Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 5
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 47
Enero / Febrero 2003


Columa a cargo de Ricardo Enrique Castro

DOS CUENTERAS

EL NICO

Por: Marisol Ortiz Elfeldt

Mis viejos de nuevo están peleando. Mi papá llegó furioso de la oficina y agarró a mi mamá a garabatos porque según él la casa no estaba limpia. Yo, que he estado estudiando para los exámenes, la vi hacer el aseo y las camas; cocinar y lavar la ropa además de ordenar todo lo que dejan desordenado mis hermanos. Como soy el más callado y el que menos problemas doy, me quedo en mi pieza y ni se dan cuenta si estoy. Pero ahora, me siento realmente cansado. Mañana tengo el examen de física y no puedo concentrarme con todos los gritos y los portazos. Al escuchar los sollozos de mi mamá se me aprieta el pecho y me duele el estómago, quisiera ir y ayudarla pero la última vez mi viejo me pegó con la escoba y en el suelo me aturdió. Fue peor. Mi mamá salió en mi ayuda y él casi la mató a golpes. Ahora me quedo en la pieza mejor.

Nicolás deja el cuaderno sobre la cama y posa sus grandes y expresivos ojos castaños en la ventana. Afuera, el sol aún brilla y el viento mece las ramas de los árboles que se ven justo en ese lugar. Los gritos de su padre resuenan en sus oídos, y el llanto ahogado de su madre se cuela por las rendijas de su alma. Lágrimas suaves brotan de sus ojos en una faz inexpresiva, se diría que casi vacía. Vacía como siente su vida en esa inmensa soledad. Esa sensación universal de una existencia de abandono, de separación, de la falta de sentido, de la falta de una parte. Lentamente, su mirada recorre la habitación. Observa los diplomas anuales de mejor compañero, de Progress in English, de las Olimpíadas de Ciencias. Del techo cuelga el invento con el que ganó la Feria de Tecnología de una universidad basado en los bocetos de Leonardo Da Vinci. Sobre la cómoda de madera, varios trofeos de los campeonatos de ajedrez ganados, una foto con su mejor amigo y algo más escondida, una de sus padres en la casa de Algarrobo. Sonreían. Se detiene en ella preguntándose hace cuanto tiempo que esas sonrisas habían desparecido de sus rostros. No se acordaba.

-         ¡Nico! - su hermana mayor golpeó la puerta y lo sacó de sus pensamientos.

-   Pasa - dijo él - con voz neutra.

-         ¿Cachai la mala onda? - su rostro mostraba molestia e impaciencia. - Justo ahora que quería pedir permiso para ir al concierto que hay en la Guay. Ni cagando me van a dar, ¿qué creís tú? P'ta la weá - típico que se ponen a pelear cuando quiero salir, siempre es la misma cuestión. Estoy hasta aquí - llevó su mano a la frente.

Salió sin decir nada más. Nicolás queda con la mirada impávida viendo la puerta semiabierta. Era típico de su hermana llegar a su pieza, descargarse e irse. Nunca le ha preguntado qué le pasa a él con estos conflictos ni espera respuesta a sus preguntas. Siente un hueco en su cuerpo. Los gritos han bajado de intensidad y se desvanecen los sollozos de su madre. Toma nuevamente su cuaderno e intenta leer. No puede. Los gritos ya no se escuchan, pero él los tiene grabados en su mente y ahí permanecen. A veces los logra apagar poniéndose los audífonos y conectando el discman con Limp Biskit, Korn  o Eminem a todo volumen, pero aún así no se borran del todo. Pero al menos la música ayuda, es un buen escape.  Su corazón se sobresalta cuando siente los pasos de su padre subiendo la escalera. Quiere levantarse e ir a cerrar la puerta, pero no alcanza a reaccionar a tiempo. El rostro desencajado de su progenitor ya ha aparecido pateando la puerta entreabierta. Como un toro furibundo, respira casi jadeando, los ojos pequeños y la piel enrojecida de tanto gritar entra con las manos en las caderas. Lo mira con desprecio. Nicolás se siente disminuido ante esa tremenda presencia. Su padre es alto, robusto y además está de pie. El, a sus quince años, todavía flacuchento y desgarbado, está sentado sobre la cama. Siente la desigualdad. Los ojos de su padre hacen el mismo recorrido que los suyos habían hecho sobre los diplomas y los trofeos. Pero su mirada es implacable cuando se posa sobre el discman que yace sobre la cama al lado de los cuadernos. De un manotazo, lo agarra y sin decir más lo estrella contra la pared. El aparato se separó en partes y quedó hecho añicos en el suelo. No hay palabras, no es necesario. Se establece la autoridad. De un portazo abandona la habitación. Nicolás tiembla. Como puede se levanta y recoge lo que queda del artefacto. Estaba destrozado, él y su discman, él como el discman. Por un momento agradece que el aparato, al menos esta vez, haya tomado su lugar. Nuevamente se estremece cuando siente el picaporte de la puerta. -Ha vuelto- se dice. Al darse vuelta, su madre está parada en el dintel. Se ha lavado la cara pero el sufrimiento y la tristeza le brotan por los poros. La mirada de ella recorre la habitación siguiendo el mismo patrón que su marido y su hijo. Nicolás percibe algo parecido al orgullo cuando observa los diplomas y los trofeos. Los ojos de su madre brillan un instante al posarlos nuevamente en él, sólo se entristecen cuando ve el discman roto en sus manos. En ese momento, Nicolás quiere llorar, acurrucarse en el seno materno para ser cobijado, protegido. Está a punto de hacerlo, pero ella da un paso hacia atrás y desaparece luego de anunciar con voz  muy baja que si quiere puede bajar a comer.

No quiero comer. No tengo hambre. Como tener hambre en estas circunstancias. Ahora siento a mi viejo prender la televisión para ver las noticias. Por lo menos se rompe el silencio tenso que planea en la casa. Tampoco tengo mi discman, con lo que me costó comprarlo. Ahora voy a tener que juntar de nuevo plata con la mesada para comprarme otro. Mi hermana entra a mi pieza y me hace una señal de silencio, abre mi ventana y se agarra de la tubería y pone un pie en la rama del árbol. Lo hemos hecho desde siempre. Seguramente se va al concierto. Lo que es a mí no me quedan ganas de seguir estudiando, voy a ir donde el Toño. Es medio lejos pero camino no más. A lo mejor me convida un pito para pasar estas malas ondas. Siempre me anda ofreciendo y yo nunca había querido, pero alguna vez tendrá que ser la primera. Y en una de esas, a lo mejor ni vuelvo a esta weá de casa.

BUENAS INFLUENCIAS

Por: Valeria Gallardo    (Periodista)

He caminado tanto por la sociedad santiaguina de sus calles y rincones más excepcionales; que me he dado cuenta que soy una persona, socialmente, conocida e influyente. Influyente de sonrisas diarias, humanas, perfumadas de saludos. Adorables de energía en la mínima amabilidad de los hombres.

Hoy, por ejemplo, me encontré con el Ministro de Obras y Aseo Público en el metro de santiago; quien me señaló que sus gestiones personales con su amada Amanda Flores, habían sido un éxito rotundo, pues será padre en agosto próximo.

He aquí, el futuro, me dijo, _ un nuevo integrante para la sociedad. Necesitamos de gente más trabajadora para nuestro gobierno, menos corrupta. Que sea criada y capacitada con tiempo y cariño. Así será pues mi Rodrigo, futuro pintor en la plaza de armas. Aunque claro, si él prefiere seguir otro camino yo le entenderé, agregó el ministro entusiasmado con su idea, que hasta el minuto, va en progreso de la sociedad chilena. Al retirarme pensé- Esto ha de merecer un premio, un homenaje que me encargaré de solicitar en mi circulo social de amigos del artamor.

Durante la tarde; y cumpliendo con mis gestiones diarias de Relaciones Públicas en la Fundación Plaza de Armas, me senté al lado del Ministro de la Música, quien al verme interesada, arrimada junto a él, me dedicó unos Lieders de Schubert.

Estando ya agotado, comenzamos la sesión y el diálogo que acostumbramos cuando hemos de reunirnos por obligaciones laborales de la vida. _Es increíble_ me dijo_ lo que hemos logrado en la fundación. Las palomas han tenido que realizar un vuelo especial la otra tarde, puesto que llegaron unas esculturas maravillosas a visitarnos, Ojalá y se hubieran quedado por siempre pues los niños, que fueron el público más asiduo, se entristecieron cuando las retiraron por ordenanza municipal. Deberemos de poner mano dura en próxima reunión de consejo., agregó._

Y cómo ha estado el trabajo que usted desempeña, me dijo

- Un poco menos interesante que el suyo joven señor ministro trovador. Pero he tratado de hacer lo posible por darle la magia necesaria, en materia de gestión, para estimular mi alma, contesté_ retirándome para descansar contenta de saber que aún podemos soñar con la futura gobernabilidad del alma.

 
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