Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 8

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 83
Mayo 2006

 


De Sivia Cobelo escritora y guionista de la serie "cuentos invisibles" presentamos "La abuela, la madre y la hija" un cuentoguion.

Con Ximena Cancino nos encontramos en un ajedrez en la ciudad de truenos.
a leer y a disfrutar si alguien quiere dar su opinion será bienvenida, saludos y hasta pronto.
ricardoaborigen.
Columna a cargo de Ricardo Castro

 

AJEDREZ

Ximena Cancino Cifuentes - Talca Chile


Llegamos a esa casa un día de invierno.

Después de cruzar la puerta de entrada metálica de color ladrillo, había flores que parecían dar la bienvenida a ese hogar. La conversación se desarrolló en torno a los perros Doberman y su próxima crianza.

Emocionada de estar allí, muy nerviosa, el líquido que estaba en el vaso de bebida que tenía en mi mano, se acercaba a uno de los bordes, como si fuera a besarlos y después volvía. Deseaba que permaneciera detenido, pero no era posible. En la mano derecha mantenía un cigarrillo encendido el que consumí apresuradamente, luego otro y uno más.

Tratando que no se notara mi nerviosismo y con el propósito de llamar la atención de quien, sin él saberlo, me había despojado parte del alma, fue que orgullosa comenté que sabía jugar ajedrez. Juguemos -dijiste- ¿prefieres las blancas? Acepté gustosa iniciando el juego. Pensé que luego cuando lo supiera, le parecería que era inteligente y de esa forma llamaría su atención como mujer. Cuán fue mi vergüenza y humillante situación, cuando en un Jaque Pastor se dio por finalizado el juego. Claro, no podía ser de otra forma, ya que lo único que me habían enseñado era el movimiento de las piezas, sus nombres y que el objetivo de todos los participantes, era atacar y vencer al Rey del adversario, teniendo incluso, en ocasiones que sacrificar piezas por defenderlo.

Seguí adelante, practicando en el juego y buscando estrategias de conquista.

En el ajedrez llegue a destacarme entre mis pares, dejándome llevar por la intuición -como dice Coleman, en su libro Inteligencia Emocional.

Después de más de dos décadas me he encontrado con quien me hizo ese Jaque Mate en segundos. Me alegré de verlo con su castillo formado y protegiendo a su hermosa reina.

La leyenda cuenta de un rey que en una batalla perdió a su hijo y se aisló. La revivió con granos de arena por muchos años, recreándola de mil formas pero de ninguna logró salvarlo. Hasta que apareció un apuesto y sabio varón, que le regaló un tablero de ajedrez. Eso lo hizo salir de su tristeza y además, le enseñó que en ocasiones se gana y en otras se pierde. Entonces el rey agradecido dijo que le daría lo que le pidiera. El manifestó que en el primer casillero del tablero de ajedrez le dejara un grano de trigo, en la segunda casilla quiero dos granos de trigo, en la tercera quiero cuatro granos de trigo, en la cuarta quiero ocho granos de trigo y así sucesivamente los cuarenta casilleros. Los sabios del rey se dieron cuenta que era un número de granos de trigo difícil de imaginar.

Esa misma cantidad de estrategias usé para tratar de conquistar lo que deseaba, finalmente, aprendí que en la vida como en el ajedrez no siempre lo mejor es lo que en cierto momento se piensa es la jugada óptima..

Hoy me conformo, con tener de ese tiempo, hermosos recuerdos, un gran perro Doberman que cuida el castillo y a mi compañero, el Rey.

 

 

LA ABUELA, LA MADRE Y LA HIJA

Por Silvia Cobelo

Estaban las tres sentadas en la plaza. Miraban a gente que pasaba y algunos de los que pasaban las miraban. Eran extremamente parecidas. Se miran las piernas idénticas a escapar por las polleras. Hablan de la vida, de ellas, de los otros, de cosas que pasaron y podrían pasar, de las no deberían haber pasado y las irían a pasar. Hacía tiempo que no veían, no vivían en la misma ciudad, pero por lo menos dos veces al año se reunían en algún lugar del planeta. Las dos mayores tienen una piel fresca, cabellos chanel color plata y ojos azul oscuros. Lisa, que acaricia los veinte anos, las mira, de atrás de sus lentes negros, con ojos del mismo tono, su pelo medio escondido en una boina. Con voz es algo grave dice;

- Está todo listo para la "Operación Gutiérrez."

- Que nombre ridículo.

- No seas criticona mamá. Y no lo puse yo.

- Yo estoy muy embalada con toda esa historia. Quien diría, a mi edad...

- Ay mamá, si vos estás mejor que yo con setenta. Y tenéis ciento y veintidós...

La chica interviene;

- Bueno, termínenla con eso. Las dos están bien y jóvenes lo suficiente para hacer lo que vamos a hacer. Y si no la tienen, la van a tener que tener. No hay más vuelta y ahora estamos contra el reloj. En veinticuatro horas entramos en acción.

Todo se inicia cuando Lisa, en quinto año de Medicina, se metió en el gremio de la facultad. El mismo que un día su Madre y su Abuela también fueron directoras. Digamos una tradición de familia. Los estudiantes, siempre jóvenes y intrépidos, eran la vanguardia del movimiento de oposición al gobierno. Ya hacían algunos meses que venían pensando en una manera de burlar la dictadura democrática en que vivían. Después de mucho pensar, eliminar, reciclar ideas y actos del pasado no llegaban a nada que fuera significante o apacible de ser hecho. Una de las mejores ideas fue una invasión por hackers a los computadores del gobierno - pero no fue ni divulgada en la imprenta. León, el líder del grupo, un joven con cara de adolescente convocó una reunión urgente.

- Apareció una oportunidad única. En dos semanas lanzan otro cohete tripulado a Marte. Nosotros vamos a colocar uno de los nuestros a bordo.

- ¿León, que tomaste? Sí, porque sobrio no irías a decir tamaño disparate.

Lisa entra en la discusión:

- Tengo una tía en la misión.

Todos la miran con mezcla de incredulidad y admiración. Tadzio, el vicepresidente de la unión nacional estudiantil, veterano de economía y ya algo pelado pregunta:

- ¿Y? ¿O tenemos el apoyo de la misión espacial y el único que no lo sabe soy yo?

- No Tadzio, sabes que no. El plan es otro. Sabemos que los tripulantes tienen todo su acceso al ser chequeado su identidad genética. Ahí entramos nosotros - vamos a hacer que lean un ADN idéntico al de Micaela Gutiérrez, la pasajera de México.

- Tu tía.

- Mi tía.

- ¿Y como vas a pasar por tu tía? No tenes el mismo ADN que ella.

- Vas a ver que sí.

A la noche, en la cama, después de hacer el amor, León y Lisa hablan a la oscuridad colorida por los outdoors de la calle. Todavía se usaba fumar y ellos inadvertidamente lo hacían - olvidándose por minutos de todo el cáncer y enfisema pulmonar que le podrían causar.

- Babe , ¿Estás segura que lo podrás hacer?

- ¿Nunca vistes a mi Mamá? Ella es Micaela Gutiérrez. Su gemela. Como yo. Somos las tres idénticas. En edades distintas.

Él le da un beso,

- Vos sos más linda.

- Soy la más joven. Todo el secreto de nuestra operación es hacer que registren las identificaciones genéticas en los varios locales, todas al mismo tiempo. Segundo nuestro especialista en computadores es lo que va a permitir que cambiemos los tripulantes.

- ¿Ya hablaste con tu Mamá y con tu Abuela? ¿Será que van a concordar en ayudarnos? Ya sé que fueron militantes, pero y si...

- Yo conozco a mi gente - diría mi Abuela. Incluso fue la que me dio la idea. Cuando mi tía fue elegida para integrar el vuelo a Marte, ella me envió un mensaje corto: "¿No querías ir a Marte?". Tampoco lo pude creer, pero es así como te lo cuento - debe estar aburrida. Convenció a mi Mamá, que es más miedosa, a hacerlo.

- Si lo decís vos...

León la mira, como buscando algo. Digresiona:

- Y la gente tiene la fantasía que su clon será igual al original... Tu mamá, tía Micaela y vos son la prueba que los mismos genotipos producen, con la ayuda del ambiente y padres, fenotipos, personas tan distintas.

- Tenes razón. Nos parecemos mucho físicamente, pero cada una tiene su personalidad. Pero eso ya se sabía, los gemelos son así.

- Bueno, retomando nuestro plan, ahora están todos a puesto, incluso nuestro hombre en la plataforma espacial. Él es que va a esconder a tu tía mientras entras vos.

León la abraza y la besa,

- Te voy a extrañar tanto...

- Vas a tener que ir a verme. No puedo volver. Seria presa.

- ¿Te parece que te van a dejar quedarte allá?

- No tienen otra. Voy a pedir asilo político. Estaré en territorio interplanetario.

- Lisa. Sabes que no tenes realmente que ir. Les decimos a todos que cambiaste de idea - van a entender.

- Vos sabes que no. Nunca se hizo algo tan importante para demostrar nuestra fuerza. Todo el planeta va a saber que estamos contra este imperio en que vivimos. Que este gobierno es un fraude y que hay mucha gente que no está de acuerdo con todo este expansionismo, esa guerra interminable por más territorios que agita nuestro mundo hace ya más de medio siglo.

Volvemos a las tres mujeres en la plaza. Salen a caminar. Hace frío y ellas caminan por la calle, mirando vidrieras, sintiendo el calor de ciudad llenarlas de energía y festividad, estamos cerca de Navidad. Entran en una librería y compran Don Quijote, Los Hermanos Karamazov y las obras completas de Borges, Asimov, y una autora recién lanzada completan la pequeña biblioteca que Lisa va a llevar. Entran en un cine en tercer dimensión y a la salida van a comer una pizza. Evitan el tema que las oprime. Que nunca más estarían así las tres juntas. La comida estaba deliciosa, pero casi no la tocaban. El vino, por su vez, desaparece de los vasos muy frecuente.

- Mamá, León quiere un hijo.

- Sos muy joven...

La Abuela interfiere:

- Hoy es todo tan distinto. Eso de ser madre tan tarde como lo fuiste vos y yo no se usa más. Ahora se respecta más el reloj biológico. Y a se sabe que por más que vivamos lo más bien hasta los ciento treinta años, para tener hijos la edad sigue igual. Y más ahora que no permiten más el clonagen humano, Micaela.

- Soy Lucía, Mamá. Siempre cambiando los nombres. Y Lisa recién cumplió los veinte.

- Tengo veintidós...

Y por ahí van, discutiendo lo indiscutible, intentando no mencionar lo único que querían hablar, no pronunciar todo los significados de la palabra que en portugués le llaman saudade .

La operación era simple, las tres fueron a la plataforma, entraron fácilmente, la identificación genética era precisa, y la de ellas era un match perfecto con la de Micaela Gutiérrez. Allá, tuvieron un último momento juntas. Los ojos azules todavía más oscuros, pupila inmensa e inundada en lágrima. La Abuela habla:

- Lisa, suerte. Espero que seas feliz. Y que me sigas escribiendo.

- Gracias Abuela. Gracias por todo, tu idea nos dará el impacto histórico y político que necesitamos. Todo el planeta sabrá, desde el espacio, la estupidez que nos gobierna. Contaré todo, sobre la tortura, los presos políticos, la guerra civil.

- Anda, querida. Y acordate siempre que al estar vos en el espacio, es como si nosotras dos, tu mamá y yo también estuviéramos con vos. Yo siempre quise ver el azul de nuestro planeta. Dicen que la Tierra es muy linda desde arriba.

Se separan. Las dos mujeres siguen por los pasillos iluminados en luz amarilla. Así iluminadas se parecen más todavía, es como ver dos gemelas apartadas por cincuenta años. Llegan a otro punto. Es donde se tienen que separar. Lucía la mira en silencio. Se acuerda cuando ella mamaba en su teta. Las varias edades de su hija, pasan por sus ojos, y recuerda de cuando la tubo, estéril como era, a los cincuenta anos, un clon de su propia madre, como ella misma. Lisa era técnicamente su hermana, como lo era Micaela Gutiérrez. Las dos se abrazan por una última vez y se despiden. En algunos minutos cada una activaría un identificador en tres lugares distintos, y en la pane, Lisa entraría a la nave.

- Adiós hija. Te adoro.

- Chao mamá, y gracias.

- Y sobre tener un hijo, hacelo ahora. Y hacelo como se hacían antes.

Lisa sonríe maliciosa;

- ¿Quién sabe ya no lo hice?

La nave despega y en pocas horas Lisa iniciaría la primera revolución interplanetaria y nunca más volvería. Quedaron la Abuela y la Madre, encontrándose dos veces al año, a pasear por calles, cafés y cines de la ciudad. Se preguntan si Lisa cuida de un bebe terráqueo en una colonia marciana. Si ella está feliz. Hacen conjeturas, exilada de la Tierra, incluso en forma de comunicación - lo único que saben es que vive en Marte. Para la Abuela y la Madre es suficiente.

FIM


Si quiere escribir a Ricardo Castro, encargado de la columna "Cuentos", puede hacerlo a clnito@lycos.es

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