Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 5
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 57
Diciembre de 2003

HEGEL, EL SER HUMANO


Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge 1

Los grandes filósofos tienen la rara virtud de andar por el mundo rodeados de una aura de misterio y seducción que no se encuentra en otros artistas e intelectuales. Es la seducción que genera lo insondable de la gran inteligencia; sobre todo cuando uno se pregunta hasta dónde llega el poder de captación del universo y de las verdades humanas, cada vez menos humanas, de estas dotadas voluntades y disciplinadas intuiciones científicas.

En el caso de Hegel (Alemania: 1770-1831), posiblemente por lo oscuro de su estilo, la seducción de la inteligencia viene por el lado del conjunto de retos y desafíos que implica leer a un autor que se propuso, con toda intención, escribir difícil y complejo para que las autoridades encargadas de velar por la salud mental y espiritual de los ciudadanos, no metieran mano en unos textos que llegarían a ser emblemáticos de la filosofía clásica alemana.

Entre otras cosas, eso nos enseña la maravillosa biografía escrita por el eminente especialista francés Jacques Dhondt (Paris: Calman-Lévy, 1998), porque en ella se recupera al extraordinario ser humano que fuera el genial filósofo alemán. En esta biografía, una de las pocas y raras experiencias que he tenido en mi vida donde se busca a toda costa recuperar a la persona y no solamente al intelectual superdotado, uno se topa con un escritor dispuesto a tiempo completo a darnos el perfil de un hombre, lleno de contradicciones, alzas y caídas aparatosas, de las cuales sale siempre fortalecido y poderoso para continuar con la obra que, si se quiere, le tenía encargada Dios en este planeta.

Pero hay cosas excepcionales que tiene además esta biografía, como es el rescate de la sórdida historia de las relaciones de Hegel con su hijo, de los conflictos políticos y académicos con algunos de sus colegas, y finalmente la contradictoria amistad del filósofo con el estado prusiano. Todos estos son aspectos de gran relevancia en el proyecto que se propuso llevar a cabo Dhondt para establecer con precisión los lados oscuros y los iluminados de la explosiva personalidad de Hegel.
No es posible, después de publicado este libro, seguir expandiendo el mito del filósofo todo sobriedad y recato, cuando Dhondt nos ha revelado el proceso existencial mediante el cual el pensador alemán llegó a madurar como persona y como intelectual de gran altura. Y tal historia no es uniforme, plácida y complaciente con la vida de los que se vieron vinculados con Hegel, por una razón u otra. El filósofo tuvo siempre una actitud rebelde, independiente y de excepcional imaginación en lo que competía a su obra, sus relaciones con los amigos, y para escamotear los perennes intentos del estado por manipular su trabajo, con el afán de ponerlo de su lado a cualquier costo.

Uno se pregunta con sorpresa como tuvo tiempo para escribir tanto, para amar con tal intensidad, y para vivir pendiente del bienestar de sus amigos y colegas. Porque una de las características que Dhondt rescata con virtud del hombre Hegel, es su enorme sentido de la solidaridad y del profundo calor humano a que era capaz de llegar. Si su obra alcanza alturas imposibles para cualquier ser humano común y corriente, el hombre también experimentó sus excesos de estudiante, muchos amoríos y nunca perdió el sentido del humor, a pesar del esfuerzo que hacen algunos, por pintarlo como el profesor abstruso e inaccesible que nunca fue.

De igual manera, otros analistas y estudiosos de la obra de Hegel, han querido vendernos la especie de que siempre fue un servidor obediente y sumiso del estado prusiano, un tema que debe ser discutido cada vez que aparece un libro como el que nos ha regalado Dhondt. Porque de haber sido así, el pensador nunca hubiera producido la obra revolucionaria y pionera que logró heredarnos a la cultura occidental. En textos como la Fenomenología de espíritu, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal y la Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, sin mencionar una de las cumbres del pensamiento universal como lo es la Lógica, uno encuentra material para invertir una vida entera de estudio y dedicación, si es que le interesan estos asuntos.

Porque resulta que sin Hegel no sería posible pensar la historia de la filosofía occidental de los siglos XIX y XX. Sin él el marxismo, por ejemplo, no tendría sentido. Sin él, el desarrollo de las ciencias positivas modernas y contemporáneas tampoco tendría sentido. Sus aportes a los métodos de pensamiento crítico y productivo son de tales proporciones que aún la vida cotidiana de los seres humanos más humildes y sencillos en cualquier parte del planeta, se vería afectada por alguna noción tomada del pensamiento hegeliano.

En estos casos uno no puede dejar de concluir que la filosofía de un hombre como Hegel fue hecha para construir una vida mejor y unas relaciones más productivas y racionales entre los hombres. En tiempos en que los derechos humanos en gran parte del planeta son violentados y pisoteados, leer a Hegel de nuevo sería una forma muy efectiva de ver por encima del hombro de los totalitarismos y sus distintas expresiones. El remate que hace Dhondt de las dimensiones puramente humanas de la obra de Hegel, quiso abrirnos pistas para que operemos un acercamiento menos preocupado por el hermetismo de su obra y más centrado en la racionalidad a que nos invita su sistema, cuando la incomprensión y la falta de solidaridad entre los seres humanos, es más ausencia de emociones y sentimientos que de razonamiento. No olvidemos la herencia romántica que está detrás de una parte importante de los escritos de Hegel, como lo son sus reflexiones sobre estética.

Aquellos que, como el suscrito, leímos ya viejos finalmente a Hegel, podríamos encontrar en esta enjundiosa biografía del Dhondt un punto de partida para acercarnos a una vida privada repleta de pequeñas y grandes historias, intrigas increíbles y golpes de mano sorprendentes, como sorprendidos podemos quedar creyendo que la vida de un filósofo como éste no puede ir más allá de su gris y tenebroso gabinete. Mucha de la filosofía de Hegel fue concebida para vivir de manera más racional y creativa. Sin embargo, a pesar de todo, seguimos creyendo que nuestro filósofo es imposible de leer en momentos en que la historia ha llegado a su fin, según diría uno de sus lectores más imaginativos, como lo ha sido Francis Fukuyama, aunque pudiera ser que no compartamos sus puntos de vista.

Este es el momento para empezar a releer a Hegel con la mente clara en lo que respecta a nuestra aceptación de que el hombre, mucho de lo que escribió, fue inicialmente imaginado en la calle. Es este también el momento para dejar bien acentuado el hecho de que el filósofo alemán, fue más allá simplemente de ser un heredero servil de los logros de la gran Revolución Francesa. En apariencia, según Dhondt, Hegel está más cerca de nosotros de lo que pudiéramos imaginar, con toda la masa acrítica de prejuicios típica de lectores posmodernos, para quienes la historia empezó ayer.



1 Historiador costarricense (1952), colaborador permanente de esta revista..


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