Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 1. 
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 6.
12 de Junio 
al 12 de Julio
de 1999.

 

Los Pensadores del "establishment" o: Los-Quincalleros-del-Pensar

Ivanoskar Silén (www.dmz-pr.com/ivansilen):

"Hasta hoy la filosofía ha sido la gran escuela de la denigración... los mediocres son más valiosos que los excepcionales. . .". Federico Nietzsche (El nihilismo)

La función de la filosofía es la de reinventar políticamente el sentido mismo del mundo. Este sentido del mundo es el sentido mismo de ser hombre. Separarlo, como se ha intentado burguésmente, es instaurar una vez más la crisis de la continuación del poder establecido. Por otro lado, este agotamiento de los-pensadores-del-"establishment" no es gratuito. Está en ellos como síntoma de la crisis de los valores que la demokracia exhibe en la violencia de la OTAN. Este pesimismo de los pensadores, esa contraportada del optimismo, no es natural, no es una moda, ni siquiera es el resultado de la pose, sino que es el "accidente" mismo de la-esencia-de-la-demokracia: su ser corrupta. Este pesimismo es la manifestación del ser mismo del poder ante sus propios proyectos, o ante "el agotamiento", como dice Susan Sontag en Estilos radicales, "de sus posibilidades". Esta "democratización" del mundo a través de la guerra y de la muerte (los héroes como los mercenarios de la demokracia) no es otra cosa que la-occidentalización-como-decadencia, la uniformidad y la vulgarización del mundo que nos aplasta con su desvalorización. Este mundo que recrean los representantes y lo concejales es la muerte de todo lo que significa la diferencia. Es debido a esta crisis de los valores que el silencio político de la filosofía se halla delante de nosotros. Los quincalleros anuncian que no hay valores, que todo está relativizado. Pero ellos olvidan, aun delante de los cuerpos yertos de los jóvenes que se llenan de hormigas, que la vida humana es el valor radical. Es el valor radical de todo proyecto y no hay nihilismo que pueda reducirlo a nada. Por este valor somos y por este valor luchamos. No estamos hablando de un nuevo humanismo, estamos hablando de lo sagrado mismo. La vida del hombre no es una receta, ni siquiera un concepto como el del "ser" donde ésta late. La vida humana, este principio insobornable, antiposmoderno y antinihilista, es lo radical mismo. La ecuación es, entonces, simple: los pensadores están en crisis, porque el capitalismo se ha convertido en la violencia constante de las máscaras que se disimulan a sí mismas ante la crisis que las constituye. Es inútil intentar resolver las contradicciones del sistema democrático, porque es este sistema el que las genera, el que las convierte en abstracciones, en fugas, en miedo, en silencios y hasta en la fama precaria de los pensadores. La libertá se fatiga en un círculo dantesco e infinito en donde los-Quincalleros-del-pensar han optado por la despolitización misma. Estos pensadores, a pesar del intento fallido de reconciliar las contradicciones morales y políticas, no olvidemos las económicas, han optado por el sistema que los abisma y los compra. Las contradicciones del pensar de hoy se han convertido en las mercancías idóneas del mercado democrático. Estos pensadores han tomado la decisión de ser el crimen que la demokracia oculta y trafica capitalistamente en el mito del "progreso" y de sus ediciones de lujo. Este "pacto" que cada cual realiza exitosamente en su revista, en el cuarto oscuro de su salón de clase, en su propia bajeza, es el gesto mismo de la delincuencia-postmoderna, posee un sonido que es aparatoso: el del silencio. Su palabra, las-palabras-de-los-Quincalleros, ese mal olor de la consciencia, sabe a necrofilia. Lo "maligno" en ellos, aunque lo ignoren, es ser el sistema que los perturba y que ellos no pueden resolver porque no se resuelven a sí mismos. Angustiados, entonces, paranoicos, sin poseer una verdadera salida a la realidad, giran oníricamente en el laberinto de sus "ilusiones" sin tener el coraje de rebelarse, de hacerse rebelión, o sin poseer la pasión del suicidio mismo. El silencio filosófico, una vez más, está delante de nosotros. El capitalismo ha olvidado el aspecto moral del hombre y se escandalizan estos lectores, estos actores, con la vida misma cuando los jóvenes matan. Se molestan, enfebrecidos, cuando algún otro pensador les señala que son ellos, y no la violencia de la televisión (ni la violencia de la razón, ni la violencia de la imaginación) el verdadero sentido del crimen. Estos jóvenes los copian de la misma forma como ellos copian e internalizan al sistema. Es natural, entonces, que estos jóvenes, siguiendo el ejemplo de la-policía-racista y de los-mercenarios-democráticos, maten con el mismo cinismo de sus "maestros". Si la demokracia mata cínicamente, ¿por qué no han de matar estos jóvenes? ¿No se basa la demokracia en el delirio mismo de su libertinaje? Es "natural" que los jóvenes se identifiquen con los-asesinos-intelectuales-de-la-Legislatura-de-turno y les dé por realizar esos crímenes, como la aventura ideal, de la anarquía demokrática. Es "natural" que estos jóvenes, en la rebeldía de su despolitización, se comporten como los asesinos que los gobiernan. En un mundo donde no hay valores, donde la demokracia misma es el "valor" vacío de la representación anónima, donde sólo hay envidias, competencias desleales, soledades extremas, traiciones, locuras racionalmente organizadas, discotecas, música, droga, estrellas de cine, suicidios, "éxito", anonimato, "cristianismo"-burgués, etc., ¿qué otra cosa se les puede exigir, entonces, a estos Aquiles de la soledad? Se les podría exigir una sola cosa: ¡que tiren abajo el sistema! Aunque para ésto haya que educarlos (cosa que no hace nadie). Pero también se les puede exigir que no maten; si estuviéramos dispuestos a cambiar el sentido mismo de la vida, podríamos exigirle ésto. Pero si los jóvenes han tomado la terrible decisión de matar, entonces, que lo hagan políticamente. Que comiencen la-revolución-posible-del-amor-a-ellos desde las calles oscuras de la demokracia. Estos jóvenes, a pesar de los representantes, no son ciegos. Aun así, cometen y siguen cometiendo el error de matarse entre ellos, porque repiten tontamente el gesto esquizofrénico de sus-"héroes"-mercenarios. Se matan a sí mismos porque no han podido sacar el odio político que los consume; se matan porque no han podido transformar el odio en amor. Ellos lo saben muy bien: tan asesinos son los-pilotos-de-los-flamantes-aviones-de-guerra-norteamericanos como el Senado, o el presidente de turno (Reagan, Bush, Clinton) que da la orden de matar arbitrariamente. Los jóvenes respiran ese racismo que los consume no sólo en casa de sus padres, no sólo en las escuelas públicas y privadas de la demokracia, no sólo en la propaganda de esa política de la hipocrecía, sino que también respiran ese racismo en el-"bienestar"-del-gobierno que los dirige. Es la demokracia misma, entonces, la que está enferma. Es la demokracia la que contagia a estos jóvenes con la muerte que genera. Lo sé hace tiempo: esta verdad es terriblemente escandalosa. Pero, ¿qué verdad radical no lo ha sido siempre? Esta verdad, entonces, este radicalismo de la verdad, gústenos o no, es la que los-pensadores-del-establishment se niegan a pensar. Esto es lo que nuestros pensadores ocultan. He aquí que, una vez más, nos hallamos delante de lo-denigrante y de la infamia. Una vez más, los jóvenes nos juzgan. **** 5 de mayo de 1999 Nueva York


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