Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 7

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 78
Noviembre 2005

 

HUMANISMO Y UTOPÍA
LA NUEVA IMAGEN DEL ANARQUISMO
Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge 1

Cuando pensamos en el anarquismo, casi siempre su sola mención evoca a un terrorista con los ojos inyectados de sangre y odio, armado hasta los dientes y portando una carga de dinamita lista para ser usada contra cualquiera que le discuta o le cuestione la necesidad de que los ricos deben ser aniquilados. Esta imagen, que pudo haber recorrido los escenarios políticos de la Europa de finales del siglo XIX, es totalmente falsa en lo fundamental. La edad de oro del dominio de la burguesía, de la expansión imperialista y de los más violentos contrastes entre poseedores y desposeídos, produjeron una oleada de terrorismo individual en las ciudades más pobladas y civilizadas del capitalismo industrializado, arrogante y seguro de sí mismo. Rara vez las organizaciones y grupos anarquistas más responsables asumieron como suyos y legítimos los actos de terrorismo individual. Gran parte de los enfrentamientos y desacuerdos entre marxistas y anarquistas, al interior de la Primera Internacional de los Trabajadores (1864), fue provocado, precisamente, por la dificultad que existía, en ese escenario, para tolerar el terrorismo como una táctica justa y efectiva. Aún así, este tipo de práctica se cobró las vidas de políticos y líderes importantes de las clases dominantes, entre finales del siglo XIX y principios del XX, como sucedió con Antonio Canovas del Castillo (1828-1897), jefe del gobierno español en esa época, y responsable de las peores atrocidades contra los revolucionarios cubanos que luchaban por la independencia de su país. Sería ajusticiado por un anarquista español de 27 años de edad, Michelle Angiolillo y Galli. En 1901 el Presidente McKinley de los Estados Unidos es herido a balazos en Búfalo, y el magnicida, León Czolgosz, es acusado de anarquista por la policía y de agente provocador por los anarquistas. El Presidente muere y el terrorista es condenado a muerte. Y podríamos seguir citando varios de estos casos, como los asesinatos de algunos zares de la Rusia pre-bolchevique y de varios herederos a las coronas europeas antes de la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

Sin embargo, entre los años de 1917 y 1921, durante el período que se conoce como el de las dos revoluciones de octubre, una bolchevique y la otra anarquista, los primeros, liderados por Lenin y Trotsky, lograron articular la aniquilación de los segundos, debido a su enorme capacidad de convocatoria entre los obreros ucranianos, para eludir cualquier tipo de oposición al proyecto estatista que tenían en mente los bolcheviques. Esto impulsó un giro importante en la estrategia utilizada por los anarquistas que se verían involucrados en procesos de enorme relevancia durante la guerra civil española (1936-1939), considerada el laboratorio de las experiencias y aspiraciones de los anarquistas de todo el mundo.

A partir de entonces, los anarquistas han jugado un papel histórico decisivo en la organización de las luchas contra el fascismo, contra el estalinismo, y contra toda forma de opresión que violentara los derechos más fundamentales de aquellos grupos sociales considerados bajo condición de explotación y humillación por sus patronos y políticos. A pesar de que podría sonar contradictorio, en apariencia, hablar de organizaciones anarquistas, éstas existen en todas partes del mundo, puesto que los anarquistas nunca han hecho del caos una plataforma para sustentar sus luchas y aspiraciones más enraizadas. En efecto, dicha contradicción es anotada por aquellos que no entienden o no aceptan que para los anarquistas toda forma de autoridad es intolerable, lo cual no excluye la creación de distintos medios organizativos para llevar a la realidad algunos de los ingredientes decisivos en la recuperación de la dignidad y de la capacidad de los trabajadores, y de todos los grupos oprimidos, para darse a sí mismos la clase de gobierno, humano, solidario y pacífico, que merecen. Y cuando hablamos de gobierno, nos referimos a formas diversas de administrar sus propios asuntos, producto de sus propias necesidades y requerimientos. Ningún anarquista, serio y responsable, comparte el criterio de que sólo la democracia parlamentaria burguesa es capaz de generar buen gobierno. Mucho menos el que sostienen los marxistas de que el estatismo autoritario es la única salida para los desposeídos. En ambos casos, ya lo ha probado la historia, un pequeño grupo, muchas veces minúsculo, termina apropiándose del poder y abusando de la fragilidad y vulnerabilidad de aquellos a quienes dicen representar. Por eso los anarquistas hablan de y luchan por construir sus formas únicas de organizar las cosas que les competen, tales como la libertad, la solidaridad, el humanismo efectivo, la educación, el derecho al trabajo, la paz, la protección de la naturaleza, los derechos de las minorías oprimidas y, por encima de todos, los derechos de los trabajadores que son los que producen la riqueza malversada por un grupo insignificante enquistado en las estructuras de poder.

Después de la caída del socialismo real, entre los años de 1984 y 1991, cuando la burguesía internacional declaró de manera triunfalista su victoria histórica ante el comunismo, y cuando los estalinistas y toda clase de autoritarios reconocían su derrota inevitable y penosa, los movimientos de inspiración anarquista en todo el mundo hacían evidente que eran los únicos capaces de enfrentar con decencia y efectividad los desmanes que se avecinaban por parte del capitalismo salvaje. El grueso de las manifestaciones anti-globalización de la última década y media ha sido liderado, teorizado e historiado, si cabe la palabra, por organizaciones y críticos de inspiración anarquista. Esto implica anotar, les guste o no a todas las expresiones del autoritarismo, que los anarquistas han tomado la vanguardia en la concreción de los resultados de una lucha que ya tiene siglos.

Por eso es importante darse la oportunidad de volver a leer a los grandes utopistas del siglo XIX y del XX, a hombres y mujeres tales como Kropotkin, Bakunin, Proudhon, Emma Goldman, Voltaryne de Claire, Anselmo Lorenzo, Ricardo Mella, Murray Bookchin y otros, que nos abrieron la senda de la lucidez utópica para la cual es posible imaginar, como diría Lennon, un mundo más solidario, justo y libre, un mundo en el que no quepan los desmanes totalitarios a que nos tiene acostumbrados la historia de la burguesía de los últimos doscientos años. En este sentido, es importante recordarnos también que la tradición anarquista ha sido importantísima en América Latina, y que nuestra gente ha estado involucrada en las luchas más decisivas que se han dado en Ecuador, Bolivia, Argentina, Chile, México y Brasil más recientemente. El pensamiento anarquista entra en nuestros países mucho antes de que lo hiciera el marxismo, y con ello sembró el terreno de una prensa y de un conjunto de organizaciones anarquistas de gran peso político, como sucedió durante la primera revolución mexicana. Costa Rica y América Central tampoco estuvieron exentas de dicha influencia, donde hombres como García Monge coquetearon de manera gentil y generosa con las ideas del anarquismo europeo más desarrollado.

Este es el momento ideal para repensar la posibilidad de una revista que promueva la imaginación y la reflexión de raíz anarquista. El momento para retomar la visión alternativa de crear y promover formas de organización del trabajo, la producción y la creación en las que no quepa, ni por asomo, el desplante totalitario y la arrogancia inveterada del autoritarismo. En América Latina, en el pasado, este tipo de intentos fructificaron de manera ingeniosa y podemos mencionar varios órganos de prensa, desde finales del siglo XIX que se dedicaron a la difusión y promoción de las ideas anarquistas. Bien vale la pena, en este instante, entonces, retomar esta iniciativa y hacerla cuajar en nuevas propuestas programáticas, de lucha y organizativas.

 

Historiador costarricense (1952), colaborador permanente de esta revista.


Si usted desea comunicarse con Rodrigo Quesada Monge puede hacerlo a: histuna@sol.racsa.co.cr

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