Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 5
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 54
Septiembre de 2003

VANESA BELL
y VIRGINIA WOLF


Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge 1

"VIRGINIA WOLF © Clemson.edu"

Con la alegría que producen las buenas biografías, como la escrita por Jane Dunn, sobre estas dos grandes artistas inglesas del principios del siglo XX, me he sentado a escribir una nota en la que tal biografía, sea solamente una excusa para acercarse a los problemas más notables que trajo consigo ese siglo sangriento y opresivo, que todavía no acabamos de comprender en su totalidad.

Y es que, como lo hiciera la mágica Marguerite Yourcenar con la figura de Adriano con relación al Imperio Romano, las biografiadas fueron los ojos y oídos de la biógrafa para evaluar, pensar y sentir un siglo XX en el que pareciera haber predominado sobre todo el ascenso de la multitud, aún cuando para algunos historiadores se trate del siglo de la gente, con sus miserias, esperanzas y pequeñas vidas y muertes.

Para escribir biografía se requiere un talento muy particular (posiblemente en columnas posteriores comentaremos otras), puesto que, o se hace con la abrasadora sensibilidad de la Yourcenar, o siguiendo sus pasos muy de cerca, como lo hace Dunn, con la ponderación y el equilibrio que los sujetos biografiados demandan. El maravilloso trabajo de Jane Dunn, titulado como nuestro artículo, y publicado en inglés con el bello A Close Conspiracy (Una entrañable conspiración), apareció en España en 1993, bajo la responsabilidad de ediciones CIRCE de Barcelona.

Un enjundioso texto de más de cuatrocientas páginas, recoge de una manera entrañable, cariñosa y profunda la vida de las hermanas Stephen (Vanessa y Virginia), quienes pasarían a la historia del arte y de la literatura en Inglaterra, como dos de las más lúcidas pioneras en lo que respecta a sensibilidad y buen gusto en los asuntos relacionados con la pintura y la literatura en ese país.

Algunas cosas sobresalen en este extraordinario volumen. Sobre todo después de que la bella novela de Michael Cunningham, The Hours, fuera llevada a la pantalla y nos diera una aproximación de Virginia Woolf que se parece mucho al retrato hecho por Jane Dunn en su texto. Sin embargo, en este último, la sombra que más crece y nos atrae es, paradójicamente, la de Vanessa Bell, quien se acercará demasiado al perfil que tenemos de personalidades como Anais Nin y no obstante, las cuestiones morales, psicológicas, políticas, e intelectuales parecieran ser solamente asuntos que discuten las personas frívolas, no precisamente los creadores.

La neurosis de un siglo repleto de guerras, distintas y sofisticadas formas de opresión, el ascenso doloroso de la mujer, y de otras minorías, como los homosexuales, que pululaban por la casa de los Stephen, son todos temas que se escurren a lo largo y ancho de este seductor ensayo. En él, pasan y tienen voz, mirada, gestos, emociones e ideas, los hombres y mujeres más significativos en la creación de cultura y sensibilidad artística y política en la Inglaterra que apenas se despierta del impacto que ha dejado la herencia de la Reina Victoria (1837-1901).

Un vistazo cultural de estas proporciones, en el contexto de América Latina, solo puede ser comparable con el magnífico acercamiento que hizo la escritora mejicana Elena Poniatowzka, a través de su obra Tinísima, en el cual se logra un agradecido y venerado encuadre de la cultura del continente para los primeros cincuenta años del siglo XX. Si al lector de esta columna le gustan las biografías como a mí, le recomiendo encarecidamente no se niegue la lectura de este generoso ensayo de Jane Dunn, quien ha sabido obsequiarnos con una galería de figuras magistrales de las artes, la política y la academia inglesas, sin que medie en el proceso ni pizca de mezquindad histórica a la hora de saldar cuentas con la forma en que el siglo XX fue concebido por ellos.

La posición fácil e irresponsable del biógrafo que juzga desde su cómoda posición de juez tonante y retrospectivo no aparece ni por asomo en el método desarrollado por Dunn, muy preocupada por darles voz, como decíamos, a todos aquellos que quisieron hacerlo, como sucedería incluso con intelectuales de la talla de John Maynard Keynes.

Por eso el texto está lleno de melancolía, sin caer en el prurito aquel de todo tiempo pasado fue mejor; pero el énfasis en los detalles de la vida cotidiana de las biografiadas, y de todos los que tuvieron algo que ver con ellas, nos permiten incluso llegar a experimentar sensaciones olfativas, gustativas, táctiles y visuales que, de otro modo, serían imposibles, sino es porque la autora nos hizo un majestuoso recorrido de toda las costumbres y la parafernalia victorianas, con un lujo de detalles que sorprende por el elevado nivel de decencia en la investigación que se ha realizado.

Un libro así no puede pasar desapercibido para nadie que, en América Latina, esté interesado en los aspectos más escondidos de la cultura y la vida cotidiana de la Inglaterra imperial y victoriana de finales del siglo XIX y principios del XX. Porque sin caer en el mecanicismo de identificar "imperio y cultura", como algo que insoslayablemente vamos a encontrar con solo leer a Shakespeare, el libro de la señora Dunn bien puede darnos un conjunto de elementos para comprender mejor cómo construye cultura el imperio. La lectura bien vale la pena el intento.


1 Historiador costarricense (1952), columnista permanente de esta revista.


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