Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 6
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 65
Septiembre 2004


El PLANETA

DE TAGORE

Por: Alvaro Oliva

La sinfonía inmediata que emite la frágil caída de una rojiza y resquebrajada hoja de otoño, sólo puede ser imitada por los pensamientos de Rabindranath Tagore, autor que por años, se dedicó a encarar a la ciega sociedad del siglo XX, con una esperanzadora visión que funcionó de consuelo, ante el inconcluso muro de lo cotidiano.

Cada pulsación de la naturaleza, cada detalle que demuestra la verdad de los jadeos del mar y del cielo, forma parte del contenido que impregna las páginas de los lectores de este poeta. La sabiduría de la India y la contemplación de la armonía entre la criatura humana y su inmediato margen vegetal, se unen, en la ansiada y utópica paz que Tagore promulgó, quizás, infructuosamente, en este ocaso que nos anuncia la gestación de un reciclado día, pero, que al final de cuentas, es el mismo que siempre transcurre. Este poeta redactó un estado etéreo que puede estar oculto tras la corteza de un árbol, o en las pacientes actitudes que sugieren un grupo de normas de respeto y conformidad existencial.

Su vida se encendió en el año 1861, en Calcuta, en la India, donde se destacó, en sus primeros años, como un niño con inquietudes intelectuales, aunque retraído. Caminando al borde del precipicio, en un constante equilibrio, percibiendo las imperfecciones de las relaciones de sus compatriotas y, por cierto, la de los extranjeros, para ser más exactos las de los británicos de la época (¿acaso los de hoy?), este autor nos describe el impulso que lo empuja a celebrar su batalla personal por mantener a flote la cordura, en medio de la devastación.

En el seno de una respetada familia intelectual Rabindranath logró desarrollar su intelecto incentivado por su padre, quien lo impulsó a estudiar y a realizar diversos viajes para conocer la totalidad de su país, itinerarios que le mostraron la multiplicidad de rostros sociales que aún persisten en la India. Así, en esta etapa, comenzó a surgir su inquietud por difundir la paz y el conocimiento, interés que años más tarde se fundamentó con el nacimiento de la Escuela de Santiniketan, en el año 1901.Para finalizar este proyecto Tagore realizó varios sacrificios, la idea no era perder de vista su objetivo de construir el centro educativo, por lo que incluso llegó a vender los derechos de sus libros.

La sencilla escuela comenzó con doce alumnos, entre ellos su propio hijo, en un ambiente cuyo discurso estaba presidido por el respeto hacia la humanidad y la naturaleza. De esta forma, enseñó, escribió poemas, ensayos filosóficos, obras teatrales y oraciones hasta que el fruto de su trabajo consiguió el más alto reconocimiento en el año, 1913, al recibir el Premio Nobel de Literatura. Entre sus obras más importantes se destacaron "El Despertad de la Cascada", "Cantos de la Aurora" y "La Cosecha".

Tras destinar los beneficios del Premio Nobel a la Escuela de Santiniketan, que en el año 1918 adquirió la categoría de Universidad Mundial, Tagore comenzó a recorrer el resto del mundo visitando países como Estados Unidos y Japón, apelando a la protección de la paz mediante la cooperación intelectual entre todas las naciones. Así, continuó viajando y recaudando fondos para su Universidad.

Tagore pasó los últimos años de su vida bajo el alero de Santiniketan, escribiendo variadas obras, incursionando incluso en textos escolares y canciones infantiles. Mientras la guerra mundial mostraba sus peores cartas, Rabindranath cumplió los 80 años, fecha en la cual afirmó: "...no cometeré el pecado de perder la fe en el hombre". Finalmente, sin alcanzar a ver el epílogo bélico, fallece el 7 de Agosto de 1941, en Calcuta.

Su vida y discurso, no fueron en vano, puesto que la inutilidad práctica que contiene, con frecuencia, el placer de percibir textos atestados de excelente estética e inteligencia se complementó con una bondadosa causa, ya que Tagore logró forjar la Universidad Santiniketan en su, lamentablemente, paupérrima nación, dejándonos como herencia una fogata que aún ilumina al hombre de este opaco siglo XXI.

"La Cosecha".

"No, tú no sabes abrir los capullos y convertirlos en flores. Los sacudes, los

golpeas...,pero no está en ti el hacerlos florecer. Tu mano los mancha; les

rasga sus hojas; los deshace en el polvo..., pero no les saca color alguno, ni

ningún aroma.

¡ Ay, tú no sabes abrir el capullo y convertirlo en flor!

El que puede abrir los capullos, ¡lo hace tan sencillamente!. Los mira nada más,

y la savia de la vida corre por las venas de las hojas. Los toca con su aliento,

y la flor abre sus alas y revolotea en el aire; y le salen, sonrojados, sus

colores, como ansias del corazón; y su perfume traiciona su dulce secreto.

¡Ay, el que sabe abrir los capullos, lo hace tan sencillamente!"

"Sí, aunque los días trastornen mi camino con su polvo ocioso, yo me encontraré

con mi vida interior, con esa alegría que se oculta dentro de mi vida. A veces,

he vislumbrado sus destellos; y rachas de su aliento me han puesto a veces, un

instante, fragantes mis pensamientos"

"Sobre las olas de la vida, en el vocerío del viento y del agua, el pensamiento

del poeta está siempre flotando y bailando.

Ahora que el sol se ha puesto y el cielo oscuro se cae sobre el mar, como las

pestañas sobre un ojo cansado, quitadle al poeta su pluma; ¡y que sus

pensamientos se hundan hasta el fondo del abismo, en el eterno secreto del

silencio!"

"Me has puesto entre los derrotados. Sé bien que no ganaré, que no podré dejar

la partida. ¡Me echaré en la charca, aunque no sea más que para irme al fondo!

¡Jugaré al juego de mi propia ruina!

Apostaré cuanto tengo; y cuando haya perdido lo último, me pondré a mí mismo.

Entonces, ya arruinado del todo, habré ganado."

"Sólo el cielo puede ser espejo tuyo, Señor Sol", suspiró la gota de rocío. "Yo

siempre estoy soñando contigo, pero ¿qué puedo esperar? ¡Soy tan pequeña para

tenerte en mí? Y se echó a llorar, desconsolada.

Le contestó el Sol: "Es verdad que yo lleno el cielo infinito; pero también

puedo estar en ti, gotita de rocío. Yo me haré una chispa para llenarte y tu

vida pequeñita será entonces un mundo reidor".

 



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