Los Pensadores del "establishment"
o: Los-Quincalleros-del-Pensar
Ivanoskar Silén (www.dmz-pr.com/ivansilen):
"Hasta hoy la filosofía ha sido la gran escuela de la denigración...
los mediocres son más valiosos que los excepcionales. . .". Federico
Nietzsche (El nihilismo)
La función de la filosofía es la de reinventar políticamente el sentido
mismo del mundo. Este sentido del mundo es el sentido mismo de ser
hombre. Separarlo, como se ha intentado burguésmente, es instaurar
una vez más la crisis de la continuación del poder establecido. Por
otro lado, este agotamiento de los-pensadores-del-"establishment"
no es gratuito. Está en ellos como síntoma de la crisis de los valores
que la demokracia exhibe en la violencia de la OTAN. Este pesimismo
de los pensadores, esa contraportada del optimismo, no es natural,
no es una moda, ni siquiera es el resultado de la pose, sino que es
el "accidente" mismo de la-esencia-de-la-demokracia: su ser corrupta.
Este pesimismo es la manifestación del ser mismo del poder ante sus
propios proyectos, o ante "el agotamiento", como dice Susan Sontag
en Estilos radicales, "de sus posibilidades". Esta "democratización"
del mundo a través de la guerra y de la muerte (los héroes como los
mercenarios de la demokracia) no es otra cosa que la-occidentalización-como-decadencia,
la uniformidad y la vulgarización del mundo que nos aplasta con su
desvalorización. Este mundo que recrean los representantes y lo concejales
es la muerte de todo lo que significa la diferencia. Es debido a esta
crisis de los valores que el silencio político de la filosofía se
halla delante de nosotros. Los quincalleros anuncian que no hay valores,
que todo está relativizado. Pero ellos olvidan, aun delante de los
cuerpos yertos de los jóvenes que se llenan de hormigas, que la vida
humana es el valor radical. Es el valor radical de todo proyecto y
no hay nihilismo que pueda reducirlo a nada. Por este valor somos
y por este valor luchamos. No estamos hablando de un nuevo humanismo,
estamos hablando de lo sagrado mismo. La vida del hombre no es una
receta, ni siquiera un concepto como el del "ser" donde ésta late.
La vida humana, este principio insobornable, antiposmoderno y antinihilista,
es lo radical mismo. La ecuación es, entonces, simple: los pensadores
están en crisis, porque el capitalismo se ha convertido en la violencia
constante de las máscaras que se disimulan a sí mismas ante la crisis
que las constituye. Es inútil intentar resolver las contradicciones
del sistema democrático, porque es este sistema el que las genera,
el que las convierte en abstracciones, en fugas, en miedo, en silencios
y hasta en la fama precaria de los pensadores. La libertá se fatiga
en un círculo dantesco e infinito en donde los-Quincalleros-del-pensar
han optado por la despolitización misma. Estos pensadores, a pesar
del intento fallido de reconciliar las contradicciones morales y políticas,
no olvidemos las económicas, han optado por el sistema que los abisma
y los compra. Las contradicciones del pensar de hoy se han convertido
en las mercancías idóneas del mercado democrático. Estos pensadores
han tomado la decisión de ser el crimen que la demokracia oculta y
trafica capitalistamente en el mito del "progreso" y de sus ediciones
de lujo. Este "pacto" que cada cual realiza exitosamente en su revista,
en el cuarto oscuro de su salón de clase, en su propia bajeza, es
el gesto mismo de la delincuencia-postmoderna, posee un sonido que
es aparatoso: el del silencio. Su palabra, las-palabras-de-los-Quincalleros,
ese mal olor de la consciencia, sabe a necrofilia. Lo "maligno" en
ellos, aunque lo ignoren, es ser el sistema que los perturba y que
ellos no pueden resolver porque no se resuelven a sí mismos. Angustiados,
entonces, paranoicos, sin poseer una verdadera salida a la realidad,
giran oníricamente en el laberinto de sus "ilusiones" sin tener el
coraje de rebelarse, de hacerse rebelión, o sin poseer la pasión del
suicidio mismo. El silencio filosófico, una vez más, está delante
de nosotros. El capitalismo ha olvidado el aspecto moral del hombre
y se escandalizan estos lectores, estos actores, con la vida misma
cuando los jóvenes matan. Se molestan, enfebrecidos, cuando algún
otro pensador les señala que son ellos, y no la violencia de la televisión
(ni la violencia de la razón, ni la violencia de la imaginación) el
verdadero sentido del crimen. Estos jóvenes los copian de la misma
forma como ellos copian e internalizan al sistema. Es natural, entonces,
que estos jóvenes, siguiendo el ejemplo de la-policía-racista y de
los-mercenarios-democráticos, maten con el mismo cinismo de sus "maestros".
Si la demokracia mata cínicamente, ¿por qué no han de matar estos
jóvenes? ¿No se basa la demokracia en el delirio mismo de su libertinaje?
Es "natural" que los jóvenes se identifiquen con los-asesinos-intelectuales-de-la-Legislatura-de-turno
y les dé por realizar esos crímenes, como la aventura ideal, de la
anarquía demokrática. Es "natural" que estos jóvenes, en la rebeldía
de su despolitización, se comporten como los asesinos que los gobiernan.
En un mundo donde no hay valores, donde la demokracia misma es el
"valor" vacío de la representación anónima, donde sólo hay envidias,
competencias desleales, soledades extremas, traiciones, locuras racionalmente
organizadas, discotecas, música, droga, estrellas de cine, suicidios,
"éxito", anonimato, "cristianismo"-burgués, etc., ¿qué otra cosa se
les puede exigir, entonces, a estos Aquiles de la soledad? Se les
podría exigir una sola cosa: ¡que tiren abajo el sistema! Aunque para
ésto haya que educarlos (cosa que no hace nadie). Pero también se
les puede exigir que no maten; si estuviéramos dispuestos a cambiar
el sentido mismo de la vida, podríamos exigirle ésto. Pero si los
jóvenes han tomado la terrible decisión de matar, entonces, que lo
hagan políticamente. Que comiencen la-revolución-posible-del-amor-a-ellos
desde las calles oscuras de la demokracia. Estos jóvenes, a pesar
de los representantes, no son ciegos. Aun así, cometen y siguen cometiendo
el error de matarse entre ellos, porque repiten tontamente el gesto
esquizofrénico de sus-"héroes"-mercenarios. Se matan a sí mismos porque
no han podido sacar el odio político que los consume; se matan porque
no han podido transformar el odio en amor. Ellos lo saben muy bien:
tan asesinos son los-pilotos-de-los-flamantes-aviones-de-guerra-norteamericanos
como el Senado, o el presidente de turno (Reagan, Bush, Clinton) que
da la orden de matar arbitrariamente. Los jóvenes respiran ese racismo
que los consume no sólo en casa de sus padres, no sólo en las escuelas
públicas y privadas de la demokracia, no sólo en la propaganda de
esa política de la hipocrecía, sino que también respiran ese racismo
en el-"bienestar"-del-gobierno que los dirige. Es la demokracia misma,
entonces, la que está enferma. Es la demokracia la que contagia a
estos jóvenes con la muerte que genera. Lo sé hace tiempo: esta verdad
es terriblemente escandalosa. Pero, ¿qué verdad radical no lo ha sido
siempre? Esta verdad, entonces, este radicalismo de la verdad, gústenos
o no, es la que los-pensadores-del-establishment se niegan a pensar.
Esto es lo que nuestros pensadores ocultan. He aquí que, una vez más,
nos hallamos delante de lo-denigrante y de la infamia. Una vez más,
los jóvenes nos juzgan. **** 5 de mayo de 1999 Nueva York