Santiago de Chile.
Revista Virtual. 
Año 1  
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 6.
12 de Junio
al 12 de Julio 
de 1999.

 

Desde Cancún, México, Mariel Turrent Eggleton. 

En el Hall del Teatro de Argentina, en las jornadas teatrales que realizaba Darío Fo, mientras discutía con un grupo de jóvenes, sufrió la agresión más grande de la que dice haber sido víctima sin defensa. Según cuenta Darío Fo, hablaban sobre la manera en que se puede provocar al público dentro de una obra teatral para arrancarlo de su pasiva escucha. Entonces, una joven se levantó y diciendo una serie de injurias, acusó al grupo de utilizar de manera puramente mecánica la interpelación directa al público; este género de provocaciones, dijo ella, quedan fuera de la obra de teatro verdadera y así mencionó una serie de ejemplos donde, a su parecer utilizan la técnica de los prestidigitadores que quieren preparar sin ser vistos su próximo truco. Para Darío Fo, esto fue una verdadera agresión. La joven pidió que le explicara si entendía por épica esa manera de interpelar al público y arrastrarlo en un juego de provocaciones. ¡Su golpe de gracia! Pero gracias a este incidente, el autor nos presenta la Franca Rame con la que contesta su pregunta a la joven insolente que se atrevió a provocarlo.

Franca Rame es una hija del espectáculo. Comienza a hacer teatro a los ocho días de nacida en los brazos de su madre. Hacía el papel de la hija de Genoveva de Barbant. Imagino que no decía gran cosa.

Por casualidad, más tarde, cuando todavía era una niña, comenzó a participar en otros textos clásicos de Shakespeare. Su actuación venía de una práctica natural fundada en modelos simples. El teatro no le imponía búsquedas de estilo. Había aprendido a moverse y a hablar en escena. Casi sin darse cuenta, aprendió los personajes al escucharlos de boca de su madre y hermanas, noche tras noche. Actuar era para ellos tan normal como caminar o respirar. Después, al pertenecer ya al grupo de teatro de compañías importantes, se pudo constatar que tenía un estilo más puro y eficaz que aquel de los actores de renombre con una cadencia naturalista que canturreaban.

"Eramos farsantes dotados para la comunicación..." dice Rame " Ni una palabra se estrellaba en el escenario, todo se proyectaba al público".

En sus comienzos en el teatro oficial, tenía vergüenza de su tendencia constante a la improvisación. Habían logrado persuadirla de que esta era una manera inclulta y un tanto grosera. Mucho más tarde descubrió que era un atributo del teatro popular. Experimentó una gran admiración y afecto por Bertolt Bretch después de haber leído la famosa frase "El pueblo sabe expresar en arte las cosas profundas con simplicidad. Hay también los intelectuales que en un revoltijo complicado, no logran expresar más que ideas profundamente vacías".

Por tanto, con la experiencia que tenía, no sabía nada de la provocación directa. No formaba parte de su teatro. Evidentemente, ellos eran espontáneamente épicos, montaban personajes en lugar de identificarse con ellos. "Solo mi padre, que era el "capocómico", sabía dirigirse directamente al público, entretenerlo, provocarlo con sus prólogos (pero nunca lo hacía en la representación propiamente dicha). Nosotras, las mujeres de la compañía, actuábamos, nos ocupábamos del vestuario, de la caja, ayudábamos a montar el material del espectáculo, ocasionalmente nos dedicábamos a la casa y hacíamos la comida. Pero en escena, nunca osábamos dialogar con el público".

Franca Rame por lo tanto, siguió asumiendo el papel de la actriz que no se involucra en la provocación y en el diálogo directo, incluso cuando después junto con Darío Fo formaron su propia compañía teatral.

No fue sino hasta el momento en que decidieron dejar el círculo oficial, que Franca Rame aprendió a entretener al público y a dirigirse directamente a él. El paso no fue fácil. Interactuar con el público para alguien que nunca lo ha hecho, resulta penoso. Aprender a dirigirse directamente a la a gente, verles cara a cara, dialogar con ellos, es mucho más difícil que hacer un monólogo.

Y he aquí donde encuentra la respuesta la joven que preguntó qué sentido tiene el dialogar con el público. Todo depende de la manera en que se haga. Podemos hacerlo no importa como, o con invención y estilo. Que se trate de un truco de prestidigitador para distraer al público mientras se prepara la escena con efecto, y que ese truco esté enteramente desprovisto de significación, es totalmente falso.

 

Si quieres comunicarte con Mariel Turrent Eggleton puedes escribir a: mte@qroo1.telmex.net.mx


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