Santiago de Chile. 
Revista Virtual. 
Año 2   
Escáner Cultural. El mundo del Arte. 
EDICIÓN ESPECIAL Nº5
Julio de 2000. 

ESTUDIOS DE HISTORIA DE LA CULTURA

LAS MUJERES PRE-RAFAELISTAS (1848-1914):
UNA CRUZADA CONTRA LA ÉPOCA
 
Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge

"Todo amor es iniciático y pedagógico".
M. PROUST

INTRODUCCIÓN GENERAL.

Dante Gabriel Rossetti. LILITH.

Aparentemente el tema de estudio en esta ocasión, , bien pudiera se considerado privativo de la historia social del arte. Pero, por fortuna, el movimiento pre-rafaelista es algo más que un conjunto de normas estéticas desarrolladas por algunas personas, en franca rebeldía contra el orden artístico establecido por la Real Academia Británica de Arte, durante la segunda parte del siglo XIX.

Está visto que la historia de la cultura de los últimos quinientos años pareciera haberse venido moviendo con base en movimientos espasmódicos y rutilantes, guiados por pequeños grupos de personas, con cierta claridad de ideas y de la forma de llevarlas a la realidad, que terminan imponiéndose al resto de la sociedad. Desde el Renacimiento, también una forma de rebeldía, hemos aprendido que la inspiración y la imaginación van estrechamente ligadas al poder económico, la ubicación social y los instrumentos políticos de que disponen las personas privilegiadas en un momento determinado, para hacer que el resto de la sociedad haga suyas sus propias creencias. Lo que estamos diciendo es que el ascenso de la burguesía, ese largo trayecto histórico hacia la dominación cultural e ideológica absoluta de los pueblos, ha pasado por momentos decisivos y fascinantes, porque en ellos se encuentran también los gérmenes de sus propias contradicciones, de paradojas a las que no se ha tenido temor, y que por ello, conforme el capitalismo alcanza su madurez (durante la modernidad dirían algunos), sus instrumentos de manipulación ideológica son cada vez más sofisticados y efectivos. En ciertos casos tales niveles de desarrollo cultural, de crecimiento perceptual nos obligan a estudiarlos porque las expresiones que adquieren, son sintomáticos de la forma en que la burguesía quiere que veamos el mundo. Eso sucede en efecto, con el movimiento de los pre-rafaelistas (1848-1914).

Pero trabajaremos con particular cuidado la participación de las mujeres en aquel movimiento, porque su articulación al mismo ha sido poco estudiada, en virtud de que los pre-rafaelistas configuran un movimiento de rebeldía estética contra los patrones establecidos del gusto artístico de la era victoriana, y las mujeres debían estar en la casa cuidando la prole y atendiendo al marido. De tal manera que, muchas de las cosas que ya se anotaron en los primeros capítulos serán detalladas con mayor amplitud en esta oportunidad.

Por lo tanto, nos proponemos estudiar a los pre-rafaelistas considerando los siguientes ingredientes:

1. El circulo de Rossetti: Los postulados estéticos fundamentales.

2. Los sujetos y los objetos.

3. Pre-rafaelistas y feministas.

4. Mujeres, amantes y prostitutas.

5. La herencia de una rebelión.

Un balance general nos dará finalmente el veredicto de un ensayo con el que buscamos introducir a un lector que conoce muy poco, por lo general, de los entretelones de la vida y pasiones de pintores, poetas, mujeres y modelos de la vida sigilosa y licenciosa de la puritana Inglaterra victoriana.

EL CIRCULO DE ROSSETTI: LOS POSTULADOS ESTÉTICOS FUNDAMENTALES.

En una caricatura que publicara la prensa inglesa a inicios de los años cincuenta, están varios de los nombres y las figuras de algunos de los más célebres miembros de la hermandad de los pre-rafaelistas . Los siete miembros fundadores de la misma fueron los siguientes:

1. Dante Gabriel Rossetti (1828-1882). Pintor y poeta.

2. William Michael Rossetti (1829-1919). Crítico de arte.

3. James Collinson (1825-1881). Pintor.

4. William Holman Hunt (1827-1910). Pintor.

5. John Everett Millais (1829-1896). Pintor.

6. Frederic George Stephens (1828-1907). Crítico de Arte.

7. Thomas Woolner (1825-1892). Escultor.

Aunque la hermandad pretendía ser una organización secreta, otros miembros se integraron después. Ellos fueron:

1. Lizzie (Elizabeth) Siddal (1829-1862)

2. Christina Rossetti (1830-1894).

3. Jane Burden Morris (1839-1914).

4. William Morris (1834-1896).

5. John Ruskin (1819-1900).

6. Edward Burne-Jones (1833-1898).

7. Ford Maddox- Brown (1826-1893).

8. Walter Deverell (1827-1854).

Hablamos de "el circulo de Rossetti" porque la idea original de fundar la hermandad procedió de Dante Gabriel Rossetti, de Hunt y Millais. Sin embargo, en el presente, cuando se habla de los pre-rafaelistas, se tiende a pensar en todos los demás que aquí hemos mencionado, y sobre todo, de una estética y de una actitud ante la vida muy particulares.

La hermandad de los pre-rafaelistas vino al mundo como una reacción contra la hipocresía artística de la Real Academia Británica de Artes y la moralidad gazmoña de los epígonos de la era victoriana. Los pre-rafaelistas se llamaban a sí mismos de esa manera porque sostenían que era necesario volver a la naturalidad y al realismo estético de los instantes anteriores al Renacimiento, y sobre todo de la pintura de Rafael Sanzio (1483-1520), uno de los grandes exponentes de ese movimiento (siglos XV y XVI particularmente).

Rossetti y sus amigos creían que la rigidez y formalismo de la Real Academia estaban bloqueando el crecimiento artístico de la sociedad británica. Argumentaban que no era el tema escogido en la pintura, la escultura, la arquitectura, o incluso en la poesía, lo que determinaba las cualidades de un determinado artista. Sino que estas últimas eran objetivas, eran las potencias mediante las cuales el artista terminaría dominando el tema y demostrando su sensibilidad, la cual no debería estar al servicio de formalidades pre-establecidas por ninguna supuesta autoridad artística.

Sir Lawrence Alma-Tadema. EL POETA FAVORITO. .

En la revista que fundaron los pre-rafaelistas, THE GERM (1850), de la que sólo vieron la luz cuatro ejemplares, ellos se dedicaron a predicar sus ideales estéticos y llegó el momento en que la revista fue considerada uno de los órganos de difusión artística más importantes de su época. El nivel de los artículos teóricos, las contribuciones poéticas y otros elementos hicieron de THE GERM, tal vez la primera revista de su género. Más que nada, porque si consideramos a los pre-rafaelistas anti-románticos, anti-renacentistas, y anti-victorianos, nos vamos a encontrar con la agradable sorpresa de que, mucha de la sensibilidad de la música rock de nuestros días, tiene en la hermandad sus orígenes más remotos. Un cantante como Jim Morrison, del grupo THE DOORS encontró en los pre-rafaelistas una fuente de inspiración importante para su música, su poesía y su visión de la vida. Y es precisamente de eso de lo que hablaremos en esta ocasión, de su actitud ante la vida. Porque su ideal estético podría resumirse en cuatro postulados esenciales:

1. Tener ideas artísticas genuinas y expresarlas sin temor.

2. Estudiar la naturaleza atentamente, para saber como captarla.

3. Simpatizar con lo que es honesto y directo en el arte. Combatir lo convencional y aburrido.

4. Dibujar a perfección.

Estos ingredientes parecieran de una enorme simpleza, sin embargo, el formalismo victoriano de la Real Academia terminó acaparando y estableciendo los trazos que debería seguir el gusto artístico predominante. Como decíamos en el capítulo anterior, Oscar Wilde también intuyó por dónde iban los límites entre teoría del gusto y estética, en lo que competía a lo que debería llamarse verdaderamente Arte, así con mayúscula.

Para los pre-rafaelistas era necesario recuperar los temas de contenido medieval, puesto que su naturalidad en el tratamiento de la luz, las proporciones y la composición que habían ahí, se perdieron con el racionalismo desproporcionado y mendaz del Renacimiento. Lo gótico en estos casos adquiere una nueva dimensión y se convierte en algo más cercano a la cultura moderna. Su "goticismo" y sus gustos peculiares por las drogas, hacen que los pre-rafaelistas se conviertan en precursores de las utopías contra la globalizaciónde nuestra época.

El sentido de rebelión (no necesariamente revolucionario) de los pre-rafaelistas es de una frescura tal, que uno tiende a sentirlos muy cerca de nuestras tradiciones utópicas más preciadas. Su rebeldía es de una enorme potencia instrumental en lo que respecta al vitalismo y al anti-convencionalismo no sólo victoriano, sino burgués en su sentido más amplio. Y a pesar de que combatieron algunos elementos del romanticismo, es imposible dejar de considerarlos románticos con derecho propio, en la mera cuna de la civilización burguesa más elaborada, la británica. De eso hablaremos en la sección siguiente.

LOS SUJETOS Y LOS OBJETOS.

En esta ocasión hablaremos de dos grandes luchadores y utopistas, antes de entrar al estudio propiamente dicho del papel jugado por las mujeres en la hermandad de los pre-rafaelistas. Uno de ellos es Dante Gabriel Rossetti (1828-1882), y el otro es William Morris (1834-1896).

Estos dos maestros son decisivos para entender un poco el ambiente artístico que se gestaría en Inglaterra, durante la segunda parte del siglo XIX. El movimiento pre- rafaelista no es únicamente un grupo de pintores, escultores y poetas a quienes se les ocurrió combatir los criterios estéticos que se venían manejando desde el siglo XV en Europa, sino por encima de cualquier otra consideración, fueron un grupo de hombres y mujeres que intentaron vivir su vida según los cánones y la orientación establecidos por su propia sensibilidad.

Si nos quedamos con la idea de que su decir no es armonioso con su hacer, nuestra apreciación de su ideario nos llevará a la conclusión de que los sujetos no están a tono con los objetos. "La realidad de la utopía" es la mejor forma de resumir las aspiraciones más generales de los pre-rafaelistas.

La vuelta a una naturaleza mítica más realista, aunque esto suene extrañamente paradójico, no es un principio estético o ideológico que atente contra la preeminencia del Renacimiento, como lo representara Rafael por ejemplo. La idealización que este tipo de pintores y artistas promovía nada tenía que ver con la naturalidad y el realismo de la sensibilidad detonado por una Revolución Industrial que había dejado a los hombres y mujeres de la época sin asideros estéticos reales. De esta manera, la belleza no era un asunto objetivo, no estaba en la naturaleza misma, sino en la capacidad del artista para sentirla y plasmarla. Por eso el pre-rafaelismo se convirtió en un asunto tan personal. Ignorar la estética renacentista no significaba ignorar la grandeza de hombres como Rafael. Porque aquellos como Rossetti sólo querían recuperar el poco de sencillez y naturalidad que podría haber en un mito, en una leyenda o en un cuento gótico medievales, donde la pesada racionalidad renacentista tenía dificultades para avanzar.

Sir Frederic Lord Leighton. LA LUNA DE MIEL DEL PINTOR.

El "neomedievalismo" o el "neoprimitivismo" de que los acusan algunos críticos e historiadores de arte nos parecen injustas apreciaciones de un código estético que tiene un enorme empuje aún en el presente. Y no nos referimos a un empuje que se expresa en salas de exposiciones y museos repletos de perplejos espectadores que difícilmente comprenden lo que están viendo. Es a la presencia de los pre-rafaelistas como hombres y mujeres que supieron rebelarse a la que queremos referirnos. Para ello se requiere cierto talento. Y mucha sensibilidad sobre todo. Un tipo particular de sensibilidad que incluye desde las grandes telas de Rossetti (aquí consignadas) hasta el papel tapiz diseñado por Morris.

Rossetti lideró al grupo (de los así llamados pre-rafaelistas) desde muy joven, y tuvo también problemas muy temprano con la Real Academia. Sufría el formalismo acartonado de esta como una camisa de fuerza, y por ello decidió estudiar bajo la tutela personal de William Holman Hunt primero, y de Ford Maddox-Brown después (a quienes ya mencionamos atrás). Ambos llegarían a ser grandes representantes de la estética pre-rafaelista, antes de decidir separarse y seguir sus propios caminos.

Pero lo que más llama la atención de este grupo es su mentalidad clandestina, su concepto de estar haciendo un arte que no era para las grandes mayorías, aunque su invocación estética era de carácter general. Y en ello sobresalía la personalidad de Rossetti. Muchas de las mujeres que estuvieron a su alrededor murieron por sobre dosis de cloral, morfina, opio o hashish. No estamos diciendo que él las haya conducido hacia ese destino nefasto, lo que estamos argumentando es que Rossetti, como Jim Morrison con posterioridad, representaba un sentimiento de rebeldía que las mujeres estaban particularmente dotadas para recibir. Y el consumo de drogas por esta época ya simboliza esta clase de rebeldía. Aparte de que las depresiones, el enigma de los sueños, y las histerias severas como las llamaría Freud, son elementos claves de la condición espiritual e intelectual de la burguesía victoriana. Sin embargo, las mujeres que rodean a Rossetti, en su gran mayoría, proceden de la clase trabajadora. Algunas son prostitutas y otras han sido rescatadas simplemente de las calles de Londres, con el afán insípido de convertirlas en verdaderas damas.

William Morris por su lado, de quien Edward P. Thompson, el gran historiador británico, escribiera una de las mejores biografías que existeen lengua inglesa, posee un perfil romántico de una textura profundamente distinta a la de Rossetti. Morris es arquitecto, poeta, diseñador, artesano, pintor, hombre de negocios, ilustrador de libros y reformador social. El romanticismo de Morris evolucionó y maduró al dar un giro importante hacia las ideas socialistas, que apenas tomaban cuerpo en la Inglaterra victoriana, tan segura de sí misma, y fiel creyente en que la caridad cristiana resolvería los problemas diarios de los pobres. Por eso se puede decir sin error que Morris es el primer marxista que recuerde el socialismo británico. Sin embargo, él también estuvo cerca del pensamiento del célebre teórico anarquista ruso Pedro Kropotkin (1842-1921), porque le estorbaban las pretensiones estatistas del marxismo.

En William Morris confluyen una serie de tradiciones, notables por su impacto en el desarrollo artístico y social de la Inglaterra victoriana. Viniendo desde Lord Byron, y con la profunda influencia de Rossetti, el romanticismo de Morris no se quedó en la simple contemplación de la vida y de la naturaleza. Las angustias que el maquinismo y las fracturas sociales que se estaban operando en la sociedad industrial le producían a estos autores, adquirieron en artistas como Morris una dimensión distinta, porque tendieron a cuajar en un ideario social más o menos articulado. Tal es el caso del mismo Marx, quien no estuvo exento de una matriz eminentemente romántica. Su accionar no se movió en las incertidumbres de la mera contemplación o el reformismo de fuerte bouquet cristiano. En algún momento Morris quiso seguir la carrera sacerdotal, pero luego de leer las críticas de Ruskin o Carlyle, se olvidó por completo de aquella pretensión y se volcó totalmente sobre su vocación artística.

Sir Frederic Lord Leighton. EL BAÑO DE PSIQUE.

Con William Morris uno se encuentra la excepcional combinación del artesano y del artista consumado. Junto a él está también el hombre de negocios, el noble burgués victoriano que todavía cree en las posibilidades de la buena fe. Tanto así que, con frecuencia su compañera Jane Burden Morris, siguió con fuerza sus propias opciones de vida y él se limitó a contemplarla, hasta que una decisión de cierto tipo la hacía volver a su casa. Nos referimos a que ella tuvo varios amantes, entre los cuales estuvo su mejor amigo, Rossetti, por quien William Morris sentía una especial predilección. Cuando la relación entre ellos dos se hacía notablemente furibunda, Morris acostumbraba irse para Islandia, donde encontraba paz y resignación, traduciendo y recogiendo la bellísima herencia mitológica de ese país. Cuando al fin los Morris se deshicieron de Rossetti, y de su atractivo por las situaciones conflictivas, la paz no se reinstaló en su hogar, porque la hipocondría de Jane se agudizó ostensiblemente. Ya haremos referencia más adelante a ciertos detalles vinculados con las histerias y las neurosis de la burguesía victoriana, de las que las mujeres del pre-rafaelismo no estuvieron exentas.

Las distancias que ya se están operando, y son notadas de manera sistemática por hombres como Marx y Morris, o por mujeres como Voltairine de Cleyre, entre los sueños de los seres humanos y las potencias reales que nos ha dejado la burguesía para realizarlos, se están tornando cada vez más explosivas y frustrantes.

Esto se hace notable de manera más tangible, en el caso de las mujeres, en virtud de la doble condición de su explotación: sexual y económico-social. Ellas permanecen ahora más tiempo solas, con sus propias aspiraciones bloqueadas y encerradas entre cuatro paredes. Sus hombres están la mayor parte del tiempo fuera de casa. Las compensaciones en estos casos son pocas y pobres, por un lado la drogadicción, y por otro una sexualidad ávida y desesperada, todavía más en función de la enervante hipocresía de los victorianos con relación a las mujeres.

Los aspectos estéticos y sociales de algunos de los elementos que se encuentran en la producción de objetos, que hombres como Rossetti y Morris alcanzaron a transmitirnos, no deben ser visualizados de manera aislada. Casi en su totalidad, la producción de esos objetos, aunque tal vez no en sí mismos, estuvo orientada a establecer un contraste con la producción en masa de bienes de consumo que socializaba la mediocridad. La pintura de Rossetti, y las artesanías de Morris, así como la poesía de ambos, están repletas de paradojas, como bien lo indica todo proceso de transición. Pero precisamente en ello radica toda su belleza, en las contradicciones, que nos enseñaron la rica variedad de la experiencia humana.

PRE-RAFAELISTAS Y FEMINISTAS.

Nosotros creemos que las mujeres, amantes, madres y compañeras de los artistas del movimiento pre-rafaelista, recogen con predilección sus grandes preocupaciones y aspiraciones. La tensión que se establece entre el potente sentido de la realidad de las mujeres y la inventiva del sueño, tan caro a los pre-rafaelistas, es un ingrediente que llama mucho la atención, sobre todo cuando el romanticismo de aquellos empieza a perder su sentido de la esperanza. Bien podría decirse entonces, que la bandera de las reivindicaciones de la vida privada, que en mucho resumen las angustias más preciadas de los pre-rafaelistas, fue finalmente enarbolada por las mujeres. La suya, es una vida privada repleta de limitaciones y sanciones, de tal forma que, cuando la oportunidad se presentó, sus compañeros artistas e intelectuales, les posibilitaron un ambiente de diálogo, discusión y creación que difícilmente hubieran tenido en otro contexto.

Cuando los pre-rafaelistas sostenían que todo se reducía a las opciones que tenía una persona, entre el castillo medieval y el ferrocarril, estaban planteando el problema fundamental de la época. La mediocridad, el mal gusto, la ausencia de valores realmente humanos, y la abrumadora injusticia social que caracterizaban a la Inglaterra victoriana eran tales, que las personas que podían hacer y disfrutar el arte, habían sido obligadas a buscar refugio en su propia intimidad, en una especie de nido donde la vida adquiría sentido a partir de la persona que estuviera con nosotros en ese momento. Se temía que hasta las relaciones humanas, afectivas, emocionales e intelectuales más auténticas, se perdieran en un remolino de maquinismo tan idiotizante, que sólo el arte, la poesía, y otras expresiones del espíritu humano podían rescatar o al menos retener.

En este caso, el contraste entre Eros y Civilización, era una tarea que había que emprender cada día, porque de su comprensión dependía en gran parte la salvación de la cultura. Esta es una tarea que sigue vigente en nuestros días. La lúcida percepción de las posibilidades de este dispositivo espiritual, hizo que fueran las mujeres quienes terminaran por acaparar el verdadero sentido de la palabra "liberación".

John William Waterhouse. MI DULCE ROSA.

El movimiento pre-rafaelista fue antes que nada una revuelta. Ahora bien, si el cinismo del mismo Rossetti en algún momento lo llevó a renegar de los ideales originales de aquel, o si Hunt volvió a las tiendas de la Real Academia, y Morris asumió con vigorosa convicción la causa socialista, eso no implica que sus formulaciones utopistas originales deban ser olvidadas. La histeria, la neurosis, los espasmos oníricos, el romance y la ensoñación, que la estética pre-rafaelista trajo consigo fueron recogidos por las mujeres que acompañaron a los artistas varones del movimiento.

Porque si la represión sexual de Ruskin, un hombre que decidió mantenerse casto toda su vida, después de que en su noche de bodas lo tomó por sorpresa el bello púbico de la mujer, o si los delirios anti-clericales de Carlyle adquirían a veces matices premonitorios del fascismo, o si la deslealtad de Rossetti o la anodina tolerancia de Morris, pueden explicar algo de la agenda estética e ideológica del pre-rafaelismo, nos tememos que las mujeres asimilaron hasta las eses que todos esos elementos, tan privados y personales, explicaban con mucho la sensibilidad artística de sus compañeros. La histeria y la neurosis entonces, como detonantes psico- sociales de una particular expresividad cultural, adquirieron con la burguesía victoriana su primera formalización acabada, diseñada para detectar la manera en que los hombres y las mujeres tienden puentes entre su realidad y sus sueños. El trabajo de Freud recibió de esta manera un gran impulso por parte de los pre-rafaelistas.

Pero si vamos a entender al feminismo como el conjunto de principios y de acciones para recuperar todo lo que es femenino en la civilización, y no simplemente sus perfiles políticos y sociales, las mujeres del movimiento pre-rafaelista hicieron una extraordinaria labor en ese sentido.

Su presencia en el movimiento ya no es circunstancial o periférica. Fueron modelos, pero también poetas y artistas. Fueron prostitutas, pero también amantes y nobles compañeras. Fueron brujas y magas, pero también solidarias y amorosas. Porque los hombres del pre-rafaelismo creían en recuperar el lado mágico y diabólico que hay en toda mujer. Muchas de sus pinturas y poemas giran en torno a la evocación primigenia de la brujería como forma efectiva de acercamiento entre lo dionisíaco y lo apolíneo en cada una de las expresiones culturales de Occidente. Y en el centro de todo este agotador esfuerzo estaba la mujer. Por eso es difícil entender a los pre-rafaelistas sin sus mujeres, brujas, magas, amantes y prostitutas.

MUJERES, AMANTES Y PROSTITUTAS.

Si la estética pre-rafaelista estaba diseñada como una gran "cruzada y guerra santa contra la época", el rescate, la conquista, el cortejo o el simple enamoramiento estaban vistos por estos artistas, como una forma simple y efectiva de liberación. Y nadie necesitaba más esa liberación que la mujer. Por eso era muy normal, encontrarse a Rossetti o a Hunt, literalmente "cazando" modelos a la salida de la ópera o de un restaurante, para que posaran en sus estudios durante horas, por una modesta paga que podía expresarse en dinero, educación o un buen matrimonio.

Porque, por más rebeldes que aparentaran ser los pre-rafaelistas, nunca dieron el salto adelante hacia el pensamiento revolucionario, planteándose la liberación total de sus mujeres. Es como lo decían las anarquistas durante la Guerra Civil en España (1936-1939): "nuestros hombres son muy revolucionarios de la puerta para afuera. De la puerta para adentro nuestros deseos son puramente utópicos".El asunto es que el ideario romántico se les agotó. A partir de ahí los invadió la desesperanza y entonces se convirtieron en pieza fácil del enemigo, del industrialismo, del maquinismo capitalista. Ese fue el momento en que sus mujeres empezarían a ser objeto de sus afanes de liberación, porque pensaban que liberándolas a ellas se liberaban ellos también. La dialéctica en estos casos indica que el patriarcado adquirió niveles importantes, incluso al interior de las filas de los insumisos pre-rafaelistas.

Los veremos como perfectos dueños de casa, protectores y amorosos con su pareja y su prole; tal es el caso de William Morris y Jane Burden Morris. O los veremos también como los líderes sexuales de la manada, al frente de un grupo de consortes que esperan se dignen brindarles sus favores de alcoba; este era el caso de Rossetti. Está también el macho posesivo e histérico: ese era Holman Hunt.

La mujer maga, la mujer bruja, la hechicera que con sus pociones de amor y sus encantos sometía al varón indefenso y manipulado, fue también un terreno en el que los pre-rafaelistas en su vida personal y artística hicieron derroche de indiscreción e insolencia, ante los esquemas psicológicos y emocionales de la era victoriana.

Pero la grandeza de mujeres como Jane Morris, la mayor parte de ellas de clase obrera, consistía en que nos enseñaron cómo se soportan el aburrimiento y la soledad. En un principio, para William Morris, Jane parece haber sido sólo una pintura, no una persona. A partir del momento en que el hechizo se esfumó, y debajo de la piel de Jane apareció la mujer, el hombre se volvió descuidado y desatento. Aunque tuvo dos hijas con ella, Jenny y May, para William Morris, en un momento determinado, Jane dejó de ser uno de los personajes de sus incontables leyendas medievales, las que se fraguaban en lo más profundo de su cabeza, para bien o para mal del movimiento socialista inglés.

La mayor parte de la personas de la época que la conocieron, sostenían que se trataba de una mujer callada, hipocondríaca, aburrida e incapaz de sostener una conversación inteligente. Sin embargo, el asunto es más simple de lo que aparenta, en palabras plenas no soportaba las reuniones que su esposo constantemente sostenía en su casa con líderes e intelectuales socialistas. Además de que sus ausencias recurrentes hacían más espesa y vulnerable su perenne soledad.

Edward Burne Jones. PAN Y PSIQUE.

Esos eran los momentos en que la amistad con Rossetti, se volvía indispensable y fundamental. Se ha insinuado incluso que Morris veía con buenos ojos esa relación, pues le permitía moverse con libertad y le aliviaba la tarea de atender las necesidades emocionales de su compañera, la que parece que nunca lo amó.

Morris procedía de una familia de cierta posición económica, y en alguna medida, el matrimonio con Jane, quien primero fue modelo de Rossetti, puede haber sido por simple conveniencia. Aún así ella mostró ser una buen madre y llegó a estar por encima incluso de su relación con aquel, sobre todo cuando a éste se le murió su esposa Lizzie Saiddal, de quien hablaremos en un momento.

Pero los constantes ciclos de conferencias sobre arte y problemas sociales en Inglaterra e Islandia, su profundo y sostenido interés por las leyendas medievales, así como la atención que demandaba su compañía de diseño gráfico (MORRIS AND COMPANY), no le permitieron a Topsy como le decían sus amigos a William Morris, darse cuenta de las tremendas necesidades afectivas de su esposa. El murió en 1896 y ella vivió hasta 1914, poniendo en entredicho a quienes murmuraban de que se trataba de una mujer frágil y enfermiza.

De una u otra forma uno debe tratar de entender que Morris fue ante todo un pensador radical, un utopista, un soñador para quien el arte era una forma de mejorar y, si era posible, cambiar el mundo. De esta manera todas sus relaciones personales tendían a ser vistas a través de este prisma, y la idealización de las mismas siempre estuvo a la orden del día. Por eso se hizo tan difícil construir el puente de comprensión con Jane, una mujer de la clase trabajadora para quien las realidades de la vida cotidiana eran más concretas que cualquier otra cosa. Cuando esas realidades le fueron escamoteadas por la fortuna de Morris, ella terminó siendo "una mujer de sofá", es decir una depresiva crónica.

En una época en que la mujer estaba obligada a cumplir con tantas formalidades, tal tipo de neurosis y de situaciones maníaco-depresivas eran muy frecuentes entre ellas. El consumo de drogas y una sexualidad voraz fueron vislumbrados como mecanismos de contra peso, en un período en el que Freud todavía no hacía su ingreso a escena. Por eso bien puede decirse que los victorianos y los pre-rafaelistas están más cerca de nosotros de lo que quisiéramos pensar.

Un caso particularmente iluminador a ese respecto es el de Elizabeth Siddal (Lizzie), con quien Rossetti contrajo matrimonio una vez, estableciendo de esta manera una de las relaciones más conflictivas y problemáticas entre la gente del pre-rafaelismo. De todas las mujeres que tuvo Rossetti, Lizzie fue la más vulnerable y sin embargo también la más talentosa. Con frecuencia se decía de ellos que comían juntos, dormían juntos y pintaban juntos. La salud de Lizzie siempre fue un problema muy serio, tanto así que los médicos de la época se pasaban drogándola con láudano, opio y morfina. Es posible que se haya suicidado.

Si hay una relación que tenga visos de novela , esa es la que sostuvieron durante unos siete años, Lizzie Saiddal y Rossetti. En ella están presentes todos los ingredientes de la historia de intrigas, recovecos amorosos, traiciones y decepciones propios de cualquier narración novelesca de fuerte color rosa. Sin embargo, al lado de lo que podría ser un enfoque sardónico de nuestra parte, esta pareja ya anuncia muchas de las características de aquellas que vendrán con el siglo XX.

Se ha dicho que las mujeres de la era victoriana sufrían de una histeria crónica, debido a la masa considerable de contradicciones y ambigüedades de su posición social en este momento y en esta sociedad en particular. Más grave todavía devenía la situación cuando se trataba de una mujer con ciertos talentos. Con frecuencia la oposición masculina a que los mismos florecieran era feroz. En otros casos, la manipulación, el chantaje emocional, y las promesas constantemente rotas constituían un peso que pocas mujeres estaban en capacidad de soportar. Y si la dama en cuestión era frágil y muy enfermiza, el panorama se complicaba de manera insostenible.

Lizzie Saiddal procedía de una familia de clase obrera. Talentosa por lo demás, se hizo presente con su pintura en la exposición que realizaron los pre-rafaelistas en 1857. Con excepciones muy honrosas, ella fue vista por la mayoría de los miembros de la hermandad, sólo como una modelo más, de las muchas y muy bellas que acostumbraban recoger de la calle, como Annie Miller, Ruth Herberth, Fanny Cornforth y Alexa Wilding.

Todas ellas poseedoras de una extraordinaria belleza, pero nada más.

Con Lizzie y Rossetti, uno presencia el descalabro descomunal de una relación sustentada en el oportunismo, los celos y una aguda manipulación sexual de las debilidades y carencias del otro. Lizzie padecía de neuralgia, jaquecas, tuberculosis y, supuestamente, de un defecto en la columna. Lo único que los médicos hacían era drogarla. Junto a ello, desde que Rossetti la conoció se enamoró pero, exigía de todas sus mujeres que giraran en torno a él como si fuera el Sol. El Ego de Rossetti era sencillamente colosal. De esta manera, se desarrollaba un juego complicado y peligroso de avances y retrocesos emocionales, para el cual Lizzie no estaba capacitada. El esfuerzo era agotador, pues su afán por mantener la lealtad de Rossetti, la aprobación de éste de sus capacidades artísticas, y el escaso talento que tenía el hombre para entregarse, hacían que Lizzie se pasara la mayor parte del tiempo drogada. De hecho, cuando la mujer murió él estaba en la cama con una de las mejores amigas de ella.

Dice la leyenda que, cuando Lizzie fue enterrada, Rossetti le lanzó algunos de sus poemas para que la acompañaran en su largo viaje. El ego del pintor tenía tales proporciones, según ya indicamos que, varios años después el hombre pidió que la mujer fuera exhumada, para recuperar y publicar sus poemas. La leyenda continúa diciendo que el largo y rojo cabello de la muerta estaba intacto, y todavía radiante.

Rossetti, a partir de la muerte de Lizzie, empezó un tortuoso proceso de deterioro personal, psicológico y físico. Se ha insinuado que la muerte de aquella bien pudiera haber sido la causa fundamental de la pérdida del juicio del pintor, y finalmente de su muerte por sobre dosis de cloral y alcohol, un cóctel en definitiva letal.

La experiencia de Lizzie es rica en enseñanzas con relación al espacio, que cada día se agranda más, entre la realidad franca y llana y la imaginación, o nuestros deseos más recónditos. La cultura burguesa y la civilización capitalista, han sostenido con énfasis que el valor de los seres humanos se mide por lo que logren materialmente. Cuando el resultado de una determinada empresa estética o emocional no puede contabilizarse en términos monetarios, entonces, la burguesía dicta sentencia y establece que la persona que la originó es un fracaso. Y el éxito o el fracaso se miden en base a una competencia mercantil para la que no cuentan los sentimientos, los escrúpulos o los principios.

Lizzie Saiddal, como las otras mujeres vinculadas con el movimiento pre-rafaelista, sólo buscaba sobrevivir. Si los artistas las idealizaron y las calcaron de sus sueños más entrañables, eso no les compete a ellas, pero sí es evocador de que sus frustraciones no estaban en relación directa con sus meros problemas individuales, sino con los fundamentos más profundos del sistema capitalista como propuesta moral, artística y psico-social. El sistema no les ofrecía alternativas. O el suicidio o el compromiso con él.

Cristina Rossetti nunca se casó. Sostenía que era una persona muy religiosa, más cerca del amor divino que del amor terrenal. Pero en esa tesis hay mucho de necrofilia. Un grueso de su poesía está volcada sobre esta idea: el amor frustrado que no encuentra asidero en el pecho cálido del amante y, ante ello, se ofrece la salida más conveniente hacia la propia intimidad, hacia una soledad construida con ensoñaciones y romances.

El romance es el tránsito de la idea al hecho. Para cualquiera de los pintores pre-rafaelistas hubiera sido fatal que sus mujeres idealizadas, hubieran salido de sus pinturas y les hubieran demandado amor y pasión. Es la tragedia de quien experimenta el terror de que sus sueños más preciados se le hagan realidad. La civilización occidental está basado en eso. Quien es exitoso en el capitalismo es aquel que tuvo el coraje y la buena fortuna de saltarse la frontera que establece el romance entre la aspiración y la concreción. Es pasar al otro lado del espejo.

La burguesía separó de manera insoluble a la idea del hecho, y llenó el vacío con meros deseos. Las mujeres del pre-rafaelismo son personas repletas de deseos. Todo el psicoanálisis es un intento patéticamente fracasado de hacer que los deseos nos resulten tolerables. Cuando esto no sucede el aroma a suicidio se torna insoportable. Como decía Blake, "quien desea y no realiza, genera pestilencia".

Es innegable que, sin la especial participación de las mujeres en el movimiento de los pre-rafaelistas, los componentes vertebrales de su estética no se hubieran cristalizado. Pero tal cristalización es también producto de un tormentoso periplo psicológico y social, de las verdaderas potencias de una forma de hacer y sentir arte, que había partido de un marco de referencia establecido por un academicismo quebrantador de toda iniciativa que intentara librarse de sus dictados.

La gran lección al final de la jornada es que, fueron las mujeres las que nos enseñaron cómo se hace para dar el salto entre los deseos y las realidades, si uno está dispuesto a correr el riesgo de perder la vida en el intento.

LA HERENCIA DE UNA REBELIÓN.

Dante Gabriel Rossetti. VERONICA VERONESE.

Tratemos de compendiar algunas de las lecciones que este capítulo nos ha dejado, y, a partir de ahí, hagamos una reflexión final. Esta sección pretende hacer un balance sobre aquello que los pre-rafaelistas todavía nos evocan. Por lo tanto, trataremos de ser un poco más concretos de lo que posiblemente no hayamos sido hasta ahora. Y no se puede ser demasiado preciso en algunos aspectos, en virtud de que la herencia de los pre-rafaelistas es un circulo abierto, dispuesto a recibir y dar lo que los hombres y las mujeres del siglo XX queramos agregar.

Los BEATLES, Freddy Mercury y el grupo QUEEN, Jim Morrison y los DOORS, PINK FLOYD, SAVAGE GARDEN, y actores y actrices como Marlon Brando, John Malcovich, Wynona Ryder y Emma Thompson; además de pintores como Andy Warhol (1927-1987) y Marcel Duchamp (1887-1968), todos ellos le deben algo a los pre-rafaelistas. Esto sin profundizar en un arquitecto de la estatura de FRANK LLOYD WRIGHT (1869-1959) o en un escultor como FRANCISCO ZÚÑIGA de Costa Rica.

¿Dónde está entonces la riqueza de la herencia de los pre-rafaelistas? ¿Qué es lo que hemos buscado rescatar en realidad con un capítulo como éste, donde la anécdota ha estado ligada con la reflexión oportuna y provocativa? Porque eso en el fondo ha sido nuestra aspiración mayor: provocar.

Debemos darnos cuenta, nos guste o no, que el ideario romántico sigue presente en nuestras vidas cotidianas, y uno de los movimientos más representativos del mismo fue el de los pre-rafaelistas, a pesar de que algunos de sus cultores más conspicuos sostuvieran en alguna ocasión que su reacción era también anti-romántica.

Los pre-rafaelistas puede ser pintados a través de cuatro aspectos esenciales de su quehacer:

Si la racionalización y la formalización que se introduce con el Renacimiento, bloqueó la espontaneidad y la naturalidad de las artes, para ellos era necesario recuperar algunos elementos de la cultura medieval, no con el afán de hacer "neo-medievalismo" (lo cual implica revivir la forma y no el espíritu), sino con la intención de renovar los lazos que mantenían unidos al artesano y al artista. En este caso un ejemplo superior de las prácticas de los pre-rafaelistas es precisamente William Morris, quien bien puede ser considerado el típico sabio renacentista, según el criterio clásico de lo que se entendía por tal antes de la llegada de formalistas como Rafael Sanzio.

Para los pre-rafaelistas la época, es decir la civilización burguesa de la era victoriana, había hecho degenerar notablemente las artes, pues había encasillado al artista dentro de su tema. Había convertido al pintor por ejemplo en un esclavo del tema que escogiera trabajar. Ellos pretendían liberarlo, y hacer que el artista fuera considerado bueno o malo a partir de sus cualidades propiamente dichas, no de los asuntos que escogiera tratar en sus cuadros. De esta manera, la composición con los pre-rafaelistas adquirió niveles de complejidad pocas veces alcanzado en los últimos quinientos años de historia de la pintura. Lo mismo sucedió con su tratamiento de la luz, el color y las sombras. Una pintura debe provocarle al espectador ganas de atravesar el espejo, decían. Con lo que estaban presagiando la estética impresionista.

Para bien o para mal, ética y psicología están muy unidas en la práctica artística de los pre-rafaelistas. El arte debe ser un puente para unir nuestros sueños con la realidad de sus posibilidades. Y uno de los dispositivos hegemónicos en su quehacer fue la protección y desarrollo de la libertad individual, para poder crear dentro de aquello que sólo nuestros sueños nos demandaran. La vida entonces se vuelve una batalla cotidiana contra lo prosaico, lo vulgar y lo frívolo. De lo que se trata a fin de cuentas es de sacarle el mayor provecho posible, desde la perspectiva de que la vida del artista adquiere sentido si está estrechamente vinculada y detonada por sus tormentas interiores. El suicidio por lo tanto es una salida, no una condena.

Las mujeres fueron motivo de adoración y veneración para los pre-rafaelistas, en gran medida debido a que, su idealización les permitía a los artistas de este movimiento entenderlas como punto de partida, no de llegada. Por eso existen asimetrías importantes entre las bellas mujeres que pinta Rossetti por ejemplo, y las relaciones que sostuvo con ellas. El contacto que se establece entre psicología y ética en estos ejemplos es profundamente contradictorio y ambiguo. La destructividad de Rossetti con sus mujeres, sólo puede entenderse a partir del terror que le ocasiona la posibilidad de que su ideal encarne. La mujer ideal es inalcanzable, sólo es posible poseer su cuerpo y sus emociones. Este es un descubrimiento que el psicoanálisis nos pondría sobre la mesa, y que aún hoy no tiene salidas evidentes y satisfactorias, particularmente para las mujeres, quienes parecieran estar encerradas en sus cuerpos, según los perciban los hombres. Por esta razón, las mujeres de los pre-rafaelistas vivían obsesionadas con la cuestión de la maternidad. Esta era la evidencia más concreta y corrosiva de la preeminencia de sus cuerpos.

En otro momento, algunas de las insinuaciones hechas aquí sobre la relación posible entre arte, maquinismo y capital será tal vez más ampliamente desarrollada y permitirá tener una idea de mayor elaboración sobre el impacto de tal asunto en el mejoramiento de la civilización.

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