Texto:
Carlos Yusti
Se tiende a considerar, por prejuicio cultural e ignorancia, el trabajo artístico de la alfarería o la cerámica como un arte subalterno. Lo cierto es que la cerámica es un medio de expresión estética versátil. La exposición de Oly Azócar, titulada “Hay vuelos” (Sala de Arte Sidor), es un buen ejemplo de como la cerámica puede convertirse en escultura de buena factura plástica. El trabajo de Oly Azócar confirma de manera sutil la lírica que esconde la arcilla. Ese exquisito halo mágico que surge cuando se trabaja la arcilla con sensibilidad, pasión e inteligencia.
Con respecto a esa tendencia que existe de subestimar el arte de la cerámica la misma Oly Azócar aclara: “La cerámica no es un arte menor, es un medio de expresión. La arcilla, además, tiene que pasar la prueba de fuego. Si trabajas la madera, la madera está allí. Mientras si trabajas con la arcilla, el fuego es el que te dice si trabajas bien o no”.
La muestra “Hay vuelos”, reúne 26 piezas modeladas en arcilla. En la mayoría se combinan de manera armónica el hierro laminado, la cabilla, los clavos y el alambre de cobre. En las piezas de Oly Azócar se sacrifica el sentido utilitario de los objetos en cerámica para recuperar ese valor estético, esa noción espiritual sujeta a las más variadas interpretaciones. Las esculturas de Oly están confeccionadas de partes, son piezas que se ensamblan sin perder ese aspecto unitario; ofreciendo así al espectador de diseñar, de comparar las esculturas con algún modelo de la naturaleza (una mariposa, un pájaro) o con fracciones de la anatomía femenina; rozando siempre de forma novedosa lo poético y metafórico. Con exquisita precisión acota el poeta Pedro Suárez, en el texto del catálogo de la muestra, lo siguiente: “La novedad—del latín itate que tiene calidad de nuevo—de esta exposición, radica entonces, en el logro de la artista al momento de transmutar lo que para ella fue latencia, semilla, formas casi orgánicas, eróticas, viscerales, en volúmenes aéreos que se sostienen en la precariedad infinita de los sueños. Triunfa pues, contra la inercia de la costumbre y se rehace en pájaro, libélula, sol que afila su luz en reverberaciones estáticas que se imantan en la mirada de quienes se detienen ante la corporeidad íntima y universal de la obra, tanto en su unidad como en su conjunto”.
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Esta exposición de vuelos, caídas y mucho movimiento lírico esta organizada con una especie de plan de progresión, no premeditado por el artista, que va de lo simple, de lo desnudo a lo complicado y múltiple. Es decir, las primeras piezas atrapan la figura geométrica (un triángulo, un círculo) de manera directa. Poco a poco las piezas van ganando en complejidad y la figura geométrica se expande. En muchas piezas a la forma geométrica se incrustan clavos, se añaden cabillas, se le atornillan delgadas láminas de hierro. Se prosigue avanzando y las esculturas se afianzan en su danza vaporosa. Los ensamblajes se le revelan al espectador sin artificios, pierden timidez y redimencionan de manera abrupta las figuras geométricas. La trastocan y en gran medida son devoradas por la fuerza del desplazamiento, por el impulso primario de abandonar los soportes fijos y las consabidas leyes de gravedad. Las esculturas de Oly Azócar de pronto adquieren una sonoridad espacial bastante marcada. En cada escultura el vuelo parece ser la tentativa definitiva. Las piezas de Oly están lejos de ser objetos decorativos estáticos, rígidos o apacibles. Algunas esculturas en sus giros, en sus delicados movimientos tratan de romper el cascarón de arcilla, la oruga de metales para devenir en pájaro, en mariposa o en ese sueño con alas que palpita en el espíritu del hombre desde tiempos remotos.
En lo que respecta a la intervención de clavos y cabillas en la arcilla, a veces en algunas esculturas se incrustan y en otras parece que florecieran, la misma Oly explica un poco dicho proceso creativo: “Cuando termino la pieza le incorporo el metal y lo meto al horno. El fuego determina hasta donde aguanta el metal, si se derrite o no. Utilizo el metal porque viene de la misma tierra que luego se transforma y vemos un clavo o una cabilla, pero eso viene de los mismos minerales que están dentro de la tierra. Al entrar los dos- arcilla y metal- al fuego puedes ver la intervención, ver como se comportan de igual manera. El metal no queda rígido, también tiene su movimiento,…”
Otra de las características en la muestra “hay vuelos”, aparte del espíritu aerodinámico que domina en las piezas y de esa mezcla armoniosa con el hierro, es la sensualidad, la pasión y el erotismo que impregna a varias esculturas. Pero no es un erotismo subrayado, sino más bien insinuado, sugerido con elegante sobriedad.
Oly Azócar ha recibido algunos reconocimientos por su trabajo. Calificarla a rajatabla como ceramista es encasillarla. En “Hay vuelos” pueden conseguirse piezas suspendidas del techo o cubriendo una pared semejando un cuadro y por si esto fuera poco hay que destacar un trabajo escultórico que rompe el molde del jarrón o de la figura para adentrarse en lo simbólico sin atropellar al espectador y sin dejarlo al margen de las insinuaciones abstractas y eróticas que cada pieza efectúa en su equilibrado vuelo.
Tratar de explicar la muestra “Hay vuelos” puede resultar una tarea infructuosa y no sin razón Pedro Suárez acota: “Pero más allá de cualquier exégesis, que siempre será arbitraria y sujeta a equívocos, se impone la certeza de estar en presencia de una obra que se explica por sí misma,…”
Las piezas de Oly Azócar transmiten placidez y tranquilidad, dotan al espacio de una fuerza y de un dinamismo acogedor. Más que esculturas de cerámica Oly Azócar, realiza objetos estéticos vivos que conducen al espectador a un gran deleite espiritual.