Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 8

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 80
Enero - Febrero 2006


SARAH BERNHARDT:
El PERFUME QUE ASCENDIÓ A LOS PALACIOS EUROPEOS
Desde Chile, Alvaro Oliva

Sarah Bernhardt llegó a ser para muchos el último icono del romanticismo que se filtró hasta el siglo XX. Su talento en el arte dramático la llevo a ser conocida en Europa y a convertirse en uno de los adornos más ostentosos de las fastuosas monarquías europeas que, en esos años, aún se mantenían en pie.

Sus textos franceses y su fina belleza, de opacos ojos y pálida piel, la convirtieron en una privilegiada en países como Rusia, donde incluso el Zar y la aristocracia de la época le rindieron pleitesía. Sus velos flamearon en las enormes escalinatas de la alta sociedad de ese país que en su mayoría hablaba francés, por lo que pudieron entender el arte de Sarah.

Así, un Viejo Continente con hemorragias internas fue el escenario en el cual Sarah vivió y fue admirada. Su exótica existencia fue la entretención para los chismosos de la época quienes se concentraron en ella desde sus primeros racasos hasta su cúspide.

La diva, nacida el 23 de octubre de 1844, en Francia, lidió con la inestabilidad y con el rechazo continuo a sus prematuras aspiraciones de convertirse en una artista reconocida. Sarah, hija mayor de Julia Van Hard, una holandesa costurera que tuvo muchos amantes, y de Edouard Bernhardt, paso gran parte de su infancia con nodrizas mientras su madre brincaba de una amor a otro.

A pesar de la agitada vida de su progenitora el padre la reconoció y cuando murió (ella tenía doce años) le dejó una modesta renta que le sería entregada en su mayoría de edad. Su madre por su parte conoció a muchos otros hombres y así nace la hermana de Sarah llamada Jeanne.

La diva se educó en una abadía durante seis años y fue bautizada a los once. Al salir del convento Sarah se encaminó hacia el teatro gracias a la ayuda del duque de Morny (amante de su madre), quien le abrió las puertas del Conservatorio y luego de la Comédie Francaise.

Después de algunos fracasos se convirtió en una excelente alumna y casi una actriz. En Julio de 1861 obtuvo un premio de tragedia en "Zaire", de Voltaire.

Años más tarde quedó embarazada del príncipe Henri de Ligne, motivo por el cual su madre la expulsó de su hogar y de esta forma se trasladó a su primer departamento, un pequeño entresuelo de tres habitaciones donde nace su hijo Maurice, en 1864.Sin saber que había tenido un vástago el príncipe se marchó tras saber que el gobierno belga le tenía una misión alejado de Europa.

Sin dejarse caer por la partida del padre de su único hijo, Sarah obtuvo un contrato en Odeón por cerca de seis años. Interpretó a Shakespeare, Moliére y a Victor Hugo. Fue el papel de "Andromaque" de la tragedia de Racine lo que pareció consagrarla definitivamente.

Mientras su éxito ascendía las habladurías también lo hacían frente a su libertad exacerbada para la época. Se comentaba en los corredores y calles de París que en su intimidad se vestía de hombre, que su casa era un zoológico y que organizaba orgías.

Finalmente, lo único cierto que se pudo comprobar era que poseía varios animales y que dormía en un ataúd. Julia Van Hard se lo había regalado, durante la enfermedad de su pequeña hermana Regine, de esta forma Sarah decidió usarlo como cama, llenándolo de pieles y exóticos cojines.

Su departamento de la rue de Rome, era una verdadera escenografía de teatro. Poseía un célebre diván, con encajes orientales sostenidos por lanza forradas de terciopelo, colocado en una alta plataforma que le permitía dominar con su mirada todo el salón.

Su madre, que ya conocía su particular estilo de vida y que había sido testigo de la transformación de su hija después de salir del convento, falleció, en 1876, a los cincuenta y tres años, mucho después de los primeros grandes éxitos de Sarah.

Aún con la sombra constante del recuerdo de Julia, Sarah se embarca hacia Nueva York a realizar una serie de presentaciones, en 1880.

Cuando se supo que las obras del repertorio de Sarah contenían situaciones "poco moralistas" se produjo en la prensa una explosión de indignación. Los predicadores neoyorquinos la llamaban la "parisiense pervertida" y había un ambiente hostil hacia ella que hacía pensar que con la admiración venía de la mano una lapidación de los sectores más conservadores del país de las libertades.

Tras volver a París, en mayo de 1881, se dedicó a reconquistar al público y participó en "La Marsellesa" en la Opera de París, función que contó con la presencia del presidente de Francia, Jules Grévy. Durante los ensayos su hermana Jeanne le presenta a su futuro marido, Jacques Damala un griego de nacimiento, agregado de Grecia en París.

En 1882, cuando Sarah llegó a Viena, el Archiduque Federico puso a su disposición uno de sus palacios. A los cuarenta años Sarah Bernhardt era ya "Gran cruz" de las órdenes nacionales de casi todos los países de lo que se consideraba mundo en esa época.

Fue en San Petersburgo donde el éxito de Sarah alcanzó las mayores proporciones. Sarah fue llevada dos veces al Palacio de Invierno, residencia del Zar, allí conoció a Alejandro III, a quien asombró con su belleza y misterio.

Su relación con Damala se difundió en todo San Petersburgo. El diplomático griego había renunciado a su puesto de agregado de Grecia y había sido contratado como actor de la Compañía. El 4 de abril de 1883, en Londres, Sarah y Jacques contrajeron matrimonio. No obstante, su ánimo decae cuando en el año 1884, muere su hermana Jeanne alcohólica y morfinómana y más tarde en, 1889, Jacques Damala víctima de las drogas.

El 9 de octubre el día de su última representación de "La Tosca" en Río de Janeiro, fue cuando sufrió en el teatro de esa ciudad el accidente en la rodilla que diez años más tarde iba a costarle la amputación. El golpe en su pierna no parecía grave, pero comenzaron paulatinamente las primeras molestias al caminar.

Ya estaba cerca de los sesenta años y se le hacía más difícil movilizarse, por lo que en su casa se hacía llevar en silla de ruedas. En el escenario se mantenía en pie apoyándose con ingenio en los muebles dispuestos según sus movimientos ó en los hombros de sus compañeros.

Debido a sus deudas y frágil estado de salud sus animales domésticos habían sido regalados o vendidos; cuatro pumas, un tigre de Japón y una media docena de perros. Su única felicidad eran sus dos nietas hijas de Maurice y su esposa Terka.

Cuando la Primera Guerra comenzaba Francia se apagaba. Los cabarets y teatros se encontraban vacíos, la herida de su pierna era irreversible y el 22 de febrero de 1915, durante las batallas, le fue amputada su extremidad razón por la cual comenzó a utilizar una prótesis de madera.

En el momento en que los alemanes habían sido alejados de la capital, Bernhardt volvió a las tablas de París donde fue recibida con júbilo por un pueblo más patriota producto de la guerra. Actuó para los soldados y ciudades declamando piezas patrióticas.

A pesar de su esfuerzo par actuar en la tercera edad y además manipulando una ruidosa prótesis de madera Sarah encontró su final cuando fue afectada por una uremia, en 1925.La multitud de agolpó a las puertas de su casa en boulevard Pereire mientras Sarah permaneció en su diván hasta que el ruido de la muchedumbre se fue apagando.

Antes de fallecer expresó su repudio a la prensa que la había tapizado con falsas historias durante su carrera. Su muerte fue lenta e hizo esperar a los reporteros de los periódicos por largas horas en lo que -según ella- era su venganza hacia esos medios cuyo veneno provenía de los propios redactores que eran incapaces de trascender a través del arte y que producto de la conciencia de lo intranscendente de su trabajo trataban de hundir el nombre de esta artista.

Finalmente, las víboras y sanguijuelas de la época vieron partir el enfermo cadáver de la diva y una vez más tomaron conciencia de que sólo eran unos simples megáfonos sin contenido propio, al lado de un espíritu creativo y pleno como fue Sarah Bernhardt.

 

 


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