Santiago de Chile.
Revista Virtual.

Año 6
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 65
Septiembre 2004

 

WALT WHITMAN: MENSAJERO MORAL DE ESTADOS UNIDOS

PARRA LE GUIÑA UN OJO AL PREMIO NOBEL
(¡Felicidades por los 90, Nicanor!)

 

CARTA A JULIO EN AGOSTO,
EN SUS 90


Por
Rolando Gabrielli

Dejé que penetrara el inconfundible olor a hierba recién cortada. Se superponía una incontenible fragancia parecida al alelí, pero que en el trópico le llaman la flor de los novios. No había luna. El cielo se mantenía iluminado con una tormenta eléctrica. Pensé en dos cosas: Dios paga esa cuenta, no debo preocuparme por ahora. Y me dejé llevar hacia, por Colorado. No era nada extraño. Allí las tormentas eléctricas son proverbiales. De ellas me hablaba SC y la memoria es un secreto pasaje en retrospectiva. Seguí en mi rutina con los recuerdos. El olvido es un camino inédito, sorprendentemente rebelde. Miré a un costado, y el negro de la noche sobre la selva, me recordó el verde de mañana, la luz hipotecada por unas horas. Un silencio particular, de aislamiento. Vi al fondo, mi casa blanca, y pude encontrarla diferente, como que no me perteneciera. Una luz en mi cuarto. Yo no estaba ahí. Yo nunca estoy, dicen quienes creen conocerme. En ocasiones me he preguntado a mí mismo para reconfirmarme. Un forastero en sus sombras. La casa podría estar tomada, y yo no me había dado cuenta. No es un cuento. Me supongo que a SC le sucede algo parecido en la gran casona donde dice vivir. Dice al menos ella. Las casas son a veces, un refugio peligroso. Les crece un silencio como desde las orejas, pasa por los cuartos y se instala a la hora de la cena.

La noche es particularmente enigmática cuando se lo propone. Fue una idea relámpago. La media hora estaba llegando a su fin. El ejercicio culmina automáticamente cuando siento la humedad del cordón que cuelga a mi cuello con un pequeño ángel solitario. El cuerpo ya está sudado. Noche cerrada, nubosa, con luz eléctrica pagada por el de arriba. Fui dejando descalzo la cancha de básquetbol. Los pies firmes sobre el piso. La pequeña tribuna techada vacía. Los juegos de los niños esperando la mañana y sus cuerpos elásticos, manos, voces. Los pinos a unos metros. Uniformados, serios, disciplinados, solemnes. La sombra de la sombra sobre mis pasos. Un sapo sin reino cruza despavorido, solitario, las luciérnagas que realizan una rara ceremonia de felicidad, encuentros de luz y amor, brillo en sus pequeños corazones. Cuerpos que derrochan placer y una secreta luz que no vemos. La noche no estaba estrellada. Son Cronopias, decididamente, las luciérnagas brillan por sí mismas. Forman cadenas de felicidad frente a la selva. Se les percibe, se sienten animadas. La luz de sus cuerpos es el mensaje. Me pregunté, dónde estaría la mía, porque detrás de toda página en blanco hay una que ilumina la escritura. Seguí rumbo a la puerta de hierro, la primera que abre la casa. Encontré un papel enredado en los hierros. Lo tomé y llevé al cuarto para leerlo. Lo primero que leí fue: Buenos Aires, Argentina.

Las palabras, eso al menos a mí me ocurre, evocan situaciones, recuerdos, imágenes. Seis noches y siete días a la conocida cuna del Tango, era el slogan publicitario. Ya era inevitable no pensar en SC, Banfield, no ver la pista llena de piernas hasta la cintura, los pañuelitos al cuello, los vasos de vino descolgando de las manos, el inconfundible ritmo del tango y la milonga de punta a punta, encendida ...Y el mundo es y será una porquería... en el 2004 0 2020, también, me agregabas, Vos, riéndote. Lo sensualmente carnal, etéreo, de trasvasije, el tango flor de piel. Me fijaba en la foto tradicional de La Plaza de Mayo. (No se ven las Abuelas Locas de amor por sus nietos desaparecidos) Pero no veía tampoco el Obelisco, que si estaba, o la inmensa avenida, sino que a Julio Cortázar en su última visita a Buenos Aires, tomado del brazo de La Maga y con Oliveira. Llevaba una gran maleta verde vacía que cambiaba de colores, como si buscara los puntos cardinales de cada país donde alguna vez estuvo. Nada especial, caminaba, olfateaba, sabía que no volvería, así que tragaba la atmósfera de La City porteña como un vampiro feliz por sus calles, cafés, parques, librerías, como un Cronopio literalmente condenado a muerte. Un último viaje. Se cierra el círculo. Vuelta al origen y partir, con la frente marchita. No se había ido nunca en verdad, ni se iría, sino se había estacionado un poco más allá, en París. Fue un lío para muchos, escritores y políticos, polemistas de paso, vocalistas, pleitistas de oficio, comprender que pertenecía a América latina, él y su literatura. A pesar de ser un escritor de cuentos fantásticos, un ficcionador en el gran sentido borgeano de la palabra, claro, Rayuela fue todo, Cortázar dejó que su literatura, palabra, se contaminaran cada vez más con la supuesta realidad palpable. No creía en la literatura de quirófano, dijo en su famosa conferencia en Nueva York: Realidad y Literatura en América latina.

Allí dijo además que la literatura del Cono Sur oscilaba entre el exilio y el silencio forzoso, entre la distancia y la muerte. La literatura de aquí y de allá, la literatura. Decían que pontificaba desde Europa, con su Rayuela, y un abcedario no latinoamericano. Abro al azar mi ejemplar de Rayuela, como recomienda la cábala y leo: “Lo propio del sofista, según Aristófanes, es inventar razones nuevas. Procuremos inventar pasiones nuevas, o reproducir las viejas con pareja intensidad. Es una cita de Lezama Lima, que Cortázar toma y hace suya. La verdadera creencia está en la superstición y el libertinaje.

El lenguaje era una ciénaga pantanosa en los setenta y 80 y unos cuantos carniceros organizaban sus presas en el gran matadero del Cono Sur. Las reses tenían dos pies y una cabeza colgando del hilo de la muerte.

Pero no, Julio era un Cronopio al margen de lo oficial, ridículo, decadente, de la mediocridad, alejado de la banalidad, de la literatura escaparate, del escritor vitrina, del oscuro tintero de la historia patria circunstancial, del país guardián de la muerte. Nunca se fue. Daba largos trancos por Buenos Aires como si quisiera abarcar toda la ciudad, - la cordillera, el mar, los ríos, lo que nunca se olvida, ni se pierde, - y dejar la huella de su suela, la marca de su Rayuela. Así que esta es Buenos Aires, decía, 37 años no son nada. De BAires a Marsella, París. El joven profesor, devenido en traductor, escritor a tiempo completo en París, Londres, La Habana, Managua o en los aviones. Su misa será latinoamericana, el compromiso. Nunca abandonará la atmósfera de libertad con que trabajó su obra, vivió y se relacionó con su tiempo. Sencillamente original, originalmente sencillo. Un escritor verdadero como Cortázar, de fantasía real, - vino de fábrica su mundo fantástico-, no abandonaría sus orígenes, la tierra natal, las raíces, su profunda argentinidad, devenida en lo latinoamericano esencial, universal.

Julio Cortázar le puso alas propias, auténticas, al escritor de Nuestra América, su realidad real fue el compromiso con la literatura, el hombre, Latinoamérica, la que “adoptó” con generosidad, profundidad, firmeza, lealtad, pasión, entrega, con la misma verticalidad que Mafalda odiaba la sopa, amó su ancha tierra americana.

En su literatura está el aliento de Edgar Alan Poe y F. Kafka. Su manera de traducir la intraducible realidad, la fantástica manera de ver el mundo. Curiosamente cada día se aisló menos de la realidad, sobre todo de la esencialmente porteña y latinoamericana, porque decía Buenos Aires y era nombrar a América latina.

En su literatura está esa libertad infantil, inclasificable, mágica, soñada, está, en definitiva, el placer del terror, de lo insospechado.

Tan alto creció Julio, pero no se mareó con y en las alturas de su fama. Su piso estaba firme, aunque parecía una larga escalera sin fin, en su lento aparente caminar. Los pájaros más raros y exóticos anidaban en sus hombros, cabeza, ideas, se disparaba con sus Cronopios por el mundo. Eso nos hacía creer, sin querer, tal vez queriendo, la imaginación es una cosa rara. Por el camino va añadiendo nuevas realidades, esas que parecen y que son y viceversa. De niño supo que la película no era en blanco y negro, tenía matices. Detrás del detrás, la superficie que puede ser cóncava, redonda, por donde miramos un calidoscopio. estaba parado en la esquina de Córdoba y Leandro

Su mano a mano siempre fue con la libertad. Caminó profundo, dejó sus huellas, más que una señal, en tiempos difíciles, los setenta y ochenta. Intelectual transparente y generoso, esa es una herencia de un primera clase, no de París, sino de su Banfield amado, su tierra de la infancia, las calles y quioscos de sus esquinas. Estaba parado en la esquina de Córdoba y Leandro Alem, un día Cortázar, esperando para leer el diario. O en Maipú y Viamonte, donde tenía un amigo diarero. Era real. Un transeúnte normal. Sencillo. En Ámsterdam, un día de lluvia, vio la película Blow Up, que Antonioni hizo sobre su cuento. Una persona descomplicada. Cuenta que 15 días le bastaron de Nueva York para saber lo deshumanizada que era y otros 4 whiskys en el avión para celebrar su partida y viaje a París. Fue un hombre franco, confesional, generoso con los escritores, especialmente los principiantes. Un gigante en la ternura, sin duda.

En Ámsterdam vio

En su último viaje a Buenos Aires, una Remington le esperaba en cada esquina de Buenos Aires, donde nunca hubo adiós, ni aún ahora en su obligada despedida... y escribía letras de tango, un poema, un relato de ficción, dependiendo de la zona... una carta a un amigo. Se sentaba en una esquina sin nombre, recuerdo, lo veo, con un largo cuaderno de poesía cerrando los ojos y apuntando con su dedo un verso, que le llevará a la calle siguiente e iluminará el futuro que es azar permanente en presente. Che, un café en el Richmond de Florida. Un pie largo en París y otro en Baires: sólo las dos fechas: 26 de Agosto de 1914- 12 de febrero de 1984. Pero es inútil retener todos los instantes, inclusive el más perdurable, siempre, lo efímero, como un gato de siete vidas, se fuga, se va. París, la R arrastrada, los años setenta, la Guerra Fría, los desaparecidos, los fantasmas, Julio, Julio entra al Luna Park y le levantan la mano, ¿cuál? : la izquierda, pero ha vencido.

CARTA cerrada en un día de lluvia
Las fechas no reemplazan el nacimiento ni la muerte. Somos, el sucede. Un punto de llegada y partida. El andén hacia uno y otro lado. Entre ambos, se desplaza una locomotora personal, íntima. Rieles para los días y noches. Ruido, paisaje, gente, el amor, unos cuantos libros, las dudas y un espacio intermedio para la aventura. Es, lo que hago, la descripción de un escenario corriente, el tiempo previsible que todo lo arrastra, imaginado quizás, sólo lo posible. Para levantar un muro suspendido o un andamio, se requiere una base en la tierra. Cielo arriba, pies abajo.

Julio, estamos en agosto, lejos de todo, en sus 90, con jazz y tangos, y unos presagios que usted intuyó y llamó caminos equivocados. Dijo, que viajábamos, quiso decir, palabras más o menos, que Occidente se había subido a la limosina de la muerte. Un lujo, caro. En eso andamos, en la senda al revés y a sabiendas. Pies de precipicio, sueños de abismos, qué tontera estos tiempos banales, miserables, de lobos descarriados bajo la tutoría de ovejas con piel de lobos.

Julio, la realidad, un espejismo, lo fantástico, una realidad, el tiempo no existe, estamos atados al instante y todo se borra de un manotazo. El azar apunta un dedo de goma al ojo y se ríe cuando se dobla. Tiempos genuflexos. La tiranía del más estúpido. Mambrú se fue a la guerra, Julio, y no va a regresar. Nos hemos quedado sin el Carolin cacao, leo, lao. Hace rato que Adelita se fue con otro.

¿Es un soldado de Dios el que convierte la cruz en muerte? Tiempos de terror, las brujas se quedan sin escobas, los hechos son los escombros que acumulan los grandes editorialistas en el Hudson, detrás del Sena, en las riberas del Potomac, del Mapocho ensangrentado o en el Río de La Plata, vacío metafísco de Buenos Aires. El Nilo se niega a morir, pero es un hilo negro de sudores viejos. El Tigris y El Eufrates son ríos de sangre.

Julio, la literatura hoy no descansa ni siquiera en paz, es una oficinista que se esmalta sus uñas para engañar a su jefe con el mejor de sus amigos, porque le comenta lo último que sucedió en la Bolsa y como llegó al hoyo 18 con certera frialdad de golfista consumado. Ahí se reúnen las famas a soñar con sus cajas registradoras, a untar sus narices en sus eunucos ídolos, hablan de sus fantasmas frente al televisor, la escudilla nocturna, los días de caza sobre la inocente presa. Bastardos de imaginación, tronchados héroes de una guerra inventada.

Julio, este es tu día, hace 90 años en Bruselas, y pudo ser el Puerto de Palos, donde salieron las tres carabelas, en una grandiosa dirección equivocada. Eran otros tiempos. Pero fue Banfield el verdadero origen, y la palabra, el compromiso. Cortázar aquí en el trópico llueve, se moja hasta el alma de las palabras, y sé que nos sonríes, digo que lo escrito es un viaje a capella de un mochilero que va juntando pequeñas estrellas, simples guijarros a la vereda del camino, un peldaño, la primavera, otro, el invierno, el siguiente el otoño y llega el verano sin escalera. Un escritor verdadero deja sus libros, pero usted Julio, tuvo el coraje, las agallas, de pronunciarse en su momento, y con su figura de Quijote nos acompañó con su viva presencia, además de la palabra nueva, inédita, refrescante, alzada en la silenciosa copa de la noche triunfante.


WALT WHITMAN
MENSAJERO MORAL DE ESTADOS UNIDOS

Por Rolando Gabrielli

ODA A WALT WHITMAN

Y O no recuerdo
a qué edad,
ni dónde,
si en el gran Sur mojado
o en la costa
temible, bajo el breve
grito de las gaviotas,
toqué una mano y era
la mano de Walt Whitman:
pisé la tierra
con los pies desnudos,
anduve sobre el pasto,
sobre el firme rocío
de Walt Whitman
...

Pablo Neruda

"El Grito"

Walt Whitman es un poeta para nuestro tiempo. Un poeta del cambio. Un poeta de la nación, pero sobre todo, un humanista de la época. Poeta esencial, de la trasformación. Poeta de un nuevo espíritu en América. Poeta fundacional. Poeta revolucionario.

Walt Whitman dinamitó el establecimiento del anciano régimen y sus cortes, el pasado imperial, colonizador, el statu quo de un tiempo acabado.

Poeta de la anunciación, del futuro, pero también de un presente para ser nombrad, interpretado, exaltado y descubierto. Fue un descubridor de su tiempo, uso el conocimiento religioso, filosófico y científico para interpretar poéticamente el mundo que le rodeaba. Poeta profundamente moral, no se encasilló ni puso anteojeras, ni beatificó su palabra ni actos. Hombre libre Walt Whitman, de pies a cabeza, por todo lo ancho y largo de cuerpo y pensamiento.

Fue enfermero en la guerra de Secesión entre el Norte y el Sur, escogió el Norte, donde era originario, hijo de carpintero, fue maestro, editor, chofer ocasional por solidaridad con un amigo. Era un curandero del alma de Norteamérica.

Poeta del cuerpo, visceral, de la naturaleza, de las cosas, del origen de lo nuevo, del misterio no revelado, indagador. Su palabra busca revelar el cambio en el curso del río sin abandonarlo.

Su poesía es un canto asimismo, a la vida, la esperanza y Whitman contempla con todos los sentidos, suma al porvenir lo que constata paso y lo ofrece a la gente común y corriente, descubre, documenta su experiencia, la comparte y eleva a la categoría pública.

Más allá de sus vivencias, impresiones, filosofía, religión, fe, principios, de la biografía de sus actos, Whitman irrumpe con una nueva poesía, con un verso libre, largo, iniciaba su nueva retórica, y se desprendía del lenguaje tradicional que le precedía. América trae sus constructores, trae sus propios estilos , dice en uno de sus versos, como si fuera un principio para su poesía.

Son los pasos, las zancadas de un profeta, que anuncia que es un deber en América hacer una obra que sobrepase todas cuantas se han hecho. Su poesía influyó poetas importantes como Pablo Neruda, Apollinaire, Maiakovski, Allen Ginsberg, William Carlos William.

Neruda siempre reconoció su deuda con Whitman, sobre todo en su canto General y algunos trazos de Residencia en La tierra. Pero está claro que más que un imitador, Neruda podría ser un continuador de la obra de Whitman, con su propia perspectiva y retórica. Existe una originalidad personal también en el Vate de Isla Negra. Comparten el amor por América. Su visión y épocas son muy diferentes.

Construye un mundo poético desde la esencia de su realidad y conciencia, Whitman es el poeta nacional de Estados Unidos y respira la nación por los cuatro costados. Vive, ama intensamente el país, está en todas partes alabando la naturaleza, el nuevo orden, lo que viene y lo que sucedió, el presente que corre. Sueña y se organiza como un constructor.

Hojas de Hierba, el volumen madre de la poesía de este norteamericano, que no sólo alabó los nuevos tiempos, sino puso en evidencia sus vicios, peligros, y para ello usó el ensayo. La palabra directa y denuncia en su tiempo que una legión de iglesias, sectas, los más siniestros fantasmas que conozco, usurpan el nombre de la religión. Pone al descubierto la deshonestidad, corrupción, el soborno, fraude y llega a involucrar a todos los servicios del Estado, excepto el judicial. " En vano, advirtió con ojo de visionario, marchamos con una rapidez inaudita y sin precedentes hacia la formación de un imperio tan colosal que dejará atrás a todos los antiguos, más grande que el de Alejandro, más grande que el de Roma en el pináculo de su poderío. En vano nos hemos anexionado Texas, California, Alaska y nos alargamos hacia el Norte en busca del Canadá y hacia el sur en busca de Cuba. Como si estuviéramos, en cierta manera, dotados de un inmenso cuerpo que se perfecciona más y más, mientras permanecemos con un poco de alma y sin ella."

El poeta de la América rotunda este Walt Whitman, visionario, profético, soñador y realista, hombre de ideas claras, decía lo que pensaba y no se dejó atrapar por el medio, los intermediarios entre la vida y la muerte, porque siempre su opción fue por avanzar en el largo y contradictorio río de Heráclito. Consumió su tiempo en el hombre, la pasión de América.

Jorge Luis Borges, en su ciega lucidez, tradujo Hojas de Hierba , y advierte en su prólogo la defensa de un ideal nuevo que se enmarañaría en el azar de una democracia electoral, además indirecta. Borges descubre en él al innovador que fue, experimentador de una nueva poesía, y lo asocia a Byron en una escuela de búsqueda de un héroe. La gracia de Whitman, reconoce el autor de Ficciones , es que el héroe whitmaniano es un ser innumerable y ubicuo, disperso Dios de los panteístas. Para el narrador y poeta porteño, Whitman elaboró una extraña criatura de sí mismo" que no hemos acabado de entender", de naturaleza biforme. El modesto periodista de Long Island, subraya el autor de El Aleph , y el hombre de aventura y de amor, indolente, despreocupado, animoso, recorredor de América. No debemos creo, separar a Whitman de Whitman, ni de su mito, que es la mayor de las aventuras de un poeta. Whitman supo hacer crecer la palabra como su sueño en América, dialogó y se unificó con el lector y le pasó la palabra finalmente.

Para Borges, solo James Joyce pudo acometer con éxito la creación de un personaje múltiple, como lo hizo Whitman.

Sorprende la vigencia de su mensaje, quizás por su compromiso permanente. Whitman murió en 1892. Sorprende también que la primera edición haya pasado desapercibida y más bien ignorada. Sólo Emerson, su mentor, comprendió la fuerza, el valor, trascendencia del mensaje de su poesía para América. En poesía nada debiera sorprendernos, porque el éxito de un libro sólo lo da el tiempo. Ni los premios ni las vitrinas o los críticos de ocasión, salvan la poesía, ni ninguna obra de arte, porque el tiempo se encarga de equilibrar las cargas, más allá de la tinta circunstancial. Es el más extraordinario fragmento de espíritu y sabiduría que América ha producido, le dijo Emerson, cuando leyó Hojas de Hierba.

Whitman abrazó la palabra y la vida, quiso ser piedra fundacional y lo fue. Recorre la nueva Nación y se instala en todos los oficios, asume su yo colectivo y personal, un íntimo nosotros. Está al lado de su hermano y el que comete faltas. No discrimina. Socorre al necesitado, se pone en su lugar, y los invita por igual participar en su epopeya.

Sus biógrafos describen a Walt Whitman como un fornido y frugal atleta, hombre sano de cuerpo y mente, el hijo de un carpintero que se hizo amigo del leñador Abraham Lincoln. Hace sentir su honda respiración, sus atléticos pasos, la firmeza de sus principios, la verdad de su palabra, reitera que todo lo que le interesa a los demás, le interesa a él. Y enumera, como si fuera hoy su tiempo," la política, las guerras, los mercados, los diarios, las escuelas... los bancos, las tarifas, las fábricas, los títulos, los bienes muebles e inmuebles". Es y siente como todos los ciudadanos."

Fue un poeta y pensador de grandes ideas, verdaderas sentencias": Los Estados Unidos están destinados a superar la grandiosa historia medieval o a evidenciar el más tremendo fracaso". Un poeta para leer hoy en estados Unidos, para apropiarse de la fuerza de sus sentimientos, del coraje de sus verdades, del instinto certero de la búsqueda y de la justicia. Whitman es el padre de la solidaridad norteamericana, el hermano mayor barbudo que camina por las esquinas de Manhattan, desprevenido del viento, liberto y libertario, como un frondoso árbol plantado en las riveras del Mississippi, o el río Colorado con sus rápidos. Permanece su grito ahogado, solitario, cantando en el Oeste, anunciando un Mundo Nuevo. Se celebra y se canta, nos canta, nos hace cantar con él un camino inédito. Privilegia una nueva manera de ver el mundo, no sólo un nuevo mundo, a la espera de ser inaugurado. Lo habita con todos sus poros, con un entusiasmo visceral y racional recorre los espacios física y mentalmente. Expande su bandera poética por todo el territorio norteamericano. Sólo va sumando y sumándose, a la gente, a los eventos, a la geografía y moviliza la nación hacia grandes responsabilidades y hazañas, busca un destino. Es mensajero de un mensaje moral En Estados Unidos. Profundamente ético, democrático, social, humanista, libre, sólo comprometido con el hombre, la especie que ama en todos sus sexos y etnias, sin discriminación alguna.

W.W ., poeta fundador que se funda en una mística, es río, mar, sudor, respiración, la materialidad espiritual de la vida y del amor. Es testigo, todo lo ve y está presente. Y mi sombrero y mis zapatos no son mis límites . Pide que nos desnudemos, transparencia nada más, ni nada menos, autenticidad, naturalidad, somos iguales, ante la luz y la oscuridad, y nadie es culpable... Y en todos y en cada uno voy tejiendo el canto a mí mismo. Soy de todas las razas y de todas las castas, de todos los linajes y de todas las religiones.

Walt Whitman es también el poeta de los 35 millones de latinos que viven en Estados Unidos y de los 500 en América Latina . Su visión poética, filosófica, religiosa, política, nunca tuvo fronteras . Sorprende que no esté instalado en el Instituto Cervantes de Manhattan, un hijo verdadero de Mahatta... Habitante de Manhatta, mi ciudad, o de la sábana del sur, se identif ica en el tercer verso introductorio a Canto de mí mismo. En todos los hombres me veo, ninguno es más ni menos que yo... Sé que no me perderé como la espiral que en la oscuridad traza un niño con un palo encendido. Y se declara poeta del cuerpo y del alma; los goces del cielo están conmigo y los tormentos del infierno están conmigo. Walt Whitman, un cosmos, de Manhattan el hijo, Turbulento, carnal, sensual, comiendo, bebiendo, engendrando , se va enunciando a sí mismo, caracterizándose, presentándose al lector. Va más allá, El que degrada a otro me degrada, Y todo lo que se dice o se hace vuelve a mí al fin.

Responde al cuerpo y a los sentidos: La cópula no es para mí más vergonzosa que la muerte. Creo en la carne y en los apetitos. Ver, oír, tocar, son milagros, y cada parte de mí es un milagro. Divino soy por dentro y por fuera, y santifico todo lo que toco y me toca. Ela roma de estas axilas es más fino que las plegarias, esta cabeza es más que las iglesias, las biblias y todos los credos. Si algo hay que yo venero más que las otras cosas ese algo es la extensión de mi cuerpo y cada una de sus partes.

Walt Whitman es el personaje épico de su epopeya, se reinventa a cada paso, es él, el otro y el de más allá. Se fusiona en carne y espíritu, se materializa en la inmortal materia inmaterial de las cosas, en al conciencia humana. Creo que una hoja de hierba no es menos que el/ camino recorrido por las estrellas, Y que la hormiga es perfecta, y que también lo son/ el grano y la arena y el huevo del zorzal... Y que la menor articulación de mi mano puede/ humillar a todas las máquinas .

Tomo lo material y lo inmaterial... La madreselva en la ventana me satisface más que la metafísica de los libros ...

Whitman de tanto testimoniar lo hizo con el futuro, él, un hijo raizal de Manhattan, veamos:

Soy el bombero hecho pedazos, roto el esternón,

Los muros me sepultan en su caída,

Aspiré el calor y humo, oí la gritería de mis compañeros,

Oí el sonido lejano de sus picos y de sus palas,

Han retirado ya las vigas, con ternura me alzan.

Yazgo en el aire de la noche con mi camisa roja,

El silencio que guardan es por mí

Después de tanto sufrimiento yo no siento dolor, estoy

Exhausto, pero no tan desdichado,

Blancos y hermoso son los rostros que me rodean,

Se han quitado los cascos,

La arrodillada muchedumbre se borra entre el fulgor

de las antorchas.

 

Nuestro ejército cubre todos los confines de la tierra, verso premonitorio whitmaniano, casi de campaña, futurista, certero en el tiempo, cumplido en la historia más allá de las palabras ¿Poesía, profecía? Hoy no se cree en el poeta oráculo, en la existencia del Aedo, más bien en el trabajador silencioso de la palabra, armador de versos como cualquier otro carpintero. La poesía no tiene esa dimensión epopéyica.

Whitman es el gran entusiasmo por vivir, un creador de futuro en el presente, y su misterio es el poema que construye con la el trigo y la cizaña, la ventana y el cielo, con fe en el hombre, en todo lo que ve y toca. Camina atlético sobre la pureza inaugural. Whitman es la pasión juvenil de una nueva era: Todo cuanto es mío es tuyo .

Quédate conmigo este día y esta noche y serás dueño del origen de todos los poemas y entra como un ventarrón, descubre la nueva América, que ayuda a fundar de costa a costa. Inspirado en su poderosa intuición, su poesía ama con todos los sentidos al prójimo y se proclama heraldo de una nueva época. Vigía de su tiempo, irrumpe en la cotidiana existencia de América. El poeta, hizo también la historia.

 

PARRA LE GUIÑA UN OJO AL PREMIO NOBEL
(¡Felicidades por los 90, Nicanor!)

Por Rolando Gabrielli

"Nicanor Parra"

El antipoeta más poeta que nunca, el viejo Hamlet de Las Cruces, instala su homenaje para este cumpleaños número 90, ni más ni menos, que en Isla Negra, territorio de la Vaca Sagrada, la Catedral, como le llamara a Pablo Neruda, el autor de Poemas y Antipoemas , Nicanor Parra.

Muchos leen su antipoesía a ojo cerrado o de buen cubero, centímetro por centímetro, Parra ha sido de los pocos, que han medido sus versos, pasos, hasta llegar al borde mayor, la orilla misma de la gloriola, la famola, y los aires vienen de Estocolmo, la fábrica de la corona de olivos de un millón de dólares.

Le cambió el espíritu al poema, lo contaminó con una nueva visión del hombre, desromantizó al poeta, a la poesía, otras alas, un vuelo distinto, se montó en su propio patín Nicanor en la Cordillera de los Andes, mandó al diablo a la Cordillera de la Costa. País de poetas, el poeta soy yo, recordó algo parecido una vez Gonzalo Rojas, el recambio del Nobel, cuando Parra quizás abandone por cansancio si esta vez la Academia se hace la sueca con su obra muy reconocida a nivel mundial.

Parra es más que sus circunstancias, apostó como pocos al esfuerzo personal, al poeta presente, al hombre de la calle, al "anti-retórico", al nuevo retórico.

El autor de Los Versos de Salón , se tomó el escenario de la poesía chilena. Su cueca larga no pararía hasta hoy. Se dejó caer silencioso de San Fabián de Alico, de Chillán, y si bien su Cancionero sin Nombre , lo dejó fuera del juego poético chileno en su época, pacientemente se transformó en el más parriano de todos los parras y montó su carpa en Santiago de Chile. El vendimiador mayor con estación en La Reina, a las faldas de la Cordillera de Los Andes.

Dejó correr su musiquilla en su propia esfera. Se sacudía de su propio pasado lorquiano, apuntaba al vate de Isla Negra con su batería parriana, y ya Nicanor estrenaba su anti-poesía y si bien construía su propio edificio, estaba dispuesto a demoler el viejo armazón de la poesía.

Entró como un zapador al edificio de la poesía chilena. Con el mapa de Neruda, Huidobro, la Mistral, De Rokha y Villón por las dudas, Kafka, Shakespeare y otros más. A limpiar la cañería, más bien poner nuevas, instalar un sanitario moderno, apropiado, un alcantarillado de primera para lo que venía: su contaminación personal, el deshague parriano.

Parra es nuestro contemporáneo en el siglo XXI, Neruda es el poeta del siglo XX. Nicanor ha estirado su cuerda hasta los 90 años, que cumplirá el próximo 5 de septiembre, mientras que el autor de Residencia en La Tierra , no cumplió en vida el último cuarto de la pasada centuria. Parra, poeta de dos siglos, como Gonzalo Rojas.

Neruda venía con la historia de su confrontación literaria con Huidobro y De Rokha, y no daría pie a una nueva con Parra. Inmerso en la política, ya santificado universalmente, veía los toros desde Isla Negra. Parra era el utilero, administrador, dueño de su propia carpa y lanzaba su manifiesto poético como en los viejos tiempos de los surrealistas, fijaba posiciones, se enfrentaba a los fantasmas nerudianos y a todo objeto no reconocido que estuviera a su alcance. Abran paso, abran quincha. A Enrique Lihn le sorprende que Neruda cediera el trono de la poesía chilena. Neruda seguía escribiendo su poesía nerudiana y había hecho su juego en la gran historia que le había tocado vivir y que seguía viviendo.

Muchas veces Parra me habló de su guerra mortal, aniquilamiento contra el yo lírico, su caballito de batalla, y feroz lucha parricida contra los poetas metafóricos, líricos, de yo oceánico, ese hablante interior. Parra impone el hombre de la calle, guardadas, en mi opinión, algunas diferencias, porque no es tan y común y corriente el personaje que nos, se comunica. Más "publico que privado", menos intimista, irónico, sardónico, crítico, no está a veces en ningún lugar. No es una poesía fácil y porque "sea prosaica", es más clara. Parra sigue traduciendo a Shakespeare, leía a Kafka, los clásicos griegos, físico y matemático, no es un neocriollista amante de la realidad a secas. Buscaba la aguja en el pajar de su propia parra. Si bien a Neruda se le criticaba por su compromiso con el Partido Comunista, a Parra por su falta de compromiso. En algo se parecían, que eran muy distintos. En esa época, Nicanor Parra andaba a la intemperie. Casaba mariposas con su escopeta de colores, para su floreciente insectario que fue acumulando en su Obra Gruesa . Un gran antipoeta que no dormía pensando en la poesía. Con un gran cuaderno de espiral, su letra encrespada por la tensión, recogía los diversos materiales, etéreas palabras en un inicio, alas que les iba dando vida, corporalidad, una idea en común. Así, con lo que recogía de la atmósfera verbal callejera, el instante personal, mucho trabajo, una extraordinaria dosis de obsesión, "la tincada parriana" se ponía en movimiento para construir la casa del poema. Parra consultaba, verbalizaba absolutamente todo, paseaba como Hamlet por los prados del viejo Pedagógico de la Universidad de Chile en Macul, odiado y amado, criticado ácidamente por un grupo de escritores, un tiempo feroz, una época de prueba, de grandes definiciones indefinidas, Parra ya era un zorro en el jardín espinoso de la poesía chilena. Era el principal protagonista en el gran río revuelto de la poesía chilena, marcaba puntos con audacia, Gonzalo Rojas incubaba su silencio, Neruda estaba fuera de competencia, y el ciclista de San Fabián de Alico, el futuro Cristo de Elqui, pedaleaba en la bicicleta sin fin de la anti-poesía en su Montaña Rusa.

El panorama era otro, muy distinto al de la vieja guerrilla poética de los grandes dinosaurios de la poesía chilena, que para bien de la poesía castellana, no se extinguieron, más bien sobrevivieron a la aventura del verbo, que fue lo más original que de ellos conservamos, amén de algunas actuaciones para las cámaras de la historia y fuera de ellas. Parra acomodó su fusil de asalto con mira telescópica selectiva, que a veces desparramaba perdigones de chincol a jote, como un verdadero francotirador. No reconocía a padre ni padre, ni a las generaciones por venir: proclamaba a diestra y siniestra, la hora parriana. Hizo parte esencial, el peregrinaje básico, los fundamentos itinerantes por el mundo, porque se dio cuenta que no bastaba con sentirse aplaudido, reconocido, a los pies de la Cordillera de los Andes. Moscú, Pekín, la Casa Blanca, La Habana. Cuba sí, Yankys también . Cuatro sitios algo más que geográficos. El poeta se movía en dirección de todos los puntos cardinales. Sus artefactos aterrorizaban a los dogmáticos. Pocos más audaces que Nicanor Parra Sandoval, "le comía la color" al stablishment de uno y otro lado, le robaba los huevos al águila, bailaba su cueca sobre el supuesto cadáver de la poesía, el antipoeta y sin ser mago, creaba su propio Olimpo. No le gusta la palabra crear, me dijo un día Nicanor, es sospechosa, la poesía es vida, sabía que todo estaba contaminado, al menos eso creía. Reciclaba los materiales, escombros, le daba un nuevo brillo a la chatarra. La antipoesía es una manera también, entre otras, de alabar, llamar por su nombre, hacer más poesía. Le daba oxígeno, boca a boca, al endecasílabo. Parra andaba en la calle, en los recintos universitarios, viajaba, erigía su púlpito donde pusiera un pie.

Mezcla de juglar y trágico griego, el antipoeta de La Reina, se consideraba el quinto jinete de la poética chilena, en una clara puja con Gonzalo Rojas, a quien dejó por fuera durante un largo tiempo. Pero, Rojas es un poeta para carreras de fondo, y ahí está en el relevo, en punta con Nicanor, como decíamos ayer. Positivo, deslumbrante, un ejemplo vital de renovación y perseverancia, de amor a la palabra, la presencia viva en Chile y a nivel mundial, de dos poeta del Sur que superaron con creces los 80 años y siguen vivitos y parreando y rojiando. El siglo XX ya les resbala como palabras que se lleva el viento. Premios nacionales de literatura ambos, premiados internacionalmente, reconocidos urbi et orbi, tal vez no, tal vez si, dicen, dijeron, forman parte también del coro del gran Olimpo de la poesía chilena. Todos los premios están aceitados, acuñó la sentencia en volandero verbo, Gonzalo Rojas, y Parra obtuvo tres premios del famoso Sindicato de escritores con seudónimo y nombres falsos, con su famosa triología poética hoy cumbre de su antipoesía: Cantos a lo humano y divino, Poemas y Antipoemas.

Parra se quedó en Chile y Rojas se quedó en el exterior. Cada uno tocando su propia trompeta. Dos registros distintos, para un solo Sur. Sus encontronazos fuertes se dieron durante un largo tiempo. ¿La poesía es guerrilla, trono, vitrina, vedetismo, hegemonía, qué lejos se está del poeta sumergido en la ostra de su página en blanco bajo las siete capas del mar tormentoso de su existencia?

Parra es un jugador de ajedrez con su sujeto poético, lo carga con explosivos fragmentarios, subterráneos para una nueva superficie poética, una lectura distinta, desde que edito hace 50 años sus famoso(s) Poema y Antipoema . Doble natales para este su año 90, y postulación al Premio Nobel de Poesía, ya una tradición chilena. Volvió a la poesía tras un largo paréntesis desde Cancionero sin nombre . Después de 17 largos años de ausencia, Parra retornaría solemnemente al lugar del crimen de la mano de sus ángeles y demonios, para no abandonarlo hasta el final de sus días. Se sentó en la plaza pública, en las academias, foros, en plena vía pública, tomó nota, entre las dos orillas escogió el centro, huaso ladino kafkiano, hamletiano, comenzó a disparar antipoemas, artefactos, como un energúmeno, un excelso francotirador en plena Guerra Fría.

Decidme hijos hay Marx
Sí padre:
                    Marx hay
Cuántos Marxes hay?
Un solo Marx no +
Dónde está Marx?
En el culo*
                       en la tierra
                                               y en todo lugar

Aleluya?
Aleluya!

* dice culo
   léáse cielo

El sujeto que buscaba Parra era el mismo Parra, un individuo de varios pisos sicológicos, basado en sus maestros de Praga, Londres, Atenas, el chileno Carlos Pezoa Vélis, después diría mi maestro Huidobro, con y contra Neruda, en la rica y variada tradición chilena, también Lorca, Eliot, Pound, Whitman, Donne, y siem pre Parra, que es lo nuevo. Yo soy el individuo, nos dijo este roto chileno más parecido a Chaplin, en su formidable Soliloquio del individuo :

Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca
(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
Buscar peces, pájaros, buscar leña,
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata,
Yo soy el Individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
Fui a un abismo lleno de aire;
Me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
Allí también grabé figuras,
Grabé un río, búfalos,
Grabé una serpiente
Yo soy el Individuo.
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía,
El fuego me molestaba,
Quería ver más,
Yo soy el Individuo.
Bajé a un valle regado por un río,
Allí encontré lo que necesitaba,
Encontré un pueblo salvaje,
Una tribu,
Yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
Figuras grababan en las rocas,
Hacían fuego, ¡también hacían fuego!
Yo soy el Individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
Contesté que no, que de allí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
Y empecé a trabajar con ella,
Empecé a pulirla,
De ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos árboles para navegar,
Buscaba peces,
Buscaba diferentes cosas,
(Yo soy el Individuo).
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
Los truenos, los relámpagos,
Yo soy el Individuo.
Bien. Me puse a pensar un poco,
Preguntas estúpidas se me venían a la cabeza.
Falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol;
Llegué a una fuente,
A una fosa en que se veían algunas ratas:
Aquí vengo yo, dije entonces,
¿Habéis visto por aquí una tribu,
Un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
Acompañado por otros seres,
O más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
Yo soy el Individuo.
Formas veía en la obscuridad,
Nubes tal vez,
Tal vez veía nubes, veía relámpagos,
A todo esto habían pasado ya varios días,
Yo me sentía morir;
Inventé unas máquinas,
Construí relojes,
Armas, vehículos,
Yo soy el Individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
Apenas tenía tiempo para sembrar,
Yo soy el Individuo.
Años más tarde concebí unas cosas,
Unas formas,
Crucé las fronteras
y permanecí fijo en una especie de nicho,
En una barca que navegó cuarenta días,
Cuarenta noches,
Yo soy el Individuo.
Luego vinieron unas sequías,
Vinieron unas guerras,
Tipos de color entraron al valle,
Pero yo debía seguir adelante,
Debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
Produje tanagras,
Di a luz libros de miles de páginas,
Se me hinchó la cara,
Construí un fonógrafo,
La máquina de coser,
Empezaron a aparecer los primeros automóviles,
Yo soy el Individuo.
Alguien segregaba planetas,
¡Árboles segregaba!
Pero yo segregaba herramientas,
Muebles, útiles de escritorio,
Yo soy el Individuo.
Se construyeron también ciudades,
Rutas
Instituciones religiosas pasaron de moda,
Buscaban dicha, buscaban felicidad,
Yo soy el Individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
A practicar, a practicar idiomas,
Idiomas,
Yo soy el Individuo.
Miré por una cerradura,
Sí, miré, qué digo, miré,
Para salir de la duda miré,
Detrás de unas cortinas,
Yo soy el Individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.

Parra conmemora sus 90 años este 5 de septiembre . Me sumo a ese homenaje como si fuera en un carrusel. La Fundación Neruda, ha organizado un acto para el antipoeta en Isla Negra, en el mar de reconciliación entre la Cartagena vecina de Vicente Huidobro y Las Cruces de Parra. La poesía es más permanente que los transitorios obituarios, que los propios Manifiestos, que un presente bilioso, visceral, retórico. Aquí está Parra:

LA
POESÍA
MORIRÁ
SI NO
SE LA
OFENDE

hay
que poseerla
y humillarla en público

después se verá
lo que se hace

 

 


Rolando Gabrielli
 
Rolando Gabrielli
es Periodista y Escritor chileno




Si desea escribirle puede hacerlo a:
panaglobal@hotmail.com

Actualmente vive en
El Dorado, Panamá

 

 


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