Por:
Clemente Padín (Uruguay).
En la discusión en torno al arte se afirma, muchas veces,
que las prácticas que sirven de referencia al arte en la calle llevan
a cabo una estetización de la política. Como sabemos las distintas
áreas de la actividad humana están interrelacionadas y, nunca, es
posible hallarlas en estado puro, es decir, en un acto polícito
determinantemente encontramos elementos políticos y, subsecuentes,
elementos sociales, estéticos, religiosos, etc. El arte en la calle
no lleva a cabo una estetización de la política, sino que asume
las instancias estéticas de la política e intenta dirigirlos en
contra de sus creadores. Tampoco se afilia a ningún movimiento,
sino que comporta una actitud respecto a la acción política.
La
efectividad del arte en la calle, además de las condiciones locales,
depende del clima político y las circunstancias sociales globales.
Éstas determinan las condiciones generales de la comunicación social,
bajo las cuales desarrolla la acción artística en relación directa
con otros acontecimientos sociales paralelos.
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""Paz=Pan",
poema de Clemente Padín, Festival Internacional de Poesía,
Medellín, Colombia, 2001"
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El
sistema de sociedad del capitalismo tardío, siempre modernizándose
permanentemente a sí mismo, no necesita de la coacción directa o
el terrorismo de Estado para mantener su dominio. El análisis crítico
de las sociedades del capitalismo tardío realizado por Herbert Marcuse
subraya que entre los fundamentos de las democracias burguesas representativas
figura el de saber soportar y recuperar las opiniones discrepantes
y las desviaciones culturales hasta un grado moderado de radicalidad.
La crítica radical puede contribuir, en estas condiciones, a mantener
una ficción liberal de diversidad plural, que no deja ver las estructuras
institucionales jerárquicas y económicas desiguales (ideología).
Por ello el arte en la calle no formula posiciones propias, sino
que critica las reglas de juego aparentemente evidentes, normales
y naturales, que determinan sin una represión abierta lo que está
permitido y lo que no.
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""Bosque
de los Sueños Perdidos", obra del Grupo Escombros, La Plata,
Argentina, 2000"
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El
arte en la calle identifica estas reglas al nivel de la gramática
cultural, de las convenciones y de las normas convertidas en vinculantes
de manera verbal o no verbal, y las ataca mediante intervenciones
momentáneas, inesperadas y, en consecuencia, difícilmente reintegrables
o reprimibles. Las acciones persiguen, por lo tanto, la deslegitimación
de las normalidades aparentes. Allá donde las convenciones habituales
aparecen como naturales y definitivas, nos remiten a su construcción
social y nos muestran así también su carácter modificable. La opinión
pública funciona, entre otras cosas, porque apenas si se cuestionan
las normas y reglas que fundamentan el sistema de relaciones sociales.
Atacarlas y formular reglas de juego propias significa poner en
cuestión la legitimidad del sistema.
El
sistema sabe cómo absorber estos cuestionamientos. En la actualidad
su fuerza se basa más en la integración de las propuestas subculturales
o disidentes que en su represión. Esta capacidad de adaptación,
sin embargo, también significa que los artistas en la calle sólo
pueden funcionar si se cuestionan continuamente y analizan las condiciones
sociales de cada momento para encontrar siempre nuevas posibilidades
de intervención.
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""Maniqui",
de Daniel Acosta, Buenos Aires, Argentina, 1999"
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El
arte en las calles es una forma molesta e irritante de traer al
dominio público las contradicciones y anacronismos propios del sistema
y opera como una "plausible guerrilla" en el sentido de
que si bien su actividad es subversiva, no lo es tanto como para
ser reprimimida por el aparato de contralor respectivo. Es, sin
duda, una forma defensiva de práctica política, y hoy en día se
deciden por ella pequeños grupos artísticos temporales que no pueden
movilizar a las masas y que, por lo tanto, no tienen más remedio
que desarrollar formas visibles de intervención pública con un esfuerzo
mínimo valiéndose de todas las posibilidades que la lucha social
le abre. Las acciones que así se realizan tampoco necesitan de masas
para su realización, sino de grupos pequeños que actúen con decisión
y conocimiento del contexto social. Lamentablemente, como nota negativa,
se constata que estos grupos, precisamente por actuar al margen
de directivas políticas o sociales expresas, son en sumo grado autónomos
y, eso, los hace situarlos al margen de las masas, aunque no sea
ese su deseo.
El
arte en la calle puede hacer tambalearse, atacar y deslegitimar
la naturalidad de las pretensiones de dominio y el supuesto orden
natural del poder en la actual sociedad. Puede contribuir a abrir
de nuevo el espacio en el que se articulen ideas discrepantes sobre
las relaciones sociales e intervenir en procesos de discusión relevantes.
Y, por toda otra consideración, se sitúan al margen de la institución
capital de este sistema: el mercado (en este caso: el mercado del
arte). Si realmente "el mensaje es el medio" entonces,
por encima de los contenidos políticos o/y sociales del arte en
la calle, lo que realmente trasmite es su irrenunciable voluntad
a negarse todo lo que se oponga al armonioso de la humanidad.