Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 8

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 81
Marzo 2006

 

 

COCINANDO CON LOS CLÁSICOS, LA POESIA
Ingredientes Nerudianos

Desde Panamá, Rolando Gabrielli

El gran cocinero de la materia, de los frutos de la tierra y el mar, esperanzas y luchas del hombre, fue Pablo Neruda. Otro tiempo, otra historia, otros vientos soplaron el fogón de su poesía. Cocimiento de greda, palabra Sur, seducción de los aromas, mosto de soleados viñedos, secreta rosa de una colgante luna. El poeta comenzó con las cerezas pálidas, juveniles en los muelles del alba, sus canciones desesperadas como aromos en flor. A fuego lento, sobre la superficie del pequeño horizonte de la ventana del atardecer crepuscular de Maruri, el poema se hizo carne deseada. Rangún, el fruto de la soledad, la gran materia de la poesía, su desvencijada textura, la carroza rosa del atardecer.

Yo creo en la cacería del tulipán negro. La rosa inválida de la noche, sus rotas espinas. Menú de mar revuelto la espuma del cochayuyo, de patios desolados en la luz mínima de sus himnos, la Carta del poeta bajo los hongos de la muerte. Fueron amores y residencias, ciegos relojes, campanarios. Fue nerudiano el ombligo de la poesía, caracol, alba, Sur, trenes, naufragios, astros a lo lejos y vino España muerta, degollada, lorquiana. De los hongos muertos de sus muñones alzados en las Plazas de Toros, crecieron banderas rojas: fue fugitivo el poeta, su canto atravezó América y sería otro el cocimiento de su caldo.
América en América, la honda huella y la semilla de lo nuevo aún volando. Maíz de Norte a Sur, alimento ancestral. Sol amarillo de la tierra, sagrado, maíz de la vida de frontera a frontera.
Con su fuego sagrado, invierno de copihues, entró en la madera, en el corazón de las pequeñas cosas. El poeta trató la materia como algo único, personal, íntimo y de todos. Neruda nos sentó a la mesa de su poesía. Fiesta de la palabra y de la vida. Hizo fiesta también con los elementos esenciales de una buena cocina poética. Lo elemental, como sus Odas, el día a día. Redonda rosa de agua, así bautizó a la ejemplar, útil, irreemplazable cebolla, el Vate de Isla Negra. En Chile, nadie ignora este maravilloso bulbo si quiere encontrar un punto de sabor a su comida o guiso. La cebolla se multiplica en afectos culinarios y Neruda le reconoce su fecundo amor e influencia en la ensalada. Tan popular la cebolla, que el poeta la llama estrella de los pobres, por su mágica esencia. Él degustaba los platos de su inagotable Verbo, frutos del mar y de la tierra, que Chile los tiene en abundancia y calidad.

Degustaba el caviar ruso Neruda en unos grandes potes a cucharadas, dicen sus biógrafos más cercanos. Lo primero que visitaba en un país eran sus mercados, donde recogía el sabor de la ciudad y se perdía entre los objetos que le fascinaban. Su poesía da cuenta de su universo viajero, percepción real, material, de la vida. Creía en una poesía basada en la solidaridad del hombre, abandonado en la esclavitud de otros hombres en Nuestra América. Y la Casa americana de la poesía debía ser diferente, porque estaba impregnada por la nieve y el sol abrasador. Ingredientes vitales, en su opinión, de la poesía que él escribía donde se encontrara y viviera, porque no variaban sus puntos cardinales, ni los de su Verbo Sur. En su Oda al caldillo de congrio , el autor de Residencia en La Tierra, nos entrega no sólo una receta espléndida, sino el fruto de su cocina poética. Comulga la poesía nerudiana, con una de las dos grandes fronteras de Chile, el mar, que es parte viva del espíritu de su gente, de Norte a Sur, pero sus materiales responden a la geografía física y humana de esa loca geografía. Con las piedras de Chile, la esperanza, alegría, el sufrimiento y los sueños de los pobres, el desierto, los pájaros, árboles, la naturaleza humana y geográfica sin excepción, Neruda cocina su cantar de Chile, América y universal. Llena la copa vacía una y mil veces, brinda por la vida. Dijo que quiso ser el poeta del amor.

Neruda escribió hasta después de muerto sobre la vida y se siguió viviendo. Su poesía alabada y criticada, permanece en el corazón del lector anónimo en tiempos en que la prosa banal se apodera de los escaparates del espíritu. Siento que un corazón digital titila a lo lejos....

ODA AL CALDILLO DE CONGRIO

EN el mar tormentoso de Chile vive el rosado congrio, gigante anguila de nevada carne. Y en las ollas chilenas, en la costa, nació el caldillo grávido y suculento, provechoso. Lleven a la cocina el congrio desollado, su piel manchada cede como un guante y al descubierto queda entoncesel racimo del mar, el congrio tierno reluce ya desnudo, preparado para nuestro apetito. Ahora recoges ajos, acaricia primero ese marfil precioso, huele su fragancia iracunda, entonces deja el ajo picado caer con la cebolla y el tomate hasta que la cebolla tenga color de oro. Mientras tanto se cuecen con el vapor los regios camarones marinos y cuando ya llegaron a su punto, cuando cuajó el sabor en una salsa formada por el jugo del océano y por el agua claraque desprendió la luz de la cebolla, entonces que entre el congrio y se sumerja en gloria, que en la olla se aceite, se contraiga y se impregne. Ya sólo es necesario dejar en el manjar caer la crema como una rosa espesa, y al fuego lentamente entregar el tesoro hasta que en el caldillo se calienten las esencias de Chile, y a la mesa lleguen recién casados los sabores del mar y de la tierra para que en ese plato tú conozcas el cielo.

ODA AL SECRETO AMOR

Tú sabes que adivinan el misterio: me ven, nos ven, y nada se ha dicho, ni tus ojos, ni tu voz, ni tu pelo, ni tu amor han hablado, y lo saben de pronto, sin saberlolo saben: me despido y camino hacia otro lado y saben que me esperas. Alegre vivo y canto y sueño, seguro de mí mismo, y conocen, de algún modo, que tú eres mi alegría. Ven através del pantalón oscuro las llaves de tu puerta, las llaves del papel, de la lunaen los jazmines, el canto en la cascada. Tú, sin abrir la boca, desbocada, tú, cerrando los ojos, cristalina, tú, custodiando entre las hojas negras una paloma roja, el vuelode un escondido corazón, y entonces una sílaba, una gota del cielo, un sonido suave de sombra y polen en la oreja, y todos lo saben, amor mío, circula entre los hombres, en las librerías, junto a las mujeres, cercadel mercado rueda el anillo de nuestro secreto amor secreto. Déjalo que se vaya rodando por las calles, que asuste a los retratos,a los muros, que vaya y vuelva y salga con las nuevas legumbres del mercado, tiene tierra, raíces, y arriba una amapola, tu boca: una amapola. Todo nuestro secreto, nuestra clave, palabra oculta , sombra, murmullo, eso que alguien dijo cuando no estábamos presentes, es sólo una amapola, una amapola. Amor, amor, amor, oh flor secreta, llama invisible, clara quemadura!


Cocinando con Borges, la Poesía, en Harvard

Rolando Gabrielli©2006

Jorge Luis Borges, argentino, porteño, bilingüe, ficcionador de vicio, adquirió fama repentina con su libro de poesía El Hacedor(1960). Compartió con Samuel Bekett el emblemático premio Formentor y a partir de allí, JLB adquirió ciudadanía de escritor universalmente reconocido. Ya viajaba insomne en las tinieblas de su ceguera, visitado por sueños borgeanos en su eterno laberinto bonaerense de paisajes amarillos y grises.

El célebre y cáustico autor de Ficciones y El Aleph , bibliotecario de un Dios ciego, corrigió de viejo sus tres primeros libros de poesía y teorizó sobre este género en su Arte Poética , conversación que realizó en la Universidad de Harvard. Ya frisaba los setenta años, cuando entró a esa prestigiosa sacra bóveda del saber norteamericano, y con la paciencia de un Lord inglés dictaría, más bien conversaría unas muy cuidadosas conferencias aparentemente espontáneas, en un monólogo sencillo, sobre sus perplejidades poéticas y literarias.

Borges venía de muchas vueltas por sus laberintos que se bifurcaban en distintos caminos y el buscaba donde todo y nada se encuentra. Quien camina a tientas por Buenos Aires, adivina el parpadeo de sus calles en la memoria del tiempo, sólo ofrece a su audiencia sus dudas después de medio siglo de literatura. Borges comenzó a cocinar en Harvard su poesía con placer, modestia y sabiduría. En la primera de sus seis conferencias, titulada: El enigma de la poesía , del cual advierte desconocer, asegura que la poesía nos acecha a la vuelta de la esquina y puede surgir ante nosotros en cualquier momento. "La vida está, estoy seguro. hecha de poesía", sentencia el poeta porteño que hablaba no sólo inglés, sino francés y alemán, idiomas en los que hacía traducciones.

La poesía, el lenguaje, recordó Borges, no sólo era un medio para la comunicación, sino que podía ser una pasión y un placer. El Arte, sucede, citó al norteamericano Whistler y agregó: cada vez que leemos un poema. JLB se definía asimismo como un poeta más que un narrador. ¿Era otro Borges, o el mismo que no siempre sabía quien era?

La edición española de estas conferencias borgeanas es de la Editorial Crítica de Barcelona y llegó a mis manos por la generosidad de la Embajada de España en Panamá, a través de su Agregado Cultural, Cristian Font, y en su prólogo suscrito por Pere Gimferrer, reconoce la humildad y sencillez de este Borges sin máscara. Una voz espontánea con una improvisación no tan calculada quizás, como un viejo metafísico lanza sus creencias, dudas, perplejidades y certezas. Resuelve sus interrogantes con otras tal vez y nos dice de paso que los grandes maestros de la humanidad no fueron escritores, sino oradores como Cristo, Buda, Pitágoras y Sócrates.
En un recorrido histórico, precisa que "los griegos no hicieron demasiado uso de los libros".

Y continúa con su charla en al ciega expresión del tiempo, bajo el mando de su bastón, asombrándonos con sus opiniones sobre el peregrinaje de los libros desde Oriente y sobre las Sagradas Escrituras, a quien llamaron el "hombre libro", aunque subraya que no cree que un libro sea objeto verdaderamente inmortal para ser venerado. Para Borges, un libro es una ocasión para la belleza.
Las referencias a la literatura anglosajona en estas seis conferencias en búsqueda de sus lectores, se constata al paso de cada página.

Estaba ante un público de habla inglesa, una lengua que heredó de su abuela y que nunca abandonaría en sus lecturas.

Vemos en estas páginas de sus conferencias a un Borges discípulo y que comentaremos individualmente en este febrero mágico. El viejo Borges erudito, sin duda, más al alcance de la mano de su auditorio y ahora lectores circunstanciales. Él se sentía más lector que escritor y apostaba a los lectores. Lo demuestra a cado paso en sus comentarios cuando hurga en la poesía del pasado y descubre que algunos versos se degradan con el tiempo y otros en que el tiempo enriquecía los versos.
"Sabemos qué es la poesía. Lo sabemos tan bien que no podemos definirla con otras palabras, como somos incapaces de definir el sabor del café, el color rojo o amarillo o el significado de la ira, el amor, el odio, el amanecer, el atardecer o el amor por nuestro país. Todo el mundo sabe donde encontrar la poesía y cuando aparece, uno siente el roce de la poesía, ese especial estremecimiento". Borges habla en las próximas conferencias, como el mismo anuncia en su primer encuentro "torpe y titubeante", sobre la metáfora, la música de las palabras, la posibilidad o imposibilidad de la traducción poética, sobre el arte de contar historia, es decir, la poesía épica, la más antigua y esforzada quizás, apunta, tipo de poesía. Acabaré, advierte, con una conferencia llamada Credo de Poeta , en al que intentaré justificar mi propia vida y La confianza en que algunos de ustedes puedan depositar en mí.

COCINANDO LA POESIA EN PANAMÁ

ROLANDO GABRIELLI

La receta del poema es tan antigua como la palabra la vida, y su enigma está en el lector porque no sabemos como traducirá el texto para su propia experiencia placer, lo que (nos) quiso decir y dijo finalmente el poeta.

Un poema vela y se revela en la palabra, y el lector levanta el velo en la penumbra, donde el texto lo ha instalado solitaria y soberanamente.

Se cocina a solas, con todos los ingredientes que decanta el poeta, cuyo aroma debe percibir y traducir el lector de acuerdo con la capacidad e interés de sus sentidos.

Dos cocimientos para un mismo poema: el del oficio y la lectura informal de quien ignora quien lo escribió y conoce algunos rasgos biográficos y su obra, tal vez fragmentariamente.

Es un acto privado y seguirá siéndolo aunque pase de mano en mano y de ojo en ojo.

Un poema siempre tiene una historia detrás de las palabras y la que construye quien lo lee en el tiempo inaugural y anónimo.

Hay poemas cerezas, crudos, peces de largos ríos, textos de metal madera, agua, construidos sobre el aire, panes de un horno, transparentes, oscuros, volátiles, terrenales o que sólo son señales.
El poema surge abrupto detrás de la palabra o viene del fondo de la memoria. Siempre es atmósfera, deseo y conmoción.

El poema roba el fuego a los dioses para todos sus lectores. Es luz de su sombra, doble corazón de su fruto, una razón desconocida a punto de ser develada.


El poema ama el vientre de la palabra, su hondo silencio, es latido, fruto, nunca cáscara.


Oh liviano muro
Oh pesado silencio
Todo regresa tiempo
Yo soy muro
Yo soy silencio
Soy tu mismo río
muro liviano
pesado silencio. © 2006


 

 

 


Rolando Gabrielli
 
Rolando Gabrielli
es Periodista y Escritor chileno.
Actualmente vive en El Dorado, Panamá




Si desea escribirle puede hacerlo a:
panaglobal@hotmail.com

 

 


Esperamos Su Opinión.  
¿No está suscrito? Suscribase aquí. 
 
[Volver a la Portada] - [Visita la Comunidad Escáner Cultural]


Las opiniones vertidas en Escáner Cultural son responsabilidad de quien las emite, no representando necesariamente el pensar de la revista.