Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 5
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 50
Mayo de 2003

LA TRAGEDIA
CULTURAL DE IRAK

Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge 1

De más está decir hasta dónde ha llegado la tragedia cultural ocasionada por la invasión anglo-norteamericana a uno de los países más civilizados del planeta. Sin embargo, nunca serán suficientes las protestas, los plañidos y los gritos al cielo por lo que bien puede catalogarse como uno de los mayores saqueos culturales de la historia reciente.

Las crónicas del imperialismo se han teñido siempre de la desgracia y la vulnerabilidad de aquellos a quienes someten y humillan. Pero el imperialismo tiene también una historia diversa, donde es fácil encontrar algunos gestos aislados y poco elocuentes de respeto por el derrotado, sobre todo por sus expresiones culturales, étnicas y religiosas; como también las más excelsas expresiones de brutalidad y desprecio absoluto hacia la diferencia que ofrece el otro, el sometido, en los aspectos lingüísticos, artísticos, arqueológicos  e históricos en general.

Para muestra un botón: el reinado de Victoria (1837-1901) y el imperio que se levantó sobre sus espaldas, con la sangre y el sufrimiento de millones de personas sometidas por uno de los sistemas totalitarios más completos jamás imaginados, nunca reconoció las diferencias y la "otredad" de los negros africanos, los asiáticos o los latinoamericanos. Por lo tanto, en la medida en que tal otredad no les pertenecía a estos pueblos, sino al imperialista, amo y señor de sus vidas y haberes, era perfectamente legítimo inventarles una nueva historia, la que ellos quisieran darles y con el propósito que a ellos se les antojara imaginar. Eso ha sucedido de nuevo con Irak.

El saqueo cumple ese propósito. Nada es inocente o simplemente atrabiliario en las acciones del militarista que apuntala las decisiones emanadas de la cúspide del Imperio. La rica historia de Irak vuelve a ser violada, mutilada y tirada al mar. Un pueblo que ya sabía contar, leer las estrellas, y de anticonceptivos, cuando los ingleses y los norteamericanos recién se habían bajado de los árboles, vuelve hoy a ser arrinconado por un puñado de ladrones que, con toda claridad, bien saben de las consecuencias de sus acciones.

Que no nos tome por sorpresa esta invasión desmedida y totalmente por debajo de la más elemental racionalidad. La sideral estupidez de Bush, Blair y Aznar (que le hace honores a su apellido) tiene bien asentados sus proyectos en un suelo donde la cultura se vive desde las más elementales maneras de mesa concebibles. El saqueo de los museos, las galerías, las mesquitas y los palacios no es simplemente la reacción de ladrones callejeros, ante la impunidad generada por la invasión. Ésta se ubica en la mera raíz de tal accionar. El ladronzuelo del pueblo invadido se convierte en esclavo del ladrón mayor del pueblo invasor. Uno busca sobrevivir, el otro busca objetos que pervivan para proyectar en la historia los contornos de su siniestra aventura. El ladrón menor se roba una porción de trigo, por hambre en el estómago. El ladrón mayor se roba la historia por hambre de perpetuidad, por hambre en el alma. Una perpetuidad que solo sabe construir a costa del otro.

Está más que claro: la tragedia cultural de Irak es, por encima de cualquier otra conclusión,  la tragedia cultural del invasor. 

1 Historiador costarricense (1952), colaborador permanente de esta revista.


Si usted desea comunicarse con Rodrigo Quesada Monge puede hacerlo a: histuna@sol.racsa.co.cr

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