perseguir y aniquilar,
a quien se le ocurra hacer de su "diferencia" algo atractivo o digno
de ser elegido. En este sentido, el siglo XX todavía tiene
mucho que aprender del siglo XVII.
CITAS.
1 "Semblanza
de Sor Juana Inés de la Cruz". En THE SOR JUANA INES DE LA
CRUZ PROJECT (http://www. dartmouth. Edu/¨sorjuana/). P. 2. (De
ahora en adelante THE PROJECT).
2 PAZ, Octavio.
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ O LAS TRAMPAS DE LA FE. (Barcelona:
Seix-Barral. 1988). 656 páginas.
3 Idem. "Homenaje
a Sor Juana Inés de la Cruz en su tercer centenario (1651-1695)".
Revista SUR (No. 206. París, Diciembre de 1951) Pp. 29-40.
En THE PROJECT.
4 PALOMO VÁZQUEZ,
María del Pilar. " La poesía y la novela en la época
barroca". En MENÉNDEZ PIDAL, Ramón (Editor). HISTORIA
DE LA CULTURA ESPAÑOLA. EL SIGLO DEL QUIJOTE.1580-1680. (Madrid:
ESPASA. 1996) Capítulo IV. Tomo II. P. 444.
5 ABREU GÓMEZ,
Ermilo. Op. Loc. Cit.
6 Idem. Loc.
Cit.
7 PAZ, Octavio.
Op. Cit. 1988. P. 67.
8 VOSSLER,
Karl. "La décima musa de México".(1936). En THE PROJECT.
Op. Loc. Cit.
9 Idem. Loc.
Cit.
10 FUENTES,
Carlos. EL ESPEJO ENTERRADO (México: Fondo de Cultura Económica.
1992) Capítulos VIII y IX.
11 KONETZKE,
Richard. AMÉRICA LATINA. LA ÉPOCA COLONIAL. (México:
Siglo XXI editores. 1971) Tomo 22 de la colección HISTORIA
UNIVERSAL SIGLO XXI. Capítulo 4.
12 VALCÁRCEL,
Daniel. LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU. (México:
Fondo de Cultura Económica. 1996. La edición original
es de 1947) Capítulo 1.
13 HENRÍQUEZ
UREÑA, Pedro. "Sor Juana Inés de la Cruz". En ENSAYOS
(San José, Costa Rica, España: Colección Archivos.)
Vol. 35. Pp. 296-315.
14 ATLANTIC
EMPIRES. THE NETWORK OF TRADE AND REVOLUTION. 1713-1826. (The John
Hopkins University Press. Baltimore. 1983) Capítulo VII.
15 PAZ, Octavio.
Op. Cit. 1986. "Nueva España era otro de los reinos sometidos
a la corona, en teoría igual a los reinos de Castilla, Aragón,
Navarra o León". P.28.
16 HALL, Albert
Rupert. THE REVOLUTION IN SCIENCE. 1500-1750 (Londres: Longman Group
Limited. 1983). Capítulo 8.
17 FRANCO,
Jean. HISTORIA DE LA LITERATURA HISPANOAMERICANA (Barcelona: Ariel.
1986) Pp. 27-35.
18 FUENTES,
Carlos. Op. Loc. Cit.
19 PAZ, Octavio.
Op. Cit. 1988. P. 84.
20 Así
lo decíamos en una conferencia nuestra reciente, titulada:
DESDE LA MANIGUA. LA INMENSIDAD DE LA ESPERANZA EN AMÉRICA
LATINA. CONFERENCIA INAUGURAL. ENCUENTRO REPERTORIO AMERICANO Y
LAS REVISTAS CULTURALES. HOMENAJE A JOAQUÍN GARCÍA
MONGE. (Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica. Octubre de 1999).
P. 1.
21 HENRÍQUEZ
UREÑA, Pedro. Op. Loc. Cit.
22 Citado por
PAZ, Octavio. 1988. Op. Cit. Varias páginas..
23 HENRÍQUEZ
UREÑA, Pedro. Loc. Cit.
24 Idem. Loc.
Cit.
25 FUENTES,
Carlos. Op. Cit. P. 215.
26 PFANDL,
Ludwig. DIE ZEHTE MUSE VON MEXICO. JUANA INÉS DE LA CRUZ.
IHR LEBEN, IHRE DICHTUNG. IHRE PSYCHE. (Munich. 1942). Capítulo
V. P. 5.
27 RICARD,
Robert. "Antonio Vieira y Sor Juana Inés de la Cruz". REVISTA
DE INDIAS. Vol. 11. Nos. 43-44. Enero-Junio de 1951. Pp. 61-87.
En THE PROJECT. Loc. Cit.
28 Idem. Loc.
Cit.
29 PFANDL,
Ludwig. Loc. Cit.
30 DE LA CRUZ,
Sor Juana Inés. "Carta atenagórica". En OBRAS COMPLETAS.
(México: Editorial Porrúa. 1997) Pp. 811-827.
31 Le sugerimos
al lector continuar sus estudios con el valioso banco de datos que
aquí hemos venido citando como THE PROJECT, donde encontrará
referencias a los autores mencionados y sus ensayos.
32 PAZ, Octavio.
1988. Op. Cit. P. 629.
33 WOOLF, Virginia.
ORLANDO (Barcelona: Lumen. 1994).
34 DE LA CRUZ,
Sor Juana Inés de. "Respuesta a Sor Filotea de la Cruz".
En OBRAS COMPLETAS. Pp. 827-848.
35 LERNER,
Gerda. THE CREATION OF PATRIARCHY (Oxford University Press. 1986)
P. 305.
36 PAZ, Octavio.
1988. Op. Cit. Pp. 628-631.
37 BALLÓN
AGUIRRE, Enrique. "Los corresponsales peruanos de Sor Juana". En
LEXIS 21, no. 2 (1997) : Pp. 273-325.
38 BEGGS, Donald.
"Sor Juana's Feminism: From Aristotle to Irigaray". En HYPATHIA'S
DAUGHTERS: FIFTEEN HUNDRED YEARS OF WOMEN PHILOSOPHERS. Editado
por LÓPEZ MACALISTER, Linda. (Bloomington. Indiana University
Press. 1996) Pp. 108-127. SCHONS, Dorothy. "Some obscure points
in the life of Sor Juana Inés de la Cruz". MODERN PHILOLOGY.
Vol. 24. 1926. En THE PROJECT. Loc. Cit. Véanse las críticas
que hace PAZ a este tipo de interpretaciones en 1988. Op. Cit. P.
628.
39 BRESCIA,
Pablo A. J. "Sor Juana y el padre Vieira: un baile de disfraces".
En NUEVOS TERRITORIOS DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA. Universidad
de Buenos Aires. 1997. Pp. 34-47.
40 BENASSY-BERLING,
Marie-Cecile. "La mitificación de Sor Juana Inés de
la Cruz en el mundo hispánico (finales del siglo XVI-principios
del siglo XVIII)". En REVISTA DE INDIAS 55, no. 205 (Setiembre-Diciembre
de 1995) Pp. 541-550.
41 LE GOFF,
Jacques. LOS INTELECTUALES EN LA EDAD MEDIA (Barcelona: Gedisa.
1986) Pp.115-153.
42 PAZ, Octavio.
1988. Op. Cit. Pp. 606-607.
43 DE LA CRUZ,
Sor Juana Inés de. El Sueño. En OBRAS COMPLETAS. Pp.
183-201.
44 GAOS, José.
"El sueño de un sueño". HISTORIA MEXICANA 10. No.
1 (julio-setiembre de 1960). Pp. 54-71. En THE PROJECT. Loc. Cit.
45 Idem. Loc.
Cit.
46 PAZ, Octavio.
1988. Op. Cit. P.482.
47 Idem. Loc.
Cit.
48 CRUZ, Jacqueline.
"Estrategias de ocultación y autoafirmación en El
sueño de Sor Juana". REVISTA CANADIENSE DE ESTUDIOS HISPÁNICOS
19, No. 3 (Primavera de 1995) Pp. 533-541.
49 LE GOFF,
Jacques. Op. Loc. Cit.
50 PASTOR,
Beatriz. "Del círculo a la espiral: claves del pensamiento
utópico en la obra de Sor Juana". ANALES DE LITERATURA HISPANOAMERICANA,
No. 24 (1995) Pp. 91-129.
51 RUILOBA,
Rafael. "Sor Juana Inés de la Cruz, ingrata, indómita
y engreída o la batalla entre el saber y el poder". En REVISTA
CULTURAL LOTERÍA. No. 407 (mayo-junio-julio de 1996) Pp.
20-43.
52 GRAVES,
Robert. Op. Loc. Cit.
53 PAZ, Octavio.
1988. Op. Cit. Pp. 529 y ss.
Rodrigo Quesada
Monge (1952), historiador costarricense con publicaciones en varias
revistas de América Latina. Tiene nueve libros sobre la historia
económica, social y cultural de América Central y
del Caribe. Premio Nacional (1998) de la Academia de Historia y
Geografía de su país.